miércoles, 31 de octubre de 2007

Consejo no solicitado

Concejo no solicitado: tómense tiempo, señores del Cambio Democrático, del FDR y del PDC, señor Arturo Zablah. Sólo porque al FMLN se le ha ocurrido a definir y proclamar candidatos un año antes del tiempo, no tienen que correr ustedes y tomar decisiones prematuras.

Los únicos que tienen prisa para que los partidos de izquierda y del centro tomen decisiones --tomen partido-- son el FMLN Mauricio Funes. El resto de la oposición no tiene porque apurarse con la definición de su proyecto, sus alianzas y sus candidaturas. Si de construir una opción nueva se trata, necesitan tiempo, paciencia, trabajo de laboratorio. El FMLN trata de apurar al resto de la oposición precisamente para evitar que el resto de la posición se dedique, con tranquilidad e independencia, a explorar las posibilidades de formar una tercera opción.

Cambio Democrático, para mantener su credibilidad, tiene que ponerse claro: Si ya decidieron ir con el Frente, que lo digan y negocien las condiciones y cuotas. Si quieren ser partícipes de una tercera opción, entonces que se metan al proceso de construcción, que se vuelven protagonistas, que asuman liderazgo. El discurso de CD es correcto: Primero hay que hacer el diagnóstico de los problemas del país, después definir políticas de solución, al final definir candidaturas. Pero este discurso no tiene ningún sentido si quieren ir con el FMLN. El Frente ya quemó las tres etapas: Ya tienen diagnóstico, ya tienen programa, y ya tienen candidatos. Con el Frente no queda nada que discutir, sólo repartir cuotas. Y tampoco muchas, porque las importantes ya están distribuidas internamente.

El discurso y la metodología de CD sólo son correctas y honestas si hablan de la construcción de la tercera opción. Ahí sí todo esta abierto. Hay un hombre que se ofrece de candidato, pero no tiene cómo imponerse, no tiene cómo dictar condiciones.

Arturo Zablah tiene que tomar una decisión y esta sí urge: si está dispuesto a participar en la labor y el riesgo que implica la construcción de una opción nueva que rompe el esquema bipartidista, aun cuando es muy poco probable que puede ganar en 2009. Arturo Zablah tiene que saber --y decir-- si está dispuesto de aceptar el reto de acumular, de construir para mediano plazo. Arturo Zablah no puede pensar sólo en las elecciones presidenciales, urge que incorpore en su proyecto la necesidad de construir una fuerza legislativa suficiente fuerte, independiente y consolidada para establecer otro tipo de gobernabilidad en el país. Gobernabilidad pactada, concertada, en vez de gobernabilidad comprada e impuesta.

Una decisión parecida tienen que tomar el doctor Héctor Dada y los demás dirigentes --formales y fácticos/históricos-- de Cambio Democrático. Si piensan en el corto plazo, van a ir con el Frente. Aunque pierdan las presidenciales, por lo menos pueden negociar espacios en concejos municipales e incluso en la Asamblea. Pueden asegurar su sobrevivencia, pero al costo de su autonomía.

Si aceptan su responsabilidad como representantes de la izquierda democrática, tienen que pensar en plazos más largos. Tienen que olvidarse de los salvavidas y jugárselo todo, aceptando el reto de construir una opción de cambio diferente, un opción real de alternabilidad, aunque no a corto plazo, sino pasando por un proceso de acumulación. A la par del FMLN les puede ir medianamente bien, si son suficientemente oportunistas de conformarse con un papel de fachada democrática de un partido grande, autosuficiente y autoritario.

Aceptar el reto de convertirse en el arquitecto de una opción nueva que no acepta la polarización, sino se propone a romperla, es riesgoso para el CD. Pero es la única manera de mantener su dignidad, su autonomía, su razón de ser. Dirigentes históricos como Héctor Dada, Rubén Zamora, Héctor Silva, Francisco Díaz, Jorge Villacorta Juan José Martell no tienen el derecho a conformarse con salvavidas y cuotas de poder. Tienen un compromiso con el país, con la izquierda democrática. Tienen cosas que hacer, sueños a cumplir, que un Arturo Zablah y un Rodolfo Parker no pueden hacer solos, ni siquiera apoyándose en el FDR. Son el ingrediente casi indispensable de un contingente que se propone construir una alianza amplia y plural capaz de llevar al país a la alternancia que necesita.

En cambio, en alianza con el FMLN estos dirigentes simplemente se anegan. Como complemento cosmético de una maquinaria populista, ortodoxa y antidemocrática, renuncian a su responsabilidad de producir, construir, crear, liderar.

Mis amigos Zamora, Silva y Dada van a decir: Si nos aliamos con el FMLN es para asegurar que se vuelva democrático, constructivo, responsable. Pero esto, muy estimados amigos, es aun mucho más difícil, improbable y riesgoso que la otra aventura, la de ponerse a la cabeza de un proceso de acumulación y construcción de una opción independiente de los dos polos que reúna, por primera vez en el país, a los reformistas de izquierda y derecha para producir la transición.

