lunes, 28 de noviembre de 2005

Gracias, Ernesto

Si es cierto que a una persona la podemos medir por la calidad de sus amistades -y estoy convencido que es muy cierto- Ernesto Richter fue un hombre excepcional. La clase de amigos que tenía, y la manera como vivían la amistad con él, podían dar envidia a cualquiera.
Yo no tuve la suerte de estar tan cercano a Ernesto. Para mi era el esposo de una querida amiga, el amigo muy cercano de varios hombres que respeto mucho. A veces nos juntamos -Ernesto, sus amigos y yo- cuando sentimos la urgencia de hablar sobre el país. Y así hablamos: con urgencia, con la convicción que para sacar al país de la crisis (o de la inercia; o del equilibrio fatal en que lo tienen los extremos) habría que hacer un ejercicio riguroso de análisis y de debate. Estas reuniones -yo lastimosamente no tuve la oportunidad de participar en muchas- normalmente fueron provocadas por Ernesto, por su sensibilidad, por su sentido de responsabilidad, por su disposición de intervenir. Se discutió, se llegó a destilar prioridades, a identificar puntos de intervención, a veces propuestas concretas, y cada uno se fue de regreso a su ambiente profesional, político, social con estas nuevas ideas, a tirarlas, a proponerlas, a provocar debate y acción.

Haciendo puentes, llamaba Ernesto este trabajo. Muchas de las ideas y los argumentos para mis columnas, muchos planteamientos que yo he hecho a mis amigos en movimientos políticos, provienen de estas sentadas con Ernesto & Cia.

En cierto grado, así también nació la idea de Encuentros, la propuesta de abrir en El Faro este espacio para el debate. Por esto, cuando se trató de dotar al proyecto “Encuentros en El Faro” de un Concejo Asesor que nos ayudara a seleccionar y analíticamente preparar los temas, el primero a quien llamé fue a Ernesto Richter.

Comenzó, de esta manera, una relación intelectual y de trabajo sumamente productiva. Un permanente intercambio de ideas, una discusión en la cual colectivamente descubrimos, en cada tema que preparamos para Encuentros, fisuras en las posiciones aparentemente claras; pero también verdades muy sencillas en aparentes complejidades creadas por debates falsos y argumentos interesados. Los miembros del Concejo Asesor de Encuentros -y sobre todo Ernesto- nos cuestionaron y volvieron a componer todos nuestros temas y nuestros enfoques que pensábamos llevar a los debates. En muchos temas, el debate más de fondo, más sincero, más rompedor de mitos, clichés y padrones se dio en el Concejo y no en el Encuentro. Sin estos ensayos, difícilmente me hubiera atrevido a meterme en la arena con los leones, chacales, buitres y serpientes de la fauna política nacional. En cada debate, en cada momento que me tocó moderar estos Encuentros me sentí respaldado por la capacidad intelectual de nuestro Concejo. Gracias, Ernesto.

Cuando invité a Richter a formar parte de Encuentros, me dijo que tal vez no era la persona adecuada, porque él estaba perdiendo la fe en el país y las ganas de vivir aquí. Que mejor buscara a otros con más optimismo, más dinamismo, más certeza de poder cambiar el país. A alguien más seguro de que habrá luz al final del túnel. No le acepté el argumento. Si estaba tan decepcionado de la manera como el país no enfrentaba los problemas de violencia, de pobreza y de falta de educación, esas preocupaciones, tenía el deber de articular esas preocupaciones y de formular las interrogantes que de ahí se desprendían. Y lo hizo, convirtiendo su decepción con el país en fuerza para cuestionar, para exigir respuestas, para buscar rutas alternas de concebir soluciones. Ernesto continuó preparando su salida del país, pero no huyó. Aceptó el reto.
Con eso, Ernesto dio un aporte invaluable a Encuentros. No tenía razón en dudar que su escepticismo, a veces pesimismo, pudiera ser constructivo. Urge que la gente decepcionada se manifieste, argumente, siga participando de los debates. Con la participación sincera de Ernesto salimos ganando quienes hacemos Encuentros y El Faro. No sé si salió ganando Ernesto. Lo dudo. Por más que discutimos, dentro y más allá del Concejo, la lucha de Ernesto contra la pérdida de fe en su país no la fue ganando. Por más que como intelectual de izquierda se esforzaba a visualizar soluciones a los problemas del país, como hombre llegó a la conclusión que tenía que salir del país para vivir. Para nosotros, sus amigos, sus alumnos, sus colegas, este conflicto de Ernesto fue muy productivo. A mi me produjo puntos de vista nuevos, a Encuentros le produjo enfoques interesantes. A él, temo, le produjo profundo dolor.

