Conversaciones
con empresarios
Entrega
III: Carlos Borgonovo, cafetalero
En días anteriores hablamos con Óscar Panameño, de Torogoz, y Pablo
Durán, de Pan Santa Eduvigis. Hoy la conversación es con el representante de
otra empresa familiar: Carlos Borgonovo, de la firma productora, beneficiadora
y exportadora de café Borgonovo Pohl S.A. de C.V. Borgonovo es a la vez
presidente de la Asociación Salvadoreña de los Beneficiadores y Exportadores de
Café (Abecafé), que aglutina el sector privado del café y representa más del 60
% de la exportación salvadoreña de café. La firma Borgonovo Pohl cultiva café
en fincas en Talnique/La Libertad y El Refugio/Santa Ana. Es considerado uno de
los productores y exportadores grandes del país.
¿Estás orgulloso de nuestro café?
Claro, por supuesto. El café nuestro es
conocido por su excelente calidad. Sobre todo por una calidad consistente año
por año.
Nosotros en El Salvador recogemos la uva
en la finca del productor, la procesamos en los beneficios, controlamos el
proceso de uva a exportación, y así podemos dar año por año la misma calidad.
En otros países, cuando el café llega al
exportador, ya ha pasado por dos o tres manos. Por esto hay mucho comprador
internacional que viene a El Salvador buscando hacer alianzas a largo plazo.
Para ellos, el negocio con nosotros ya no es simplemente de volumen, sino de
calidad. Quieren hacer alianzas con aquellos empresarios cafetaleros que van a
estar a largo plazo, que han sido fieles y consistentes en su calidad.
Entonces, dentro toda la crisis, se abren oportunidades que hay que aprovechar.
Algunos dicen que la caficultura
salvadoreña se está muriendo...
Está pasando por una época difícil, pero
no está muriéndose. Pueden quebrar empresas cafetaleras, pero nunca el café. No
es primera vez que nos vemos con la necesidad de renovar nuestros cafetales. En
los años 50, cuando vino la revolución del borbón, el empresario agrícola se
volcó a renovar sus cafetales con borbón, que era mucho más productivo. Y
pasamos de una agricultura de baja productividad a una de alta productividad.
¿Algo comparable nos toca ahora? ¿La
renovación de los cafetales?
Estamos en una encrucijada. Tenemos la
gran oportunidad de crear una nueva caficultura, como hicimos en los años 50,
buscando variedades resistentes de alta productividad y excelente taza. Nos
toca rediseñar nuestra parque cafetalero.
¿Y esto lo pueden hacer los cafetaleros
solos – o qué tipo de apoyo necesitan?
Son inversiones de largo plazo. Necesita
productores que creen en el negocio, dispuestos a arriesgarse a largo plazo.
Tenemos que ir trabajando en estas capacidades empresariales, en toda la cadena
productiva, y convencer a los productores que se vayan uniendo a este esfuerzo.
Hay ejemplos en el país de productores visionarios, que se embarcaron en la
renovación de su parque cafetalero, y con mucho éxito. No se trata de renovar
el 100 por ciento, sino de dar un primer paso. Hay que buscar los
financiamientos a largo plazo, para aquellos productores que tienen la
capacidad de endeudamiento y que están dispuestos a arriesgar también su
capital propio. Empezamos a renovar la parte afectada por la roya, y la otra
sigue produciendo. Luego, cuando la parte nueva ya produce, iremos gradualmente
renovando.
Son inversiones grandes. ¿Ustedes
piden ayuda financiera al Gobierno?
No. Lo que necesitamos para invertir es
confianza. Si no existen las condiciones que a uno le dan confianza, no podemos
invertir a largo plazo. Una condición es la seguridad. Hay muchos productores
que ni pueden ir a su finca, porque están siendo extorsionados. Otra condición
es capacitación, para llegar a una caficultura bien tecnificada y de alto
rendimiento.
¿En qué consiste la tecnificación en
la caficultura?
