lunes, 17 de abril de 2006

La U de es todos

Todo el mundo está enfocado en la Asamblea Legislativa y en la pregunta si logra saldar la deuda legislativa: elegir al fiscal general y encaminar la reforma electoral para que la nueva Asamblea pueda ratificar las enmiendas constitucionales que son necesarias para una reforma electoral que tenga sentido.

Todo lo demás lo pueden -y deben- dejar a la Asamblea entrante. Es obvio que cualquier intento de aprovechar la Asamblea saliente –con su correlación de fuerzas relativamente favorable para el gobierno- para adelantar otras votaciones que más adelante no se pueden ganar sin ponerse de acuerdo con el FMLN, es contraproducente y paralizaría no sólo la Asamblea saliente sino también, de una sola vez, la nueva.

Hay que concentrarse en las dos cosas que la vieja Asamblea realmente puede y debe hacer: reforma fiscal y reforma electoral.

Pero hay otro asunto pendiente que requiere definición en estos días. Es tal vez más urgente y más importante que los asuntos pendientes en la Asamblea Legislativa. Estoy hablando de la batalla dentro de la Universidad de El Salvador por aprobar o no el proyecto de fortalecimiento de la universidad y su financiamiento con un crédito que el gobierno de El Salvador solicitó al Banco Interamericano de Desarrollo BID.

En los asuntos del fiscal y de la reforma electoral no hay mucho que los ciudadanos podemos hacer. Lastimosamente cuando faltan tres años para las próximas elecciones, a los partidos les vale un comino la opinión pública y la presión ciudadana. Pero en el caso de la UES y el crédito del BID, la decisión final dentro de la universidad y sus gremios (El Consejo Superior y La Asamblea General) dependerá de la opinión pública.

Para decirlo de la manera más clara: Si la rectora -la doctora María Isabel Rodríguez- pierde esta batalla y la universidad se queda sin fondos para implementar el ambicioso plan de fortalecimiento académico, la culpa será de todos nosotros, no sólo del puñado de encapuchados y de los docentes y sindicatos corruptos detrás de ellos.

El proyecto de fortalecimiento de la Universidad de El Salvador es de trascendental importancia no sólo para la universidad misma sino para toda la sociedad salvadoreña, porque está en juego nada menos que la capacidad de la universidad de servir y aportar al desarrollo de la sociedad. Detrás de la batalla dentro de la UES sobre la aprobación del proyecto de fortalecimiento de la UES y su financiamiento por el BID está la disyuntiva entre progresar a una universidad con calidad académica, capacidad de investigación científica e incidencia en el desarrollo social, económico, cultural del país – o regresar a una universidad estancada, feudo de sectores seudo revolucionarios, reproductora de posturas ideológicas, pero no de conocimientos y capacidad crítica.

Los sectores dentro de la UES que quieren bloquear el crédito del BID, realmente quieren bloquear la implementación del plan de fortalecimiento de la universidad, la conversión de la UES en un centro de investigación y desarrollo científico, porque esto atenta contra sus intereses sectoriales. Los sectores que desde afuera de la UES dirigen el movimiento contra la supuesta privatización -que en realidad es un movimiento contra el fortalecimiento académico y científico del alma máter- quieren preservar la universidad como retaguardia del “movimiento revolucionario”, que no es otra cosa que preservar la corrupción, la incapacidad, la manipulación ideológica en la universidad.

El argumento mil veces repetido y mil veces derrotado de que detrás del crédito del BID viene la privatización de la UES, no es más que una cortina de humo para esconder intereses mezquinos. Cuando se levantó la toma de la universidad a cambio de unas campañas intensas de información y debate dentro de la universidad, los encapuchados tenían razón en un solo punto: La gran mayoría de los universitarios no conocían el plan de fortalecimiento de la universidad presentada por la doctora Rodríguez, y mucho menos el proyecto de financiamiento presentada al BID. En los tres meses consiguientes, la rectora les ganó a sus adversarios batalla tras batalla. Facultad por facultad, sede por sede, fue explicando el proyecto a los estudiantes y docentes. Cada vez tuvo que enfrentarse y derrotar de nuevo el discurso de sus adversarios: “No a la privatización, no al BID.”

En pocos días, los dos órganos legislativos de la UES -el Consejo Superior Universitario y la Asamblea General Universitaria- tendrán que autorizar el proyecto de financiamiento del BID. El hecho que la rectora ha ganado la batalla a nivel de las asambleas en las facultades y sedes regionales, no le ayuda mucho en los dos gremios que van a decidir. En el momento, nadie puede prever cómo la mayoría de concejales y asambleístas va a votar. Hay un ambiente preocupante de amenazas, de manipuleo, de presión, de intimidación. Empleados de la universidad -escondidos detrás de máscaras y capuchas- se dedican a amenazar a muchos de los asambleístas que apoyan a la rectora.

En esta situación, ya no se puede dejar sola la universidad. La universidad pública es de todos. El país necesita de una universidad pública de calidad, con capacidad de propuesta, con los mejores docentes e investigadores.

Varias ONGs y organizaciones sociales -todas con trayectoria de izquierda- han publicado una carta abierta al Consejo Supremo Universitario y la Asamblea General Universitaria exigiendo la inmediata aprobación de las negociaciones con el BID. Hace falta que partidos políticos, organizaciones sociales, ONGs, gremios de profesionales, las demás universidades, los alumnos egresados de la UES, los intelectuales del país se pronuncien e involucren. No sólo en esta coyuntura específica, cuando se trata de conseguir o perder los 25 millones de dólares del BID para el fortalecimiento de la universidad, sino a partir de ahora, de manera permanente, acompañando el proceso de reconstrucción académica de la universidad. Hay que pensar –dentro y fuera de la universidad- en cómo dar continuidad al proyecto de reconversión de la universidad. La doctora Rodríguez se va a retirar en dos años – y es obvio que sus adversarios, logren o no sabotear el proyecto con el BID, ya están alistándose para la batalla por la dirección de la universidad.

Depende de la opinión pública, de la clase política, de la comunidad universitaria a nivel nacional, de la intelectualidad del país si los años de reconstrucción de la UES bajo la rectoría de la doctora María Isabel Rodríguez fueron un interludio o fueron el comienzo de un proyecto a largo plazo que asegura la excelencia académica y el carácter público de la Universidad de El Salvador y su capacidad de convertirse en fuerza motriz y conciencia crítica de las transformaciones y del desarrollo del país.
(Publicado en El Faro)