Le hubiera deseado poder salir: a Europa, a Alemania, su segunda patria, o a España que últimamente le enamoraba. Le hubiera deseado poder tomar distancia de nuestros problemas, enredos y rollos… Estoy seguro que desde afuera -geográficamente afuera y anímicamente desde terreno más seguro- Ernesto Richter hubiera dado aportes sorprendentes al debate nacional, a la búsqueda de todos nosotros, sus amigos, de respuestas sinceras a los problemas que aquejan a El Salvador. Incluso, a la refundación de una izquierda capaz de hacerse cargo del país y llevarlo adelante.

Se fue del todo. Murió el 22 de noviembre. Seguiremos buscando, sin él, pero con el mismo espíritu de Ernesto: el profundo amor a la verdad, por sobre todo.
(Publicado en El Faro)

lunes, 21 de noviembre de 2005

Chabelita vs. mediocres

¿Cómo es posible que los miles de estudiantes, docentes, trabajadores, egresados de la Universidad de El Salvador no hayan sido capaces de sacar del campus a unos cien impostores disfrazados de revolucionarios que lo tenían tomado?

¿Cómo es posible que la izquierda salvadoreña no haya sido capaz de poner en su lugar a este grupo que instrumentaliza el discurso de izquierda para secuestrar la Universidad?
¿Cómo es posible que todos hayamos dejado la tarea de defender la universidad a una señora de más de 80 años?

Si no hubiéramos dejado sola a María Isabel Rodríguez, la rectora de la Universidad, los impostores hubieran salido del campus universitario con la cola entre las patas, derrotados y aislados. Pero la rectora tuvo solamente dos opciones: recurrir a la policía para desalojar a los manifestantes, o negociar y concertar con ellos. Era bien previsible que una persona con la trayectoria de tolerancia y rechazo a la violencia como María Isabel Rodríguez no fuera a llamar a la policía sino al diálogo.

Resultado: los manifestantes tuvieron la satisfacción de salir del campus sin humillación, con la garantía de no tener que responder ni a la justicia interna de la universidad ni a la justicia penal. Las figuras de la política universitaria y nacional que se esconden detrás de ellos, quienes de cualquier manera no iban a pagar el costo, pueden seguir instrumentalizando la universidad dentro de su concepción burocrática, reivindicativa y clientelista.

Gracias a la terquedad y paciencia de la doctora, tampoco salen victoriosos. El acuerdo que consiguieron es básicamente lo mismo que el Concejo Superior Universitario presidido por la doctora Rodríguez había ofrecido antes de la toma: la celebración de una amplia consulta dentro de la comunidad universitaria sobre el proyecto de desarrollo de la Universidad que se está negociando con el BID. Dos extras han logrado arrancar los manifestantes con el secuestro de la UES y con la negociación que lastimosamente tuvieron que aceptar las autoridades universitarias para terminarlo: uno, que las negociaciones con el BID quedan “totalmente suspendidas” hasta el 15 de abril de 2006, con el riesgo que los fondos se pierdan, y con la seguridad que a la rectora ya no le quedará tiempo para ejecutar los proyectos financiados por el BID. Y la otra gran concesión que le sacaron a la doctora Rodríguez: que ella se compromete a no seguir utilizando la palabra “mediocres” en el contexto de la discusión con sus adversarios incrustados en la docencia de la UES.

