domingo, 31 de mayo de 2020

¿Nación de Héroes o República de ciudadanos decentes? Columna Transversal de Paolo Luers



Publicado en EL DIARIO DE HOY, 31 mayo 2020


El escritor argelino Albert Camus, luego de años en la Resistencia francesa contra la ocupación alemana, publicó en 1947 la novela La Peste, cuyos personajes nos dieron una definición nueva del término del ‘heroísmo’, tan abusado por las ideologías autoritarias de todos los colores. Según Camus, los que hay que destacar no son hombres o mujeres dotados de poderes especiales y extraordinario valor, sino ciudadanos corrientes pero decentes, quienes en tiempos extraordinarios (como la peste que en el libro es alegoría para la ocupación de Francia por los nazis) hacen cosas extraordinarias.

En estos mismos años de postguerra, otra voz influyente en el análisis de la terrible historia reciente concibe el complemento necesario a esta definición de Albert Camus de los ciudadanos ordinarios que hacen cosas extraordinarias porque son decentes. Se llama Hannah Arendt, una socióloga y filósofa alemana-
judía que emigró a Estados Unidos. En varios escritos que buscaban explicar el fenómeno del totalitarismo, llegó a la conclusión que el sostén de regímenes criminales como el nacionalsocialismo alemán o el estalinismo soviético no eran hombres y mujeres extraordinariamente crueles y odiosos, sino ciudadanos ordinarios, padres de familia responsables, vecinos amables, pero que les faltaba decencia y coraje civil. Unos años más tarde, en 1961, Arendt asiste para The New Yorker al juicio contra Adolf Eichmann, uno de los ejecutores del Holocausto, y escribió su libro “La banalidad del mal”. Vale la pena leerlo.

Entonces, lo que distingue a los asesinos en los campos de concentración de Hitler y Stalin de los combatientes de la resistencia contra las dictaduras es lo que podemos resumir, según Camus y Arendt, en el término de decencia. Se tiene o no se tiene. Se asume o no se asume decencia. El ciudadano ordinario decente, en situaciones extraordinarias, hace cosas extraordinarias en defensa de los demás. El ciudadano ordinario indecente y cobarde, en situaciones extraordinarios, puede convertirse en criminal, verdugo, torturador. El ciudadano cobarde obedece cualquier orden, aunque para cumplirla tenga que cometer delitos; el ciudadano decente, no.

Traigo a colación estos conceptos de Albert Camus y Hannah Arendt, porque me molesta el permanente discurso, no solamente del gobierno, sobre “nuestros héroes”, refiriéndose al personal médico que hace frente a la epidemia, y a los soldados y policías que garantizan la seguridad pública y el cumplimiento de la cuarentena obligada. También celebran como “héroes” a todos los empleados públicos y otros del sector privado que mantienen funcionando los servicios básicos en tiempos de epidemia y cuarentena.

Yo tengo el máximo respeto a la labor de todos ellos, sobre todo a los médicos, las enfermeras y otros profesionales de salud. Adaptando a la situación actual el concepto de Camus, se trata de servidores públicos ordinarios y decentes que en esta crisis hacen cosas extraordinarias. Si esto los convierte en héroes, no sé. Prefiero entender que este país tiene una reserva moral, no basada en seres extraordinarios con capacidades excepcionales, sino en ciudadanos regulares que tienen decencia, sentido de responsabilidad y de solidaridad.

Si un país (o la historia) dependiera de héroes, en el sentido de hombres y mujeres excepcionales, estaríamos mal. Estos héroes jamás alcanzarían para superar las crisis de salud, de democracia y económicas que nos toca enfrentar. Para esto se necesita de la labor decente de los ciudadanos ordinarios.

En el caso de los soldados y policías, yo sé que la mayoría también son ciudadanos decentes que quieren servir a su país. Pero no todos. La conducción errónea que desde el poder política se les está dando a las dos instituciones armadas (no solo en este gobierno), ha fomentado que ahora existe mucho abuso de poder. Y como dijo Hannah Arendt, las violaciones a los derechos humanos no necesariamente son cometidos por personas extraordinariamente malas, sino por ciudadanos ordinarios carentes de decencia y coraje. Tienden a cumplir órdenes ciegamente, y si las órdenes provienen de un gobierno autoritario, muchos de los ciudadanos uniformados que no tienen principios firmes, van a actuar de manera represiva.
Entonces, ¿queremos ser una “Nación de Héroes”, como el presidente Bukele está promoviendo, pero con una dosis muy alta de militarismo? Los videos publicitarios que el gobierno difundió con este lema solo muestran gente armada hasta los dientes. Lo que realmente necesitamos es una República de ciudadanos decentes, responsables, conscientes y dispuestos a defender sus derechos y libertades. Esta tarea no podemos delegar a ningún héroe.