Dear Mr. President:
A esta altura usted ya estará de regreso a Washington, encargándose de asuntos más importantes que los nuestros.
Tengo que decirle que, tomando en cuenta el gran lío que tiene en casa (con el presupuesto no aprobado), y con el problema de Libia encima, nadie se hubiera extrañado si usted hubiera suspendido la visita a América Latina, o simplemente no hubiera hecho escala en El Salvador.
Pero usted lo único que suspendió fue la visita a las ruinas de San Andrés. Gracias por este gesto de amistad con nuestro país.
Porque mucho más que un gesto no era y no podía ser. Porque era claro que usted no está en condiciones de ofrecer soluciones a nuestros problemas. Ni en seguridad, porque usted Estados Unidos está lejos de estar listo para redefinir la guerra contra las drogas. Ni en materia de migración, porque el Congreso no lo deja hacer la reforma necesaria.
Ni en materia de crecimiento económico, porque las finanzas públicas de su país y la oposición interna no le permiten comprometer fondos importantes.
No sé si esta era su intención, pero su visita y sus palabras de apoyo a un gobierno de unidad y de diálogo, más que dar un respiro coyuntural al presidente salvadoreño, comprometen y retan a Mauricio Funes a dar pasos concretos para convertir en realidad lo que hasta ahora es discurso que no corresponde ni a sus acciones ni a su actitud: unidad nacional y diálogo.
Usted, muy inteligentemente, tomó a Funes y su partido por sus propias palabras. A veces de esta manera el discurso se convierte en realidad. Para lograr esto, usted tendría que darle seguimiento a lo hablado y a lo prometido. Igual que nosotros.
Su gesto más importante fue encender una vela en la tumba de Oscar Arnulfo Romero. Calladamente. Sin discurso. Sin declaración política. El poder político callado ante el poder ético.
Lo vi como un momento íntimo y privado, a pesar de ser persona pública siempre perseguida por cámaras. Le felicito por la forma decente cómo lo hizo. Aunque solamente para esto haya venido. Porque yo no estaba esperando más.
Usted entendió que no es Estados Unidos que va a resolver los problemas nuestros. Por esto lo queremos, Barack Obama. Porque es respetuoso. Con tal que no nos ponga más obstáculos, ya hace mucho.
Good bye, Barack Obama, Paolo Lüers
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