Se hubiera esperado que, a cambio, ellos se hubieran comprometido a revocar las amenazas a la vida de la señora de 82 años que se interpuso al intento de los mediocres de seguir bloqueando el desarrollo de la universidad. O que se hubieran comprometido a respetar el resultado de la consulta aunque no fuera de su gusto; y de desistir de futuras acciones como la toma de la universidad. Nada de eso. Pregunté a los voceros del MAUES quienes, junto con la rectora, dieron a conocer el “gran acuerdo” que habían logrado, ¿a qué se comprometieron ellos? No lo contestaron, al igual que la pregunta complicada de cómo se llaman los que ahí estaban dando declaraciones a la nación. Al final de la conferencia, los encapuchados ordenaron a los periodistas abandonar el campus, y para mi vergüenza, obedecimos como manada de pendejos. Nadie de los periodistas estuvo presente en el recorrido que hicieron las autoridades civiles y las paramilitares para la entrega de las instalaciones; no constatamos el estado físico de los edificios y equipos. No tomamos fotos de la suciedad y las pintas “revolucionarias” que produjeron los manifestantes durante una semana de haber “liberado” la universidad, bajo el riesgo de su vida, de las influencias del neoliberalismo.

Los encapuchados se fueron y la batalla apenas comienza. Ojalá que en los meses de la amplia consulta sobre el destino de la universidad, no volvamos a dejar sola a la doctora Rodríguez. Ojalá que en estas discusiones, los estudiantes, los docentes y los investigadores levanten la voz para defender su universidad y asegurar su futuro como espacio de investigación, conocimiento, análisis, diálogo, pluralismo. Ojalá que en estos debates tengan que mostrar su cara no sólo los que están detrás de los pañuelos, sino también y sobre todo los que están detrás de los encapuchados. Ojalá que las izquierdas salvadoreñas no pasen otros cuatro meses calladas, dejando que unos impostores ocupen el espacio que tiene que jugar la izquierda en el debate sobre la universidad.

Como digo: La batalla apenas empieza. El que la ciudad universitaria esté libre, por el momento, no significa mucho. La posición de los encapuchados y los intereses detrás de ellos no han sido derrotados. Y mientras no estén derrotados, corre peligro la universidad. Ellos pusieron el plazo: cuatro meses. Okay, aceptemos el reto: tenemos cuatro meses para derrotarlos y encarrillar la universidad en el futuro que merece. Hablo en primera persona, porque esta batalla se ganará o se perderá, no en la universidad, sino en la opinión pública. Por lo tanto, requiere de la participación, cada uno desde su función, de universitarios, profesionales, intelectuales, periodistas y políticos. Sobre todo intelectuales y políticos de izquierda, porque como izquierda creamos el monstruo que ahora no deja trabajar la universidad.

Algunos apoyos han tenido la UES y su rectora y hay que reconocerlos: Mauricio Funes hizo una excelente entrevista a la doctora y facilitó que Gerson Martínez, diputado del FMLN, se expresara en contra de la estúpida afirmación de los grupos opositores a la doctora que aceptar un préstamo del BID significa vender la autonomía y el carácter público de la universidad nacional; y Gerson, cansado de las ambigüedades dentro de su propio partido, habló claro y con valentía; las Dignas publicaron un comunicado respaldando a la doctora Rodríguez y rechazando la toma de la UES. Los diputados del FMLN aprobaron la resolución de la Asamblea Legislativa certificando que no habrá privatización. Los dirigentes del FMLN, incluyendo el diputado Schafik Hándal, declararon a la rectora que, después de haber hecho análisis exhausto del documento UES-BID, no detectaron ningún elemento que de pie a la privatización de la universidad. Pero eso fue en privado. Una declaración pública y clara de Hándal en este mismo sentido y exigiendo el fin de la toma de la universidad efectivamente hubiera aislado y desenmascarado a los enmascarados.

Pero no es tarde. Esperemos el segundo round.
(Publicado en El Faro)

viernes, 18 de noviembre de 2005

Es con el Estado, no sólo con el municipio

Muy poco se discute en El Salvador sobre el Estado. Como todo, eso tiene su costo. Por suerte hay algunos analistas de la vieja escuela que no dejan escapar las negligencias. Héctor Dada es uno, y por suerte lo tuvimos en Encuentros para discutir la Reforma Municipal. Inmediatamente nos corrigió: Lo que están proponiendo discutir no es una reforma al municipio, es una reforma al Estado.