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martes, 23 de octubre de 2007

Berlin 1936 - Pekin 2008

Nunca entendí porqué las naciones libres participaron --así no más, sin ningún gesto de inconformidad-- en los Juegos Olímpicos 1936 en Berlin. Era visible para el mundo que la dictadura nazi de Hitler iba a explotar los juegos como espectáculo político- propagandístico. Estaba ya en marcha la persecución de toda oposición política y de los ciudadanos de origen judío. Ya eran previsibles el carácter totalitario del régimen alemán y sus preparativos para la expansión territorial mediante la guerra. La intervención militar alemana en la guerra contra la España republicana era un hecho.

Sin embargo, todos asistieron a unos juegos que presentaron a la juventud alemana uniformada y uniforme, marchando al son de músicas marciales, pero sonriendo. Los juegos deportivos, concebidos cómo símbolo y vehículo de la paz y del entendimientos entre los pueblos, se convirtió, bajo el mando de los nazis y los ojos pasivos del mundo, en un evento paramilitar. Una mancha en la historia deportiva, una vergüenza para las democracias, una oportunidad no aprovechada a ponerle contención al fascismo en Europa...

Para nadie era ni secreto ni sorpresa que los Juegos Olímpicos de Berlin iban a convertirse en un gigantesco show propagandístico de los nazis. La España republicana --en una guerra de defensa contra el fascismo español y la intervención militar de los regimenes fascistas de Italia y Alemania-- llamó a las naciones del mundo a boicotear los juegos de Berlin. Pero todos llegaron y ayudaron a Hitler, su ministro de propaganda Goebbels y su cineasta Leni Riefenstahl a armar el show. En los juegos del 1932 sola habían participado 32 naciones, en 1936 en Berlin participaron 39 países, de los cuales 16 serían ocupados por los alemanes en los siguientes años.

¿Y Pekín 2008? Los chinos están preparando un show aun más poderoso que los alemanes. La población, sobre todo la juventud, está siendo organizada para recibir las naciones del mundo: marchas, cantos, coreografías, danzas, desfiles, todo multitudinario, gigantesco, monumental; todo uniformado, todo ensayado, todo perfecto. El lenguaje visual y escenográfico de las dictaduras totalitarias. Ya lo vimos en Berlin, ya lo vimos en Moscú...

Nadie ignora que en China miles de niños de muy corta edad están siendo entrenados con métodos absolutamente inaceptables, para convertir China en la superpotencia deportiva de los juegos del 2008. Nadie ignora que el doping en China es política del Estado. La juventud al servicio de la revolución, ¡venceremos!

¿Y la juventud que se manifestaba en la plaza Tiananmen en 1989? ¿Los estudiantes del movimiento pro democracia? ¿Los tibetanos? ¿Serán visibles en Pekín 2008? ¿O pasarán los juegos olímpicos en detención preventiva? Preventiva para que los visitantes, deportistas y periodistas no los vean...


La organización Reporteros sin Fronteras llama al boicot de los juegos en “China, la mayor cárcel del mundo para periodistas y cibernautas”. No sé si habría que boicotear la fiesta china. O condicionar la participación a ciertas condiciones mínimas para la oposición, para la desmilitarización del evento, para una apertura real que permite que las ideas revolucionarias, pacifistas de los Juegos Olímpicos tengan libertad y espacio para penetrar la sociedad china. No se qué han pensado los dirigentes del deporte mundial cuando eligieron Pekín como sede para el 2008. El problema es que todos quieren algo de China: unos venderlos carros, otros venderles materia prima, otros comprarles armas, otros acceder sus inmensas reservas de devisas, otros simplemente vivir en paz con un vecino tan poderoso. China, la próxima superpotencia económica, militar y financiera. Mejor estar bien con los chinos y no meterse en sus asuntos internos...

Así pensaron en 1936 también los países europeos al viajar a Berlin, tres años antes de ser invadidos y masacrados por sus alegres anfitriones...

Por lo menos hay que iniciar, en cada país y en el movimiento olímpico internacional, una discusión seria y honesta sobre la problemática de Pekín 2008. Discusión que en el 1936 no se dio. Los medios de comunicación del mundo tienen que decidir si aceptan ser receptores de la imagen que China quiere proyectar, o si exigen acceso libre y no filtrada al país, a la información, a la oposición.

Si no, en el 2008 sólo vamos a ver en nuestros televisores millones de jóvenes chinos sonrientes, alegres, disciplinados, uniformados y bien entrenados. Y pensar que en China todo está bien: moderno, alegre y eficiente. Pues sí, la típica cara del totalitarismo.

