Luego de una semana en Italia y con mi escasa capacidad de entender
italiano, obviamente no estoy en condición de analizar competentemente
la complicada situación política de este país. Ni lo intento. Pero tengo
impresiones, basadas en las impresiones de mis amigos romanos.
Parece que los italianos viven la permanente crisis de gobernabilidad con humor. La única opción de formar un gobierno es una coalición entre dos populismos: la ‘Lega Nord’ (Liga del Norte), de clara tendencia derechista, xenofóbica y antieuropea, que nació de la rebelión del Norte rico contra el gobierno central dominado por el Sur pobre; y el ‘Movimento 5 Stelle’ (5 estrellas), también escéptico contra la integración europea, pero más bien de tendencia de izquierda, aunque su líderes insisten que están más allá de las ideologías. Se proyectan como un movimiento ciudadano ‘transversal’ en contra de la partidocracia.
La partidocracia italiana, famosa por su corrupción, está fuera del juego. La Democracia Cristiana, que durante décadas gobernó Italia, muerta; la socialdemocracia, reducida a un mínimo; y los conservadores de Berlusconi, excluida del intento de formar un gobierno.
La coincidencia entre los dos populismos que ahora quieren formar un gobierno juntos se agota en una larga lista de cosas que rechazan: la presencia de tantos refugiados en Italia, ‘la casta política’, el bipartidismo, el Euro, la burocracia de Bruselas, ‘la corrupción’, ‘el establishment’…
Mis amigos romanos, en largas y apasionadas discusiones, no pueden definir las coincidencias positivas entre estos dos movimientos. Sospechan que no hablan de lo mismo cuando critican la corrupción, la burocracia y el establishment. Tal vez pueden ponerse de acuerdo sobre políticas más restrictivas contra la inmigración, pero difícilmente sobre política fiscal, inversiones sociales, transparencia en la administración pública. Habrá políticas del mínimo denominador común…
Los líderes de los dos movimientos se han vetado mutuamente: “Si yo no puedo ser primer ministro, tu tampoco.” Por tanto, tuvieron que buscar a un tercero, una persona ‘independiente’, para que asuma le jefatura del gobierno, mientras que ellos gobiernen. ¿Pero quién quiere este cargo, cuando está claro que lo que va a pasar en este gobierno depende del pleito y de los compromisos entre los dos líderes de los movimientos, sus grandes egos, y sus necesidades de responder a sus seguidores.
Encontraron a un voluntario: un señor Giuseppe Conte, un prominente abogado sin ninguna experiencia política o administrativa. Lo propusieron al presidente de la República, un caballero respetable de la vieja escuela, pero también del establishment de la ‘vieja política’, que ambos movimientos dicen detestar…
En Italia el presidente tiene la facultad de aceptar o rechazar la propuesta que le hacen los partidos para nombrar al primer ministro. También puede nombrar un ‘gobierno técnico’ compuesto por tecnócratas, o convocar nuevas elecciones.
Mientras el presidente Sergio Mattarella estaba considerando sus opciones, la prensa reveló que el candidato a primer ministro se acreditó méritos académicos que las respectivas universidades desconocen. Dijo que lo iba a pensar un día más, y también expresó su desconfianza al ministro de Economía que quieren nombrar, un banquero enemigo del Euro y de la Unión Europea, que nombre provoca pánico en Berlín, Paris y Bruselas.
Pero todo indica que cuando se publique esta carta, Italia tendrá un gobierno. Aunque no he encontrado a nadie que piensa que esto resuelva la crisis de gobernabilidad. Todos se ríen de un hombre que para convertirse en primer ministro hace trampas con su currículum. Todos están convencidos que los dos ‘líderes’ y sus teatrales egos van a paralizar su propio gobierno.
Parece que los italianos viven la permanente crisis de gobernabilidad con humor. La única opción de formar un gobierno es una coalición entre dos populismos: la ‘Lega Nord’ (Liga del Norte), de clara tendencia derechista, xenofóbica y antieuropea, que nació de la rebelión del Norte rico contra el gobierno central dominado por el Sur pobre; y el ‘Movimento 5 Stelle’ (5 estrellas), también escéptico contra la integración europea, pero más bien de tendencia de izquierda, aunque su líderes insisten que están más allá de las ideologías. Se proyectan como un movimiento ciudadano ‘transversal’ en contra de la partidocracia.
La partidocracia italiana, famosa por su corrupción, está fuera del juego. La Democracia Cristiana, que durante décadas gobernó Italia, muerta; la socialdemocracia, reducida a un mínimo; y los conservadores de Berlusconi, excluida del intento de formar un gobierno.
La coincidencia entre los dos populismos que ahora quieren formar un gobierno juntos se agota en una larga lista de cosas que rechazan: la presencia de tantos refugiados en Italia, ‘la casta política’, el bipartidismo, el Euro, la burocracia de Bruselas, ‘la corrupción’, ‘el establishment’…
Mis amigos romanos, en largas y apasionadas discusiones, no pueden definir las coincidencias positivas entre estos dos movimientos. Sospechan que no hablan de lo mismo cuando critican la corrupción, la burocracia y el establishment. Tal vez pueden ponerse de acuerdo sobre políticas más restrictivas contra la inmigración, pero difícilmente sobre política fiscal, inversiones sociales, transparencia en la administración pública. Habrá políticas del mínimo denominador común…
Los líderes de los dos movimientos se han vetado mutuamente: “Si yo no puedo ser primer ministro, tu tampoco.” Por tanto, tuvieron que buscar a un tercero, una persona ‘independiente’, para que asuma le jefatura del gobierno, mientras que ellos gobiernen. ¿Pero quién quiere este cargo, cuando está claro que lo que va a pasar en este gobierno depende del pleito y de los compromisos entre los dos líderes de los movimientos, sus grandes egos, y sus necesidades de responder a sus seguidores.
Encontraron a un voluntario: un señor Giuseppe Conte, un prominente abogado sin ninguna experiencia política o administrativa. Lo propusieron al presidente de la República, un caballero respetable de la vieja escuela, pero también del establishment de la ‘vieja política’, que ambos movimientos dicen detestar…
En Italia el presidente tiene la facultad de aceptar o rechazar la propuesta que le hacen los partidos para nombrar al primer ministro. También puede nombrar un ‘gobierno técnico’ compuesto por tecnócratas, o convocar nuevas elecciones.
Mientras el presidente Sergio Mattarella estaba considerando sus opciones, la prensa reveló que el candidato a primer ministro se acreditó méritos académicos que las respectivas universidades desconocen. Dijo que lo iba a pensar un día más, y también expresó su desconfianza al ministro de Economía que quieren nombrar, un banquero enemigo del Euro y de la Unión Europea, que nombre provoca pánico en Berlín, Paris y Bruselas.
Pero todo indica que cuando se publique esta carta, Italia tendrá un gobierno. Aunque no he encontrado a nadie que piensa que esto resuelva la crisis de gobernabilidad. Todos se ríen de un hombre que para convertirse en primer ministro hace trampas con su currículum. Todos están convencidos que los dos ‘líderes’ y sus teatrales egos van a paralizar su propio gobierno.
Moraleja: La nueva política es la continuación de la vieja.Saludos desde Roma,
(MAS! / El Diario de HoY)