El primer discurso del presidente
Salvador Sánchez Cerén fue mucho menos pretencioso que el de Mauricio Funes
hace 5 años, cuando tomó posesión de su cargo presidencial. Gracias a Dios. Ya
sabemos que pasó con estas palabras grandilocuentes y ambiciosas, con los
cuales el 1 de junio 2009 sembró esperanzas en sectores mucho más allá de su
partido, solo para luego, durante sus 5 año de gobierno, defraudarlas una por
una.
El recién investido presidente decidió no
encargar a nadie de sus propagandistas un super discurso, sino prefirió decir
palabras que todo el país puede reconocer auténticas de él. Al fin, luego de
tres impostores de estadista, un presidente que parece decir lo que es, y ser
lo que dice. Enhorabuena.
Sánchez Cerén dijo en la feria:
"Ejerceré la presidencia con austeridad, eficiencia y transparencia. Los
recursos del pueblo son sagrados. No más corrupción". Aunque el Nuevo
presidente, en varias ocasiones expresó palabras de solidaridad con su
antecesor Mauricio Funes, sobre todo en el contexto de la muerte de su madre,
todos entendemos que no solo estaba tirando indirectas a los gobiernos de ARENA
sino sobre todo al que acaba de terminar su turno. En este mismo contexto se
entiende el énfasis en esta frase: "Recibo con humildad y respeto la banda
presidencial.” Bueno, esto no es con Flores, es con Funes. Continuidad de los
cambios suena bien, pero Sánchez Cerén quiere que no lo confundamos con Funes.
En su discurso repitió como seis veces la
frase central del discurso inaugural: “Solo unidos crecemos todos”. Y cada vez
estaba dirigida a diferentes audiencias. Es evidente: Sánchez Cerén quiere (mas
bien está convencido que necesita) que la oposición, los empresarios, los
funcionarios del Banco Mundial y del Fondo Monetario (durante décadas sinónimos
de enemigo para el FMLN) escuchen este mensaje. Y al mismo tiempo, y por esto
lo repitió tantas veces, el éxito de su presidencia depende de que su partido
entienda este mensaje: Contra y sin el sector privado no podemos crecer. Y sin
crecer, nuestro gobierno fracasará. Otra manera de decir al país: Se terminó
esta estúpida confrontación del gobierno con los inversionistas.
Quiero resaltar otra sorpresa positiva en
sus discurso: Inmediatamente después de hablar del honor que se debe a los
miles de combatientes y civiles que dejaron su vida en la lucha contra la
dictadura, el ex-comandante Leonel, casi cortando el frenético aplauso de su
barra militante en el acto de inauguración, dijo lo mismo sobre los solados y
oficiales que murieron en la guerra civil cumpliendo la misión de defensa del
estado. Esta frase causó más bien silencia entre sus seguidores – pero el
presidente la dijo sabiendo que así será.
En general: un discurso en tono de un
hombre que sabe que necesita dialogar y buscar entendimientos del otro lado de
la frontera ideológica todavía bien marcada por su propio partido -y por él
mismo, pero que está dispuesto a cruzar esta frontera y a pagar un el costo
político interno que esto implique.
Ya en la tarde apareció otro Salvador
Sánchez Cerén, que ya no habla del honor que se debe a guerrilleros y soldados,
sino solamente de “los héroes caídos en la lucha del pueblo”; que habla de
Fidel Castro y Hugo Chávez como ejemplos; que ya no habla que va a trabajar
para cumplir con el mandato del partido FMLN. Habla el comandante Leonel casi
pidiendo perdón por el discurso aguado de la mañana.
Es obvio que el presidente Sánchez Cerén,
que se presentó a la nación en la mañana con un discurso de unidad y
conciliación, y el militante del FMLN y comandante Leonel, que se presentó en
la tarde a una plaza llena de banderas rojas, son dos personajes que van a
chocar a la hora de enfrentar los problemas del país. Pareció que el mismo
Salvador Sánchez Cerén, al terminar su discurso en Plaza Barrios, se dio cuenta
de este dilema. Por esto cerró el discurso con una llamado fuerte a la
militancia de entender que como presidente tiene que buscar el entendimiento
con el resto del país, con esta mayoría que no votó por el FMLN, que no adora a
Fidel Castro ni a Hugo Chávez. Así le va a tocar al presidente, si quiere que
el país progrese: tendrá que rogar a su propio partido, muy anclado en su
tradición de lucha revolucionaria, antiimperialista y anticapitalista, a
entender que él como presidente tiene que buscar entendimientos con ARENA, con
los empresarios, y hasta con los más odiados: los intelectuales de izquierda no
partidaria, independientes y críticos.
Si Salvador Sánchez Cerén, el presidente,
se sabe imponer a Leonel, el comandante amigo de Fidel, Ortega, Chávez y
Schafik, este gobierno puede funcionar mucho mejor que el de Mauricio Funes. O
mejor dicho: No imponer, si este hombre sabe abrir el camino para que su
partido realmente cambie y se comprometa con la democracia, puede ser que su
gobierno resulte un paso necesario para la democracia salvadoreña y su sistema de alternancia pacífica. Pero ojo: el
partido, en palabras de Medardo González, ya le estaba contestando al
presidente Sánchez Cerén, acordándole (tal vez incluso reclamándole) que al
mando del proceso de cambios va a el partido.
(El Diario de Hoy)