jueves, 31 de julio de 2008

Una casa para Felix Nussbaum

Una familia judía emigra para Estados Unidos cuando en Alemania y los países ocupados ya no queda espacio de vivir para los ciudadanos judíos. Uno de los hijos se llama Daniel Libeskind. Otro alemán de origen judío, un joven pintor de Osnabrück, emigra para Bélgica. Su nombre --Felix Nussbaum-- seguramente sería unos de los grandes de la pintura contemporánea, si hubiera emigrado a Estados Unidos, o a Inglaterra o a cualquier país que no cayó en manos de los nazis. Pero Felix Nussbaum se fue para Bélgica, y aunque logró traducir sus años de exilio, persecución, clandestinidad y desesperación en una obra pictórica maestral, cayó en el total olvido por más de 50 años. Casi nadie se recordaba de él. Nadie conocía su obra. No hubo exposiciones, homenajes, celebraciones...

Porque Felix Nussbaum fue asesinado en un campo de concentración nazi cuando tenía 39 años, y su obra quedó escondida, dispersa, casi perdida.

En las primeras décadas de la posguerra, de todas formas, nadie hubiera aguantado ver sus pinturas. Todos estábamos ocupados con sobrevivir – los victimarios, los colaboradores y la ‘mayoría silenciosa’ que toleraba los crímenes nazi, ocupados con silenciar, esconder y olvidar la verdad. Los demás, ocupados con reconstruir sus casas, sus negocios, sus ciudades, sus personalidades lastimadas. Nadie tenía uso para la desesperación, la tristeza, el profundo sufrimiento y la resistencia que Felix Nussbaum plasmó en pinturas durante los años que trató de sobrevivir como judío en la Bélgica ocupada por los alemanes.

Muchas de sus pinturas estaban en manos de ciudadanos belgas que seguramente las escondían porque les daba pena contar cómo habían los habían adquirido de un pintor judío evadiendo su segura muerte.

Hasta que el otro judío regresó a Alemania. La familia de Daniel Libeskind había sobrevivido el Holocausto, porque su familia lo llevó a un exilio seguro en Estados Unidos. Se había hecho arquitecto. Uno de los más famosos.

Daniel Libeskind construyó una casa para Felix Nussbaum. Al fin, el eterno prófugo, el hombre que migraba toda la vida porque para él simplemente no había lugar, tiene casa propia y segura. Un hogar para su obra.

La Casa Felix Nussbaum en Osnabrück es una de las obras arquitectónicas contemporáneas más importantes, más impactantes de Alemania. La llaman ‘las casa sin salida’. El sentimiento de la orientación perdida, de la esperanza defraudada, de la desesperación se vuelve una experiencia física para el visitante. (A raíz de esta obra en Osnabrück, a Libeskind le encargaron el diseño del Museo Judío en Berlín y le pidieron desarrollar el concepto para la reconstrucción de ‘Ground Cero’, el sitio de las destruidas torres gemelas en New York.)

Y adentro, la obra de Felix Nussbaum, rescatada del olvido y de la dispersión, revela que los nazis asesinaron, al momento del pleno despegue de su calidad artística, a uno de los más grandes pintores alemanes de su generación.

El diseño del arquitecto obliga a seguir la vida del artista, en corredores estrechos y sin ninguna decoración, donde la luz entra siempre como promesa, pero nunca alcanzable.

El último corredor contiene las últimas obras de un hombre con plena conciencia de su segura captura y muerte, pero quien sigue resistiendo con lo único que le queda: el arte, la pintura. Pinturas de inmensa desesperación, pero aun más inmensa humanidad. Autorretratos de un hombre llorando. Y al final, el último cuadro pintado, días antes de su captura y su traslado al campo de concentración: ‘El triunfo de la muerte’, que describe el fin de la civilización en una danza macabra. La última carta de Nussbaum dice: “Cuando me maten, salven mi obra.” Está a salvo, tiene casa.

Una joven alemana --estudiante de arte y guía en la exposición-- explica el último cuadro a un grupo de niños: “Miren, el mundo despoblado, en ruinas, pero no ha llegado a su fin. Sigue la danza de la muerte, no hay esperanza de salvación.”

