Ojalá que no sea cierto. Dicen que Elías Antonio Saca va a nombrar a Julio Rank como su Secretario de Comunicaciones. Sería un error grave. Me cuesta creer que Saca, asesorado por el consejo de sabios que le ayuda a construir su gobierno, quiera mandar una señal tan negativa al inicio de su gestión.
¿Qué significa poner a Julio Rank, ex-director de prensa de TCS, al frente de las comunicaciones del gobierno? Muy simple, muy claro: significa que la política de comunicación del futuro gobierno va a ser manejada por Boris Eserski. En un momento cuando todo el mundo todavía está a la expectativa si Saca, una vez que asuma la presidencia, logra independizarse de su mentor Eserski, el nombramiento de Rank como secretario de comunicaciones realmente sería fatal.
Entre todas las posibilidades que tenía Saca -y cuales seguramente evaluó el consejo de sabios- ésta es la peor. Nombrar para este puesto a un periodista, siempre es un problema. Sobre todo para la ética profesional del gremio de periodistas. Incluso si fuera un periodista excelente en cuanto a capacidad y ética profesional, no se subsanaría este problema. Pero cuando se trata de un prominente ex-periodista de la empresa mediática más poderosa del país, muy vinculada al partido de gobierno y, en particular, al futuro presidente (y, además, la empresa con la más alta facturación al gobierno por publicidad), el problema se vuelve aun más grave. Tan grave que hay que hacer el llamado a Elías Antonio Saca que reconsidere esta decisión. No porque este columnista, hace varias semanas, le haya sugerido adoptar una política de información radicalmente diferente a la de los gobiernos anteriores, privilegiando la transparencia sobre la propaganda y la autopromoción, sino porque está en juego la credibilidad de este nuevo gobierno y porque de ella depende, en gran parte, la gobernabilidad.
Está en juego también la credibilidad de los medios. Para que puedan cumplir verdaderamente su papel de conciencia crítica de la sociedad, tienen que ser mucho más vigilantes de las fronteras que los separan de las esferas del gobierno.
Las pasadas transgresiones a esta frontera que separa el periodismo del poder político han causado graves daños a la credibilidad de ambos. Cuando Cecilia Gallardo de Cano (la ex-ministra de educación y persona de confianza del ex-presidente Alfredo Cristiani) fue instalada en la dirección de La Prensa Gráfica, sustituyendo a un grupo de editores que habían entrado en conflictos con la familia propietaria del diario y poniendo orden en una redacción cuyos miembros restantes estaban a punto de entrar en huelga, le costó a La Prensa Gráfica años de retraso en su desarrollo. Tal vez no en su desarrollo financiero, pero sí en su desarrollo periodístico. Si en esta situación, la familia Dutriz hubiera tenido el valor de poner al mando del periódico a un periodista, tal vez hubieran tenido menos desarrollo financiero, pero seguramente La Prensa Gráfica hubiera tenido un tremendo desarrollo editorial.
Cuando Flavio Villacorta, un ex-editor de La Prensa Gráfica, asumió la dirección del Organismo de Inteligencia del Estado, la confusión se volvió completa. Pareciera que los medios son parte integral de este circuito de funcionarios que van rotando entre diferentes dependencias del estado. Esta confusión provocó que uno se hiciera varias preguntas algo feas: ¿Acaso un periódico, un ministerio de educación y una agencia de seguridad de estado son conducidos con los mismos criterios y calificaciones? ¿Si es así, cuál es el denominador común que vuelve factible la libre rotación entre estas tres funciones?
¿Cuál sería este denominador común si adicionalmente tomamos en cuenta el caso de Mauricio Sandoval, un ex-publicista convertido en jefe de seguridad del estado y después de la PNC, y que Ricardo Chacón, después de salir de La Prensa Gráfica para trabajar en las comunicaciones de casa presidencial, cierra el círculo vicioso asumiendo la dirección de El Mundo?
Vaya, pero esto es historia. Reciente, pero historia. En parte, historia ya superada, ya que todo indica que Gallardo de Cano trabajó duro y se hizo periodista, conduciendo hoy un periódico con más independencia que aquella Prensa Gráfica que le tocó intervenir hace algunos años, cuando sus periodistas reclamaban mayor profesionalismo e independencia para su medio.
Hoy está otra vez en el tapete la relación entre medios y poder gubernamental. Podemos continuar con el círculo vicioso por el cual van rotando funcionarios entre los medios y el gobierno, produciendo mezclas mal olientes de intereses entre poderes que deberían estar limpiamente separados y cada uno jugando su papel con independencia y credibilidad.
Yo entiendo que el presidente necesita, para conducir las comunicaciones de su gobierno, a una persona de su plena confianza. Sólo le sugiero que no la busque entre los periodistas, y mucho menos entre los periodistas de TCS.
El nuevo presidente va a necesitar a alguien que puede concebir y conducir un nuevo estilo de comunicaciones gubernamentales, comprometidas con el principio de la transparencia y no con el vicio de la permanente campaña de autopromoción del gobernante y del gobierno.
Tal vez la persona que filtró a la prensa la información sobre los elegidos por el consejo de sabios se equivocó, o tal vez incluyó el nombre de Julio Rank para que todos los periodistas protestáramos. Tal vez todavía hay tiempo para evitar lo peor. Tal vez el presidente electo es de la poca gente en política que sabe escuchar. Para el caso que sea así, me atrevo a darle un consejo: llame a Federico Hernández. Este poeta convertido en diputado podría hacer una labor excelente y construir un nuevo concepto de comunicación estatal. (Publicado en El Faro)