Para poner las cosas claras: Estoy con ustedes. Tenemos que despenalizar el aborto en casos específicos: cuando el embarazo sea resultado de violación y abuso de menores; cuando mantener el embarazo pone en peligro la vida de la madre; y cuando el feto no tiene posibilidades de vivir fuera del útero. Esta reforma es necesaria para garantizar los derechos humanos y la salud de las mujeres, sobre todo de las menores de edad y de mujeres de poca educación y escasos recursos.
Sin embargo, no es el momento de llevar esta iniciativa a la Asamblea Legislativa. Lo más probable es que no hay votos suficientes. Y si los hubiera, sería con una muy escasa mayoría. Pasar una reforma de este tipo con una mínima y coyuntural mayoría, en una sociedad muy dividida sobre este tema, sería un grave error. Más aun cuando la Asamblea entrante, resultado de las recientes elecciones, tendrá otra correlación de fuerza – también en el tema del aborto. La propuesta de flexibilizar la penalización del aborto de alguna manera ha sido tema de la contienda electoral – y la ciudadanía ha elegido una mayoría de diputados que se oponen a esta reforma.
El tema del aborto sigue siendo un factor de fuertes divisiones en nuestra sociedad. Tratar de aprobar esta reforma en la Asamblea saliente (si es que pueda) nos dividiría aun más, y esto en una coyuntura cuando la ciudadanía tiene otras prioridades y otras decisiones que tomar, en vista de la elección presidencial de febrero 2019. Está en juego la viabilidad del país ante el flagelo de la violencia y ante la falta de crecimiento económico, empleos y desarrollo social. Dividir la sociedad, en este momento, por temas como el aborto puede llevarnos a una fracturación que no nos permitirá definir el rumbo del país.
Sé que muchos de ustedes van a criticar que estas son consideraciones de conveniencia. Pero detrás de ellas hay otras que son de fondo y de principios: Para que una sociedad decida y asuma reformas en temas tan controversiales, que chocan con las convicciones de amplios sectores, debe concluirse un proceso social y cultural que logre cambiar la manera como la mayoría pondera los diferentes principios jurídicos y éticos que están en juego. Por que aquí no se trata de unos derechos válidos y otros obsoletos. Se trata de ponderar dos valores, dos derechos, dos libertades, dos principios válidos.
Para que nuestra sociedad llegue al punto que una sólida mayoría pueda estar de acuerdo con la flexibilización de la ley en el tema del aborte, falta mucho esfuerzo: de debate, de aprender respeto mutuo, de educación, de sensibilización. Otros países han transitado por este proceso y al final hecho estas reformas, sin mayores rupturas de la sociedad. Este camino no se puede acortar, tratando de aprovechar una coyuntural correlación de fuerzas legislativas.
Los que en serio quieren producir este cambio cultural, harán bien en hacer su trabajo de información, sensibilización y debate serio, para que exista una mayoría social a favor de esta reforma – y una minoría que la pueda tolerar.
Entiendo que para muchas mujeres será difícil aceptar este llamado a la paciencia y persistencia. Pero no veo otra forma racional de proceder.
Saludos,