Publicado en EL DIARIO DE HOY, domingo 5 julio 2020
Desde que nos agarró la pandemia, todos estamos hablando y escribiendo, todos los días, de nuestro sistema público de Salud, de cuarentenas con su impacto fatal sobre la economía (la nacional como la familiar), de un gobierno que en medio de la crisis de Salud nos metió en una crisis institucional. Son los problemas que, con toda razón, más nos preocupan, y que necesitamos entender y resolver.
Sin embargo, hay otros temas a los cuales tendríamos que poner atención con la misma urgencia. Sobre todo el tema electoral. Estamos a solo 8 meses de las elecciones legislativas, que van a definir si el rumbo del país será hacía un régimen autoritario, con el presidente, su clan familiar y su círculo de poder tomando control total del Estado -o si vamos a seguir teniendo condiciones para defender el orden republicano con pesos y contrapesos y división de poderes.
Suena dramático, pero no tiene ni una onza de exageración. La situación es dramática, por todo lo que está en juego. Igual o aún más que en la crisis de la epidemia…
En este sentido, es una actitud equivocada ver como antiético o insensible que en medio de la epidemia con sus sufrimientos se esté pensando en las elecciones. Es al revés: no hablar ahora sobre estas elecciones, sobre cómo articular una estrategia de contención al populismo autoritario, sobre opciones viables y atractivas, sería una irresponsabilidad imperdonable. Esto no se puede posponer para “después de la epidemia”, simplemente porque no habrá tal “después” antes de las elecciones.
Los únicos que parecen haber entendido esto son los Bukele. Su partido Nuevas Ideas es el único que está haciendo campaña pública en preparación de sus elecciones internas. Nos puede caer mal el desfile de sus precandidatos por las redes sociales, pero es un error denunciar esto como “campaña adelantada” y, por tanto, ilegal. Que muchos de los precandidatos de Nuevas Ideas están llevando su campaña a las comunidades, repartiendo los paquetes alimenticios del Estado, y que algunos de ellos promueven su campaña y su partido desde sus posiciones de poder dentro del gobierno, es condenable éticamente y debería ser tema del debate político-electoral, que lastimosamente no tiene lugar en el país.
Dejémonos de pajas: no tiene sentido que el legislador obligue a los partidos a celebrar elecciones primarias y que se considere campaña adelantada cuando los precandidatos compiten públicamente. ¿Cómo pueden competir libremente los precandidatos en organizaciones tan masivas como Nuevas Ideas, ARENA y el FMLN, si no pueden usar las redes sociales? Es más, las elecciones internas no son exclusivamente asuntos internos de los partidos que solo competen a los militantes con derecho de votar. Son asuntos públicos con relevancia para toda la ciudadanía.
Entonces, ¿por qué los partidos de oposición (con las únicas excepciones tímidas de Vamos y Nuestro Tiempo) ni siquiera hacen el intento de transparentar y hacer accesible a la ciudadanía su proceso interno y las precandidaturas? ¿Por qué el FMLN y ARENA no aprovechan la coyuntura de las primarias para presentar a la ciudadanía, y en especial a sus militantes, las opciones personales y conceptuales que compiten por alcaldías y diputaciones? ¿Por qué no hay ningún tipo de debate público sobre su estrategia, su agenda legislativa para el período 2021-2024, o sea para el resto del período presidencial de Nayib Bukele?
Las elecciones primarias de todos los partidos se celebrarán antes de terminar julio. Y a estas alturas, ¿quién conoce los perfiles de candidatos nuevos en el FMLN y ARENA, en Vamos y Nuestro Tiempo? ¿Quién conoce sus propuestas? Nadie.
Están dejando el terreno a Nuevas Ideas, con el ridículo argumento de que no quieren hacer campaña adelantada. Hay un mandato de transparencia y de libre competencia entre los precandidatos (libre de decisiones de las cúpulas), ¿pero cómo habrá libre elección si no se conocen los precandidatos y sus propuestas políticas?
Les quedan pocos días para organizar sus elecciones primarias con transparencia y seriedad.