Estimados vecinos:
Cuando vi los videos de sus marchas, atravesando a pie Guatemala y El Salvador para llegar a Estados Unidos, tuve que pensar en el éxodo de cientos de miles de venezolanos para Colombia y Brasil.
Me recordé también de las tortuosas marchas nocturnas de centenares de familias campesinas de Morazán, que vi atravesando montes y evadiendo patrullas militares para buscar protección en los campos de refugiados en Honduras, durante la guerra salvadoreña de los 80.
También me volvieron a la mente las escenas de miles de familias sirias que en el 2015 atravesaron a pie toda Europa para llegar a Alemania, porque su país se estaba hundiendo en una guerra interna interminable.
Cuando miles de personas dejan todo atrás y arriesgan su vida y la de sus hijos para emprender semejantes marchas, tienen que haber vivido un infierno y llegado a un grado de desesperación que no les permite quedarse en sus hogares.
Cuando eso pasa, los países vecinos tienen la obligación moral de proteger a los migrantes. Por esto, la orden que Donald Trump mandó a los gobiernos de El Salvador, Guatemala, Honduras y México de detener la marcha de ustedes, es inmoral y nadie le debe hacer caso. Sean cuales sean las amenazas de Trump, nuestros gobiernos tienen más compromisos con los centroamericanos desesperados que con un país rico que se niega a cumplir su obligación moral de acoger a familias que tan obviamente necesitan ayuda. Nuestros gobiernos tienen que albergarlas, nutrirlas, curarlas y transportarlas, así como lo hacemos con desplazados internos por catástrofes naturales. Si es necesario, con apoyo de organismos internacionales.
Yo no sé quienes están organizando sus marchas. No me importa. Hay quienes alegan que detrás de ustedes hay un plan político y propagandístico de Daniel Ortega y Manuel Zelaya. Esto es ridículo. Nadie emprende una marcha tan dura e insegura solo porque algún demagogo los engaña. Solo la desesperación genuina da la fuerza para aguantar lo que ustedes están aguantando en su caravana.
El problema es: Aun si logran llegar a la frontera mexicana, y aunque el gobierno mexicano los deje pasar y les de asistencia, ¿qué va a pasar en la frontera de Estados Unidos? Trump ya ordenó militarizar su frontera para que nadie entre. Lo declaró asunto de seguridad nacional, alegando que entre ustedes están infiltrados terroristas islámicos y pandilleros.
Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos deben movilizarse para buscar, junto a todos los gobiernos involucrados, una solución que garantice la vida y la dignidad de ustedes. De todas formas, lo que hoy está pasando en Venezuela y en Honduras, con miles de familias saliendo de países que no pueden asegurarles la sobrevivencia, mañana va a pasar en Nicaragua. Los gobiernos de la región tienen que tener respuestas a esta crisis. El Salvador debe de dar el ejemplo, ofreciendo albergue a los que aceptarían quedarse en nuestro país.
Cuando vi los videos de sus marchas, atravesando a pie Guatemala y El Salvador para llegar a Estados Unidos, tuve que pensar en el éxodo de cientos de miles de venezolanos para Colombia y Brasil.
Me recordé también de las tortuosas marchas nocturnas de centenares de familias campesinas de Morazán, que vi atravesando montes y evadiendo patrullas militares para buscar protección en los campos de refugiados en Honduras, durante la guerra salvadoreña de los 80.
También me volvieron a la mente las escenas de miles de familias sirias que en el 2015 atravesaron a pie toda Europa para llegar a Alemania, porque su país se estaba hundiendo en una guerra interna interminable.
Cuando miles de personas dejan todo atrás y arriesgan su vida y la de sus hijos para emprender semejantes marchas, tienen que haber vivido un infierno y llegado a un grado de desesperación que no les permite quedarse en sus hogares.
Cuando eso pasa, los países vecinos tienen la obligación moral de proteger a los migrantes. Por esto, la orden que Donald Trump mandó a los gobiernos de El Salvador, Guatemala, Honduras y México de detener la marcha de ustedes, es inmoral y nadie le debe hacer caso. Sean cuales sean las amenazas de Trump, nuestros gobiernos tienen más compromisos con los centroamericanos desesperados que con un país rico que se niega a cumplir su obligación moral de acoger a familias que tan obviamente necesitan ayuda. Nuestros gobiernos tienen que albergarlas, nutrirlas, curarlas y transportarlas, así como lo hacemos con desplazados internos por catástrofes naturales. Si es necesario, con apoyo de organismos internacionales.
Yo no sé quienes están organizando sus marchas. No me importa. Hay quienes alegan que detrás de ustedes hay un plan político y propagandístico de Daniel Ortega y Manuel Zelaya. Esto es ridículo. Nadie emprende una marcha tan dura e insegura solo porque algún demagogo los engaña. Solo la desesperación genuina da la fuerza para aguantar lo que ustedes están aguantando en su caravana.
El problema es: Aun si logran llegar a la frontera mexicana, y aunque el gobierno mexicano los deje pasar y les de asistencia, ¿qué va a pasar en la frontera de Estados Unidos? Trump ya ordenó militarizar su frontera para que nadie entre. Lo declaró asunto de seguridad nacional, alegando que entre ustedes están infiltrados terroristas islámicos y pandilleros.
Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos deben movilizarse para buscar, junto a todos los gobiernos involucrados, una solución que garantice la vida y la dignidad de ustedes. De todas formas, lo que hoy está pasando en Venezuela y en Honduras, con miles de familias saliendo de países que no pueden asegurarles la sobrevivencia, mañana va a pasar en Nicaragua. Los gobiernos de la región tienen que tener respuestas a esta crisis. El Salvador debe de dar el ejemplo, ofreciendo albergue a los que aceptarían quedarse en nuestro país.
Ustedes que están avanzando por la orilla de nuestras carreteras, jalando bultos y chineando niños, sepan que están bienvenidos en El Salvador. Así como ustedes en Honduras acogieron a miles de familias salvadoreñas que huyeron de la guerra.
Saludos,
(MAS! y EL DIARIO DE HOY)