Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, sábado 27 marzo 2021
(Las cartas de sábado: capítulos de un libro no terminado)
Vamos a Morazán. Al fin voy a llegar a La Guacamaya, a la Venceremos. Voy a volver a encontrarme con Maravilla y Santiago. Quiero ver si es real este gran proyecto de comunicación guerrillera, al cual me apunté…
Llevo a Harry Mattison, el fotógrafo de TIME. Otro colega nos hace el favor de movilizarnos en su vehículo, primero a San Miguel, luego a un punto en la Ruta Militar, donde nos recogerían los compas.
En el carro, escuchamos una noticia inquietante: “La Iglesia Católica denuncia la desaparición del padre Maryknoll Roy Bourgeois. Salió del Camino Real para hacer compras en Metrocentro, y nunca regresó al hotel.”
Harry lo conoció: “Es un padre activista. Se hizo famoso cuando se infiltró a Fort Benning, uniformado como coronel, reunió a los miembros de uno de los batallones especiales salvadoreños en entrenamiento, y les dio un discurso citando a monseñor Romero. Fue uno de tantos arrestos de Roy Bourgeois por ‘desobediencia civil’.”“¿Y qué diablos está haciendo en El Salvador? Lo van a matar…”
“Bueno, me dijo que quería ir a Morazán, para difundir su mensaje a los soldados salvadoreños por la Venceremos…”
“¡Oh no! Tengo un presentimiento. Me dijeron que en San Miguel vamos a recoger a dos personas más…”
Cuando llegamos a la casa del contacto en San Miguel, se me confirma la sospecha: Nos esperan dos personas, mochilas lisas. Uno es Roy Bourgeois, el otro un muchacho flaco, pálido, callado, cara de pocos amigos. Harry y yo armamos una discusión, convencidos que sería un error político llevar a este cura a la zona guerrillera. Todo el mundo denuncia su desaparición, culpa al gobierno – y de repente saldría en la Venceremos, desde La Guacamaya.” Estoy furioso: “¿Quién diablos autorizó esto, sin decirme nada?”
El tipo flaco dice: “Yo decidí llevarlo. Y así lo haremos.” – “Disculpe, ¿y quién sos vos?” Resulta que es Roger Blandino Nerio, recién liberado, luego de más de un año de preso político. Prominente líder de las LP 28…
“Estamos poniendo en riesgo a Roy, lo van a fregar a su regreso, pero también a Harry y a mi, si saben que anduvimos juntos. Y para la Iglesia será un gran escándalo. Tiene que regresar a San Salvador. Puede ir en el carro en el cual llegamos.”
Nuestro contacto nos apura: “Pónganse de acuerdo. Tenemos que ir ahora, si no perdemos la cita en Rio Seco.”
Bueno, “Jeremías” ( el seudónimo de Roger) es el cuadro del partido. Me cayó mal desde el primer día de conocernos, pero no tengo voto. Nos montamos en el carro y nos vamos.
Pasamos por la antena militar en el kilómetro 18. Hay un retén, pero no nos paran. Seguimos la Ruta Militar en dirección de Santa Rosa de Lima. Ya está oscureciendo. En una curva el contacto dice: “Luego del puente, dobla a la izquierda.” Cuando paramos, vemos unas señales de lámpara, bajamos las mochilas, el carro retrocede y se va. Caminamos unos 50 metros, y detrás de una casa están los compas. Sólo un susurro: “Vámonos ya, compas. Rápidos. Nadie habla.”
Y comienza la marcha. Mi primera columna guerrillera.
Caminamos rápido por un camino vecinal, pasando por algunas casas. Alejándonos de la carretera ya no hay más casas. Nadie habla. Nadie alumbra. Nos encontramos con dos compas más, de repente todos tienen fusiles. Cruzamos la carretera que conduce a Gotera, uno por uno, corriendo. Llegamos a un caserío, entramos a una casa, y al fin se
Jimmy "El Gato" |
puede hablar. Estamos en un cantón llamado Río Seco. El líder de la escuadra es Jimmy, un tipo de tal vez 20 años. Nadie nos explica que él es el jefe, no hace falta, se nota de la manera como todos se relacionan con él. Le dicen “El Gato”, y tiene por misión llevarnos hasta el campamento en el cerro Cacahuatique.
El Gato explica: “Tenemos que llegar antes de que amanezca, hay partes donde no se puede caminar de día. No hay ejército, pero sí hay orejas.”
Nadie de nosotros está preparado para la marcha que nos espera. Roger, recién salido de la cárcel, está en las peores condiciones. Los tres ‘gringos’ tampoco estamos entrenados, y mucho menos acostumbrados a caminar en lo oscuro en terreno quebrado. Es una marcha brutal, siempre cuesta arriba, malos caminos. Llego a un estado de cansancio físico combinado con desesperación.
Odio este cerro. Comienzo a putear en alemán, cada vez que me tropiezo con una piedra. La vista me juega chistes, ya no puedo distinguir si el terreno a la par es inclinado para abajo o para arriba, es una especie de mareo. Odio este cerro…