Tiene toda la razón: El proceso de descentralización tiene que partir de una redefinición del gobierno central y del gobierno estatal. Lo que se reforma es la distribución de funciones, recursos, competencias entre diferentes niveles del Estado.

El gobierno y ARENA tienen otra concepción: Su Plan Nacional de Descentralización --que según varios de los panelistas no es ni plan ni nacional ni de descentralización-- parte de que el Estado delegue o desconcentre: a instancias fuera del Estado. Ahí caben procesos de privatización, de concesión y de delegación a ONGs o directamente a comunidades. Con tal que el Estado sea “más delgado”, fiel a las doctrinas neoliberales. Obviamente, nada de esto tiene que ver con descentralización. Tanto el diputado Dada como el alcalde Ortiz insistieron que la descentralización que está pendiente en El Salvador tiene como propósito una mayor institucionalidad del Estado a nivel municipal. El Estado descentralizado no es menos Estado, sino probablemente más Estado, más institucionalidad, pero sobre todo más cercanía al ciudadano y más control ciudadano.

“La descentralización es una reestructuración del aparato del Estado, no es una disminución del Estado. Lo otro es un proceso que se inventó el Banco Mundial”, dice Héctor Dada. Punto. Para entender esta concepción, primero hay que concebir que las alcaldías son órganos del Estado, tal vez las más importantes, si en algo cuenta la cercanía a los ciudadanos y la posibilidad de que participen de los procesos de planificación y control de la administración pública. Para mucha gente, el Estado es equivalente a los órganos centrales. El mismo Dada decía en el debate que incluso los alcaldes actúan como si COMURES fuera un sindicato que negocia con el Estado – y no un órgano del Estado.

Un aspecto que no se discutió, pero cabe en ese concepto: La descentralización del Estado no significa necesariamente que las funciones, servicios, recursos sean transferidas a los gobiernos locales. Pueden quedar en manos de un ministerio --de Educación o de Salud, por ejemplo-- pero de un ministerio descentralizado. Hay que dudar que la educación mejore si las escuelas pasen a control de las alcaldías, pero pueden pasar al control de una dependencia local de Educación que trabaja en estrecha vinculación con la ciudadanía, la alcaldía, la comunidad escolar local -- y que tenga un alto grado de autonomía de la burocracia central.

Conozco países donde la policía es local. Y donde su cercanía, su arraigo y permanencia con la población la hace mucho más confiable, más controlable, pero también mucho más efectiva. No estoy proponiendo disolver la PNC crear un montón de departamentos locales de policía adscritas a los gobiernos locales. Estoy diciendo que una policía tan centralizada --y tendencialmente militarizada-- como la PNC, en la cual ni jefes ni agentes tienen arraigo local, probablemente no es lo más democrático ni lo más eficiente. ¿Por qué no descentralizar la PNC, creando instituciones policiales locales fuertes y unidades centrales altamente profesionalizadas?
Entonces, el debate sobre descentralización está abierto. Hasta ahora, nadie tiene una propuesta integral. Como dijeron en Encuentros: hay que repensar el Estado.

(Publicado en encuentroselfaro.net)

lunes, 14 de noviembre de 2005

Noviembre 1989

Cuando cayó el muro de Berlin -un 9 de noviembre de 1989- yo estaba esperando otra noticia: el inicio de la ofensiva al tope de la guerrilla sobre la capital salvadoreña. Me había trasladado a Estados Unidos para echar a andar un plan de comunicación y solidaridad que iba a acompañar la ofensiva. Cada rato monitoreamos los noticieros. En vez de las imágenes esperadas desde San Salvador, de repente apareció el muro de Berlín y la gran fiesta de los berlineses bailando de los dos lados y encima del muro; las escenas de jóvenes derrumbando el muro con uñas, hachas y martillos; las fotos de gente pasándose libremente de un lado al otro y de ciudadanos besando a los policías fronterizos.

