martes, 29 de septiembre de 2020

Carta al Dr. Raúl Lara: Gracias por su terquedad. De Paolo Luers



 Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, martes 29 septiembre 2020

Estimado doctor:

Gracias a su perseverancia, al fin está en la agenda nacional la dramática situación de los salvadoreños que sufren y mueren de cáncer. Gracias a usted, ahora sabemos que en lo que va del año murieron más de 5,000 salvadoreños de cáncer, muchos de ellos por la falta de políticas, liderazgo y recursos en el área de Salud. Un tema siempre eclipsado por otras prioridades, emergencias o campañas. 

Obviamente, la prioridad del año 2020 fue y sigue siendo la epidemia del COVID-19. Pero usted nos dijo con claridad: del COVID-19 han muerto unos 800 salvadoreños en los últimos 9 meses, pero del cáncer más de 5,000. Constatar esto no quiere decir que había que invertir menos en la lucha contra la epidemia, pero sí que un país, una sociedad, un gobierno y un sistema público de salud tienen que tener la capacidad de enfrentar una epidemia sin abandonar la lucha contra el flagelo permanente del cáncer.

Usted tiene años de bombardear a los gobernantes de turno y sus ministros de Salud, pero también a los medios de comunicación, con la misma advertencia: tenemos que invertir más en la detección y los tratamientos tempranos del cáncer y necesitamos más tecnología de radiología. Nadie le ha hecho caso, y trágicamente tampoco los que administran la Salud Pública.

Yo tampoco tengo pretexto por no haber alzado mi voz para hablar en mis columnas de la crítica situación de los pacientes de cáncer. Hace tal vez un año, el Dr. Díaz Bazán me buscó para invitarme a conocer su Hospital de Cáncer, situado a la par del Rosales. Me enseñó las instalaciones y me explicó, con sentido de urgencia y cierto grado de frustración, que por falta de políticas públicas definidas y de recursos en El Salvador estamos perdiendo la batalla contra el cáncer. Sin embargo, siguiendo siempre los temas calientes de la política (y de la antipolítica que está gobernando), nunca escribí sobre el tema. Tampoco propuse al Diario hacer una investigación periodística seria, como la que usted logró provocar ahora. 

Pocos saben que por la epidemia del COVID-19, en el sistema de Salud fueron suspendidas unas 6,000 operaciones, muchas de ellas de cáncer, y miles de tratamientos de quimioterapia y radiología, porque los hospitales estaban contaminados y al punto de colapsar por la cantidad de pacientes de coronavirus. 

El mismo día que en el Diario leo las declaraciones suyas (conclusiones de un estudio que le encomendó el Banco Mundial), leo en ‘Gato Encerrado’ una nota de Cecibel Romero que revela que a 15 meses del gobierno Bukele no existe una plan Nacional de Salud, y que los borradores están bajo un estricto régimen de reserva decretado por el Ministerio de Salud.  


El pretexto del Ministerio de Salud: por la emergencia del COVID-19 no se pudo avanzar en la formulación del Plan Nacional de Salud. Es un pretexto absurdo. Precisamente en tiempo de emergencias es prioritario tener un plan y una estrategia. Si no, seguirá reinando la improvisación que hasta ahora ha caracterizado este gobierno y, muy en particular, su política de Salud. Sin un Plan Nacional ampliamente discutido y consensuado es lógico que el ministerio, para atender una epidemia coyuntural, abandone la lucha contra la epidemia permanente del cáncer. Sin un Plan Nacional, siempre tendrá prioridad la medida que promete más rédito mediático, no la que es necesaria aplicando criterios académicos, profesionales y éticos.

El resultado es un elefante blanco (además carísimo) en el CIFCO, y los hospitales que atienden a los miles de pacientes de cáncer abandonados, sin presupuesto, sin personal calificado y tecnología suficiente.

Gracias por poner el dedo en la llaga, Dr. Lara. Gracias por ser tan terco en señalar el problema que todos hemos obviado. 

