Estamos a días del arranque oficial de la carrera presidencial. Los candidatos no dan muestras de que realmente están listos.
Si Carlos Calleja no asume con firmeza el liderazgo dentro de su Alianza por un Nuevo País, el arranque de su campaña será complicado. Si su apuesta de verdad es esta alianza, los partidos coaligados tienen que entender que les toca subordinar todas sus acciones políticas y legislativos a una estrategia única y consensuada, encabezada por sus candidatos.
El primer test es la elección de los magistrados para la Corte Suprema. De repente el PCN sale con propuestas que más coinciden con los dos partidos que bloquean el proceso, GANA y FMLN. Debería haber una sola y sólida propuesta de la Alianza, concertada con la sociedad civil. Es hora de que Carlos Calleja golpee la mesa, tanto la de su partido como la de su coalición. Y que la golpea con fuerza, para que se oiga fuera de la sala de reuniones.
El FMLN tiene el mismo problema. La manera como en el tema de los magistrados, la fracción del FMLN apoya las estrategia de obstrucción de GANA, pone a Hugo Martínez en un dilema complicado. Para él lo más importante es desligarse de GANA y su candidato Bukele, porque ellos son sus verdaderos enemigos a vencer. Cualquier complicidad con ellos será un obstáculo para recuperar los votos que están migrando del FMLN hacia Bukele. Hugo Martínez, para que puede recuperar su rol como el principal adversario de ARENA, primero tiene que construir un perfil claro que lo distingue del populismo y oportunismo de Gana/Nuevas Ideas/Bukele. Y para hacerlo, también hace falta que golpee la mesa del Politburó.
A ambos, Calleja y Martínez, les conviene perfilarse como los dos candidatos que tienen propuestas claras, que representan dos ideologías congruentes con estrategias racionales para definir el rumbo del país —pero que al mismo tiempo tienen la capacidad y voluntad de actuar juntos donde hay coincidencias impuestas por el interés nacional. Esto lo pueden comenzar a comprobar resolviendo juntos la entrampada elección de magistrados.
El segundo test, tanto para la Alianza encabezada por Calleja como para el FMLN, es el presupuesto para el año 2019, que es el año de la transición. Solo juntos la alianza de Calleja y el FMLN pueden dar estabilidad a El Salvador, consensuando un presupuesto que permita al gobierno saliente terminar bien su mandato, y al gobierno entrante a arrancar bien con el suyo, en junio 2019. Cualquier complicidad con GANA, sea por parte de ARENA, sea por parte del FMLN, en el tema del presupuesto y del manejo de la deuda sería un error estratégico, con consecuencias negativas no solo para sus respectivas campañas, sino para el país y su estabilidad.
Para pasar bien ambas pruebas, y para proyectar al ciudadano que en las elecciones presidenciales pueden escoger entre dos proyectos congruentes, pero claramente distintos, mientras que la tercera fuerza no tiene congruencia y es impredecible por su carácter populista y oportunista, es indispensable que Carlos Calleja y Hugo Martínez garanticen que las propuestas de sus respectivos campos realmente sean congruentes, claras y realistas. Hasta la fecha, ni Calleja ni Martínez han asumido este liderazgo. Sus partidos no tienen la capacidad de resolver este dilema. En el fondo lo saben, y es por esto que escogieron a candidatos que no están casados con los conceptos tradicionales de estos partidos y con las políticas fracasadas: en seguridad, en educación, en cómo generar crecimiento económico que se traduzca en inclusión social. Ahora es el momento cuando los candidatos tienen que asumir su rol de líderes que saben romper con dogmas y abrir espacios de innovación.
Si Carlos Calleja no asume con firmeza el liderazgo dentro de su Alianza por un Nuevo País, el arranque de su campaña será complicado. Si su apuesta de verdad es esta alianza, los partidos coaligados tienen que entender que les toca subordinar todas sus acciones políticas y legislativos a una estrategia única y consensuada, encabezada por sus candidatos.
El primer test es la elección de los magistrados para la Corte Suprema. De repente el PCN sale con propuestas que más coinciden con los dos partidos que bloquean el proceso, GANA y FMLN. Debería haber una sola y sólida propuesta de la Alianza, concertada con la sociedad civil. Es hora de que Carlos Calleja golpee la mesa, tanto la de su partido como la de su coalición. Y que la golpea con fuerza, para que se oiga fuera de la sala de reuniones.
El FMLN tiene el mismo problema. La manera como en el tema de los magistrados, la fracción del FMLN apoya las estrategia de obstrucción de GANA, pone a Hugo Martínez en un dilema complicado. Para él lo más importante es desligarse de GANA y su candidato Bukele, porque ellos son sus verdaderos enemigos a vencer. Cualquier complicidad con ellos será un obstáculo para recuperar los votos que están migrando del FMLN hacia Bukele. Hugo Martínez, para que puede recuperar su rol como el principal adversario de ARENA, primero tiene que construir un perfil claro que lo distingue del populismo y oportunismo de Gana/Nuevas Ideas/Bukele. Y para hacerlo, también hace falta que golpee la mesa del Politburó.
A ambos, Calleja y Martínez, les conviene perfilarse como los dos candidatos que tienen propuestas claras, que representan dos ideologías congruentes con estrategias racionales para definir el rumbo del país —pero que al mismo tiempo tienen la capacidad y voluntad de actuar juntos donde hay coincidencias impuestas por el interés nacional. Esto lo pueden comenzar a comprobar resolviendo juntos la entrampada elección de magistrados.
El segundo test, tanto para la Alianza encabezada por Calleja como para el FMLN, es el presupuesto para el año 2019, que es el año de la transición. Solo juntos la alianza de Calleja y el FMLN pueden dar estabilidad a El Salvador, consensuando un presupuesto que permita al gobierno saliente terminar bien su mandato, y al gobierno entrante a arrancar bien con el suyo, en junio 2019. Cualquier complicidad con GANA, sea por parte de ARENA, sea por parte del FMLN, en el tema del presupuesto y del manejo de la deuda sería un error estratégico, con consecuencias negativas no solo para sus respectivas campañas, sino para el país y su estabilidad.
Para pasar bien ambas pruebas, y para proyectar al ciudadano que en las elecciones presidenciales pueden escoger entre dos proyectos congruentes, pero claramente distintos, mientras que la tercera fuerza no tiene congruencia y es impredecible por su carácter populista y oportunista, es indispensable que Carlos Calleja y Hugo Martínez garanticen que las propuestas de sus respectivos campos realmente sean congruentes, claras y realistas. Hasta la fecha, ni Calleja ni Martínez han asumido este liderazgo. Sus partidos no tienen la capacidad de resolver este dilema. En el fondo lo saben, y es por esto que escogieron a candidatos que no están casados con los conceptos tradicionales de estos partidos y con las políticas fracasadas: en seguridad, en educación, en cómo generar crecimiento económico que se traduzca en inclusión social. Ahora es el momento cuando los candidatos tienen que asumir su rol de líderes que saben romper con dogmas y abrir espacios de innovación.