“Mi gobierno ofrece a la inversión extranjera seguridad jurídica; somos respetuosos de la institucionalidad, hay independencia plena de los poderes”, declara Mauricio Funes a la revista mexicana ‘El Economista’.
Para cualquiera que está observando el deterioro de la institucionalidad democrática, este argumento es muy alejado de la realidad. Sólo hay que analizar el intento del ejecutivo y de la mayoría legislativa que lo apoya contra la Sala de lo Constitucional, la repartición del control de la Corte de Cuentas y del Tribunal Electoral entre los dos partidos de la coalición de gobierno, y el boicot a la reforma electoral, para llegar a la conclusión contraria: el gobierno de Funes atenta contra la institucionalidad; y la independencia de varios poderes (Corte de Cuentas, Tribunal Electoral, Corte Suprema, Fiscalía...) está en peligro.
A pesar de la evidente falsedad del discurso de Funes y de sus afirmaciones sobre el respeto a la institucionalidad y al principio republicano de la independencia de los poderes, el hombre más rico del mundo, el magnate mexicano Carlos Slim, le prometió a Funes inversiones importantes de 300 millones de dólares. Ojo: a pesar de la malísima relación que Mauricio Funes tiene con los empresarios e inversionistas nacionales; y a pesar de la inseguridad jurídica que el FMLN y su presidente están creando con su irrespeto a la independencia de las instituciones que supuestamente sirven de contrapesos y controles al ejecutivo. Sería interesante saber cuáles son los compromisos que el presidente de El Salvador ha asumido con Carlos Slim para que este, que conoce perfectamente la situación real de El Salvador y sus instituciones, se haya comprometido con este nivel de inversiones.
Tienen que ser compromisos a largo plazo – los mismos que el presidente, hasta la fecha, no ha estado dispuesto a concertar con los empresarios e inversionistas nacionales. Mientras Funes en México y Guatemala estaba hablando de supuestos acuerdos con la empresa privada en temas tan cruciales como el plan de seguridad y la manera de financiarlo, y las políticas de creación de empleo, los gremios empresariales aquí en El Salvador todavía estaban esperando que Casa Presidencial les entregue estos planes.
En vez de planes y propuesta para poder discutirlos, el ‘presidente de todos los salvadoreños’ mandó a los empresarios mensajes de guerra mediante los medios mexicanos: “Hoy enfrentamos la oposición de un sector, el de la derecha radical, entronizada en el principal partido de oposición y en las cámaras empresariales”, expresó Funes a ‘El Economista’ en México.
Y en otra entrevista, concedida al periódico ‘La Jornada’, Funes incluso reconoce porque ha fracasado en la parte medular de su proyecto político: "Tuve que haber construido un pacto social desde el primer día. No lo hice porque tuve que enfrentar al FMLN, que pensó que había ganado la presidencia y que se podía vaciar en el gobierno (...) En ese enfrentamiento con el partido, en esa discusión a veces pública, a veces privada, se me fue el tiempo”.
"Esta presidencia está atacada por la izquierda y por la derecha", confíesa Funes a la directora de ‘La Jornada’, Blanche Petrich. Claro, a un presidente, que además llega al poder sin ninguna experiencia ni política ni gerencial, ¿quién le va a pedir resultados si tuvo que perder dos años en pleitos con un partido anclado en el siglo pasado y sus ideologías obsoletas? ¿Cómo no tenerle lástima si además está siendo atacado por una “derecha radical” atrincherada no sólo en el partido de oposición sino también en los gremios empresariales?
¿Pero cómo explicar que el presidente de la República haga a su amiga Blanche Petrich una confesión como esta: “Sabía que me iba a distanciar de las aspiraciones históricas de la población”?
La única manera de entenderlo que se me ocurre es esta: Este hombre ya se resignó. Se ha quedado sin proyecto político propio frente a la resistencia del FMLN a convertirse en un partido democrático, abierto, plural y moderno. Todo el discurso (que también pronunció en México, en particular al entrevistador de ‘El Economista’) de “una izquierda moderada, democrática, sensata y pragmática” al FMLN y sus dirigencia le resbala. Sin consecuencias. Sin huellas.
Pero aún así, y porque se ve cercado de “la derecha radical” y de un sector privado que tampoco le cree su discurso de la “izquierda moderada”, Funes se compromete a trabajar para que el próximo presidente, a elegir en el 2014, sea del Frente: “Pero las demandas más sentidas será un próximo presidente quien pueda materializarlas. Por eso trabajo... para garantizar continuidad del proyecto.” (La Jornada)
Parece que va a perder también los restantes tres años de su mandato con discusiones inútiles con el Frente.
(El Diario de Hoy)