sábado, 25 de enero de 2025

Carta a Rosa, que no se llama así. De Paolo Luers (+capítulo 36 del libro 'DOBLE CARA')

 

"Como periodista me encantaría que toda esta historia, incluyendo la corrupción, salga a la luz. Demasiados se están callando. Como humano -y por el bien de esta familia- espero que no llegue a esto. Demasiada persecución. En un país donde funciona la justicia, no diría esto. Le diría: ¡Adelante, Rosa!"

Publicado en MAS!  y DIARIO DE HOY, sábado 25 enero 2025

Rosa es una víctima más de los despidos, que el gobierno Bukele usa para intimidar y disciplinar a los empleados públicos. La despidieron, porque abrió la boca para defender a unos colegas suspendidos. Gran pecado. La amenazaron para que se quede callada. Tiene miedo por su vida y la de sus hijos. Sin embargo, buscó la forma de denunciar lo que estápasando. Un primo le dijo: “Tenés que hablar con la prensa.” Pero Rosa no tiene la confianza para contactar a alguien que no conoce. “¿Y si hablamos a Paolo, el de las cartas?”, le dice su primo. “Yo tengo un chero que sabe cómo contactarlo...”


Rosa toma una decisión. Tiene años de leer mis cartas, me contaría después. Es casi como si me conociera. Quiere hablar conmigo. El primo habla al chero, que a la vez es chero mío; éste me habla a mi. Concertamos una cita: Rosa llegará a la casa de mi amigo, y desde un teléfono seguro me llamarán. Yo pongo una condición: Entiendo que ella tiene que hablar anónimamente. Pero yo tengo que estar seguro que ella es quien dice ser y que su historia es real. Mi amigo comprueba la identidad de Rosa y ve algunos escritos que documentan su caso. 


Se hace la conferencia telefónica. Aquí la historia de Rosa.

 

Trabajé 15 años como empleada pública. No le voy a decir adónde. En diciembre comenzaron los despidos, primero con los del sindicato. Hubo una asamblea que improvisamos y yo hablé. Propuse hacer una marcha al Ministerio de Trabajo. El día siguiente me despidieron. ‘Más te vale quedarte callada, esto te está pasando por abrir la boca. Y si hacés más relajo, ahí siempre está el estado de excepción, no te olvidés.’ Entendí el mensaje. Tuve miedo. Me quedé quieta, no hablé con nadie fuera de la familia y las amistades. Igual llegaron a mi casa, uno que conozco del trabajo y otro que dijo que era policía. Me amenazaron: ‘Si hablás, te vamos joder! No te olvidés que tenés tres hijos adolescentes...’

Mi hijo mayor trabaja en una maquila y de noche estudia para ingeniero (en realidad trabaja en otro lugar y estudia otra carrera, me dice mi chero, el intermediario). A los tres días, unos policías lo esperaron en la salida de la fábrica y se lo llevaron. ‘No he hecho nada’, les dijo el bicho. ‘Ya lo sabemos, pero tu mamá sí’, contestó uno de los policías. ’El problema es con tu vieja. Dile que es la última advertencia. Que deje de hablar mierdas.’ Le dieron una golpiza y lo soltaron.

Entonces, ¿qué hago? A cualquiera de mis tres bichos se lo pueden llevar cuando quieran - y no habrá manera de sacarlos. ¿Y si le toca a la menor? Apenas 15 años ha cumplido. Yo he obedecido, estoy callada, no he abierto la boca sobre mi despido ni sobre las amenazas - y de todos modos nos sieguen fregando. ¿No sería mejor denunciarlo, aunque sea de forma anónima. ¿Qué piensa usted, don Paolo?

 

¿Quién soy yo para darle consejo a esta mujer? Ella tendrá que vivir con las consecuencias. ¿Tiene sentido que vaya a una de las organizaciones de derechos humanos? ¿Pueden ellos protegerla? Talvez sí, ¿pero puedo garantizarle a ella que protegerán su identidad? No.

 

Le propongo que voy a publicar su relato y garantizar su anonimato. Ella dice que lo va a pensar.