Es de manejo integral: estudios de
suelos, escoger bien las variedades idóneas para la tierra de su finca; abonos,
etc. Requiere de investigaciones, que no las puede hacer cada productor por su
cuenta. Ya estamos llegando al tema central: la institucionalidad del café. Una
institucionalidad sectorial que es igual que la institucionalidad democrática
de un país.
¿Estás hablando del problema de
Procafé?
Hay que reconstruir toda la institución
sectorial, empezando con el Consejo Salvadoreño de Café, donde están el
gobierno y el sector privado, y donde se debe de construir una visión de largo
plazo para la caficultura. La renovación de nuestros cafetales es parte de esta
visión y hay que articular
todos los actores que interactúan con la cadena
productiva del café: el sector financiero, abonos, gobierno, productores,
beneficiadores, exportadores, academia... Este plan tiene que tener una visión
a 20 años plazo, no es para el quinquenio de un gobierno.
¿Este plan ahora no se está
trabajando?
Entre las asociaciones gremiales ya
tenemos acordados los lineamientos básicos. Hay un consenso generalizado que
tenemos que embarcarnos en una renovación, y que se necesita una
reestructuración financiera. Y tenemos que definir cuál va a ser el rol del
Estado: de facilitar y crear las condiciones para que podamos invertir. No
queremos que nos regalen nada. Para renovar, necesitamos créditos blandos a
largo plazo. No podemos estar renovando con tasas de interés de 10 %. Para
facilitar las condiciones, tiene que haber un liderazgo, el Estado como
facilitador tiene que estar involucrado en esta gran construcción de la nueva
caficultura. Y no para ayudar a los empresarios, para el mismo Estado es
importantísima la caficultura, por el tema del medio ambiente.
¿Tú estás diciendo que la caficultura
es un asunto de interés nacional, más allá del interés sectorial de los
cafetaleros?
Claro. Por un lado el rol de los
cafetales para el medio ambiente. Pero también para el empleo. Con la roya
hemos perdido más de 100 mil empleos. Si esto no se revierte, habrá otra
migración fuerte a las ciudades, porque la mano de obra del café está
concentrada en zonas donde la caficultura es la única fuente de empleo. Los que
más sufren de esta crisis de la roya son las comunidades que dependen de la
caficultura durante todo el año, no solo en los meses de la corte. Este año,
para muchos no hubo este sustento.
Una manera de crear este empleo que tanto
necesita el país, es invertir en la renovación del café. La renovación de los
cafetales requiere de mucha mano de obra, con todos los trabajos que por años
hay que hacer para que los nuevos cafetales sean productivos.
Regresemos al Consejo Salvadoreño del
Café. Tu dijiste que hay que reconstruir la institucionalidad...
Cuando entró este gobierno, hizo cambios
profundos en el Consejo, metieron gente que no supo articular consensos.
Acabaron desarticulando toda la institucionalidad cafetalera. Los ministros que
están ahora al frente, el de Agricultura que ya es el tercer ministro en esta
cartera, y el de Economía, han hecho todo lo posible para volver a encarrillar
las instituciones. Ha sido un desorden grave, y ahí veo la prioridad para el
futuro: Tenemos que construir instituciones con visión de largo plazo y más
autónomas del gobierno de turno.
¿Esta ya es una demanda de ustedes al
próximo gobierno?
El próximo gobierno tiene que rehacer la
institucionalidad y respetarla. Debe tener la habilidad de consensuar, con todo
el sector, no importando el tinte político, una visión país. Tenemos que tener
una institucionalidad del sector café que trasciende gobiernos.
¿El café podrá recuperar su función
como columna vertebral de nuestra economía?
Claro. No solo de la economía, también
del desarrollo social y de la preservación del medio ambiente. Si los cafetales
mueren, la gente va a talar los árboles para sobrevivir, se van a sembrar
cereales, y vamos a quedar mas deforestados, con erosión peligrosa...
¿Cuáles han sido los errores que se
han cometido que hay que corregirlos?
