jueves, 4 de abril de 2013

Columna transversal: ¿Cómo canalizar las frustraciones de la ciudadanía - a la transparencia o al populismo?


Cada vez más se me acercan ciudadanos y lectores para darme información que ellos consideran que puede ser útil para mis columnas o mis cartas. Es la ventaja de ser, además de escritor, servidor de tragos y cafés: Hay un lugar público donde la gente puede buscar a este columnista.
La carta que hoy mismo sale publicada en este periódico y su hermano callejero "Más!", está basada enteramente en una de estas visitas. Mientras estaba escribiendo esa carta, me vino a buscar en La Ventana una profesora de Soyapango. Me cuenta el gran dilema en que se encuentra: La llamaron del Ministerio de Educación para obligarla a aumentar la nota a una alumna, para que pase del grado. La profesora, para no meterse en problemas (pero para tampoco simplemente ceder a esta solicitud indecente), buscó una salida salomónica: Convocó a todos los alumnos que habían salido mal en matemáticas a un examen de reposición. El problema: La única que no se presentó a este examen fue la alumna con la madre de ciertas influencias en el partido, y por tanto en el ministerio. Se le cayó a la profe su salida salomónica al dilema entre mantener la ética o mantener el empleo...
Vino desde Soyapango a mi café para contarme todo esto y para pedirme consejo. Le dije que mientras no se decidiera a enfrentar la evidente corrupción en el ministerio, a pesar de todos los problemas, incomodidades y riesgos que esto le causará, nada se podría hacer. Yo como columnista no puedo sustituir la demanda ciudadana. De todos modos: Mientras no puedo publicar los nombres de la profesora, de la alumna, de la mamá de la alumna, de la directora y de la persona del ministerio, poco impacto puede tener lo que yo puedo escribir sobre el caso. Le recomendé documentar todo el caso con fechas, nombres, llamadas, etc. y mandar el expediente, junto con una carta, al ministro de Educación. "¿Cuál ministro?", me dijo. "Esto es uno de los problemas que hay en el Educación, no hay ministro. No había antes y no hay ahora".
Varios ciudadanos me buscaron en La Ventana para entregarme documentos que supuestamente comprueban la corrupción en la CEL. Han leído mis artículos y se sienten animados a "darme más municiones". El problema es: Mientras no puedo confirmar la autenticidad de los documentos; mientras mis testigos no estén dispuestas a testificar en público, ¿qué voy a escribir yo más allá de lo que ya escribí sobre el "triángulo mágico CEL-GEO-INE, donde no desaparecen barcos, pero sí millones de dólares"? Aunque las fuentes no quieren dar la cara, no quieren que se citen por su nombre, sus informaciones siempre son útiles, porque nos dicen por dónde buscar.
Otros ciudadanos simplemente vienen para desahogarse. El hecho que uno escribe cosas críticas al Gobierno, a la corrupción, a los partidos, anima a muchos a confiarle a uno sus teorías de conspiración, sus frustraciones. Me pongo muy nervioso al escuchar a estos ciudadanos resentidos. Si el Gobierno, los partidos, las instituciones del Estado, los liderazgos de la sociedad no reaccionan pronto y no dan atención a esta olla donde se están cocinando frustraciones con la democracia y su funcionamiento, los resentidos van a buscar liderazgos peligrosos: demagogos, reaccionarios, autoritarios, encantadores de serpientes...
Gente como Elías Antonio Saca, pero también por el lado "izquierdo" Nayib Bukele, ya están desarrollando estrategias para captar este enorme potencial de resentimiento. Si logran que los frustrados, los que se sienten engañados, los excluidos, los resentidos se sientan comprendidos y representados por estos líderes, de repente vamos a tener estas "masas" sin las cuales los caudillos nunca pueden concentrar el poder necesario para convertirse en tiranos.
Las frustraciones de los ciudadanos necesitan canales de expresión. Nada mejor que una prensa libre y crítica que retome las denuncias, las investigue, las tire al público y rete al poder. Si esto no existe, las frustraciones se vuelven resentimientos y se buscan vías de escape: movimientos populistas, que a veces se disfrazan de izquierda, pero que al final siempre llevan a fascismo.
(El Diario de Hoy)