Estimado Héctor:
Era cuestión de tiempo, pero no te quedó alternativa: tuviste que renunciar al gobierno. Así como hace 32 años, cuando renunciaste a un gobierno mal llamado Junta Revolucionaria. En aquel histórico marzo del 1980 llegaste a la conclusión que no pudiste seguir prestando legitimidad a un gobierno que sólo aprovechaba tu imagen de hombre honesto – y hacía las cosas más deshonestas...
Meme Ungo, Enrique Álvarez Córdoba y Salvador Samayoa ya habían renunciado a este gobierno nada revolucionario en enero del 1980, pero tú todavía creías en las buenas intenciones de los gobernantes. Entraste cuando otros salieron.
¿Te recuerdas del texto de tu renuncia, leído por monseñor Romero al pueblo el 9 de marzo del 1980?: “El desarrollo de una revolución democrática va en camino de ser totalmente desnaturalizado (...) No puede seguir representando a ese Instituto Político en el más alto nivel de Gobierno (...) Mi ética política me impide continuar cuando sé que esa línea no detendrá la desnaturalización del proceso que he señalado. Es por ello, Señores, que me veo en la indeclinable obligación de presentar mi irrevocable renuncia.”
Tu renuncia –tardía pero demoledora- puso en crisis al gobierno, porque le quitó el último manto de decencia. Ahora por segunda vez te tocó abandonar un gobierno que sólo estaba interesado en escudarse detrás de tu prestigio de hombre de honor y principios. Por segunda vez, para salvar este prestigio, tuviste que renunciar. Y por segunda vez, te tardaste mucho, pero al final das un golpe certero. Esta vez no por la insoportable represión, de la cual no pudiste ser cómplice en el 1980, sino por la insoportable corrupción y perversión de la política, de las cuales tampoco quieres ser cómplice hoy en día.
Welcome back, Héctor, te dice Paolo Lüers
(Más!/EDH)