martes, 3 de diciembre de 2024

Carta a los lectores: No crean todo lo que leen o escuchan. De Paolo Luers (+ capítulos 17 y 18 del libro 'Doble Cara')

  

"Quienes se autoproclaman 'freedom fighters', luchadores por la libertad, en países como El Yemen, Siria, El Lebanon o Palestina pueden ser quienes edificarán las próximos dictaduras."

El audio en la voz del autor: SIRIA.mp3


Publicado en MAS!  EL DIARIO DE HOY, martes 3 diciembre 2024


Parece raro que un periodista les diga que no crean todo lo que leen en los periódicos y ven o escuchan en noticieros. Pero no lo es: Incluso medios, que no tienen interés en participar en la nueva moda de la post-verdad y la desinformación, a veces se equivocan, porque no obtienen información confiable.

En estos días una de las principales noticias es el resurgimiento de la guerra civil en Siria. Leimos que fuerzas opositoras al régimen de Assad han tomado control de la ciudad más populosa del país: Alepo, de dos millones de habitantes, la metrópoli del norte del país. Esto es verídico. Lo que causa confusión es que muchos medios hablan de una ofensiva de “rebeldes” contra “la dictadura de Assad, apoyada por Rusia e Irán.” He visto incluso que hablan de “luchadores contra la dictadura”.

 

Qué bueno fuera si los que se proponen tomar la capital y derrotar a Assad fueran rebeldes y luchadores por la democracia. Lastimosamente no es el caso. Las fuerzas que expulsaron al ejército de Assad de Alepo y ahora marchan sobre ciudades del Occidente del país, son yihadistas, que sólo se han separado de Al Qaeda y del estado Islámico IS, porque estos fueron derrotados, principalmente por las fuerzas de los kurdos, la etnia que vive en el norte de Siria e Irak. Alepo está ahora bajo control de dos alianzas. Una es dominada por ex milicianos yihadistas vinculados con Al Qaeda; la otra incluye ex combatientes del IS, controlada y armada por el gobierno turco. Es más, detrás de ambas alianzas de fuerzas está la mano de Erdogan, el autocrático presidente turco, cuyo principal propósito es eliminar la zona de facto autónoma de los kurdos en su frontera, que considera aliada de la minoría kurda en su propio país, su principal oposición. 

Si esta coalición de yihadistas, con fondos y armas provistos de Turquía, toma el poder en Bagdad, la siguiente guerra civil será contra los kurdos, en cuya zona hay un régimen laico que no reprime ninguna religión y en la cual se han refugiado también los yazidíes, un pueblo que ha sufrido verdaderos operativos de genocidio en Irak y en Siria - a mano tanto de las milicias chiitas, como del IS, de Al Qaeda y del ejército de Assad.

 

Los kurdos han mandado unidades de sus milicias a Alepo para proteger a las minorías kurdas, cristianas y yesídicas en la ciudad. Hasta ahora, no han chocado con las milicias yihadistas, porque todos tienen un propósito común: expulsar del país a Assad, las fuerzas militares rusas y las milicias chiitas controladas por Irán, como Hezbollah.

 

Lo que hay que entender es que no todos los que pelean contra una dictadura luchan por la libertad y la democracia. Quienes se autoproclaman “freedom fighters”, luchadores por la libertad, en países como El Yemen, Siria, El Lebanon o Palestina pueden ser quienes edificarán las próximos dictaduras.

 

Hay que investigar y distinguir bien antes de hablar de “rebeldes contra la dictadura de Assad”. Igual que en nuestro país: Los autoproclamados luchadores contra la corrupción resultaron ser quienes quieren enriquecerse para imponerse como la nueva oligarquía.

Saludos, 




* * *
El libro Doble Cara ahora está agotado en las librerías de la  UCA, en el campus y en Cascadas/Soho. Pero será disponible antes de navidad. También lo pueden pedir Amazon.com, o desde México en amazon.com.mx

Ahora puede leer el libro, en tres entregas cada semana, en este blog. Disfrútenlo.






Capítulo 17: La decisión de quedar (1984)


Estamos en un campamento cerca del pueblo de Torola, en El Pedrero, en una zona árida y caliente. Está cerca la Semana Santa, y el calor es insoportable. Tengo días de querer hablar con Luisa sobre algo que me roba el sueño de noche y la concentración de día. Pero me cuesta reunir el coraje para compartirlo con Luisa. Entre los guerrilleros hay mucha comunicación: hablar, narrar, preguntar, explicar, chistear son las maneras de combatir el aburrimiento, pero también para romper la soledad que tanta gente siente por la lejanía de sus familias, sus parejas, sus amigos. Pero hay límites: Nadie habla de problemas personales. Hablar de dudas, de miedos o de emociones contradictorias es tabú, porque demuestra debilidad. Yo únicamente con Maravilla y tal vez con Marvin puedo romper este tabú. 


El Pedrero de Torola/Morazán

Pero este problema que me anda jodiendo lo tengo que hablar con Luisa, porque es la única que puede ayudarme. Al fin movilizo el valor y la llevo a un lugar apartado, debajo de un palo. Estamos sentados sobre unas rocas. Luisa me mira y pregunta: “¿Qué pasa?” Es obvio que no la llevé ahí para contarle chistes.

