En este contexto nace la absurda idea de
ARENA de resolver (o por lo menos aliviar) lo que llaman la ‘crisis humanitaria’
de la migración de menores aumentando las penas a los ‘coyotes’, o sea criminalizando
aun más el flujo de migrantes. Así propuso ARENA en la Asamblea.
Es un derecho fundamental del ser humano
a decidir libremente adónde quiere buscar suerte para construir una vida digna.
En la era de la globalización, cuando ya se percibe como natural el libre flujo
de capital y de mercancías de un país al otro, borrando fronteras y
legislaciones proteccionistas, todavía nos cuesta percibir de la misma forma el
libre flujo de las personas. Y no sólo hablo de la migración forzada por
pobreza, persecución o violencia. También hablo de la migración totalmente
voluntaria que no satisface más que el deseo de superación o la curiosidad de
conquistar el mundo. Tiene el mismo derecho de migrar el joven desesperado de
salir de la pobreza que el joven que quiere estudiar afuera. Y obviamente el
niño que quiere reunirse con las padres que emigraron al Norte, y que no pueden
ni siquiera visitarlo porque siguen siendo indocumentados. A todos ellos el
Estado debería darles todo el apoyo posible y removerle obstáculos.
La migración a Estados Unidos o Europa,
de la periferia a los centros del desarrollo, en el fondo no es otro fenómeno
que la migración del campo al centro del país y sus ciudades. Hay diferencias
legales, nada más. Pero ambos flujos migratorios obedecen a la misma necesidad
de la persona de superarse, y ambos, por tanto son imparables.
Hoy todos hablan que la receta contra la
migración es crear oportunidades en nuestros países y hacerlos más seguros.
Está bien: Una parte de la gente que ahora se arriesga con la migración ilegal,
entonces se quedaría en sus países de origen. Perfecto. Pero siempre las
sociedades y, sobre todo, los gobiernos tienen que luchar para liberar y
legalizar la migración. Porque, aunque se podría bajar la necesidad que obliga a
mucha gente a migrar, esto no borra el derecho de buscar superación en otras
partes.
La migración no es un mal. Es un derecho
y una necesidad. El mal es la forma ilegal y arriesgada en que las personas se
ven obligadas a migrar. En este sentido, es ridícula y cínica la manera como
los gobiernos de Estados Unidos y El Salvador responden a la supuesta “crisis
de migración” y al fenómeno de la migración de niños y menores: con campañas
publicitarias contra los coyotes. Y ARENA, en vez de denunciar este cinismo y
exigir al gobierno a asistir a las familias que se quieren reunificar, se sube
al tren y pide aumentar las penas al los coyotes.
Claro que los coyotes explotan la
necesidad de la gente que necesitan asistencia para poder llegar a Estados
Unidos. De la misma manera que los prestamistas explotan la necesidad de la
gente que no tiene acceso al crédito decente. Pero ambos responden a una
necesidad. Claro que hay coyotes criminales que cobran caro este servicio y no
cumplen, sino abandonan a sus clientes o los entregan a bandas criminales en
los países de tránsito. Pero también hay coyotes que prestan un excelente
servicio. Cobran caro, pero cumplen. Hay pueblos en El Salvador donde la
persona más respetada no es el alcalde ni el cura, sino el coyote. Todos que
saben un poco del drama de la migración saben que los peligros más horrendos
los corren los migrantes que tratan de hacer el viaje sin poder contratar buenos
coyotes. Si los gobiernos de los países de Centroamérica, haciendo caso a la
absurda lógica de la propuesta de ARENA, criminalizan aun más el trabajo de los
coyotes, no van a limitar el flujo de la migración “ilegal” – sólo van a
aumentar aun más el precio. Y aumentando el precio, más gente va a lanzar al
viaje al Norte sin conectes, sin logística, y más centroamericanos van a morir
en el trayecto.
Los gobiernos centroamericanos, sin hacer
tanta bulla, tienen la obligación moral de reforzar todos los mecanismos de asistencia a
los migrantes. Tienen que buscar acuerdos con México para reducir los riesgos
que corren los migrantes pasando por este país. Y deberían llevar una inteligente
batalla política y moral para abrir mecanismos legales de reunificación
familiar - y de la migración en general. Tratar de parar la migración es
imposible. No se para con publicidad estúpida, y tampoco con medidas penales
aun más restrictivas. En vez de tratar de parar la migración, hay que
reconocerla como un derecho – y este derecho nadie les puede negar a los niños
y menores que buscan reunirse con sus padres, o que simplemente buscan un
futuro.
(El Diario de Hoy)