Agarré el teléfono y hablé con amigos en Alemania para compartir la euforia. Mi sorpresa: Los encontré en una horrible depresión. Se sintieron derrotados, percibieron la caída del muro como un triunfo del imperialismo, como una derrota de la izquierda. Y yo con ganas de bailar... Yo sentí la caída del muro como un triunfo de la gente que de manera pacífica y solidaria había logrado deshacerse de un régimen impuesto, inhumano y antidemocrático. Yo les decía a mis amigos: pero nosotros nunca hemos sido partidarios del muro y del régimen que se escondía detrás de él. ¿Y no ha sido el socialismo al estilo soviético siempre uno de los principales obstáculos para la izquierda que nosotros queríamos construir: democrática, anti-autoritaria, plural, deliberante? Y ellos me decían: ¿Cómo puedes vos, que has ido a combatir al imperialismo en Centro América, festejar la derrota del socialismo? Estamos de acuerdo que no ha sido el socialismo ideal, siempre hemos querido otro tipo de socialismo; pero ahora, ¿qué nos queda?

Esta interrogante todavía existe para muchos en la izquierda. Yo diría: nos queda un obstáculo menos para desarrollar el socialismo democrático, humano, plural.Yo hasta la fecha no puedo entender por qué tanta gente de izquierda que nunca han sido comunistas, reaccionaron como si el maldito muro -una de las aberraciones más detestables de la historia del “socialismo real”- les hubiera caído en su cabeza. Con todo el dolor y trauma del caso. Con el muro, cayó el régimen opresivo que había mandado tanques para aplastar los movimientos de socialismo democrático en Berlín, Budapest y Praga. Con el muro cayó un régimen que era insostenible sin la represiva policía secreta y sus ejércitos de soplones. No cayó en mi cabeza. Cayó en la cabeza de los comunistas. No me causó dolor de cabeza, mucho menos del alma. Por lo contrario, la caída del muro y del régimen de Berlin Oriental me causó alegría y optimismo.

El muro nunca fue la línea divisoria entre socialismo e imperialismo, entre bien y mal. Esta mentira nos la querían vender los comunistas. El muro -aparte de dividir dos campos imperiales- dividió las izquierdas. El muro interrumpió el diálogo entre la izquierda que necesitaba erigir un muro y una franja fronteriza minada para que no se les vaya la gente, y la izquierda democrática. Una izquierda tomó partido por los tanques soviéticos y las tropas de Alemania Oriental que ocuparon la Checoslovaquia socialista de Alexander Dubcek; la otra tomó partido por los obreros y estudiantes checos que se enfrentaron con piedras a los tanques. Una izquierda cerró filas alrededor de la defensa de la Unión Soviética, la otra comenzó a emprender el viaje hacía una izquierda plural, compuesta por la vieja socialdemocracia, la nueva izquierda nacida de las rebeliones juveniles del 1968, y corrientes de comunistas reformistas que se liberaron del dictado de Moscú.

Regresemos al histórico noviembre de 1989. Dos días después de la caída del muro de Berlín -inicio de la caída del campo socialista- se desata la ofensiva guerrillera en El Salvador, principio del fin del régimen militar sostenido por los norteamericanos. Otra vez, la misma alegría. ¿Contradicción? No, sólo para gente que no entiende la historia. ¿Puede alguien con la misma alegría recibir la noticia de la caída de un régimen socialista en Europa y la noticia de una ofensiva de una guerrilla izquierdosa contra un régimen militar pro norteamericano en Centro América? Claro que sí. La caída de los regímenes comunistas de Europa Oriental y la caída de regímenes militares y oligárquicos en América Latina obedecen a la misma lucha globalizada contra el autoritarismo y contra los dominios imperialistas. La izquierda democrática -no sólo la socialdemócrata, sino aun más decididamente la nueva izquierda radical nacida de los movimientos contra la guerra de Vietnam- ha estado del lado de los pueblos que se han tratado de emancipar de la dominación de los imperios, independiente del color del imperio.