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miércoles, 17 de octubre de 2007

Para enjuiciar al adversario, primero hay que vencerlo

Si querrés, después de la guerra, hacerles juicios a tus adversarios, primero tenés que vencerlos. Tenés que ganar la guerra antes de hablar de juicios. Los juicios a los criminales de guerra las hacen los vencedores. El tribunal de Nürnberg lo hicieron los aliados después de derrotar y desarmar a los alemanes. Enjuiciaron a los criminales de guerra alemanes, no a los criminales de guerra americanos, británicos y soviéticos. No a los responsables del bombardeo a la población civil de Dresden e Hiroshima. Enjuiciaron a los comandantes de los campos de concentración y extermino masivo alemanes, no así a los responsables de los campos de concentración y exterminio rusos.

Lo que está bien. Para mi, hubieron tenido que enjuiciar a mucho más de los culpables alemanes. Los aliados contra Hitler llevaron una guerra justa y necesaria para liberar al mundo de la plaga fascista. Hicieron sacrificios enormes, y también cometieron crímenes de guerra - pero ganaron, por suerte. Nadie los enjuició, porque ganaron.

En la guerra interna salvadoreña hubo crímenes de guerra, asesinatos de civiles, masacres. La Comisión de Verdad instalada por Naciones Unidas con el aval de las partes firmantes de la paz señaló varios de los crímenes más emblemáticos. Y atribuyó culpabilidad: la mayor parte de los crímenes fueron cometidos por fuerzas gubernamentales y paramilitares progubernamentales, una parte mucho menor por la guerrilla.

Cualquiera de las dos partes, si hubiera ganado esta guerra, hubiera hecho su Nürnberg, investigando y sancionando a los crímenes del bando derrotado. Si gana el FMLN, varios de los dirigentes de ARENA y de los miembros del Estado Mayor hubieran terminado encarcelados o exiliados. Hubiera habido juicios en las casos de Oscar Arnulfo Romero, de Mozote, de Enrique Córdova, de Febe, de Herbert Anaya.Y si el ejército hubiera derrotado al FMLN, hubiéramos presenciado juicios en los casos de los secuestros a empresarios y embajadores, de la Zona Rosa, del comandante Mayo Sibrián, de los asesinatos de políticos e intelectuales de la derecha, del secuestro de Inés Duarte, de los alcaldes asesinados por el Frente, etc. Y los comandantes del Frente hubieran terminado exilados o encarcelados.

Sin embargo, en nuestra guerra no hubo ni vencedores ni vencidos. Negociamos terminar la guerra. Es inconcebible sentarse en una mesa de negociación para concertar la paz y al mismo tiempo decir a quien está sentado en frente: “Vaya, arreglemos este asunto del cese al fuego, pero después te vas a la cárcel?” Y el otro hubiera dicho: “Bueno, pero vos también, pero mientras tanto, sigamos en la agenda y discutamos el volado de la PNC...”

Para obtener una solución negociada y una paz sin vencidos, obviamente había que pactar una amnistía. De otra manera, no era posible.La paz, la negociación, la incorporación de la guerrilla y su dirigencia a la vida civil e institucional tuvo sus costos. No hay nada gratis, mucho menos en una guerra. Y el costo fue discutido, fue asumido concientemente. Incluyendo la amnistía. Todos teníamos claro que lo que íbamos a firmar en Chapultepec significaba que los jefes militares y escuadroneros iban a transitar libres por las calles, igual que nosotros y nuestros dirigentes.Lo discutimos y lo asumimos. Me recuerdo de incontables reuniones en los campamentos donde las fuerzas guerrilleras estaban concentrados entre el cese al fuego y la desmovilización definitiva. Muchos tenían dudas. Muchos decían que les iba a costar tragarse que iba a haber impunidad para los asesinos de sus familiares, de su obispo, de sus sacerdotes, de sus dirigentes gremiales o religiosos. Pero nadie dijo: “No, entonces mejor sigamos con la guerra hasta que la ganemos y podamos echarlos presos a todos estos criminales.”

Hoy, 15 años después –o sea luego de 15 años de hacer uso (bien o mal) de los espacios que nos ha abierto la solución negociada, luego de 15 años de haber gozado de las libertades y garantías que nos dieron los acuerdos, incluyendo la amnistía- algunos quieren negarse a pagar los costos. Surge nuevamente la demanda de abolir la Ley de Amnistía. Vuelven a alzarse voces de indignación contra la impunidad que esta ley ha dado a los implicados en crímenes relacionados con la guerra, o sea crímenes dentro del marco de insurgencia y contrainsurgencia.

Suenan nobles estas voces. Hablan en el nombre de las víctimas. Defienden derechos humanos, derechos civiles, dignidad de las víctimas. Pero, ¿realmente son sinceras estas voces? ¿No será que estén haciendo un juego peligroso o hasta cínico con los sentimientos de las víctimas? ¿Realmente quieren la situación que se generaría si de veras se estaría aboliendo la amnistía y abriendo juicios contra miles de protagonistas de los dos bandos?

