Querida M.:
En 1967 marchamos juntos contra la guerra gringa en Vietnam. La policía de Berlín Occidental nos dio palo.
En
agosto de 1968 fuimos juntos a Berlín Oriental para protestar contra la
invasión soviética en Checoslovaquia. Nos dio palo la "policía popular"
del "paraíso de los obreros y campesinos".
El 9 de noviembre de
1989 cayó el muro de Berlín —y poco después el régimen comunista en
Alemania Oriental y todo el bloque socialista.
Yo no estuve en
Berlín, pero tú sí. Yo ni siquiera estaba prestando atención a los
eventos dramáticos que llevaron a la caída del muro: las manifestaciones
millonarias y pacíficas en todas las ciudades de la "República
Democrática Alemana", la descomposición del Buró Político comunista. Ni
cuenta me di de estos eventos en Berlín que iban a cambiar radicalmente
mi país nativo (y el mundo). Porque estábamos en la víspera de la
"ofensiva al tope", que iba a cambiar de manera igual de radical mi país
adoptivo, El Salvador.
Además, en esta madrugada del 9 de
noviembre 1989, cuando en Berlín Oriental ya eran horas de la tarde y la
gente comenzó a tomarse por asalto el muro que horas después iba a
botar, yo anduve con una gran goma de mi cumpleaños. Había tomado
demasiado la noche del 8 de noviembre, para quitarme la tensión de estos
últimos días antes de la ofensiva.
Alguien me habló: "Está
cayendo el muro de Berlín". Encendí la tele y vi las imágenes de la
gente bailando encima del muro, de masas pasando libremente la frontera
que durante décadas había sido el famoso "telón de hierro" que dividía,
Berlín, Alemania, Europa y el mundo entero.
Intenté hablarte,
pero no hubo conexión. Luego, todo esto pasó a segundo plano, pasó la
ofensiva guerrillera con todo su drama. Murieron muchos amigos. Después
comenzó en serio la negociación para salir de la guerra que nadie podía
ganar y nadie quería alargar.
Pasadas las fiestas en Salvador,
donde celebramos la paz y el regreso de tantos exiliados y enmontañados,
me fui para Berlín. Quería compartir con vos y otros compañeros de
tantas jornadas de rebeldía la inmensa alegría que sentía por los
eventos que habían cambiado tan dramáticamente mis dos países: Alemania
se había liberado del muro, de la división, de la guerra fría. El
Salvador se había liberado del militarismo, de la represión, de la
guerra.
Nos encontramos en un gran abrazo, pero me di cuenta que
yo estaba llorando de alegría y vos de frustración. Me preguntaste por
qué habíamos abandonado la lucha. Y yo te pregunté por qué no estabas
feliz que había caído este maldito muro. Vos no entendiste mi alegría, y
yo no entendí tu frustración. Este fue el día que tomé conciencia que
mi país era El Salvador, donde yo había formado parte de un proceso de
cambio histórico, y no Alemania, donde la caída del muro y la
reunificación, donde estuve ausente cuando la historia aceleró su paso.
Vos
estabas frustrada, porque sentiste que con el muro y con el fin de la
guerra revolucionaria de El Salvador se había desvanecido la utopía del
socialismo. Yo estaba feliz, porque el régimen, que cayó con el muro,
nunca tuvo nada que ver con mis sueños de libertad y justicia. Para mí,
la caída del socialismo tipo soviético y el fin de nuestra guerra
marcaron la hora de una nueva izquierda, al fin liberada de los horrores
del estalinismo, en el caso de Alemania y Europa; y en Centroamérica,
al fin liberado de la guerra.
Nuestra amistad, forjada en el calor
de las rebeliones de los 60, nunca se recuperó de este desencuentro.
Vos sigues creyendo que con la caída del imperio soviético y con el fin
de las insurrecciones armadas en Centroamérica ganó el imperialismo. Yo
sigo convencido que ganó la razón —y que ganamos nosotros, quienes
siempre luchamos contra el autoritarismo y la represión: en Berlín,
Praga, El Salvador…
Lástima que vos no podés compartir esta
felicidad que yo siento cada vez que llegamos a fechas como hoy, 9 de
noviembre, el día que cayó el muro y enterró al comunismo; o como el 31
de diciembre cuando firmamos el ceso al fuego.
Que me disculpen que esta carta salió tan larga, pero nunca he podido poner esto en papel, y era hora de hacerlo.
Un abrazo, Paolo Lüers
(Mas!/El Diario de Hoy