Le saluda 


domingo, 27 de septiembre de 2020

Seize the moment – tomen la iniciativa. Columna Transversal de Paolo Luers

 Publicado en EL DIARIO DE HOY, domingo 27 septiembre 2020

Los salvadoreños tuvieron múltiples razones de desencantarse con la política. Todas tuvieron que ver con la corrupción, la falta de transparencia y la insatisfacción de necesidades básicas de la población. Por esto surgió Nayib Bukele y llegó al poder. Pero luego de 15 meses existen aun más razones de desencanto. 

Sin embargo, la gente no necesariamente se desencanta con el gobierno. Se desencanta con la política. Un desencanto generalizado con la política, mientras no se vuelque contra el gobierno, es ganancia de los regímenes populistas. Es obvio que a esto apuestan los Bukele: Crean crisis tras crisis (social, política, institucional, económica, fiscal), y en vez de dar pasos para resolverlas, las profundizan - hasta que la gente ya no entienda lo que está pasando y ya no crean en la política. Los problemas nunca se resuelven, los conflictos se vuelven cada vez más profundos y a la vez confusos. Como resultado, la gente se refugia en resentimientos de anti-política, en vez de asumir posiciones de oposición. Si esto pasa, gana el gobierno. 

 

Es lo que quieren: Un pueblo sumido en desesperación, resentimientos y anti-política. Una oposición que habla sola. Un movimiento-partido-gobierno conectado con los resentimientos.

Pero no pasa así necesariamente. El gobierno, con esta estrategia de las crisis calculadas, corre un enorme riesgo. Si la oposición, en vez de paralizarse, logra comunicarse con los ciudadanos, antes de que estos se resignen; si una nueva generación entra a la política y logra introducir en ella racionalidad, empatía y ética; si surgen políticos, académicos, empresarios y ciudadanos que ofrecen soluciones viables a las crisis, las múltiples razones de desencanto comenzarán a trabajar contra el gobierno – y ya no contra la política. Entonces, los problemas no resueltos (sociales y económicos, de salud y educación, medio ambiente y vivienda, pensiones y empleo) dejarían de hacer crisis al sistema democrático, como ahora es el caso, sino al gobierno, como debe ser.

 

A 15 meses de haber asumido el poder los Bukele, se abre a la oposición y a la ciudadanía la oportunidad de salir de la letargia, levantar la cabeza, tomar la iniciativa y salir a la ofensiva. La gente ve amenazada su calidad de vida: sus empleos, sus pensiones, el futuro de sus hijos mediante la educación, sus libertades. Ven las amenazas más fuertes que hace 2 años, cuando muchos voltearon a ver a Bukele para buscar soluciones. Comienza, entonces, la batalla decisiva: ¿A quiénes la gente va a cobrar el costo por tanta crisis sin soluciones? ¿Al sistema democrático o al gobierno? 

 

Como en cualquier batalla, también en esta, la ofensiva es la mejor defensa. Ganará el que sepa aprovechar el momento y tomar la iniciativa con propuestas claras. Entre muchos, hemos avanzado bastante en la crítica sistemática al gobierno, su corrupción, su incapacidad, su irrespeto a la institucionalidad y la Constitución. Pero nadie ha avanzado en mostrar soluciones, esbozar las reformas necesarias, e identificar cómo financiarlas. 

 

La alternativa al plan nihilista de los grupos detrás de NI-GANA de destruir la democracia, la economía y la cohesión social del país para poder establecer un régimen autoritario, no puede ser simplemente la defensa de la democracia. Tiene que ser la defensa de los intereses básicos de la gente. 

 

Si la oposición muestra que, encima de sus diferencias ideológicas y partidarias, puede llegar a acuerdos que permitan hacer las reformas necesarias para resolver las necesidades básicas de la población, puede vencer a los que no apuestan a la búsqueda de acuerdos sino a la imposición. Hay que mostrar que el pluralismo político es más potente para resolver problemas que el caudillismo. ¿Cómo demostrarlo? Es simple: Comenzar, en medio de la campaña electoral, un debate entre los partidos democráticos, los antiguos y los nuevos, de derecha y de izquierda, conservadores o progresistas, sobre cómo resolver los problemas de educación, salud, empleo, pensiones y bienestar. Un debate de altura y sustancia. Un debate contundente a acuerdos, para luego unir todas las fuerzas para implementar las soluciones acordadas. Debatir democráticamente y dejar a Bukele con sus monólogos. 

