Es
obvio: ARENA, al igual que el FMLN, no dispone de un mecanismo
confiable para tomar la decisión tal vez más importante de su historia:
¿Quién será el candidato presidencial idóneo para el 2014? Veamos en
esta columna el dilema de ARENA y en una posterior el dilema del Frente.
ARENA
enfrenta un reto mucho más grande que ganar las elecciones del 2014:
Esto parece la parte más fácil. Tiene que mostrar que su próximo
gobierno no significa un paso atrás, sino un paso adelante en el
desarrollo democrático, institucional y económico del país.
El
elegido de ARENA no sólo tiene que ser un candidato ganador, sino
también un estadista que gobierne de manera diferente, sin peligro de
recaer en los errores cometidos por ARENA en el pasado.
Luego
de dos presidencias populistas (de Tony Saca y Mauricio Fines), el país
necesita a un presidente capaz de recuperar la confianza en la
política, en el gobierno, en el Estado, en el funcionamiento de las
instituciones democráticas, en el país y su futuro. Tiene que ser
alguien con capacidad de reconstruir la viabilidad financiera y
administrativa del país, un gran gerente, pero al mismo tiempo alguien
con principios firmes y una visión clara de la ética, transparencia y
responsabilidad social de la administración pública.
Uno
de los errores que la derecha ha pagado caro ha sido la manera cómo
escoge a sus candidatos. La última vez, esto le costó a ARENA las
elecciones y obligó al partido a pasar por una profunda crisis y
renovación del partido.
Esta
renovación no está terminada. Por esto ARENA no puede simplemente
buscar al candidato más popular para asegurar la victoria electoral, y
ciertamente no al más populista. Ya sabemos a qué desastre esta
tentación puede llevar al país y al partido de gobierno.
Tampoco
puede ARENA correr el riesgo que el proceso de selección de su
candidato nuevamente ponga en peligro su frágil unidad, ni mucho menos
la también frágil confianza de las bases y los votantes en la
institucionalidad del partido y en la integridad de su dirigencia.
El
mecanismo ideal serían primarias, así como exitosamente las llevó a
cabo en febrero del 2012 la oposición venezolana. El problema es que
primarias, sin cumplir antes todos los requisitos necesarios para que el
proceso sea confiable y creíble, serán contraproducentes y pondrán en
peligro la unidad.
El
proceso de selección del candidato tiene que cumplir básicamente 3
funciones: a) escoger al candidato idóneo; b) dar la máxima legitimidad
al candidato; y c) asegurar la unidad del partido y su contorno.
Resulta
imposible que para esta ocasión se tenga el tiempo, el padrón, las
condiciones y la institucionalidad partidaria para que unas primarias
sean exitosas en este sentido: escoger al mejor candidato y a la vez
cimentar la unidad.
Pero
igualmente hay que descartar que la decisión la tome el COENA o un
círculo cerrado de seis personajes del partido, como ahora se propone.
De esta manera no está garantizada ninguna de las metas: ni que salga el
mejor candidato (o candidata, en este caso), ni que se fortalezca la
unidad.
ARENA
necesita adoptar un mecanismo que sea práctico, confiable, e
institucional. Y que sea transparente en el sentido de que todos (los
precandidatos, los cuadros, la opinión pública) sepan cuál es el
mecanismo y cuáles son las reglas del juego.
Entonces,
si ARENA aún no está lista para un mecanismo realmente abierto y
democrático, el nombramiento del candidato tiene que ser “por dedo”,
pero por un dedo que tenga la capacidad, credibilidad, pluralidad y
autoridad para asegurar que la decisión final sea asumida por todos sin
recelos, en especial por todos los precandidatos.
ARENA
puede construir para esta ocasión un gremio ad-hoc con tanta autoridad
que cualquiera que no acepte el resultado, automáticamente quede aislado
y desprestigiado. Definitivamente, el gremio de los seis sabios (3
ex-presidentes +3) no cumple este requisito.
Para
que el proceso tenga credibilidad y potencie al partido, este “Consejo
de Sabios” tiene que ampliarse. La comisión de los seis, luego de
consultas con los sectores, los departamentos, los empresariales
donantes, y con otros amigos del partido, puede perfectamente nombrar
una comisión amplia, un verdadero “Consejo de Sabios” con el siguiente
mandato:
- elaborar las reglas del juego para el proceso de escogitación de la formula presidencial; incluyendo su reglamento interno, o sea cómo va a proceder y cómo va a tomar decisiones, por ejemplo con qué tipo de mayoría;
- definir el perfil político del futuro gobierno y del candidato idóneo para llenar este perfil;
- organizar el proceso de precandidaturas, y de audiencias (públicas y privadas) con los precandidatos;
- definir qué cargos dentro del partido son incompatibles con precandidaturas; y como deben comportarse los miembros del COENA frente a las precandidaturas;
- tomar la decisión final e inapelable sobre la fórmula presidencial de ARENA;
- comunicar esta decisión de manera que no queden dudas ni espacio para conspiraciones, sino que todo el partido acepte la decisión y trabaje en función de ella, incluyendo a todos los precandidatos.
Quiere
decir que estamos hablando de una Comisión con plena autoridad de
decisión. No sería el COENA que reciba una propuesta y luego tome la
decisión. El partido delega la decisión a la Comisión. Así se protege al
COENA, su credibilidad y su autoridad frente a todos los sectores y
todas las tendencias de pensamiento dentro del partido.
Que
esta Comisión o este “Consejo de Sabios” tenga la capacidad de tomar la
decisión correcta y la autoridad para asegurar que todo el partido y
sus amigos la acepten y asuman, depende de la manera consensuada y
plural de constituirla. Tiene que incluir a todos los sectores y todas
las corrientes de pensamiento.
Esta Comisión tiene que incluir los siguientes elementos:
- dirigentes orgánicos del partido, incluyendo los 3 ex-presidentes;
- representantes de los principales empresarios donantes del partido;
- intelectuales no orgánicos con gran credibilidad, no sólo dentro de las bases del partido, sino en el resto de la oposición y en la sociedad civil.
Todo
el proceso hay que diseñarlo en función de un objetivo que es igual de
importante que el nombre del candidato que salga: preservar y fortalecer
la pluralidad y al mismo tiempo la unidad.
El
partido puede desde ya establecer como pre-requisito que nadie puede
ser precandidato, si no está dispuesto a formar parte del equipo
alrededor de la formula definitiva. Esto sería la regla básica. Los
partidos tienen que empezar a ver la lista de sus precandidatos como
fortaleza, como el futuro equipo de campaña y de gobierno, no como un
campo de batalla e eliminación.
Para
esto hay que aplicar las experiencias más importantes del proceso de
primarias en Venezuela: la inclusión en el proceso a personajes
independientes que no son parte del aparato partidario; lograr convertir
el concepto “pluralidad-unidad” en la idea fuerza; y una política de
comunicar abiertamente los principios que logre que las bases del
partido, sus simpatizantes y la opinión pública no acepten que alguien
rompa las reglas y la unidad.
Disculpen la intromisión en asuntos internos. Pero este proceso es demasiado importante para dejarlo solamente al partido.
(El Diario de Hoy)