Cuando, en el mes histórico de noviembre de 1989, en mis dos patrias las respectivas crisis se juntaron en casi la misma fecha -en Alemania la crisis del socialismo totalitario que no puede sobrevivir la caída del muro; en El Salvador la crisis del régimen militar que no puede sobrevivir la incursión de la guerrilla en la capital- yo estuve de doble fiesta. En este momento yo sabía que los dos regímenes, mortalmente heridos, tenían que ceder y dar paso a transformaciones pacíficas, concertadas. Y que en mis dos países se iba a abrir un espacio nuevo para la izquierda, pero sobre todo para la democracia. Quiere decir, la izquierda iba a ser parte y protagonista de estas transformaciones en la medida que aporte a la construcción de la democracia. Y sólo en esta medida.
(Publicado en El Faro)

lunes, 7 de noviembre de 2005

Optimista por realista

La inserción del nuevo FDR en el mapa político salvadoreño parece más exitosa que este y otros críticos han pronosticado. A pesar de todas las incongruencias y contratiempos, ha cautivado la atención permanente de la opinión pública y ha tenido mucho éxito con sus campañas de afiliación. Es una muestra más del vacío que está dejando el FMLN en su proceso de descomposición y erosión.

Sigue válida la tesis que, antes del nuevo FDR, han sostenido otros dirigentes disidentes como Joaquín Villalobos, Fermán Cienfuegos, Salvador Samayoa, Facundo Guardado y Héctor Silva: que el país, para avanzar en su agenda de reformas institucionales, necesita una izquierda diferente, democrática, pluralista, tolerante. La diferencia es que en el año 2005 este vacío, al ritmo acelerado que el FMLN se va reduciendo a un partido excluyente de cuadros, se ha vuelto mucho más grande que en los anteriores momentos de ruptura de la izquierda.

El gran optimismo que hoy expresan y viven los dirigentes del nuevo FDR obviamente no toma en cuenta que así, con un gran empuje, optimismo y apoyo considerable, se lanzaron también el Partido Demócrata de Villalobos, el Movimiento Renovador de Facundo y el CDU del 2003, con Héctor Silva.

Auguro que el FDR, igual que los intentos anteriores, va a fracasar en las primeras elecciones que los tocan. ¿Por qué tan pesimista?, me preguntó un amigo. No es pesimismo, contesté. No tiene nada malo que el FDR fracase. El FDR es síntoma de la crisis de la izquierda, y como tal es positivo. Es una de estas fiebres que la izquierda tiene que sudar para llegar a componerse.
Esta composición se va dar cuando el proceso de separación de la izquierda del FMLN se convierta en acumulación. Hasta ahora esto no se da. Del FMLN se desprenden personas y pedazos. Más allá del FMLN parece que no existe acumulación sino dispersión.

Los intentos de superar esta dispersión no han dado resultados, porque no han sido sustentados en la formulación de un proyecto político conjunto, sino en meras tácticas electoreras. La incapacidad de la izquierda democrática de formular un proyecto político coherente se debe a una cosa muy sencilla: el proyecto nuevo tiene que ser basado en una identidad propia, claramente distinguida, inconfundible e incompatible con el proyecto político de la izquierda conservadora del actual FMLN. Y mientras grandes partes del FDR y del CD no estén dispuestos a marcar, de una vez por todas, esta línea (porque no quieren descartar futuras alianzas), no se puede formular un proyecto político que le dé coherencia, personalidad y urgencia a la nueva izquierda. Sobre todo urgencia: mientras no está claro que el nuevo proyecto no tiene nada en común con el viejo, ¿cómo convencer a la gente de que el nuevo proyecto es mejor?
Cualquier movida --sobre todo electoral-- que la gente entiende como “más de lo mismo en otro disfraz” es inviable.

En este sentido, la estrategia del FDR de establecerse como fuerza electoral relanzando a alcaldes que han gobernado por el FMLN es el error fatal --la movida electorera fatal-- que los va a hacer fracasar como proyecto político alternativo.