Me llama la atención que los que ahora están exigiendo la abolición de la Ley de Amnistía no son los excombatientes guerrilleros. Ellos son los que mejor saben que en el 1992 todos asumimos las condiciones de los acuerdos de paz, incluyendo la amnistía, porque no existía la opción de vencer y vengar.

Los que han combatido en la guerra son los que menos caen en tentaciones de revanchismo. Conocen mejor la guerra y aprecian más la paz. No es cierto lo que dice Geovanni Galeas que de una guerra nadie sale limpio. Miles de combatientes guerrilleros y miles de militares han salido limpios: han matado, pero no han asesinado a civiles, no han torturado. Pero todos tienen conciencia de que la línea divisora entre guerra y crimen de guerra muchas veces no es clara. Todos han estado en situaciones donde han estado cerca de cometer abusos contra civiles o adversarios capturados o compañeros bajo sospecha de colaboración con el enemigo o cobardía frente al enemigo... Y esto es más cierto por más responsabilidades y mando que alguien ha tenido.

En esta nueva campaña de la abolición de la amnistía están hablando, por el momento, activistas de derechos humanos, religiosos, dirigentes de movimientos sociales. Parece que el FMLN está respaldando esta petición. Quisiera escuchar en la voz de los que han dirigido la guerra por parte de la insurgencia si realmente quieren abolir la Ley de Amnistía y que se abran juicios contra todos los que han sido señalados de abusos y crímenes, incluyendo a ellos mismos, por supuesto. Quisiera escuchar a Leonel González, por ejemplo, si está dispuesto a promover un decreto de abolición y, consecuentemente, renunciar al fuero de inmunidad que goza de diputado para que pueda enfrentar los juicios que le tocarían. Tengo que decir que admiro la valentía de Salvador Samayoa quien prácticamente ha dicho: Juntos hemos --gobierno e insurgencia-- acordado la salida al conflicto, juntos la defenderemos.

Hay dos afirmaciones, en este contexto, que requieren respuesta. Una es que la impunidad otorgada por la amnistía del 1993 es una especie de pecado de nacimiento de nuestra sociedad de posguerra y, como tal, directamente culpable de la impunidad que beneficia a los corruptos, los pandilleros y los narcos de hoy. Es como decir: Porque nadie está en la cárcel por el asesinato de Oscar Arnulfo Romero, andan libres los asesinos de los señores Manzanares en Suchitoto y de Federico Bloch.

No hay nada para sustentar esta tesis. La impunidad de hoy es resultado de los pecados de la posguerra, no de los Acuerdos de Paz y la amnistía. Tiene que ver con la ineficiencia de la fiscalía de la policía, con los errores de la política de seguridad pública, con la corrupción entre los jueces. Tiene como trasfondo la extrema polarización que ha impedido pactos nacionales en el área de seguridad pública y reforma del sistema judicial.

La otra afirmación es que la amnistía ha impedido una verdadera reconciliación. Primero, ¿quién dice que nuestra sociedad no está reconciliada? Pregunten a los combatientes de los dos lados, por ejemplos en las asentamientos de ex-soldados y ex-guerrilleros en el Bajo Lempa. Contarán cómo se han convertido en aliados, cómo se están apoyando mutuamente. Yo sostengo que la sociedad salvadoreña es altamente reconciliada, no así los liderazgos de los dos partidos grandes.

¿Y cómo imaginarse que sin la amnistía, con una avalancha de juicios contra militares, paramilitares, guerrilleros y comandos urbanos estaríamos mejor reconciliados? No, la amnistía ha sido parte vital e indispensable del proceso de reconciliación. Si queremos llegar aun más lejos en el camino de la reconciliación, no hay que atacar la amnistía sino la polarización y la ortodoxia en los dos polos.

(Publicado en Siguiente Pagina: vea tambien Diario de Hoy del 25 de oct)

miércoles, 10 de octubre de 2007

El mitos del Che. Una recopilación.

Han aparecido, en todo el mundo, en todos los idiomas, miles de artículos sobre Ernesto Guevara “el Che” a 40 años de su muerte. En vez de escribir otro más, he decidido seleccionar partes de algunos de los artículos que analizan el fenómeno del Che como mito, y su transformación en marca, por una parte, y santo de devoción, por otra. Yo persnalmente sólo quiero decir esto: Nunca en mi vida he portado ni voy a portar una camiseta con la imagen del Che. No me gustan los mitos, ni los santos, ni los héroes. Sin embargo, Ernesto Guevara ha tenido una gran influencia sobre mi vida. Su frase “creamos uno, dos, muchos Vietnam” cambió mi vida y, en última instancia, me llevó a El Salador. Igual que los ejemplos de los alemanes, americanos, ingleses y ciudadanos de otros países que combatieron en la guerra civil en España contra el fascismo que estaba al punto de apoderarse de Europa, Ernesto Guevara me hizo adoptar el internacionalismo como concepción que nunca pienso abandonar. Sin embargo, ‘el Che’ como santo de devoción de la izquierda y cómo icono revolucionario y comercial, no me dice nada. Veo en San Salvador buses adornados con la famosa silueta del Che a la par de la silueta casi idéntica de Jesús y de la suástica nazi. Las imágenes, combinadas así, pierden sentido. Las tres. Poner a la par, como si fueran compatibles, Jesús con el Che convierte a los dos en abstracciones sin sentido. Y combinarlos con la suástica sella lo absurdo del uso arbitrario de los iconos.
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“A pesar de cientos de vidas que pesan sobre su conciencia, el Che es chic.” Así introduce el escritor alemán Reinhard Mohn, su artículo en la revista alemana Spiegel sobre los 40 años de la muerte de Ernesto Guevara. A continuación fragmentos de su artículo:

“A 40 años de su muerte lo encuentras en todas partes: en la celda de una prisión de Andreas Baader (jefe del grupo terrorista RAF de Alemania), en el pecho de Johnny Depp y en el escotado del supermodelo Gisele Bündchen.”

“Políticamente fracasado en todo sentido, como icono inmortal.”

“El escritor Peter Weiss (La Estética de la Resistencia) escribió: ‘Cuando nos enteramos de la muerte del Che, nuestro primer pensamiento fue: ¿Tuvo que morir ahora cuando más indispensable se había vuelto? ¿Se sacrificó? La respuesta es sencilla y desnuda nuestra derrota y nuestra cobardía.’

“Aquí ya escuchamos el tono de la adulación de los héroes, que va a la par con la auto denuncia revolucionaria de nuestra propia debilidad. Los pecadores cobardes, arrodillados ante la imagen del sacrificado divino. Mucha gente de izquierda en toda Europa adoptaron esta actitud casi religiosa. Un ser sobrenatural como ejemplo, ante cuya grandeza sobrehumana uno puede fracasar sin cargo de conciencia.”

“Jean Paul Sartre llamó al Che Guevara ‘el hombre más completo de su tiempo’, y Jean Ziegler, sociólogo suizo y uno de los críticos más prominentes de la globalización, dijo: ‘Guevara creyó en el efecto terapéutico de la violencia. Pensaba que el que ejerce la violencia hasta el sacrificio de su propia vida descubre, en si mismo, el nacimiento del hombre nuevo.’ De eso se trataba, de la utopía fascinante del hombre totalmente diferente, totalmente nuevo. Libre, orgulloso, autodeterminado.”

“En la imagen del Che el comunista revolucionario abnegado y disciplinado se fusiona con el predicador del amor al prójimo y de la misericordia – y se forma un Jesús Cristo con machete y fusil AKA.”

“A pesar de que sobre su conciencia pesan cientos de vidas, entre ellas ‘traidores’ eliminados a sangre fría, nunca perdió el aura del hombre sensible, del visionario, del capitán en alta mar que conoce el rumbo.”

“Entonces, el Che Guevara –ojo: dialéctica- se ha convertido en un emblema hasta intercambiable para usos múltiples – y en última instancia también para nada. El Che se hizo una moda universal. Hasta pacifistas convencidos pueden llevar su cara en sus camisetas.”

“A diferencia de las otras grandes leyendas de la revolución mundial –Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao- el Che Guevara nunca fue un ideólogo partidario, tampoco el típico dirigente de masas, y tampoco –a pesar de todo- no fue un burócrata del genocidio, no fue asesino de cuello blanco. Siempre le rozaba el aire del aventurero romántico, el desafío existencialista, la búsqueda ansiosa del cambio radical, de la liberación del mal. El comandante Che Guevara es ahora el mitos central de una religión secular mundial.”

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I
sabel Hilton en The New Statesman, Inglaterra, dice: “A cuarenta años de su muerte, el Che Guevara tiene poco que ofrecer como guía de cómo hacer la revolución. Entonces, ¿por qué su imagen sigue inspirando adhesiones casi religiosas?”

“El legado del Che, a 40 años de su muerte en un intento fallido de iniciar la revolución en Bolivia, consiste en una imagen tan poderosa y plástica que todavía funciona como inspiración para rebeliones, así como para vender cualquier cosa, desde ceniceros hasta camisetas.”

“Incluso en su muerte, el Che tenía suerte con sus fotógrafos. Freddy Alborta, el único fotógrafo profesional que tenía acceso a ver su cuerpo después de la ejecución, difundió una imagen impactante del cuerpo acostado en una mesa, rodeado de militares. Es la imagen de un Cristo... Pero fue la foto suertuda de Korda que hizo al Che inolvidable. La foto de Korda, adecuadamente manipulada, cobró vida propia, creando una combinación irresistible de celebridad y rebeldía que dio al Che una influencia en un mundo que ya se ha olvidado de los detalles de su trayectoria. A través de esta imagen, las complejidades de la vida y del pensamiento del Che son reprocesadas y transformadas en una abstracción que puede simbolizar cualquier cosa.”