Impresionado de la pasión con la cual esta joven explica a los niños la historia del holocausto y de su víctima Felix Nussbaum, me atrevo hablarle y hacerle preguntas sobre Nussbaum y Libeskind. Dice una frase que me demuestra que al fin esta generación que ahora es joven en Alemania tiene una relación relajada y natural con la triste historia de su país. Dice: “Al fin tenemos un lugar donde podemos recordar a nuestros muertos.”

Le pregunté: “’Nuestros’, ¿en qué sentido? ¿Eres judía también?” -- “No, no soy judía, pero estos muertos son nuestros, son los muertos de Alemania. Son parte de nuestra historia. Parte de nuestra vida. ¿No lo sientes así?” -- “Sí. Pero nunca lo supe decir así. Siempre eran los muertos de los otros, y nosotros nos sentimos culpables, aunque ni siquiera habíamos nacido cuando los mataron nuestros padres. Nunca pudimos asumirlos como ‘nuestros muertos’, nunca simplemente

(Diario de Hoy)

lunes, 21 de julio de 2008

Convención de brujas en Managua. O ¿cómo explicar esto a mis hijos?

En Managua, Nicaragua, en la Plaza de la Revolución, se encontró Rosario Murillo, la mujer fuerte detrás del trono de su esposo, el comandante-presidente Daniel Ortega, y por sus súbditos conocida como ´la bruja´ con Margot Honecker. También ella, como ministra de educación y esposa del jefe del partido comunista de la extinta República Democrática Alemana, fue la mujer fuerte en un país “en camino al socialismo”. Adivinen cómo llamaron a Margot Honecker en el lenguaje popular de sus súbditos: “la bruja”...

El 19 de julio, en años no tan lejanos la gran fiesta de una insurrección popular auténtica contra un régimen déspota, ¿esta fecha histórica, convertida en una convención de brujas? Qué degeneración más triste...

No es ni casualidad, ni un error político que una mujer que simboliza un régimen cruelmente represivo como la Alemania Socialista haya sido invitada a Managua para recibir la orden Rubén Darío. Es coherente con la transformación del sandinismo de Daniel y Rosario en un régimen despótico. Los sandinistas coherentes con la tradición de la insurrección antisomocista del 1979 no estaban invitados a la tarima de honor en la Plaza de la Revolución: Dora María Tellez, Cónica Baltonado, Sergio Ramírez, Henry Ruiz, Víctor Hugo Tinoco, Ernesto Cardenal, los hermanos Mejía Godoy... Me imagino que tampoco hubieran aceptado. Estaban ocupados organizando la resistencia contra lo que ellos llaman la nueva dictadura dirigida por Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Invitar a la “fiesta sandinista” a Hugo Chávez (quien fue el orador principal) y Margot Honecker es un posicionamiento político. Demuestra qué Daniel Ortega y su FSLN se han quedado con las raíces autoritarias y ortodoxas del sandinismo. Las otras raíces y componentes del sandinismo –la lucha por la democracia, la defensa de los derechos humanos, el espíritu libertario-- han quedado en oposición.

Si Rosario Murillo, la esposa de Daniel Ortega, fuera solamente una bruja, no sería más que una nota folklórica. Pero “la Bruja Chayo” es la persona más poderosa de Nicaragua, sin que nadie la haya elegido, menos su esposo. Así Margot Honecker. No la llamaron bruja por excéntrica o loca, la llamaron así por el miedo que causaba, por represiva y por su inmenso poder detrás del trono. Aparte de su esposo Erich Honecker, quien de 1976 hasta el colapso de su régimen en 1989 fue el segundo hombre más poderoso del campo socialista, esta mujer fue la persona más temida y odiada del régimen que cayó en 1989 en una revolución pacífica protagonizada por los movimientos ciudadanos. Los esposos Honecker tuvieron que huir, primero a Rusia, luego a Chile, porque Gorbachev, el presidente soviético, se negaba a reprimir militarmente a la oposición democrática contra los comunistas alemanes. Se negaba a salvar el poder de los Honecker, porque eran los más férreos adversarios de su política de la Perestroika y de la democratización del Bloque Socialista.

