No hay democracia sin diálogo entre quienes piensan diferente, sin concertación entre intereses divergentes, sin construcción de acuerdos con metas compartidas. La pluralidad y la capacidad de administrarla son la esencia de la democracia.
Hoy nos falla esta esencia. El diálogo no funciona. No existen visiones compartidas, y hay una fuerza gobernante y mayoritaria, que descarta estos mecanismos esenciales de la democracia. O sea, descarta la democracia y apuesta a un régimen con poder absoluto en manos del presidente. El desprecio de Bukele al diálogo, a la concertación y al pluralismo es manifiesto, en sus discursos y sus acciones. Recetarse la reelección sólo es el último ejemplo.
Pero la cosa es aun más seria: Tampoco hay un proceso sistemático, constructivo y acumulativo de construcción de un acuerdo nacional entre la oposición y los movimientos ciudadanos. Y esto ya no es culpa del gobierno...
El hecho que no hay cómo construir consensos con el gobierno y los partidos que lo respaldan no significa que los demás tengamos derecho de abandonar el diálogo, el debate entre quienes pensamos diferentes. En esta situación, el diálogo se vuelve más importante que nunca. En una democracia bajo amenaza urge aun más que en una plena democracia.
El diálogo nacional que nos toca retomar y desarrollar será horizontal, entre todos los que están excluidos de las deliberaciones y toma de decisiones de un gobierno, que en su altanería y autosuficiencia quiere monopolizar no sólo el poder el poder sino la política. El país, precisamente porque está gobernado sin concertación, necesita que se construyan visiones compartidas, basadas en el respeto por las diferencias y la voluntad de administrarlas democráticamente. Sólo asísurgirá una cultura pluralista, que en el momento de la transición puede ser la plataforma para la reconstrucción de la democracia.
Olvidémonos de pedir diálogo a Nayib Bukele y su clan. Es como pedir peras al olmo. Con quienes no lo apoyan sólo acepta hablar para calmarle los nervios a la embajadora, o para exhibir en su maquinaria propagandística a quienes de buena fe aceptan sus convocatorias.
No hay nada que hablar con un obsesionado del control total del Estado, quien sistemáticamente viola la Constitución y se toma por asalto el control del sistema de justicia para poderse reelegir, como antes hicieron Daniel Ortega y Juan Orlando Hernández. Bukele no es hombre de constituciones - le valen, igual que los Acuerdos de Paz, acuerdos de nación u otros legados. Para él son “pactos oscuros de los mismos de siempre”, ideología obsoleta, obstáculos a su poder...
Si con Bukele, su gobierno y su partido no hay nada que dialogar, sí hay un enorme trabajo por hacer en construir entre todos los demás un acuerdo de nación para reconstruir la democracia. Se trata de mucho más que una estrategia consensuada para desplazar al populismo en futuras elecciones. La construcción de un plan de nación alternativo al concepto populista tiene que pasar por un proceso de inclusión, que nunca ha habido en el país - lo que fue una de las debilidades de nuestra democracia que permitió el ascenso del autoritarismo. Aunque hemos tenido un sistema político multipartidario, nunca tuvimos un pluralismo democrático, en el cual realmente todos los sectores e intereses han sido tomados en cuenta. El sector informal, los barrios marginados, los veteranos de guerra, los jornaleros rurales, los desempleados, gran parte de nuestra juventud, y los viejos sin pensiones o con pensiones indignas son expresiones millonarias de exclusión.
En el campo político, las simplificaciones ideológicas de derecha e izquierda, de conservadurismo, liberalismo y progresismo no han sido sometidas a un proceso abierto y profundo de diálogo. No se trata de borrar las diferencias, pero sí de superar las formas dogmáticas y excluyentes de pensar y actuar.
La construcción de una cultura política unificadora y de una visión compartida de cómo integrar a la sociedad no son tareas que pueden esperar hasta el momento que el actual régimen autoritario se desgaste. Por lo contrario, son pasos indispensables para provocar el desgaste.
La plataforma política a construir casi se escribe por si sola: Restablecer el orden constitucional y la independencia del órgano judicial; una fiscalía independiente y profesional; restablecer el carácter civil, democrático y no político de la policía; reducir la Fuerza Armada y limitar sus facultades; castigo a los funcionarios corruptos del gobierno Bukele y los diputados cómplices de las violaciones a la Constitución.
Columna Transversal # 342