“La durabilidad del Che poco tiene que ver son sus logros revolucionarios, aunque son auténticas sus credenciales revolucionarias... Ernesto Guevara indudablemente fue revolucionario, pero igual lo eran muchos otros cuyos nombres ya han sido olvidados. El impacto del Che es emocional. Su muerte joven en Bolivia creó al Che como un Cristo secular, el hombre que asumió los pecados del mundo y dio su vida por la causa de los oprimidos. Su imagen continua inspirando la esperanza de cambio y la virtud de la rebelión, y su derrota, en vez de debilitar esta imagen, le da fuerza. Cristo también fue derrotado en la tierra...”

“El Che es el revolucionario del rockers, el mártir del idealismo, el James Dean en uniforme de camuflaje. Cuando el Papa Juan Pablo II celebró misa en la Plaza de la Revolución en La Habana, la gigantesca imagen del Che sirvió como contrapunto revolucionario.”

“El Che tiene poco que ofrecer como guía de cómo hacer la revolución. Lo que sí tiene es la imagen mesiánica de sacrificarse por los pecados -o sufrimientos- de los demás. Independientemente de sus fracasos y contradicciones, o de lo obsoleto de sus métodos y su ideología, la fuerza de su imagen, con su calidad simbólica y religiosa, continúa inspirando. Como escribió el escritor portugués José Saramago, en sus términos característicamente místicos: ‘La foto del Che Guevara fue, ante los ojos de millones de personas, la imagen de la suprema dignidad del ser humano. Che Guevara solamente es el otro nombre de lo más justo y digno en el espíritu humano’. “
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En el periódico alemán Die Tageszeitung, durante la década de los ochenta expresión de la solidaridad con los movimientos revolucionarios de América Latina, escribe el periodista Toni Keppeler, quien por años fue profesor de periodismo en la UCA en El Salvador, un artículo titulado: ‘Che Guevara, el hombre Marlboro de la izquierda’.

“Hay camisetas del Che, hay un reloj Swatch del Che, incontables afiches, calcomanías con su cara, y en Google te salen 4.8 millones de menciones en fracción de segundos. El Che Guevara tiene 40 años de haber muerto, pero está tan vivo como Elvis. Sus ideas ya no siguen siendo omnipresentes, pero sí su cara.”

“Cuando los hombres se transforman en mitos, es mejor no saber mucho sobre ellos. Si no, pierden el encanto y vuelven a ser hombres. Se han escrito muchas biografías sobre el Che Guevara. La mayoría parecen leyendas de santo. Cuando Fidel Castro, en sus discursos, mencionaba a su compañero de lucha, le gustaba hablar del ‘hombre probablemente más completo y transparente de la historia’. Y los niños de Cuba aun son inducidos a gritar en coro que quieren ‘ser como el Che’.“ Mejor que no. Ernesto Che Guevara no era un hombre agradable. A pesar de todos sus méritos como guerrillero, fue vanidoso, temperamental y autoritario. Un hombre descuidado que no se bañaba muy seguido. Podía ser injusto y brutal y a veces tenía ataques de racismo. Esto no está escrito en las leyendas del santo. Hay que ir a hablar con los ancianos que estaban con él en la Sierra Maestra o en el Ministerio de Industria. Luego de unos cuantos vasos con ron comienzan a contar – bajo la condición de no mencionar sus nombres. Y uno tiene que leer las cartas y diarios de Guevara. Así uno escucha y lee muchas cosas que no caben en el mito del Che como hombre bueno.”

“Tal vez fue bueno que Guevara haya muerto joven. En la Cuba de hoy andaría perdido. Cuando Fidel, en 1993, introdujo el dólar como medio de pago en Cuba, el Che lo hubiera mandado a un campo de trabajo forzoso. Y ahora que el anciano Fidel se está paulatinamente retirando y dejando gobernar en su lugar al partido, el Che hubiera sentido que la revolución está perdida. Sin embargo, como mito del guerrillero ejemplar sigue entusiasmando a la juventud.”

“El mismo construyó este mito. En su libro ‘La guerra de guerrillas’ lo describe detalladamente. El tabaco, dice, es fundamental en la vida del guerrillero. El humo que puede emitir en momentos de tranquilidad es ‘el gran compañero del soldado solitario’. Ernesto Che Guevara, el hombre Marlboro de la izquierda.”

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El diario argentino La Nación, dedica varios artículos al aniversario de Ernesto Guevara. De uno, de Pablo Mendelevich, son los siguientes fragmentos:

“Verdaderamente difícil es imaginar el mundo -en sentido literal: una manifestación iracunda en Trípoli, una protesta universitaria en Varsovia, el piquete de un grupo trotskista en Plaza de Mayo, las paredes del dormitorio fucsia de una modelo adolescente en Sidney, un homicida tatuado que espera en Tennessee la hora de la silla eléctrica, el comercial de un cero kilómetro en Francia, el brazo derecho de Maradona, la barriga de Myke Tyson- sin el rostro del Che. El Che multiplicado por cientos de millones, la legendaria foto tomada por Alberto Korda, la imagen más reproducida de la historia, logotipo de la rebeldía.”

