jueves, 19 de junio de 2014

Carta a las Iglesias

stimados amigos de las diferentes iglesias salvadoreñas

Parece que al fin las iglesias se están despertando y se ponen las pilas para responder a su obligación con la paz. Luego de quedarse, durante años, con laudables pero insuficientes iniciativas aislados de prevención, la mayoría de las iglesias históricas y evangélicas al fin unieron sus esfuerzos en una poderosa Iniciativa Pastoral por la Vida y la Paz, para participar activamente en la búsqueda de soluciones a la epidemia de la violencia.
Y la Conferencia Episcopal católica, que durante dos años había dejado solo a monseñor Fabio Colindres en su audaz (pero para muchos incómodo) trabajo como mediador en el proceso de la tregua, al fin hizo caso al llamamiento del papa Francisco y nombró a un grupo representativo de obispos para emprender la difícil (y a veces impopular) tarea de hacer valer su enorme peso en la construcción de un consenso nacional, sin el cual ningún gobierno puede alcanzar la paz social y la reinserción de los decenas de miles de jóvenes al margen de la ley y de la vida productiva.
Si el nuevo gobierno hace realidad su anuncio de apertura y diálogo, no dejando afuera los esenciales áreas de seguridad y de inversión en los municipios de mayor conflictividad, ustedes como líderes religiosos parecen estar listos a ocupar y llenar con contenido este nuevo espacio abierto, aportando lo que corresponde a las iglesias: principios éticos, conceptos de reconciliación, caminos de humanización de los conflictos…
Ahora está en manos de ustedes, los obispos católicos, anglicanos, y luteranos, y los demás líderes religiosos, a poner una segunda pata al hasta ahora débil proceso de pacificación. A través de monseñor Colindres y algunos pastores prestaron sus buenos oficios como mediadores entre las pandillas y entre pandilla, sociedad y gobierno. Pero esta pata no es suficiente. Era ilusorio esperar que el proceso de diálogo con las pandillas y su contorno social en las comunidades, podía llevarnos a una pacificación sostenible, si no se estaba acompañada y coordinada por un diálogo de toda la sociedad civil para preparar el terreno para la inserción e inclusión, la reconciliación y el desarrollo local. La decisión de la iglesias a tomar iniciativa en este diálogo crea ahora la expectativa que todos los demás se van a incorporar constructivamente: gobiernos locales, empresarios, ONGs, la academia y, por supuesto, el gobierno.
La decisión de los liderazgos religiosos de asumir este compromiso con la paz (y de esta manera exigir que el gobierno también lo haga), es la mejor noticia de los últimos meses desde que se comenzara a asentar el polvo de la batalla electoral. Enhorabuena. Aunque les va a llover bastante crítica, la sociedad va a terminar reconociendo su postura valiente y sincera.
Saludos, Paolo Lüers
 
(Mas!/EDH)