Estimado profesor Sánchez Cerén:
¿Qué pasó con los cambios que usted, a finales del año pasado, anunció
en su gabinete? Sólo tocó al gabinete de Seguridad, pero incluso esto
quedó a medias. Sustituyó al ministro y su vice por dos policías; y
promovió a Howard Cotto como director general de la PNC, pero dejó en su
cargo al director de la Academia Nacional de Seguridad Pública, al
director general de Centros Penales, al jefe de la OIE, a su comisionado
presidencial de Seguridad, Hato Hasbún. Y pasó lo que pasa cuando uno
hace las cosas a medias: todo siguió igual.
Resultado: 24 homicidios al día en lo que va del año 2016. Cifra tan
impactante que tiene al país en una discusión absurda sobre ‘estado de
excepción’ (para ampliar facultades a la policía, a costa de restricción
de derechos constitucionales), ‘estado de emergencia’ (para suspender
restricciones presupuestarias), y ‘medidas excepcionales’ (que nadie
sabe definir, pero que tendrán algo que ver con el rol de la Fuerza
Armada).
Pero ninguna ‘medida extraordinaria’ tiene sentido si no va dentro de
una redefinición de la política de Seguridad y de las prioridades del
gobierno, y de una renovación del liderazgo en el área Seguridad. ¿Qué
más tiene que pasar para que usted tome estas decisiones, señor
presidente? Sigue la indefinición de mando en Seguridad.
Y las otras áreas de sus políticas públicas, aunque igualmente están
en crisis, ni siquiera las ha tocado en cuanto a relevo de liderazgos y
conceptos. Sigue en su cargo el ministro de Hacienda, a pesar de la pena
que le está haciendo pasar a usted, a su gobierno y a su partido con el
fracaso de su proyecto de reforma de pensiones. Ya está claro que la
reforma de Cáceres, que significa la expropiación de los fondos
individuales de ahorro, no va. No es políticamente viable, ni siquiera
sus más fieles aliados en GANA y PCN están dispuestos a cometer suicidio
político-electoral aprobando esta reforma. Desde el año pasado se está
especulando por quién usted va a sustituir a Carlos Cáceres, y ahí sigue
el hombre, obstaculizando los necesarios acuerdos sobre el futuro de
las pensiones.
¿Y cuántos hechos embarazosos tienen que revelarse de Marcos
Rodríguez, su secretario de Apariencias, y de Tharsis Salomón López, su
ministro de Economía, para que usted los despida? No importa desde qué
ángulo se vea la desaparición (o pérdida, o destrucción, o simple
retención) de los datos de los viajes de Funes, que la Sala de lo
Constitucional solicitó a Casa Presidencia, quien tiene que asumir la
responsabilidad se llama Marcos Rodríguez. Si usted lo mantiene en su
cargo, el costo caerá directamente al Presidente de la República.
En el caso del ministro de Economía, cuesta entender que no haya sido
sustituido hace largo rato. Más bien, nunca se entendió su
nombramiento. Si la idea de nombrar a este empresario fue restablecer la
confianza entre gobierno y sector privado, obviamente no se cumplió. A
este funcionario lo hubiera tenido que apartar cuando se hicieron
públicos sus compromisos financieros con ALBA Petróleos. Luego pasaron
los escándalos de despidos arbitrarios de varios colaboradores del
Ministerio, y a hora la destrucción de documentos oficiales del gobierno
supuestamente custodiados en los archivos del ministerio. Y don Tharsis
sigue, como si en el país no hubieran cientos de profesionales mucho
más capacitados y mucho más probos para ocupar el cargo de ministro de
Economía.
Podríamos ampliar la lista y hablar de ANDA, de CEPA, de PROESA, de CORSAIN.
Déjeme decirle, presidente: Ya nadie entiende su manera de premiar a
los mediocres, los fracasos, las negligencias y los abusos.
Y otra cosa: No tiene que esperar hasta mayo, cuando termine su
segundo año, para poner orden en su gabinete. Cualquier día del año
funciona para hacer cambios.
Saludos,
(Mas!/El Diario de Hoy