Esta mujer es la invitada de honor de Daniel Ortega. A lo que ella representa ideológica y históricamente impuso Daniel Ortega la orden Rubén Darío. Esta decoración otorga la República de Nicaragua a personas por extraordinarios méritos en los campos de cultura y educación. La obra más destacada de Margot Honecker, como ministra de educación, fue la introducción de dos materias obligatorias a las escuelas de la república: marxismo y preparación militar. Y el mayor aporte solidario que su esposo Erich dio al primer gobierno de Daniel Ortega fue el envío de sus expertos de la “Stasi” (seguridad del Estado) a enseñar a los sandinistas a defender la revolución contra enemigos internos. A todo esto va la orden Rubén Darío. Pobre poeta, pobre sandinismo, pobre Nicaragua...

Me entero de la vergonzosa convención de brujas y déspotas precisamente en Berlin, el día que trato de explicar a mis hijos --en el lugar de los hechos--- las tristes pero muy aleccionadoras historias del muro de Berlín, de la idea preciosa del socialismo pervertido por burócratas como Margot y Erich Honecker, de la insurrección de los obreros contra el “gobierno de los obreros y campesinos” en 1953. Nos sentamos en un café exactamente donde los Honecker y sus camaradas construyeron el muro, y de repente veo en un periódico un titular grotesco: “Viuda de Honecker condecorada por Sandinistas.” ¿Y cómo voy e explicar esto a mis hijos?

(Diario de Hoy)

jueves, 17 de julio de 2008

Impresiones de Alemania

Mis dos patrias, Alemania y El Salvador, dos mundos. Mucho más diferentes no pueden ser dos países. Por una parte, uno de los países más ricos, con una democracia muy consistente, robusta y abierta, y con frecuente alternancia en el poder - no sólo entre dos partidos, sino entre diferentes coaliciones, incluyendo la coalición grande entre los dos partidos mayoritarios - y todo esto sin sobresaltos ni angustias existenciales. Por otra parte El Salvador, un país tratando de salir del subdesarrollo, de la pobreza, de la polarización entre ortodoxias opuestas, con instituciones débiles, y donde cada elección se convierte en referéndum sobre el modelo político y económico.

Sin embargo, visitando Alemania detecto coincidencias sorprendentes. La misma angustia social en las clases medias. La misma tentación al pesimismo en cuanto al futuro. La misma contradicción entre esta angustia y las cifras reales que indican que en ambos países, Alemania y El Salvador, la clase media se ha fortalecido económicamente en las últimas décadas. La misma percepción de la gente de que están creciendo la pobreza y el grado de injusticia social, a pesar de que en ambos países las cifras muestran una reducción de la pobreza. El mismo malestar de la gente con los partidos. En una encuesta recién publicada, la mayoría de los alemanes, en proporciones muy similares a los salvadoreños, expresan que el país --y su economía-- van de mal en peor y que esperan ‘cambio’.

Esto mete al partido más histórico e institucionalizado de Alemania, el Socialdemócrata, en una crisis interna de dimensiones preocupantes. Históricamente instrumento del cambio y de la búsqueda de la justicia social, no puede gobernar, porque perdió la mayoría. Y tampoco los socialdemócratas pueden regenerarse ejerciendo la oposición, porque sin ellos tampoco hay mayoría para gobernar. La razón de estado y su sentido de responsabilidad los ha llevado a aceptar gobernar en coalición con sus adversarios demócrata cristianos.

Irónicamente, salvando al país de la inestabilidad y asegurándole su capacidad de reformarse, los socialdemócratas corren el peligro de perder su identidad y su base social. Porque las reformas sociales y económicas que necesita el país para adaptarse a la globalización, no son populares y encuentran ferrea oposición por parte de los fundamentilstas tanto de izquierad como de derecha. Por esto, sólo los dos partidos grandes juntos lse pueden atrever empujarlas. Pero el costo princiüpal lo pagan los socialodemócratas, y la opsición más radical la articula la izquierda radical.

Con un partido de izquierda ortodoxa y populista sacando capital electoral de esta crisis de los socialdemócratas, estos están debatiendo su rol en la sociedad y tratando de concebir un nuevo modelo de justicia social que no entra en contradicción con la globalización y la economia social de mercado..

