lunes, 25 de octubre de 2004

Modernidad policial

Fui testigo como tres personas totalmente inocentes fueron detenidos por una patrulla del sistema 911 de la PNC. Demasiado inocentes. Habían llamado al 911 para poner una queja contra los agentes de una patrulla del 911, quienes minutos antes les habían golpeado e insultado durante un registro en frente del restaurante donde ellos cuidan carros en las noches.
La reacción de la policía fue inmediata: regresó la misma patrulla, acompañada por otra, y después de unos minutos de discusión sobre el delito de hacer "denuncias falsas" al 911 esposaron a los tres, dos de ellos menores de edad, y se los llevaron. Unas 10 personas presenciamos la llegada de las dos patrullas, la discusión en la calle, la detención. Varios tratamos a convencer a los agentes que no podían detener a alguien por el delito de haber interpuesto una denuncia. Los agentes nos advirtieron que mejor no nos metiéramos en un asunto policial, y nos explicaron que los iban a detener por haber hecho una denuncia falsa.


En el camino a la delegación, los tres detenidos recibieron amenazas muy explícitas, incluyendo amenazas de muerte, en caso que continuaran denunciando a los agentes. Uno de los detenidos fue golpeado dentro de la patrulla. Al llegar a la delegación, los remitieron por desórdenes públicos, resistencia a la captura, incluyendo el intento de arrebatarle el fusil a uno de los agentes. Además los agentes declararon haberles decomisado cuchillos. En la declaración que la fiscalía presentó después al juez, la queja interpuesta al 911 ya no existía, la segunda llegada de las patrullas no existía. Presentaron una historia totalmente inventada.


A los dos menores les tocaron tres noches en las bartolinas de la delegación. El tercer detenido tuvo que pasar seis noches en diferentes bartolinas hasta que el juez decidiera que no existían pruebas contra el.Los tres han desistido a poner denuncias contra los policías. Las amenazas, una vez más, surten el deseado efecto.


Una historia cotidiana. En los últimos días, cuando andaba en la vueltas y conversaciones con abogados, fiscales, jefes policiales y policías, me contaron de un sin fin de hechos parecidos, muchos de ellos peores, varios con desenlaces violentos, algunos con muertos. Siempre la misma espiral: un policía comete una falta, normalmente ni tan grave, para encubrirla inventa cargos, y para encubrir el fraude procesal que ya es un delito más grave y le puede costar el trabajo o incluso la libertad, recurre a amenazas. Para que las amenazas sean tomadas en serio y la gente realmente no hable, de vez en cuando hay que hacerlas realidad. Una espiral fatal. Una falta relativamente desencadena una escalada donde al final puede haber muertos.Aunque no haya muertos, siempre hay una baja sensible: la confianza en la policía. Es más: retorna el miedo a la policía. En nuestro caso: tres personas amenazadas de muerte por policías uniformados. ¿A quien van a hablar en una emergencia, cuando los asalten, cuando ven que están asaltando a alguien o robando un carro? ¿Al 911? Muchas gracias.


La reacción de mucha gente: Ya estamos igual que con la Guardia o la Policía Nacional de antes de los Acuerdos de Paz. No estoy de acuerdo. En estos días, a raíz del hecho arriba descrito, he conocido a muchos jefes y agentes de la PNC dispuestos a combatir los abusos, las corrupciones y la impunidad dentro de la policía. No es que no hayamos avanzado, no es que la PNC no sea mejor que los cuerpos de seguridad de los años setenta y ochenta. En aquel entonces, el aparato de seguridad como tal era represivo. Casi era requisito para ser miembro de los cuerpos de seguridad ser represivo, violento o corrupto. Los decentes eran la excepción de la regla.
Los acuerdos de paz y la creación de la PNC nos han puesto en la modernidad, en la normalidad que ahora compartimos con los países más desarrollados y democráticos. Igual que en Los Angeles, New York, Paris o Berlin, hoy tenemos policías corruptos y policías honestos, policías represivos y policías respetuosos. Yo conozco a muchos policías que hacen un trabajo excelente. Al igual que en otras partes tenemos hoy, dentro de la policía, una lucha entre diferentes concepciones del mundo y del trabajo policial, reflejo de la lucha que hay en el país entre tendencias autoritarias y democráticas.


Ante los abusos que se dan en la policía, son igualmente dañinos el silencio y el grito al cielo que de nada ha servido la creación de una nueva policía. Hay que romper el miedo, pero igual hay que romper con los bloqueos que no permiten ver los progresos que hemos hecho.Regresando al caso concreto, hago un llamado a los jefes policiales responsables a que tomen las medidas adecuadas para que las amenazas no lleguen a hechos violentos. (Publicado en El Faro)