Carlos Rivas Zamora ha sido el peor alcalde que ha tenido San Salvador en la posguerra. Y ha sido de los peores alcaldes que ha dado el FMLN al país. La manera en que ha manejado la crisis interna permanente en su concejo muestra falta de liderazgo; la manera en que ha manejado su salida del FMLN, durante meses -que sí, que no, que tal vez, que a lo mejor no- ha mostrado falta de decisión y principios; la manera en que ha manejado (o más bien no manejado) la crisis del comercio informal en el centro, ha mostrado incapacidad, cobardía, falta de voluntad para asumir responsabilidades, vulnerabilidad al chantaje.

Carlos Rivas Zamora ha permitido que el gobierno municipal capitalino fuera secuestrado por intereses mezquinos de fracciones opuestas representadas en el partido y en el concejo municipal, llevando a la administración a un nivel sin precedentes de bloqueo y clientelismo. Esto ha repercutido en todo: las relaciones con los sindicatos; la incapacidad de lidiar con los vendedores informales. En vez de una política del gobierno municipal ha habido políticas de fracciones que conspiraron una contra la otra aliándose con sindicatos o asociaciones de vendedores.

Lanzar a Carlos Rivas Zamora como candidato de la izquierda democrática sería la declaración de bancarrota del FDR y del CD. La única razón son las encuestas que dan al alcalde un alto perfil de popularidad. Cosa que sólo es explicable porque aquí se sigue confundiendo el alto grado de publicidad (que alguien es conocido porque aparece en anuncios, noticieros, y hasta en los camiones de basura) con popularidad y con identificación política.

Dada esta confusión en la opinión pública, es posible que con Carlos Rivas Zamora sea más fácil que un partido nuevo consiga un caudal de votos considerable. Tendría lo que llaman un “piso” más elevado, lo que quiere decir que no tienen que empezar de cero. Esta es precisamente la trampa electorera. Uno va a elecciones sin tener la capacidad de formular y comunicar una plataforma que convence. Entonces, opta por muletas; se agarra de una persona conocida como Carlos Rivas Zamora. Sin importar que con esto termine en aborto el propósito de crear un nuevo proyecto político de izquierda para el país. Esto se llama oportunismo.
Puede ser que en el caso de Santa Ana sea diferente. No lo conozco. Puede ser que relanzar al alcalde Orlando Mena es coherente con el propósito de construir una alternativa democrática de izquierda. Si es así, bienvenido sea y, ¡éxito en Santa Ana!

Pero en el aso de Nejapa ya se ve diferente. René Canjura ha sido un alcalde exitoso. Por lo menos en el sentido técnico. Está en la misma liga con Valentín Castro en San Martín: eficientes, autoritarios, caudillos con habilidad negociadora. Nadie los confunde con demócratas. Relanzar a René Canjura es otra de estas movidas electoreras del FDR que pueden tener sentido matemático pero no político. Para tener fuerza en Nejapa tiene sentido - para construir una fuerza nueva, democrática de izquierda es contraproducente. Es una falta de principios relanzar a un alcalde quien en el 2003 estableció --a punta de pistola de sus tropas locales-- que en Nejapa no puede haber proselitismo de ninguna izquierda que no sea el FMLN. ¿En el 2006 hará los mismo, pero sacando a los activistas del FMLN de “su” municipio?

El FDR y Cambio Democrático tienen que pensar muy bien su apuesta para el 2006. Pueden sacrificar el proyecto político lanzando a figuras como Carlos Rivas, René Canjura y avalando grupos como el de Roberto Hernández que mantienen secuestrada la alcaldía capitalina. Con esta estrategia, con suerte pueden sobrevivir electoralmente, aunque hayan enterrado la expectativa que han creado alrededor del nacimiento de un proyecto político de izquierda nuevo, limpio, democrático. O pueden apostar al proyecto político, aunque tengan que empezar casi de cero.
Ni tan de cero, porque de esta manera --y sólo de esta manera-- podrían dar impulso a un proceso de acumulación dentro de la izquierda democrática hoy dispersa.

La crisis de la izquierda aun no es suficientemente avanzada –y adecuadamente procesada-- como para haber producido una nueva izquierda que ya tenga las dos capacidades: construir y proyectar un proyecto nuevo y mostrar fuerza electoral.

