Hice mi trabajo de reportero. Entrevisté a los protagonistas. Hablé con los analistas. Molesté con preguntas tontas a amigos, amigos de mis amigos, taxistas y quien se me pusiera en frente.
Los resultados están desplegados en las cuatro entregas publicadas esta semana en El Diario de Hoy. La intención era aportar informaciones y elementos de los debates que se están llevando a cabo en Venezuela, para que los lectores saquen sus propios juicios. Desde un punto de vista profesional, no puedo quedar satisfecho, porque la imagen no queda completa. No pude satisfacer mi propia curiosidad -y la de los lectores- respecto a cómo piensan, discuten y ven el futuro los que gobiernan en Venezuela. El problema es que no hablan, por lo menos no conmigo (vea nota en la entrega 3 de miércoles 10 de agosto).
Apago la grabadora y la cámara de reportero y para cerrar esta serie, regreso a mi otro oficio de columnista y creador de opinión. En cinco viajes, con este último, he logrado excelentes relaciones con algunos de los dirigentes opositores. Pero la ausencia en el panorama que logré desplegar de los protagonistas del chavismo no es debido a la amistad que he desarrollado con líderes opositores jóvenes como Leopoldo López y Enrique Capriles, tampoco es debido a la admiración que he desarrollado por Bony Pertínez, esposa de un preso político convertida en líder; o por escritores y periodistas opositores como Teodoro Petkoff, quien dirige el periódico Tal Cual, o Simón Alberto Consalvi de El Nacional, el ex canciller venezolano, muy vinculado a El Salvador en los tiempos de la búsqueda de la paz en nuestro país. Tampoco es por la amistad con voces que critican a Chávez desde la sociedad civil y la academia, como el doctor Pedro Nikken y Enrique ter Horst, quienes desde Naciones Unidas han sido parte de nuestro proceso de paz...
Profesionalmente y para realmente entender Venezuela hubiera preferido entrevistar a Alí Rodríguez, veterano de la izquierda histórica venezolana que se alió con Hugo Chávez y que le a servido de embajador en Cuba, ministro de petróleo, director de PDVSA, canciller y ministro de finanzas. En los años 80 fue amigo cercano de Joaquín Villalobos y Ana Guadalupe Martínez. El general Alberto Müller Rojas -el único del círculo interno de Chávez que habló conmigo, en mi primer viaje en 2008, y quien falleció en 2010- dijo: “Alí y yo somos los únicos que discutimos con Hugo Chávez”. Alí tiene esta posición especial por dos razones: su amistad personal con Fidel Castro, y por ser el hombre que a Chávez le resolvió la crisis del paro petrolero en el 200202033 PDVSA. Fue el arquitecto del control total que hoy tiene Chávez de PDVSA, su mayor fuente de ingreso.
Lastimosamente, nunca logré platicar con Alí Rodríguez, y ahora está retirado del gobierno y de la presencia pública, por una grave enfermedad. También me hubiera encantado hablar con Aristóbulo Istúriz, otra figura fascinante de la izquierda venezolana, uno de los pocos que dan sustento ideológico al Partido Socialista Unido, del cual es vicepresidente. Un hombre que Hugo Chávez siempre lo ha necesitado para construir el partido, pero a quien nunca ha dado poder real.
A pesar de estas limitaciones, quiero pensar que se logró dibujar una imagen de Venezuela, donde el chavismo no es una zona blanca no descifrable. Hay suficientes indicios para diagnosticar que el proyecto chavista está en una crisis, acentuada y visibilizada por la enfermedad de su máximo líder. Sus políticas de nacionalizaciones e intervenciones en la economía han creado niveles de inflación y decrecimiento económico sin precedentes, con graves consecuencias para un movimiento populista gobernante. Pero igual hay suficientes indicios que, con o sin Chávez, el chavismo no va a desaparecer. Se puede dividir, puede perder la presidencia, pero va seguir siendo una fuerza con mucho arraigo popular, con control sobre casi toda la institucionalidad, incluyendo el parlamento, por lo menos hasta el año 2016.
La oposición, incluso si gana la presidencia en el 2012, tendrá muchas debilidades para gobernar, a menos que logre convertir en realidad lo que hasta ahora es discurso: un gobierno de unidad que trasciende las fronteras ideológicas e incorpore los sectores del chavismo no casados con el autoritarismo y la imposición de un modelo socialista estatizante y confiscador. Para que esto sea posible -o casi obligado- depende mucho del éxito y de la aceptación amplia de los esfuerzos descritos en esta última entrega: la sociedad civil movilizándose para crear una visión compartida para el futuro de Venezuela.
Y con Alí Rodríguez y Aristóbulo Istúriz hablaré largamente cuando sean dirigentes opositores contra el nuevo gobierno...
[Esta columna es el cierre de la serie CON O SIN CHAVEZ, LA REVOLUCION EN CRISIS, publicado en El Diario de Hoy y elsalvador.com)