El país no está en quiebra, las finanzas
públicas están en quiebra.
Tenemos gobiernos que fallan ante su
responsabilidad, pero no un Estado fallido.
Mal gobierno, mal manejo de finanzas
públicas, y políticas públicas erróneas ponen un país en crisis, pero solamente
terminan llevándolo a la quiebra económica y a un estado fallido si la sociedad
pierde la confianza en su capacidad de superar esta crisis.
Un país es mucho más que un gobierno y
sus políticas, y la economía de un país es mucho más que sus finanzas públicas.
La economía salvadoreña ha aguantado
políticas públicas erróneas y populistas de las administraciones Saca y Funes.
Ha perdido su capacidad de generar crecimiento, pero no ha quebrado. La
economía ha sobrevivido tres reformas fiscales, que nos han traído nuevos
impuestos y menos transparencia. Todas las reformas fiscales son malas si no
hacen más simple y transparente el sistema tributario. Nuestra economía ha
sobrevivido el declive en todos los diferentes índices que miden el clima
adecuado para inversiones; ha
sobrevivido la sistemática confrontación del gobierno Funes con el sector
privado - y no ha quebrado. Todavía crecen la exportación y la industria. Todavía
tenemos una economía que puede recuperar su crecimiento mañana, con tal que las
políticas públicas dejen de restringirla y focalicen la inversión pública consecuentemente
en educación y una seguridad basada en la inclusión social y la transformación
de los guetos.
El problema de las finanzas públicas, que
el gobierno del FMLN, lejos de resolverlo, está profundizando, se puede volver
manejable con la conjugación de varios factores: crecimiento económico,
austeridad en el gasto público, y políticas públicas que logren comprometer al
sector privado en estrategias de largo plazo.
Expertos en la materia afirman que
incluso las finanzas del Estado, aunque son mal manejadas por los gobiernos del
FMLN, podrían sanarse a corto plazo con medidas adecuadas que perfectamente
están al alcance de un ejecutivo y una legislativa responsables. O sea, no es
un problema estructural, es reflejo de políticas erradas. Pero estas se
esconden detrás de la falsa imagen de un país quebrado. Se habla de nuevos
modelos económicos, en vez de revisar de fondo las políticas públicas adoptadas
por los dos gobiernos del FMLN.
Algo parecido pasa con la afirmación
irresponsable que El Salvador es un “estado fallido’. Fatalmente, se juntan
corrientes de izquierda que quieren empujar al FMLN hacia cambios más fundamentales
(o incluso fundamentalistas). En esta categoría caen las posiciones de Héctor
Silva hijo, quien difunde la tesis que la PNC, por a infiltración de
ex-militares y sus conexiones mafiosas, tiene un pacto con el crimen
organizado. No habla de individuos que, igual que en cualquier policía del
mundo, dentro de la PNC pueden tener conexiones con el crimen organizado –
habla explícitamente de un problema institucional y estructural: la PNC como
institución está comprometida y por tanto no puede cumplir su rol de combate al
crimen. Ergo: estado fallido.
Lo más absurdo es que estas posiciones
son retomadas no sólo por voceros de la
UCA, de El Faro y de FESPAD, sino igualmente por representantes oportunistas de
la derecha. En su afán de criticar al
FMLN y su gobierno les conviene la teoría de la quiebra y del estado fallido. Echan
al niño con el agua de la bañera. En vez de someter las políticas de seguridad
del gobierno a un análisis crítico y proponer alternativas, hacen juicios
sumarios con el veredicto de un estado fallido. El argumento: si el estado, en
partes de su territorio, no puede mantener el control, ni garantizar los
servicios básicos ni imponer el monopolio estatal de ejercer violencia, se
trata de un estado fallido. Felicidades: aplicando criterios tan generales, toda
América Latina se compone de estados fallidos, tal vez con excepción de Chile,
Costa Rica y Uruguay. Ni hablar de África, el mundo árabe y buena parte de Asia. Entonces, “estado
fallido” se vuelve sinónimo de subdesarrollo, tercer mundo, país en desarrollo…
Felicidades, ¡excelente análisis!
Igual que en el tema económico, aquí
aplica lo mismo: el gobierno y sus políticas están fallando, hay que
cambiarlos, urgentemente. Cuando una habla de “estado fallido”, esto parece
imposible. Reparar un “estado fallido” requiere mucho más que una corrección de
políticas públicas o un cambio de gobierno. Implica una refundación del estado,
cambios en la correlación de fuerzas entre gobierno, poderes, sociedad, sector
privado. Sólo la izquierda troglodita puede tener interés en una refundación
del estado. Por esto promueve la tesis del ‘estado fallido’, echando la culpa a
los 20 años de ARENA…
(El Diario de Hoy