¿Suena pesimista? Sólo en cuanto a las posibilidades del FDR y de CD. Electorales como políticas. No van a tener éxito electoral, aunque sacrifiquen el proyecto político. Por lo demás sigo siendo optimista por que soy realista. Cuando se sienta el polvo del 2006, la realidad del país seguirá exigiendo la construcción de una izquierda capaz de transformar al país y al mismo tiempo fortalecer sus instituciones.
(Publicado en El Faro)

jueves, 3 de noviembre de 2005

Matices de un color

El Frente ni llegó, sin embargo era el centro del debate sobre las izquierdas. Impresionante la fijación que toda la izquierda tiene con el FMLN. Negativa unos, obligados a volver y volver y volver al momento doloroso de la separación. Y otros con fijación positiva: salieron, pero no han tenido tiempo (¿o valor?) para cortar el cordón umbilical ideológico.

De izquierda a derecha: David escobar Galindo, Paolo Luers y Ana Guadalupe Martínez.
Construir una izquierda diferente, elegible, y competitiva requiere de una identidad clara. Si la identidad de la izquierda nueva no es claramente distinguible de la identidad conocida de la izquierda establecida, ¿para qué cambiar de bandera?

Si uno de los personajes protagónicos de la “nueva izquierda” dice que se distanció del Frente porque se dio cuenta que no se puede introducir el socialismo por decreto, y que siempre quiere llegar al gobierno, pero ahora con la disposición de administrar al neoliberalismo, durante una transición de dos o tres años – mejor me quedo con la “izquierda vieja”.

Razón tenía David Escobar Galindo, el panelista de derecha en el debate sobre las izquierdas, en recomendar a la izquierda que –antes de actuar en una obra sin libreto- haga un ejercicio de reflexión y de autodefinición.

Por otra parte, si la fijación negativa se vuelve obsesiva, tampoco se llegará a una definición independiente, autónoma de su proyecto político. Es necesario distanciarse del pasado, pero es más indispensable aun la propuesta positiva, la plataforma nueva, la construcción.

Razón tenía nuevamente David Escobar Galindo en decir: “Hay mucho despecho, por lo que ha pasado, y esa es una emoción que paraliza demasiado. Me hicieron, hice, no hice, debí hacer. Bueno sí, pero hay un momento en que uno tiene que saldar la deuda y decir ahora pasemos a la construcción de lo que valga la pena – ¡para el país!”

De paso sea dicho, invitar a un intelectual de derecha como David Escobar Galindo al debate sobre las izquierdas mostró ser una excelente idea. Cualquiera que lee el debate se da cuenta. Aunque sirvió de razón para la ausencia de uno de los invitados, quien no objetó para nada sentarse con los “disidentes”, pero sí a discutir asuntos de izquierda con alguien de derecha.
Con el mismo argumento –pero no refiriéndose a David Escobar Galindo, sino a Facundo Guardado, Ileana Rogel, Ana Guadalupe Martínez y, tal vez, Rubén Zamora- se disculpó Schafik Handal, quien fue el primero que invitamos a este debate. Todo es relativo. Todo depende del punto en el mapa desde el cual uno ve el mundo.

Al fin no llegó nadie del FMLN, dijeron que todos los posibles representantes tenían que asistir a una reunión interna. Un argumento talvez más elocuente que cualquier cosa que hubieran dicho en la mesa…

El debate sobre las izquierdas -me quedo de un solo con el plural, ya que una de las coincidencias más contundentes en la mesa era que dos cosas eran indispensables: la diversidad en la izquierda, y el respeto a la diversidad- valió la pena. Es complicado, es apenas un inicio. Coincidencias hay, bastantes. Probablemente suficientes para servir de fundamento para la refundación con la cual todas las diferentes izquierdas representadas estaban interesadas. Diferencias hay, bastantes. Probablemente suficientes para evitar que esto pase a corto plazo.
Encuentros tiene por objetivo provocar debates que sirvan para identificar coincidencias y diferencias. Usualmente entre partidos de diferentes colores. Esta vez entre diferentes matices del mismo color. Desde ya invitamos a los mejores pensadores de la derecha a un debate similar sobre “La derecha o las derechas”.

(Publicado en encuentroselfaro.net)