En el problema de la roya, el ministro de
Agricultura fue mal asesorado. No se apoyó en nosotros, sino en otras personas
de su confianza. Por esto no se tomaron la medidas adecuadas de forma
inmediata. El Consejo del Café estaba enfrascado con el pleito sobre el futuro
de Procafé, y cuando Procafé sonó la alarma por la roya, dijeron al ministro
que era una exageración, una maniobra política. Se equivocaron por un prejuicio
político. Como estaba desarticulada la institucionalidad del café, y a Procafé
el Gobierno lo tiene sin fondos, no hubo una respuesta ágil, basada en
investigación. Básicamente se acabaron dos cosechas de café.
¿Tiene el país la capacidad de
investigación necesaria para este tipo de crisis y para la renovación que
planteas?
No la tenemos. La perdimos. Éramos
líderes a nivel mundial, pero ahora nos llevan años luz en Brasil y Colombia en
investigación y tecnología del café. Esto es parte esencial de la
institucionalidad que hay que reconstruir.
Ahí entra el problema de Procafé.
Entiendo que esto es la institución al cargo de la investigación...
Sí, pero el gobierno Funes lo dejó sin
dinero. La contribución para Procafé es de los productores. Nos descuentan 50
centavos por quintal para Procafé. Este dinero entra al Consejo y de ahí
contratan los servicios de Procafé. Este gobierno decidió que el Consejo no
siga contratando a Procafé. Es más, no contratan a nadie para investigación.
Entonces, Procafé se quedó sin financiamiento. Fue una decisión personal del
presidente Funes que dijo que no iba a dar un centavo a Procafé, porque según
él se usó para fines políticos. Pero es la institución de investigación de los
caficultores, financiada por nosotros, no por el gobierno.
¿Se puede recuperar la capacidad de
Procafé si un próximo gobierno deja de boicotearlo?
La infraestructura sigue existiendo, pero
muchos agrónomos ya no están. El gobierno quiere concentrar toda la
investigación y la transferencia de tecnología en Centa, sin participación del
sector privado. Hay que reactivar Procafé como institución independiente y
profesional. Si no, no podremos enfrentar los retos del futuro.
Por una parte, la caficultura, de
todos modos, no se puede abandonar, porque tiene importancia mucho más allá de
los intereses empresariales. Es esencial para nuestro medioambiente y para el
desarrollo humano en el campo. Además tú me dices que la caficultura se puede
reactivar y hacerla rentable. Es un mensaje bastante optimista.
Hay oportunidad para el café en nuestro
país. Tenemos que aprender a navegar los ciclos de precios bajos y altos en el
mercado global. Con una visión a largo plazo, y con gobiernos que nos
acompañan, el café puede dar mucho al país. Necesitamos capacidad empresarial
combinada con un gobierno que nos asegura las condiciones básicas: seguridad,
certidumbre, confianza, instituciones sólidas. Nosotros en El Salvador no
podemos crecer extendiendo los cafetales, como por ejemplo en Honduras. Tenemos
que crecer aumentando productividad y calidad. Otra cosa que esperamos del
próximo gobierno es que remueva los obstáculos legales que nos dejó la reforma
agraria, reformando la ley de arrendamientos, para permitir producción a mayor
escala.
¿Alguna conclusión final, Carlos?
Yo tengo fe que el país está fértil para
un boom económico, si creamos las condiciones. Y el café puede tener un papel
esencial para impulsar este boom. Con crecimiento económico podemos responder a
las necesidades de inversión social.
¿Tú aceptas que como sector
cafetalero, que ha sido predominante en la economía, ustedes tienen una deuda
social histórica?
Cuando hablo de renovación de la
caficultura, parte esencial es incluir las comunidades en el desarrollo. Es un
compromiso que tenemos que asumir. Tenemos el mejor café del mundo, y lo
podemos poner en función del crecimiento y del desarrollo humano de nuestra gente
en las comunidades que viven del café.
¿Sos optimista, entonces?
Sí. Pueden quebrar empresas cafetaleras,
si no se suben al proyecto de renovación, pero no puede quebrar el café. Puede
quebrar un gobierno, pero no el país y su economía.