El tema, sin embargo, merece más
argumentación. La propuesta del grupo promotor de un Acuerdo de Nación
(encabezado por el economista Luis Membreño y apoyado por mucha gente de buena
fe) ha creado mucha expectativa. Esto no extraña en un país, donde el lamento
de “la polarización” se ha puesto de moda - e incluso convertido en el grito de
campaña de una coalición que quiere convertirse en la tercera fuerza capaz de
romper tal polarización.
El FMLN ya no se atreve a decir lo que
realmente quiere: el socialismo, versión capitalismo del Estado. Los dirigentes
del FMLN ya no se atreven a decir abiertamente que no creen en el mercado de la
libre competencia, sino en el capitalismo del Estado, del partido y de los
funcionarios convertidos en capitalistas. Prefieren presentar a su instrumento
principal ALBA como iniciativa de la libre empresa. Ya no se atreven a decir
que siguen opuestos al TLC y al convenio de Asociación Centroamérica-Unión
Europea, y que los quieren sustituir alineándose a ALBA. Ya no hablan de su
intención de revertir la dolarización y de someterse a la línea geopolítica
conducida por La Habana mediante la chequera venezolana. Ya no confiesan en
público que buscan revertir la privatización en los campos de energía y
pensiones, además de nacionalizar la importación de petróleo. Hay indicios de
todo esto, pero los candidatos evitan mensajes claros. Y su candidato habla del
“bien vivir”...
ARENA tampoco se atreve a asumir
posiciones liberales, por el pánico de ser tildados de “neoliberales”. Este
pánico es simétrico al miedo del FMLN de ser identificado de comunista o
chavista. ¿Cuál polarización, entonces, si los dos polos ya no se atreven a
tomar posiciones claras, sino prefieren moverse en el mismo fango de
generalidades, indefiniciones y populismo que caracteriza a la supuesta
“tercera fuerza”?
¿ARENA presenta al ciudadano un programa
liberal? No. Han aceptado que la palabra “privatización” es mala palabra. En
contra de sus convicciones (y en algunos casos de la mera lógica), han abandonado
los principios liberales de defensa del libre mercado, y se han retirado al
mismo terreno liso de los tales
asocios público privados donde fingen “acuerdo de nación” todos los demás,
incluyendo los partidarios del chavismo que ahoga el mercado con expropiaciones
y regulaciones estatales; los amigos de Daniel Ortega, quien desde el poder
controla la partición del pastel entre su familia y los capitalistas; y los
otros amigos del crony capitatalism
(capitalismo de cheros) a la Saca, Salume, Mecafé, Enrique “Mides” Rais, etc.;
y no olvidar a los que dentro de ARENA son enemigos del liberalismo porque
también prefieren un mercado regulado a su favor...
Claro que los principios liberales, de
alguna manera, forman parte del programa de gobierno de ARENA. Pero sin
claridad y, pero aun, sin aplicarlos consecuentemente a las propuestas
concretas. Si no, ARENA no podría ofrecer “mantener y ampliar” las
subvenciones; no hubiera dado sus votos para la ley de Asocios Públicos
Privados que excluye de esta modalidad todo lo relacionado con saludo,
educación, seguridad, prisiones, etc.
Tenemos un déficit de claridad en la
formulación de los principales proyectos políticos. Un déficit de
enfrentamiento claro de ideas y conceptos, no un exceso de polarización. Las
campañas de mutuos ataques a los candidatos sólo genera la ilusión de
polarización, mientras consiste en ataques personales y no en el enfrentamiento
de ideas.
Lo que hace falta en esta campaña
electoral no es enfocar en las coincidencias, más bien el ambiente está
enlodado por demasiada coincidencia de los partidos en las mismas posiciones y
promesas oportunistas y
populistas. Son coincidencias por causa de disfraz y mentira, no como
resultado de un debate en el cual se enfrentan ideas y se acercan posiciones.
Lo que hace falta en esta campaña
electoral es enfocar con valor, coherencia y honestidad en las diferencias, no
en las coincidencias. Es el carácter de la democracia y del pluralismos que hay
opciones claramente diferenciadas. Sólo así habrá un voto informado, conciente
y crítico. No es la hora de buscar acercar posiciones sino de separarlas donde
están acercadas artificialmente por el oportunismo y el populismo. No es la
hora para proponer un Acuerdo de Nación, mucho menos uno que defina el rumbo para
los próximos 30 años. Quien lo intenta corre el riesgo de jugar, a lo mejor sin
querer, a favor del discurso de “Unidad”, que promueve el fin de la
polarización y de las ideologías para abrir espacio a una ideología de “todo se
vale”.
Si tuviéramos el debate y enfrentamiento
de ideas adecuados, quedaría claro que hay tres opciones para el país: el
socialismo estatal donde controla el Estado; el liberalismo basado en el libre
mercado y un Estado que garatiza los servicios públicos, seguridad y justicia;
y el “capitalismo mafioso”, con un Estado al servicio de un sector. Con la
complicación que esta tercera opción no es limitada a Unidad, sino que tiene
adeptos también en ambos partidos grandes, mientras o se definen claramente:
como socialistas y liberales.
Una vez que el votante haya decidido,
habrá tiempo para construir gobernabilidad acercando posiciones. Sobre la base
de tener cristalinamente claras las diferencias.
(El Diario de Hoy)