 

A los tres días me habla mi chero y me pone a Rosa en el teléfono. 

 

Ya estuvo. Ayer se acercaron a mi hija. Los mismos policías. Está aterrada, la bicha. Le dijeron todo lo que le pueden hacer a ella, hasta los detalles más asquerosos. Entonces, publique todo lo que le he contado, don Paolo. Y la próxima vez que se acerquen a mis hijos, yo voy a poner la cara y hablar. Su amigo aquí me dice que él me puede llevar con unos abogados y podemos hacer la denuncia directamente a la fiscalía, con conferencia de prensa y todo...

Y mire, yo ya sé cuál es el miedo que me tienen. Yo tengo información y podría testificar de la corrupción que hay donde trabajé tantos años. Y ellos lo saben. Si tocan a mis hijos, de una vez suelto todo. Escriba esta, don Paolo. Así como se lo estoy diciendo.

 

Como periodista me encantaría que toda esta historia, incluyendo la corrupción, salga a la luz. Demasiados se están callando. Como humano -y por el bien de esta familia- espero que no llegue a esto. Demasiada persecución. En un país donde funciona la justicia, no diría esto. Le diría: ¡Adelante, Rosa!

 

Mis saludos a Rosa, que no se llama así, y a sus hijos,





* * *
El libro Doble Cara está disponible en las librerías de la  UCA, en el campus y en Cascadas/Soho. También lo pueden pedir amazon.com, o desde México en amazon.com.mx y desde Alemania en amazon.de

Ahora puede leer el libro, en tres entregas cada semana, en este blog. Disfrútenlo.








La ofensiva de noviembre de 1989 me agarra en Estados Unidos. Luego de presentar Doble Cara en La Habana, he regresado a New York para organizar la difusión internacional de la película —y para dar los primeros pasos para el proyecto siguiente: armar una empresa de producción publicitaria en San Salvador, una vez que el proceso de paz arranque en serio. Se trata de estar listos a tiempo para nuestra intervención en la opinión pública de la posguerra. Es un proyecto muy delicado, porque esta empresa habrá que montarla en un país todavía en guerra, como una sociedad comercial, sin que nadie sospeche que detrás está el ERP. Daniela está dispuesta a meterse en esta aventura. Apenas estamos comenzando a concebir la forma como hacerlo. Parece absurdo que mientras los compas en todo el país están enfocados en preparar una ofensiva de gran envergadura, una muestra de fuerza, llevando la guerra a la capital, nosotros estemos preparándonos para un proyecto de la postguerra. Bueno, para mí no es tan irónico, porque estoy convencido de que esta ofensiva no será para ganar la guerra, sino para abrir espacio para llegar a una salida negociada.  

Durante mi trabajo en el Frente Occidental, he tenido numerosas pláticas con Cirilo, el jefe de nuestra fuerza en el departamento de Santa Ana. Muchas conversaciones eran sobre ‘la ofensiva’. No sobre la de enero de 1981, que se llamaba ‘ofensiva final’, sino sobre la ofensiva nacional que se estaba comenzando a planificar en este año 1987 cuando rodamos Doble Cara. Cirilo estaba ansioso de ‘darse verga’ en esta ofensiva. Yo entendí la necesidad de dar un impulso fuerte a la guerra, pero para mí se trata de un impulso para llegar a una negociación seria con el gobierno de Cristiani —y con los gringos. Al final coincidimos que había que hacer las dos cosas: combatir y negociar. Todos esperábamos la ofensiva para algún momento de 1988, pero fue obvio que no era fácil conseguir que todas las condiciones se dieran a tiempo para lanzarla exitosamente en este plazo.


Cirilo

Cirilo nunca llegó a ‘darse verga’ en la ofensiva. Murió a finales del 1988, cuando se movilizó, vestido de civil, en bus a San Salvador, precisamente para participar en una de las reuniones de planificación para las acciones de la guerrilla urbana en San Salvador, Santa Ana y San Miguel. En un retén, los soldados pararon el bus. Tenían con ellos a un compa desertado y convertido en oreja, quien reconoció a Cirilo. No lo pudieron capturar, murió combatiendo. Me tocó luego visitar a sus padres en Estados Unidos. Ya sabían que había muerto, pero querían ver a alguien que haya estado con él. Fue un encuentro familiar grande y les conté lo poco que sabía del papel importante de Cirilo en la guerrilla. 