 

Los partidos nuevos, así como los candidatos nuevos que en los partidos tradicionales comienzan a desplazar a los dinosaurios, tienen una gran oportunidad. Como dicen en inglés con más contundencia: Seize the moment! En español serían tres conceptos: Aprovechen el momento. Tomen la iniciativa. Vayan a la ofensiva. Hay un vacío que llenar. Hay una democracia que llenar de contenido social y ético. Hay una ciudadanía que exige soluciones. 



sábado, 26 de septiembre de 2020

Carta a los televidentes: Apaguen la tele. De Paolo Luers

 

Cadena Nacional con su excelencia, el presidente 
de la República, Nayib Bukele

Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 26 septiembre 2020

Estimados amigos:

Si no fuera periodista y columnista, ni loco me echaría las cadenas nacionales del presidente. Para mí, son gajes del oficio, y deberían pagarme extra por riesgos toxicológicos.

No es así para ustedes, los ciudadanos y televidentes. Siempre tienen la opción de apagar la tele, buscar una película en Netflix o leer un libro. 

Luego de la cadena del jueves, una amiga escribió en Facebook: “Hoy las cadenas nacionales hay que verlas de lado, para no vomitar…”, y otra gran amiga común le contestó“Este hombre te va a matar, agarrala al suave, mujer, no es más que otro político”.

Muy sabia esta respuesta. Bukele no es más que otro político. Lo dice una mujer que al principio lo vio con simpatía y esperanza. No sé si votó por él, pero poco después de las elecciones me la encontré en un bar de playa, y estaba esperanzada que el recién electo presidente iba a ser diferente. Lo vio como defensor de la verdad, y resulta que es un mentiroso compulsivo. Lo vio luchar contra la corrupción, y resulta que preside un gobierno de corruptos. “No es más que otro político”.

Cualquiera que haya visto la última cadena nacional de más de dos horas, pudo convencerse que este presidente, por más bravucón que se presente, por más ataques contra magistrados, diputados y periodistas que escupa, se encuentra a la defensiva. ¿Cómo no va a estar a la defensiva si no supo justificar que bajo sus órdenes la Fuerza Armada se negó a cumplir la disposición de un juez de abrir los archivos militares de la masacre de El Mozote?

¿Cómo no va a estar a la defensiva si para deslegitimar las revelaciones de sus negociaciones secretas con la MS13 no tuvo otro remedio que insultar a los periodistas que investigaron y publicaron las pruebas?

¿Cómo no estar a la defensiva si tuvo que reconocer que despidió al presidente del Banco Central de Reserva, porque el hombre actuaba como banquero y no como político? Bueno, el presidente del Banco Central por mandato constitucional tiene que actuar como banquero y no como político. Y esto implica que cuando tiene que dar un informe a la Asamblea, no debe mentir. Si uno contrasta las declaraciones congruentes y profesionales del expresidente del Banco Central sobre los fondos disponibles al gobierno con el cantinflesco manejo de números que hizo Bukele en la cadena, uno se da cuenta que en manos de este presidente las finanzas públicas están en grave peligro. 

Entonces, mi amiga tuvo razón: Este presidente es otro político que miente, que esconde información, que es incompetente y que esconde la corrupción. “No es más que otro político”.

Yo nunca lo percibí, pero el encanto que Bukele tuvo para muchísima gente (y que mantiene para muchos) fue que despertó la esperanza de que con él en Casa Presidencial el ejercicio del poder y de la política iba a ser menos sucio, menos corrupto y más transparente. Esta esperanza se está desvaneciendo con cada cadena nacional, con cada mentira, con cada ataque a la Sala de lo Constitucional o al Procurador de Derechos Humanos, con cada irrespeto al Parlamento, con cada paso más hacia un militarismo obsoleto.

Digo a mis amigas y a todos ustedes: No se torturen. ¿Por qué ver las cadenas nacionales si ya no le creen a Bukele?

