Los ataques del Presidente de la República contra la empresa privada
han alcanzado niveles grotescos. Parece que este ciudadano no puede
vivir sin crisis. Apenas ha salido de una (la de la Corte y de la
negativa del bloque de partidos oficiales de cumplir las sentencias de
la Sala de lo Constitucional), y con la otra ya asomándose (la elección
pendiente del fiscal general y nuevamente la negativa del bloque de
partidos oficiales de cumplir la sentencia correspondiente), y Mauricio
Funes arma una nueva, provocando la ruptura entre Gobierno y sector
privado.
Todos pensábamos: Qué buena que medio salimos de una crisis totalmente
improductiva, para volver a atacar el problema real del país: ¿Cómo
entre todos (Estado y sector privado, Gobierno y oposición) remover los
obstáculos al crecimiento económico? En este sentido, se esperaba que
el Presidente les estrechara la mano a los empresarios e hiciera las
gestiones privadas necesarias para que los cinco representantes del
sector privado regresen a la mesa del Asocio por el Crecimiento, que
habían suspendido para presionar al Presidente a que aporte a la
solución de la crisis constitucional en vez de formar parte beligerante
en ella.
Sin la participación del sector privado, Estados Unidos no puede
impulsar el Asocio para el Crecimiento. Pero en vez de remover este
obstáculo, el Presidente --al sólo salir del cónclave de tres semanas
en Casa Presidencial-- inmediatamente va al ataque a la empresa privada
y sus organizaciones representativas. En la misma noche fatal que los
partidos oficiales imponen una resolución de la Asamblea Legislativa
para dar validez jurídica a la sentencia de la Corte de Managua, Funes
pone a sus partidos a aprobar, en un madrugón, un combo de decretos que
significan una declaración de guerra a la Asociación Nacional de la
Empresa Privada.
Sin análisis y sin debate cambian las reglas del juego entre Gobierno y
empresa privada, limitando la influencia del sector privado en las
juntas directivas de las autónomas. Es una reforma, aparte de sumamente
ofensiva por inconsulta, que va en sentido contrario: En vez de hacer
las autónomas realmente autónomas, las vuelve aún más dependientes.
Cosa que es grave sobre todo en las instituciones (como Seguro Social e
Insaforp) que son enteramente financiadas por el sector productivo y
no tendrían que tener presidentes nombrados por el Gobierno de turno.
Bueno, ahora también los representantes de la empresa privada en sus
juntas serán nombrados por el Presidente...
Y el día siguiente sigue la ofensiva presidencial contra la empresa
privada con un show en TCS: atacando con nombre y apellido a tres
dirigentes gremiales ("Koquito" Daboub, como Funes llama al presidente
de ANEP; a Luis Cardenal y Federico Hernández, de la Cámara de
Comercio); cuestionando la representatividad de estos gremios y sus
dirigentes; acusándolos de complicidad con la corrupción de gobiernos
anteriores. Aunque lo hace en su acostumbrado tono agitado (que provocó
a otro prominente empresario a recomendarle el aumento de su dosis de
valium), es difícil creer que sólo son exabruptos de un mandatario
estresado y que no sabe cómo responder a lo que su cargo le exige.
Por la consistencia de sus ataques a la empresa privada, tienen que
corresponder a una estrategia. La interrogante del millón: ¿Estrategia
con qué fin? Para resolver los problemas del país no puede ser, porque
genera lo contrario: más obstáculos a la superación de nuestra crisis
de crecimiento económico. Los cinco empresarios no pueden volver a
incorporarse al Asocio por el Crecimiento con un Presidente que produce
ruptura con el sector privado. Y la administración Obama no puede
impulsar este plan de fomento al crecimiento, si los sectores
productivos no tienen cabida en la estrategia de su socio Funes.
La única manera de explicarse la campaña de Funes contra la empresa
privada es esta: Al Presidente ya no le interesa poner sus políticas
públicas en función de una estrategia integral e incluyente de
desarrollo basado en crecimiento, sino en función de la meta electoral
acordada entre FMLN y el contingente liderado por Saca y Funes: evitar,
a cualquier costo, que ARENA regrese al poder. Ya que el FMLN ha
definido a Salvador Sánchez Cerén como su candidato, necesita dar vida a
una polarización que corresponde a esta candidatura. Y esta estrategia
se resume así: Activar nuevamente la lucha de clases, el pueblo contra
los ricos representados por ANEP y ARENA. En función de crear y
mantener viva esta polarización va a actuar el FMLN, y el Presidente
Funes al fin se ha dejado de pajas y pone el resto de su presidencia al
servicio de esta estrategia.
Resulta que la característica del Presidente de no poder vivir sin
crisis, coincide con la necesidad del FMLN de mantener viva la lucha de
clases. La psicología de Funes calza con la ideología del FMLN.
(El Diario de Hoy