 

Yo tampoco iba a tener ninguna participación en la ofensiva. De todos modos, mi tarea no era ‘darme verga’, pero tampoco iba a cubrir la ofensiva como reportero, porque habíamos decidido que había que comenzar en Estados Unidos a preparar el proyecto de la empresa publicitaria en San Salvador. Pensé que iba a regresar a tiempo a El Salvador, pero no fue el caso.

Es una sensación extraña. Sentado en New York ante un televisor, me llegan las noticias e imágenes de dos eventos que van a cambiar el rumbo de mis dos países. La caída del muro de Berlin, que todo el mundo siente que es el inicio de la caída del imperio soviético —y la ofensiva guerrillera sobre la capital salvadoreña, que pone al ejército en defensiva en su propia retaguardia. Los dos eventos pasan en dos extremos diferentes del mundo, pero yo tengo claro que están conectados. La crisis y eventual descomposición del bloque socialista va a tener impacto en el conflicto salvadoreño —y esto va a favorecer la salida negociada, no la guerra que ya está agotada.

Cuando en San Salvador el Hotel Sheraton es ocupado por fuerzas guerrilleras, se arma una crisis peligrosa: Resulta que en el hotel está alojado un contingente de fuerzas especiales de Estados Unidos, esperando su traslado a casa. De repente hay una situación que parece una toma de rehenes. Soldados de Estados Unidos tomados de rehenes por la guerrilla salvadoreña, esta noticia cae como bomba en Washington y provoca que inmediatamente el Pentágono prepare una respuesta militar. La respuesta se llama Fuerza Delta, y está lista para volar a San Salvador y liberar a los ‘rehenes’. La guerra puede entrar en una escalada peligrosa.


Guerrilleros en el Hotel Sheraton. Los efectivos de fuerzas especiales
de Estados Unidos se encuentran en el siguiente piso.

Recibimos de nuestra gente en México otra versión: Los soldados gringos no son rehenes. Los compas ni sabían que ellos estaban en el Hotel y garantizan su seguridad. Nos mandan la instrucción de difundir esta versión en Estados Unidos —y que se hagan las gestiones en Washington para desarmar la crisis. Discutimos cómo lograr esto, activamos todos los canales posibles, y nuestra delegación diplomática en Washington logra que la Fuerza Delta no salga. Al rato viene la noticia de que los compas se retiraron del Sheraton sin ningún enfrentamiento, y que los soldados gringos fueron evacuados. El hotel estaba herméticamente rodeado por el ejército, y los compas se fueron por unos desagües y la quebrada colindante. Nadie se dio cuenta.


Mañana del 16 de noviembre 1989. Residencia de los padres
jesuitas en el campus de la UCA

Poco después nos llega la noticia de la masacre en la UCA y la muerte de los jesuitas. Otra vez movilizamos todos nuestros contactos políticos y mediáticos para rechazar la versión de los gobiernos de El Salvador y Estados Unidos que culpa a la guerrilla de haber invadido la UCA y matado a los jesuitas. Yo saco una conclusión: Mataron a varios jesuitas y dos mujeres, aunque el hombre que querían eliminar era Ignacio Ellacuría. Pero en el fondo el blanco fue el incipiente proceso de paz, que Ellacuría apoyaba activamente, mediando entre el presidente Cristiani y la Comandancia del FMLN. 


Ignacio Ellacuría, rector de la UCA

En última instancia, fue un ataque a Cristiani, para parar el proceso de negociación. Igual que el asesinato que comandos urbanos del Partido Comunista hicieron a José Antonio Rodríguez Porth, en junio del mismo año 1989. Mataron al ministro de presidencia de Cristiani, la mano derecha del presidente en su esfuerzo de buscar la paz. A veces, los radicales de ambos extremos coinciden...

 





Siguiente entrega: martes 28 enero

Capítulo 37: De la guerra a la paz (1990/91)