jueves, 30 de mayo de 2013

Carta a Guayo Molina


Guayo!
Te fuiste. Ojala a un mejor mundo. Porque antes de dejar este mundo, sufriste mucho. Incluyendo lo más terrible: la soledad. Años, décadas, que no nos pudimos imaginar la vida cultural de San Salvador sin vos, sin tu sarcasmo, sin tu melancólica alegría, sin tus chispas de creatividad. Y luego, de repente, años que desapareciste, enfermo, como los animales que se esconden para morir. Y hoy que te moriste, todos te quedamos debiendo, porque no te hemos buscado, no hemos insistido en ser tus amigos en las malas como fuimos en las buenas...
Te había visto en La Luna, pero te vino a conocer cuando en 1994 desesperadamente buscamos a un publicista suficiente loco como para entender el periódico que queríamos lanzar, el periódico de la posguerra: Primera Plana. Alguien dijo: ¡Guayo! Y te fuimos a buscar en la agencia en la Escalón. Bastaba una reunión para que me convenciera que habíamos encontrado al publicista cómplice de nuestra loca empresa. ¿Quién mejor que vos representaba aquella rara mezcla de entusiasmo y escepticismo, idealismo y sarcasmo, futuro y pasado que marcaba estos años de posguerra? ¿Quién mejor que vos representaba esta generación de poetas y filósofos idealistas pero terriblemente escépticos que había producido el país en los 70 y los 80 y que volvieron a llenarse de ilusiones al final de la guerra...?

Te inventaste nuestros lemas publicitarios: “?Qué está pasando? Primera Plana.” y “Se vende periódico – sólo a lectores.” Y con estos nos fuimos a fundar un periódico. Con vos a la par. Compartiste los triunfos, cuando logramos renovar el periodismo. Y compartiste con nosotros la amargura de la quiebra.

Pensándolo bien: Fuimos cómplices en todos los proyectos de la posguerra que me metí. Primero La Luna, impensable sin Guayito. Luego Primera Plana. Luego La Ventana: ¿Cómo recordar esta vida de barra sin vos en la foto, hablando alemán y ruso, tomando vino, despachando con teatreros, filósofos, poetas, publicistas y pintores. Al mismo tiempo en Tendencias, centro de tertulias. Luego en El Faro: Tu columna “Guanaquiando” a la par de la “Columna transversal” mía, haciéndome sombra con esta tu capacidad de decir en pocas palabras lo que no logré expresar en muchas... Siempre nos volvimos a encontrar, en fracasos y triunfos compartidos.

Juntos construimos una famosa frase, que se convirtió en nuestro lema compartido. Vos escribiste una columna sobre esta frase, aunque obviaste la primera parte: “En ‘La Ventana’, Paolo Luers suelta la joyita casi al desgano: No dejarse joder es el verdadero deporte nacional. El papá del sapito Villacorta lo levantaba a buenas 5 de la mañana, con un argumento imposible de refutar: ‘Levantate ya, hijo, que 
el que te va a joder ya se levantó’.

Todo esta jodedera comenzó cuando Beatriz, la compañera de Guayo, me preguntó cómo yo, el alemán convertido en guanaco, describiría en una sola frase el carácter nacional salvadoreño. Y sin pensar mucho dije: “Nunca dejar de joder, y jamás dejarse joder.”

Vos agarraste esta frase y la hiciste lema de tu vida. Aunque sospecho que al final de tu vida ya no te quedaba mucho aire para joder, y probablemente sí te jodieron. Es que en soledad no se puede joder. Esta fue, me imagino, la tristeza de tus últimos años. Pero olvidarte es imposible: demasiadas frases tuyas viven en nuestra memoria y siguen dándonos risa, ánimo y en qué pensar.

Adiós, Guyao, te dice Paolo
(Más!/EDH)