lunes, 9 de octubre de 2006

Pensando positivo

He hecho un ensayo: traducir la crítica, el escepticismo, la frustración de los expertos medioambientalistas en medidas positivas. Mi manera de procesar el debate que tuvimos en Encuentros – y mi manera de evitar caer en depresión.

Entonces, si le hacemos caso a nuestra conciencia, El Salvador podría ser así en 10 años.

Un presidente que gana las elecciones con el compromiso de dar prioridad máxima el medioambiente.

Un gabinete en el cual el Ministro de Medioambiente, a la par del Ministro de Desarrollo Productivo son los hombres fuertes que presiden gabinetes especiales, cada uno en su rubro.

Un presupuesto de la nación que dedica más del 20% a la cartera de medio ambiente, incluyendo inversiones en el tratamiento de aguas negras, parques nacionales y en el Instituto Nacional de Investigaciones Ecológicas.

Un Ministerio de Planificación al cargo de la elaboración de los planes de ordenamiento territorial y descentralización administrativa y productiva.

Impuestos mensuales sobre la tenencia de vehículos, con tasas progresivas para vehículos de lujo, “todoterrenos” y los segundos y terceros vehículos de cada familia. Impuesto sobre la gasolina. De ambos impuestos se nutre el presupuesto del Ministerio del Medioambiente y las inversiones del Estado en las plantas de tratamiento a las aguas negras, la recuperación de los lagos y ríos, y en empresas de utilidad ecológica, como por ejemplo en el transporte público.

Alcaldías asociadas en regiones. Autoridades regionales, con participación del gobierno central y las municipalidades, de Planificación y Desarrollo que autorizan, regulan y supervisan todo tipo de construcciones, proyectos de infraestructuras.

Un sistema nacional de disposición final de la basura, manejado por una empresa de utilidad pública y de capital mixto: gobierno, alcaldías, empresa privada.

Una autoridad metropolitana de transporte público que maneja las rutas de buses y construye y operará los sistemas de tranvías urbanos y trenes suburbanos.

El 20% del territorio nacional convertido en áreas protegidas, reservas forestales, parques nacionales - la mayor parte bajo administración de iniciativas ciudadana, organizaciones no gubernamentales, fundaciones.

Considerables incentivos fiscales para personas o empresas que poseen o compran tierras y las ponen bajo régimen de área protegida bajo supervisión de las autoridades regionales y centrales.

Incentivos fiscales para inversiones en reforestación, turismo ecológico, producción ecológica certificada, tecnologías medioambientales.

Una Escuela Nacional del Medio Ambiente y un Instituto Nacional de Investigaciones Ecológicas adscritos a la Universidad de El Salvador, con presupuestos especiales provenientes del Ministerio de Medio Ambiente.

Un Consejo Nacional de Desarrollo Sostenible con amplia participación ciudadana, de las municipalidades, las universidades, las iglesias, los partidos y el gobierno, al cargo de elaborar políticas de desarrollo y de protección medioambiental.

Un fuerte movimiento verde, con capacidad de presión sobre los partidos, los gobiernos locales, el ejecutivo nacional y la empresa privada, con presencia local y territorial, sin amarres partidarios, pero radical, persistente, paciente...

Todo esto podría ser realidad o estar en gestión en nuestro país. No en un futuro lejano, sino en 10 años.

El único requisito: Dejarnos de paja, dejarnos de quejas, ponernos de acuerdo, presionar, y hacer ya lo que todo el mundo sabe que alguien lo tiene que hacer en el futuro. Nada del escenario aquí descrito es utópico, cada una de las medidas es razonable, viable, financiable. El único elemento utópico: la voluntad política.

(Publicado en El Faro)