Dentro de este debate hay voces que proponen una nueva versión del viejo modelo del “Frente Popular”. Hay dentro de la socialdemocracia alemana quienes quieren romper la incómoda concertación con la democracia cristiana y construir una “mayoría de izquierda”, junto con los ortodoxos y populistas. La mayoría de los socialdemócratas alemanes desecha esta idea que significaría regresar al esquema de la vieja y estéril polarización izquierda-derecha de la guerra fría. Prefieren el difícil y impopular camino de la concertación.

Para las elecciones --que también se celebrarán en el año 2009-- los socialdemócratas alemanes están dispuestos a disputarles a los ortodoxos y populistas el terreno de la justicia social, a no dejarse quitar sus banderas, y tampoco dejarse chantajear a aceptar una alianza con una fuerza que en el fondo sigue siendo antisistema.

Viendo las encuestas y viviendo el ánimo pesimista de la gente, esta decisión les puede costar a los socialdemócratas una derrota electoral. A corto lazo. A largo plazo, es el primer paso de su resurrección como la fuerza que sabe compatibilizar la globalización con justicia social.

¿La moraleja de este cuento de un país lejano? Tomar en cuenta las encuestas, pero no construir un proyecto político sobre el ánimo de la gente. Responder con discurso populista a los miedos y las frustraciones que la gente expresa en un año preelectoral, puede tal vez ayudar a ganar algunos puntos en las elecciones, pero puede hundir al país. En última instancia, la gente no quiere que los políticos les confirmen sus frustraciones, sino más bien tienen sed a un liderazgo con propuestas claras, responsables y sinceras.

(Diario de Hoy)

jueves, 3 de julio de 2008

Los dilemas de la izquierda

¿Te has hecho de derecha? Esta es la primera pregunta que enfrento en la primera conversación seria a mi llegada a Alemania. Una amiga muy querida, compañera mía de muchas batallas políticas, investigadora social con incontables aportes teóricos a la conciliación entre sindicalismo y feminismo, me obliga a explicar bien porqué es tan fuerte --‘tan poco solidaria’-- mi crítica hacia los viejos y nuevos íconos de la izquierda latinoamericana, como Fidel Castro y Daniel Ortega, por una parte, y Hugo Chávez y Evo Morales, por otra. Y porqué, luego de 12 años de guerrillero, ya no estoy con el FMLN.

A la izquierda europea, luego de haber apoyado por décadas solidariamente las luchas guerrilleras y populares contra las dictaduras latinoamericanas, ahora ve con satisfacción que al final Latinoamérica está girando hacía la izquierda. Le parece sorprendente y decepcionante que ahora aparezca un tipo como yo diciendo “cuidado con qué tipo de izquierda están apoyando”. Aunque aquí, por suerte, nadie está tan dispuesto como en América Latina de hablar de ‘traición’ y de ‘vendepatria’ cuando alguien disiente, sí están tentados a suponer que la disidencia significa un viraje a la derecha.

No sé si logré convencer a mi amiga que lo mío no es un cambio de bandas. Que no he abandonado el proyecto de la izquierda de crear sociedades más equitativas, más justas. Creo que después de noches de debate, acompañados de varios gritos y algunas botellas de vino, encontramos un punto de encuentro: El problema a resolver de la izquierda es cómo avanzar hacía una distribución justa de riquezas y oportunidades sin sacrificar las libertades democráticas. Ella dice que en Alemania el dilema es que la socialdemocracia ha abandonado la lucha contra la desigualdad social y que la izquierda radical sigue sin entender que no hay progreso que vale la pena si no es en base a derechos y libertades garantizados.

Y yo digo que en El Salvador el dilema es que la izquierda comprometida con la plena democracia se ha desprendido del Frente, pero no ha logrado proyectarse como opción política; que el FMLN sigue bajo el liderazgo de gente de tendencias autoritarias y bajo la influencia de gobiernos que demuestran un marcado desprecio no sólo por las libertades individuales sino también por una sociedad civil fuerte con capacidad de auditar y controlar al poder.

