La disyuntiva en estas elecciones no es
reflejo del pasado de la guerra fría mundial ni de la guerra caliente nacional.
Es sobre el futuro, no sobre el pasado. No es entre derecha e izquierda, es
entre democracia y autoritarismo.
Por esto es ridículo que ARENA siga
queriendo descalificar al candidato del FMLN por su pasado de comandante
guerrillero. No es este su problema, incluso tomando en cuenta su participación
en violaciones de derechos humanos. Actuó en la guerra dentro de la lógica del
enfrentamiento, igual que el mayor D’Aubuissón y los militares de la Tandona.
Su problema no es la ideología que defendió como guerrillero en los años 80,
sino su posición actual: su vinculación ideológica con los regimenes de
Venezuela y Cuba, y la vinculación orgánica de su partido con los partidos
gobernantes de estos países. Sánchez Cerén se hizo guerrillero para combatir un
régimen antidemocrático. Hoy es parte y protagonista de un plan de establecer
en El Salvador un régimen antidemocrático.
La visión que representa la candidatura
de Sánchez Cerén ya no es la izquierda plural y comprometida con los derechos
humanos de los años 80, enfrentada a un régimen represivo; ya no tiene nada que
ver con los ideales de libertad y democracia enfrentados a un gobierno militar
que controlaba todo; ni con la lucha por las libertades de expresión y de
organización negados por un régimen que no dejaba espacios a opositores ni
minorías. Y el FMLN SA de CV, aparte del discurso, ya no tiene nada que ver con
el ideal de justicia social de monseñor Romero ni con las ideas socialistas que
motivaron a muchos de los guerrilleros salvadoreños.
La visión que el FMLN de hoy comparte con
sus homólogos de Cuba, Nicaragua y Venezuela tiene como centro un
Estado-partido-movimiento corporativo y omnipotente, manejado por una casta de
burócratas y un partido que se arroga la representación “del pueblo”. La
Venezuela de Chávez y Maduro y la Nicaragua de la familia Ortega tienen mucho
más similitudes con el estado fascista de Mussolini o Perón que con el sueño
socialista de la Cuba de los 60. Estos regimenes coartan la libertad de la
libre empresa, pero basan su poder en pactos con sectores de la derecha y del
empresariado. Mejor ejemplo: los pactos que Ortega mantiene con los liberales
de Arnoldo Alemán y con la cúpula de COSEP. Hacia este modelo camina el FMLN -
y para esto necesita aliados derechistas como Elías Antonio Saca, GANA y el PCN,
así como empresarios como Quique Rais, los Bukele, los Salume...
Uno de los requisitos para caminar por el
camino trazado por Ortega y Chávez es dividir a la derecha y al empresariado.
Lo han logrado, pero no al grado de debilitar o destruir la institucionalidad
del empresariado y del partido opositor. Por esto el odio contra ANEP y ARENA.
Quien confunde esta batalla con una
réplica de la guerra fría, con una prolongación del conflicto bélico de los 80,
o con un enfrentamiento derecha-izquierda, no va a poder diseñar las
estrategias adecuadas.
No es casualidad que en ambos campos
ahora enfrentados en pro y en contra de la esencia e institucionalidad de la
democracia encontramos a protagonistas de ambos bandos de la guerra y a
personajes de procedencia de derecha e izquierda. Así como sectores de la
derecha y de la empresa privada están coqueteando con la alianza FMLN-UNIDAD,
del lado que asume la defensa de la democracia representativa y de la
independencia de las instituciones de control (Corte Suprema, Fiscalía, Corte
de Cuentas, Tribunal Electoral, etc) hay gente de larga trayectoria de
izquierda, como los magistrados Florentín Menéndez y Sidney Blanco e
intelectuales como Joaquín Samayoa y Roberto Rubio. Y a la par de ellos hay
ex-dirigentes de la guerrilla como Salvador Samayoa y Facundo Guardado. Nadie
de ellos se ha unido a ARENA, pero sí a la defensa de la institucionalidad
democrática contra la alianza FMLN-UNIDAD. Y así se agrupa buena parte de los
jóvenes profesionales, los círculos académicos, los tanques de pensamiento.
Todos tienen serias reservas a una ARENA que no ha abierto los espacios
necesarios al relevo de ideas; pero no se equivocan en cuanto al carácter del
conflicto que se expresa en estas elecciones. No es entre partidos. Es entre
dos formas de vida y de sociedad: una democrática, abierta, y plural; la otra
autoritaria, cerrada, y
centralizada.
(El Diario de Hoy)