“Todo mito popular, se sabe, gana vigor si está asentado sobre una muerte temprana –lo único más injusto que la muerte misma.”


“Los adoradores del Che mutaron, no son los mismos. Primero su epopeya fue descripta sin fisuras por la historiografía cubana y por el marxismo foquista (para los partidos comunistas, incluidos el boliviano, que le dio la espalda tanto como los campesinos, y también el argentino, el Che recién muerto era una incomodidad). Luego las izquierdas moderadas comprendieron que podían reconocer la figura épica –mucha alternativa ya no tenían- sin asumirse como guevaristas. Con la depreciación ideológica aparecieron quienes recortaron las prestaciones militares, políticas y administrativas del guerrillero –incluida su responsabilidad en fusilamientos al por mayor– para estandarizarlo como gran luchador romántico, quintaesencia del idealismo. Y finalmente ganaron su espacio los fabricantes de remeras estampadas.”

“Dice Kevin Johansen en una de sus últimas canciones: ‘Todos se compran la remerita del Che/ sin saber quién fue/ su nombre y su cara no paran de vender/ parece Mc Guevaras o Che Donalds/ parece Mc Guevaras o Che Donalds’.”

“Alvaro Vargas Llosa escribió que el renacimiento de la marca, para él empujado sobre todo por la película Diarios de motocicleta, sucedió años después del ‘colapso político e ideológico de todo lo que Guevara representaba’.”

“Como dice uno de sus biógrafos locales, Mario Pacho O’Donnell, ‘a adhesión al Che no pasa por la adhesión a sus ideas políticas sino por lo que simboliza: principismo, ética, utopía; valores hoy escasos’.”

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Y el mismo periódico, La Nación, publica un reportaje de Andrés Schipani titulado: San Ernesto: la última leyenda del Che Guevara, descubriendo la leyenda del Che en los pueblos de Bolivia donde luchó y finalmente fue capturado y ejecutado. Aquí fragmentos de este reportaje:

“Hay misas, se le reza y nos hace milagros, dice Susana Osinaga mientras camina por las polvorientas calles de Vallegrande, un pueblo que parece suspendido en el tiempo. Pero ella no habla de Jesús ni de algún santo, habla de Ernesto ‘Che’ Guevara, el guerrillero argentino que hace 40 años fue ejecutado a 60 kilómetros de aquí, en La Higuera, por el Ejército de Bolivia, después de su fallida aventura revolucionaria en la selva.”

“Para los pobladores está siempre presente, pero presente de un modo distinto al que se observa en el resto del mundo, en donde ha permanecido o bien como inspiración política, o bien como icono de consumo en la industria del entretenimiento. Aquí, como en La Higuera, la imaginación popular ha hecho de él presencia santa.”

“Eusebio Tapia, un hombre de origen aymara que hace décadas peleó junto a Guevara en la campaña boliviana, explica: ‘Sí, mucha gente en Bolivia tiene al Che como inspiración, se ha convertido en un icono, un mito’. Y agrega: ‘Pero existe otro mito, mucho más fuerte: el que ha construido la fe de la gente que lo tiene como si fuese un Cristo, como un santo’.”

“Si para muchos de sus seguidores alrededor del mundo, el Che representa un icono progresista y revolucionario y para sus críticos "una máquina de matar", para los lugareños de este rincón boliviano es completamente otra cosa. Para ellos es una ‘fuerza que protege y provee’.”

“El pintor mendocino Ciro Bustos -quien acompañó al Che en la campaña de Bolivia y fue capturado al separarse del grupo junto al filósofo francés Régis Debray- trata de explicar el fenómeno de la devoción desde una perspectiva escéptica: ‘La izquierda trabaja sobre los sueños y la Iglesia sobre el miedo. Los íconos sirven para manipular mejor ambas ilusiones y, de paso, aparentar hacer algo’. Para algunos, esta parece ser la razón por la cual, a 40 años de la muerte del Che, su imagen sigue dando la vuelta al mundo, presente en manifestaciones y claustros universitarios, mientras que aquí en Bolivia uno puede encontrar una especie de beatificación casi sacrílega para muchos, a la que la Iglesia local no parece oponerse.”

“Se cuenta que, herido, apoyado sobre una piedra en la Quebrada del Churo, Guevara dijo: ‘No disparen, soy el Che Guevara y valgo más vivo que muerto’. Al parecer no estaba en lo cierto: para bien o para mal, más allá de los pósters, las remeras y los cantos de protesta, su figura ha trascendido como mito y como símbolo. Y para algunos, aquí donde halló la muerte 40 años atrás, también como santo obrador de milagros.”
...

miércoles, 3 de octubre de 2007

¿Hinchas, barras móviles, turbas o partidos políticos?