Saludos, 


jueves, 24 de septiembre de 2020

Carta a los funcionarios incapaces: Con ustedes comienza la corrupción. De Paolo Luers

 

Douglas Rodríguez y Francisco Zelaya, 
presidente del BCR y ministro 
de Hacienda

Publicado en MAS! y EL DAIRIO DE HOY, jueves 24 septiembre 2020

Señores:

Un amigo muy sabio, letrado de leyes y con larga trayectoria de servicio público, cada vez que discutimos sobre el flagelo de la corrupción, dice: La corrupción comienza con nombrar a funcionarios incapaces, y con ellos aceptar una responsabilidad que no pueden cumplir.

Y otro amigo, igual de sabio, economista y también durante años servidor público, agrega: El daño que la corrupción hace al país no se mide solo en la cantidad de dinero robado al Estado, sino sobre todo en el costo ‘colateral’, es decir los miles de millones malgastados en un sistema ineficiente y no profesional, que se crea y mantiene para facilitar a unos pocos que puedan robar unos milloncitos. O sea, si es cierto que Tony Saca y Mauricio Funes robaron cada uno cientos de millones de dólares, su mal gobierno creado para encubrir estos robos nos costó múltiples del monto desviado.

¿Por qué traigo esto a colación ahora? Porque el Gobierno, luego de deshacerse del presidente del Banco Central de Reserva que se negó a mentir a la Asamblea, está nombrando como sucesor a alguien que no tiene la calificación que manda la ley para este cargo. La ley exige que el presidente del BCR tenga 10 años de experiencia en finanzas públicas y economía. El funcionario nombrado por el presidente Bukele se graduó como licenciado de contaduría pública en el 2010, y su récord se limita a cargos de asesor de Nayib Bukele en las alcaldías de Nuevo Cuscatlán y San Salvador. Luego, Bukele se lo llevó al gobierno central y le instaló como viceministro de ingresos en el Ministerio de Hacienda. En términos de la responsabilidad que significa presidir el Banco Central, es un novato. Adolece de experiencia, capacidad profesional e independencia de criterio.

Pero esto encaja perfectamente en la peculiar manera en la que Bukele suele nombrar a ministros y otros funcionarios claves: exige lealtad política y obediencia ciega al presidente, y considera que demasiado bagaje académico y profesional es más bien un estorbo en su gobierno.

Por eso también tuvo que salir Nelson Fuentes, uno de los pocos ‘ministros técnicos’, porque no estaba dispuesto a facilitar mecanismos de finanzas públicas hechas para desviar, malversar o robar fondos públicos. Fue sustituido por Alejandro Zelaya, un funcionario más leal al presidente y menos escrupuloso. La receta es dar a un profesional mediocre un cargo de alta responsabilidad, para el cual no está calificado, y tendrás un peón leal que no va a hacer estorbo con tonterías como principios de ética profesional.

El tercer funcionario clave para el manejo de finanzas es el Superintendente del Sistema Financiero. No extraña que Bukele haya colocado ahí otro fiel aliado político: Gustavo Villatoro. Tampoco en este caso pudo haber sido el récord académico, intelectual y profesional que recomendó a Villatoro a ser Superintendente, sino su trayectoria a la par de Tony Saca y luego de Nayib Bukele. Cuando Bukele lo promovió de director general de Aduanas a Superintendente del Sistema Financiero, Villatoro dijo que su misión era crear una mejor coordinación con el Ministerio de Hacienda. Pero la Superintendencia debe ser una entidad que actúa con independencia del Ejecutivo…

Incluso si asumimos que ninguno de los tres funcionarios mencionados comete actos de corrupción en el sentido de enriquecerse a costa del Estado, pueden convertirse en factores claves para crear un sistema de gestión gubernamental sin transparencia, sin rendición de cuentas. Un sistema que contamina la gestión pública, permitiendo que otros roben y que todos tengamos que asumir el costo colateral que significa una administración ineficiente con funcionarios incapaces que además se hacen del ojo pacho.

No es un fenómeno solo en el campo de las finanzas públicas, algo parecido está pasando en Salud, Obras Públicas, Agricultura, ANDA, CEPA y CEL: funcionarios incapaces que no van a mover un dedo para evitarnos los costos astronómicos de la corrupción. 

Irónicamente, es un gobierno que llegó al poder porque la gente estaba harta de la corrupción…