Estimado padre:
Le mataron por la misma razón que
asesinaron a Antonio Rodríguez Porth: Para abortar el proceso de paz.
Ambos se volvieron peligrosos para los enemigos de la búsqueda de una
solución negociada al conflicto. Estos enemigos los hubo en ambos
bandos. Los que dentro de la insurgencia vieron con preocupación que con
Alfredo Cristiani había llegado al poder un hombre que tenía la
autoridad y la visión de abrir dentro de la derecha espacio a la idea de
una salida sin vencedores ni vencidos. Por esto mataron al cerebro
detrás de esta visión del nuevo presidente: su Ministro de la
Presidencia y más cercano asesor, Rodríguez Porth.
Usted sabía
esto y expresó en muchas pláticas privadas y no tan privadas que con
este crimen se podía abortar el proceso de paz antes de poder agarrar
impulso y correlación de fuerza en el campo de la derecha y de los
militares. De hecho, usted comenzó a convertirse en el puente entre los
sensatos de ambas partes. Esto -y la incidencia que esto podría tener
sobre las decisiones del presidente Cristiani- lo convirtió en un
peligro para los enemigos de las negociaciones dentro de la Fuerza
Armada. Y cuando el FMLN lanzó su ofensiva al tope sobre San Salvador,
vieron la oportunidad de eliminar este peligro.
Muy pocos en el
ejército, y ciertamente no los que tomaron decisiones, se creyeron la
paja que usted y sus hermanos jesuitas estaban detrás de la ofensiva
insurgente. Esto era el pretexto para justificar la operación contra la
UCA. Los que ordenaron este crimen no querían eliminar a colaboradores
de la guerrilla sino a uno de los pocos puentes que quedaba funcionando
entre los que, dentro del FMLN y dentro de la derecha, querían en serio
avanzar hacia una solución negociada.
Por esto es ridículo pensar
que Alfredo Cristiani haya ordenado o consentido la muerte de los
jesuitas. Fue una operación contra Cristiani, para debilitarlo; para
pararlo; para comprometerlo con los guerreros que querían pasar a la
fase definitoria de la guerra contrainsurgente. Estaban desesperados,
porque hasta el mayor D'Aubuisson había ya abandonado la idea de buscar
una victoria militar y estaba respaldando a Cristiani en su búsqueda de
una solución negociada. Es más, parece que precisamente para asumir este
rol histórico, el mayor había escogido a Alfredo Cristiani como
candidato a la Presidencia.
En la última plática que tuvimos,
poco antes de su último viaje para España, usted mismo me explicó este
nuevo mapa político. Yo estaba escéptico, usted estaba convencido de las
intenciones de Cristiani e incluso de D'Aubuisson. Usted sabía que la
ofensiva ya no se podía detener, y al final me dijo: Una vez pase este
último auge de la guerra, hay que trabajar duro para retomar las
negociaciones y llevarlas a las últimas consecuencias.
Lo
mataron, pero ya no pudieron conseguir su objetivo. Pasó la ofensiva,
con todo el horror que significaba, incluyendo su propia muerte, pero
luego ya no hubo como contener la paz. Cristiani cumplió su misión.
Tanto en la Fuerza Armada como en el FMLN se impuso la razón.
Al
fin, usted ganó. Pero qué horrible la falta que nos hace, todavía hoy,
en la construcción de la paz y de la democracia. Adiós, Ignacio
Ellacuría. Paolo Lüers
(Mas!/El Diario de Hoy