Le cuento que en 1980, cuando decidí irme a El Salvador, tuve largas pláticas con mi novia de varios años, Ingrid. No podía decidirlo sin involucrarla. Teníamos planes juntos, un proyecto político compartido, que tenía que ver con el futuro del movimiento sindical. Yo venía de años de trabajo sindical en una subsidiaria de Siemens, la OSRAM, que produce lámparas. Había interrumpido este compromiso para probarme como periodista, y tomarme un tiempo en América Latina, pero para luego regresar al trabajo sindical. Ella estaba comenzando un trabajo en el Instituto de Ciencias Económicas y Sociales de la Confederación Alemana de Sindicatos, y durante años intercambiamos ideas sobre cómo sacar a los sindicatos del conformismo y convertirlos en actores de cambio. 

Le cuento a Luisa que al final de las discusiones sobre mi decisión de ir a El Salvador, hicimos un pacto. Ingrid me iba a esperar por 3 años, y si no regresaba, iba a hacer su vida sin mí. Y luego de tomar aire, le digo a Luisa: “Y estos 3 años se acabaron hace dos meses.”

Viene la pregunta que esperaba: “Entonces, ¿me estás diciendo que quieres salir y regresar a Alemania?” Pero como es Luisa, esta pregunta viene sin carga moral, sin ninguna acusación de debilidad, o de búsqueda de comodidad, como muchas veces aquí se percibe cualquier mención de alguien que quiere dejar la guerra. 

“No sé. El problema es que no sé. Por una parte, no quiero salir de aquí, ya siento esta guerra como mía. Y como periodista, quiero ver cómo sigue, en qué termina. Pero por otra parte, ahí está mi compromiso con Ingrid, nuestra vida como pareja, nuestro proyecto político compartido de largo plazo, mis compañeros. No sé qué hacer.” 

Le explico que nunca me imaginé que iba a enfrentar este dilema. “No me podía imaginar que esta guerra se prolongara tanto, y ustedes tampoco. Pero es peor, Luisa, aun si ya estuviera terminada la guerra, no sé si quisiera abandonar este proceso y regresar a mi vida anterior. No sé. Ya no soy el mismo.”

Primero, Luisa me dice que yo tendré toda la libertad de tomar la decisión, y que ellos la respetarán, sin ningún reparo. “Si vos sientes que es el momento de regresar a tu vida en Alemania, es tu derecho. No tenés obligaciones aquí.”

Lo complicado es que sí siento obligaciones. Ya no soy un observador, soy partícipe. Así como la guerra me hizo abandonar mi rol de corresponsal, también me hizo perder la distancia emocional. “Hoy es mi guerra, Luisa. ¿Qué hago? ¿Qué sería lo correcto? ¿Qué harías vos?”

“Esta pregunta no aplica. Yo no tengo esta opción de regresar a mi casa y mi vida antes de la guerra. Vos la tenés y tenés que tomar una decisión. Yo la tomé hace muchos años, y es irreversible.”

¿Acaso quiero escuchar de ella que ellos me necesitan, que soy indispensable? ¿Necesito esto para mi ego, o para tomar una decisión? Como si leyera mi pensamiento, me dice: “Nadie es indispensable. Ni en Alemania, ni aquí. Lo que tenés que decidir no es dónde te necesitan, sino qué es lo que vos querés hacer, lo que vos necesitás...”

Decido quedarme el tiempo que sea necesario. Y Luisa me dice: “Pero debes ir, lo más antes posible, para Alemania, para hablar con Ingrid y con tu mamá.”

 

Pocos meses más tarde, hago este viaje a Alemania. Mi madre, de 81 años, me dice: “Hijo, esa guerrita tuya no me preocupa. Haz lo que sientes que es correcto.” Claro, ella vivió la primera guerra mundial, la revolución bolchevique, que obligó a su familia a abandonar su natal Estonia y comenzar con nada una vida nueva en Alemania. Luego vivió la segunda guerra mundial con 8 hijos, sin perder a ninguno —¿cómo le va a asustar una guerrita como la salvadoreña?


Verena von Kruedener, la madre del autor

Ingrid

Ingrid me dice: “Yo sabía que al involucrarte en esa guerra, ya no te ibas a poder desprender. Yo por esto te amo, pero no te puedo esperar, no soy de esas mujeres. Saludos a Luisa...” 

 


Capítulo 18: El Mozote II


El 23 de octubre 1984, Radio Venceremos reporta la muerte del teniente coronel Domingo Monterrosa. Como miles de personas esa noche, escucho que junto con otros oficiales, Monterrosa se montó en su helicóptero, en el cual había ido a Morazán para recoger personalmente lo que según él sería su mayor trofeo de guerra: el transmisor de la Venceremos. El ERP, a través de la Venceremos, le hizo creer que había capturado el transmisor cerca de Joateca. El aparato explotó a una altura programada. Era una bomba cazabobos, colocada por el ERP para ajusticiar al responsable de la masacre de El Mozote.




Teniente Coronel Domingo Monterrosa,
la estrella de la Fuerza Armada


El helicóptero de Monterrosa, Joateca, 23 oct. 1984  


Tomo un taxi y voy a la oficina de nuestra productora que hemos montado en México. En el camino compro una botella de ron. Hay cuatro compañeros trabajando allí, terminando de editar un reportaje sobre las Comunidades Cristianas de Base. Pongo la botella sobre la mesa y digo: “Se hizo justicia por El Mozote.” 



Siguiente entrega, jueves 5 diciembre:

Capítulo 19: La diputada alemana (1985)