Así nuestros dilemas. No tan diferentes, al fin. Dentro de esto, cada uno tiene que tomar decisiones y posiciones. Aquí en Alemania, los socialdemócratas están discutiendo si buscar gobernar con una alianza de toda la izquierda, incluyendo los poscomunistas, o seguir gobernando junto con los demócratas cristianos. Detrás de esto está la pregunta de fondo: Priorizar la coincidencia entre las izquierdas, la coincidencia entre demócratas.

No tan diferente en El Salvador. La izquierda democrática tiene que decidir si quiere priorizar sus coincidencias con la izquierda fundamentalista del Frente, o buscar una nueva mayoría basada en la coincidencia entre todos que dentro de la izquierda y de la derecha están dispuestos a impulsar conjuntamente las reformas institucionales y sociales necesarias para consolidar la democracia.

Sorprendente que los dilemas que enfrentan las izquierdas en sociedades tan diferentes que Alemania y América Latina al fin no son tan diferentes. Nada de sorprendente que es tan difícil discutir estos dilemas incluso entre amigos muy cercanos. Muchos mitos, muchas expectativas frustradas, muchos tabúes hacen estorbo.

Voy a este reencuentro con mi país de origen --y con mi izquierda de origen-- con toda la disposición de apartar estos obstáculos, tanto para aprender como también para explicar.

Y tal vez haré uso de esta columna para transmitir parte de esta experiencia.

(Diario de Hoy)

Hay que saber leer as encuestas

Los números siguen siendo fatales para ARENA y Rodrigo Ávila. La ventaja que lleva el candidato del Frente, en cuanto a intención de voto, ha aumentado y ahora es de 14 puntos porcentuales. De cada 100 salvadoreños, 37 dicen que votarían por Mauricio Funes, y sólo 23 dicen que votarían por Rodrigo Ávila. En marzo eran 27 contra 20. Los dos han subido, porque mucho más potenciales votantes que antes se mostraban indecisos o anuentes a contestar, hoy se inclinan por uno de los candidatos y lo confiesan. Pero Funes ha subido 10 puntos y Ávila solamente 3 puntos.

Esos números no me extrañan, por nada. Eran previsibles, ya que ARENA no hizo nada sustancial para romper con la percepción de que Mauricio Funes es el candidato del cambio y Rodrigo Ávila el del continuismo. Por lo menos no hasta la fecha del corte que hicieron los entrevistadores a mitad de junio.

Ahora los ciudadanos dicen lo mismo que muchos analistas, de todas las formas posibles, hemos dicho: Si ARENA no hace algo dramático, algo que de un golpe cambie la percepción pública, pierde las elecciones. Con medias tintas, con decisiones graduales, sin audacia, con innovaciones tibias y parciales, no pueden transmitir el mensaje que el enfrentamiento no es cambio versus continuismo. Quien habla de estabilidad, sin mostrar en la práctica (y comenzando en casa propia) la voluntad a la reforma consecuente, corre el riesgo que la gente entiende que está defendiendo el status quo.

Hay que saber leer las encuestas. Ante la ausencia de una opción en la cual se combinan y estabilidad y cambio, la gente opta por la promesa de cambio, por más indefinido que sea. Esto da ventaja al Frente sobre ARENA mientras la última no se atreve a abrirse a las fuerzas ansiosas a iniciar la segunda generación de reformas institucionales y sociales de la posguerra.

Hay que saber leer las encuestas. Lo más fatal sería que los candidatos (los dos) trataran de traducirlas directamente en promesas. Es un fenómeno obvio que la gente está cambiando las prioridades de sus preocupaciones. Sólo unos 5 por ciento se declaran preocupados por la seguridad, y casi 50% ponen a la cabeza de sus preocupaciones y demandas el alto costo de la vida. Traducir esto de manera lineal y mecánica en una avalancha de promesas de regular los precios, sería no sólo irresponsable sino también ineficiente. La gente no espera de sus futuros residentes que les digan lo que ellos quieren escuchar, sino que les expliquen cómo resolver --y no sólo a corto lazo-- los problemas.

Cuidado con las promesas, porque las que no se cumplen, son mentiras. Y lo que ahora menos acepta el electorado son mentiras.

(Diario de Hoy, Observador Electoral)