Sigo soñando con un país que tenga partidos políticos civiles. Integrados por ciudadanos. Partidos que tengan miembros, no militantes.

Aquí los partidos -todos, sin excepción, pero sobre todo los dos grandes- siguen reclutando, indoctrinando, uniformando a sus miembros, convirtiéndolos en activistas, hinchas, barras. Hay partidos que más que asociaciones de individuos libres, autónomos y soberanos para buscar fines comunes parecen organizaciones paramilitares: verticales, uniformados, organizadas en brigadas, disciplinadas, entrenadas para “misiones” y “tareas”, incluyendo de seguridad.

Basta ver las asambleas o convenciones de los partidos. En otras partes del mundo son eventos meramente civiles, donde a nadie se le ocurre uniformarse con camisetas, chalecos, binchas, gorras y pañuelos con los colores de su partido. Llegan en traje, en jeans y tenis, en moño, en ropa deportiva, en traje folclórico – cada uno según su costumbre, su profesión o su gusto. Aquí las convenciones de los partidos son eventos de hinchas, no sólo por lo uniformado, sino por los gritos, la bulla, las consignas, el confeti, los insultos, los empujones, las vivas con que reciben a sus candidatos y los chiflidos con que rechazan a otros. Última demostración: la barra móvil arenera que el sábado pasado puso en escena el espectáculo “Las masas quieren a René”, interludio tragicómico en la obra “No hay candidatos hasta que yo diga” de Tony Saca.

La cultura política salvadoreña es una rara mezcla, en la cual se funde la tradición estadounidense de poner en escena convenciones partidarias como eventos deportivos con cachiporras y desfiles con los orígenes paramilitares de los partidos salvadoreños. Ver a empresarios, ministros del Estado, damas de la alta sociedad, ex-jefes de Estado parados en fila, disfrazados de boy scouts, gritando consignas estúpidas y cantando himnos de guerra, puede parecer cómico. Pero en el fondo es una muestra triste del pobre estado del partido de gobierno. De la falta de civilismo. De la falta de creatividad. No es realmente un partido político, es la maquinaria electoral, el cuerpo de activistas y operadores políticos de una élite de poder que normalmente no se quiere meter directamente en el negocio de la política.

El otro partido, el que quiere convertirse en gobierno, da la misma triste y bélica imagen, con otros colores y otros actores. Amas de casa, vendedoras del mercado, estudiantes, trabajadores, profesores, campesinos forrados de trapos rojos. Ya no permiten barras enfrentadas en sus asambleas, solo expresiones orquestadas de unidad, entusiasmo colectivo y disciplina revolucionaria. Y así los otros partidos, unos de verde, otros de azul o amarillo.

Lo más llamativo en este circo y lo más revolucionario en este escenario político sería un partido que no tenga uniforme. Donde cada uno sigue siendo quien es y viste como acostumbra. El show se lo llevaría un dirigente o candidato que no se pone trapos sino aparece en traje; que no pone ni la derecha en el pecho ni la izquierda en el aire; que se hace acompañar de integrantes de la orquesta sinfónica juvenil en vez de bandas de guerra o conjuntos llorones de protesta.

Sigo soñando que algún día, después del 2009 -o sea después de 17 meses de campañas de hinchas, barras, grupos paramilitares que ensucian las ciudades, las carreteras, hasta los cerros y las rocas en nuestros paisajes, que gritan consignas, cantan barbaridades militaristas o cursilerías revolucionarias-, que después de este sufrimiento surja, como alternativa, movimientos civiles, partidos de ciudadanos. Partidos deliberantes, tolerantes, abiertos, donde es prohibido gritar consignas. Imagínate un partido del cual te expulsan no por disidente, nunca por desobediente, tampoco por independiente, sino por falta de tolerancia. ¿Te puedes imaginar un partido político en cuya cultura la palabra más negativa no es “traidor” sino “conformista”?

Las imágenes de la semana pasada -la foto de la Comisión Política del FMLN, que para hacer una conferencia de prensa se viste de rojo; y la otra foto de tres jefes de Estado (uno actual, dos retirados) disfrazados de hinchas y cubiertos de confeti me hacen dudar de la capacidad intelectual de nuestros liderazgos. Seriamente. Es tiempo que seamos gobernados no por payazos ni por cachiporristas, mucho menos por hinchas y paramilitares, sino por ciudadanos.

Con gusto me dejo sorprender. Tal vez por Mauricio Funes, si decide que no tiene porque disfrazarse con trapos rojos. O por Arturo Zablah, si se queda fiel a su concepto de movimiento ciudadano. O por un candidato de ARENA que decide correr por la presidencia, pero simbolizando con su traje (o vestido) civil el viraje que quiere producir desafiando la descultura de las barras, hinchas y grupos de choque paramilitares.

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