martes, 19 de febrero de 2008

Extrañando a Shafick

Anoche nos visitaron los candidatos del FMLN. Llegó a Suchitoto la “Caravana de la esperanza”, con Mauricio Funes, Salvador Sánchez Cerén y buena parte de la dirigencia del FMLN.

Uno de mis placeres en Suchitoto, que nunca me pierdo, es sentarme al final de la tarde, cuando ya entra la brisa del lago, en el portal del Parque Central, tomar un trago y platicar con los personeros del pueblo. Este domingo, era como estar en el palco para presenciar el espectáculo que se iba a desarrollar en el escenario de la plaza.

Como en todas las campañas electorales de todo el mundo, el candidato llega tarde. No sé si es mala planificación o el calculo de los políticos y funcionarios que obligar a la gente a esperar es una muestra de poder.

Dos horas de espera, que los organizadores llenan con música y con consignas. En estas dos horas me doy cuenta que la cultura de la izquierda –de esta izquierda- no ha cambiado en más de veinte años. Las mismas canciones, las mismas simbologías, los mismos héroes, las mismas consignas, los mismos rituales. Camisetas del Che; el sombrero azul; pantalones verde olivos; las casas de cartón; revolución o muerte, ¡venceremos!

Si la cultura de esta izquierda es estática y sigue teniendo sus raíces en las décadas de los 70 y 80, ¿cómo esperar que produzcan ideas nuevas, propuestas nuevas?

Los dos maestros de ceremonia -para matar el tiempo hasta que llegue el candidato- tratan de ensayar consignas con el público. Imposible. Les tiran “Con Mauricio y Salvador...”, pero no hay respuesta. “Tienen que decir: el cambio para un futuro mejor!”, ruegan desde la tarima...

Hay entre mil y dos mil gente. La mitad militancia uniformada de rojo, la otra mitad simpatizantes o curiosos civiles. Unos cuantos cientos meros espectadores, entre escépticos y adversarios. Mi expectativa: ¿Qué va a hacer, qué va a decir Mauricio Funes para convencer a los curiosos, a los escépticos o incluso a los adversarios?

Nada. Cuando al fin aparece la caravana, cuando al fin han terminado los discursos preliminares, cuando por fin hablan los candidatos, todo va dirigido a la militancia. Salvador Sánchez Cerén invoca al “heroico pasado de luchas” de Suchitoto, “cuña de la heroica organización campesina de FECCAS”, y exige justicia para los “luchadores sociales de Suchitoto”, quienes el año pasado no querían dejar entrar al presidente de la República a Suchitoto.

Si la música, las consignas, los colores, los símbolos no han cambiado, tampoco el lenguaje del candidato a la vicepresidencia. Anclado en el pasado, como si nada hubiera pasado en el mundo y en El Salvador desde los 80. Bueno, pero esto no es sorpresa. La pregunta es: El hombre nuevo, el candidato externo, la cara nueva, Mauricio Funes, ¿con qué lenguaje, con qué discurso tratará de convencernos que con él se inicia un cambio en el FMLN?

Tengo que decir que extraño a Schafick. No sólo al hombre Shafick, que lo extrañamos muchos, no sólo sus amigos políticos. Digo con sorpresa: Extraño al candidato Shafick. Escuchando al candidato Mauricio Funes, extraño al candidato Shafick, que tanto hemos criticado. Un hombre transparente: “You get what you see”, como dicen los gringos. Es lo que ves, nada más, nada menos. Un hombre bravo, pero con humor. Ortodoxo, pero autocrítico. Shafick te ganaba con su risa, con sus chistes, con su transparencia.

Traté de ver a Mauricio Funes sin prejuicios, verlo así como se me presenta en Suchitoto. Viene a una plaza llena de rojo, de militantes, de consignas revolucionarias. ¿Hará el intento de ser diferente, aparte del hecho ya acostumbrado que anda de civil, que no se pone nada rojo? El periodista convertido en político, el intelectual convertido en candidato, ¿tendrá un lenguaje diferente que se dirige al ciudadano, no al militante; que provoca reflexión, no emoción?

Lastimosamente, no. Funes, por su condición física y su perfil, no debería gritar. Pero grita, y le queda mal. De Funes, se espera sustancia, contenido, propuestas audaces, pero dice cosas triviales como: “ARENA ya se está desmayando”. Peor, dice cosas de mal gusto como: “Vamos a sacar la basura de Casa Presidencial” o “Vamos a sacar a los malacates de Casa Presidencial”. O aun de peor gusto: “Me cuentan que Tony Saca está temblando, que ya no halla que hacer. Se mete debajo de la cama, temblando. Se mete en el closet, sale del closet, está desesperado...”

Este es el lenguaje torpe y vulgar de un hombre que no tiene humor. Nunca escuché a Shafick recurrir a este tipo de frases para atacar a alguien. No tenía necesidad, porque disponía de un arma más elegante, más humano y más eficiente: el humor.

Una hora de discurso y ni una sólo risa del candidato. No se ríe ni te hace reír. Ni un segundo de relajamiento. 60 minutos que se hacen eternos por lo tenso del orador. En la última campaña presidencial, en esta misma laza habló Shafick. La misma cultura desfasada, la misma multitud militante. Pero por lo menos un discurso divertido de Shafick. Duro pero sin insultos. Capaz de hacer reír hasta a los adversarios. Y más concreto: Les devolveré el colón...

Hoy, en una hora de discurso, solamente dos propuestas concretas: quitarle el IVA a los insumos agrícolas y a los productos de primera necesidad. Y una promesa grandiosa que repiten los dos candidatos: “Nuestro gobierno va a estimular la inversión.” Vaya, al fin un planteamiento audaz para enfrentarse a una ARENA compuesta por empresarios y amigos de empresarios. Interesante imaginarse al Salvador Sánchez Ceren asumiendo la función de embajador para conseguir inversiones que han jugado los vicepresidentes Borgo Bustamante, Carlos Quintanilla Schmidt y Ana Vilma de Escobar. Y prometiendo hacerlo mejor. ¿Cómo? ¿Con quién? ¿Con qué incentivos garantías? De esto no se habló en Suchitoto.

En síntesis: Un meeting que demuestra que el FMLN todavía tiene serios problemas en definir su estilo de campaña. Mejor dicho, de hacer corresponder su cultura corporativa al cambio que promete. En última instancia, en entrar a la modernidad. Este meeting debería haber durado una hora y media, no cuatro horas. Con música contemporánea, con producción profesional, con escenario moderno, y con discursos cortos y precisos. Si el FMLN queda anclado en la cultura de los 70, en el 2009 no llegará a ninguna parte. Y si el candidato no cambia radicalmente su discurso, satisfaciendo la gran expectativa de cambio que él mismo creó, se queda predicando a los convencidos. En Suchitoto, entre la gente que yo conozco, no ha convencido a nadie que no estuviera ya más que convencido. Con cultura contestataria y discurso de denuncia, no se llega al gobierno.

Presentarse como “periodista perseguido por enfrentase al poder” y compararse con monseñor Oscar Arnulfo Romero, tampoco le ayuda a Funes. Primero, Oscar Arnulfo Romero no era candidato, sino una institución moral encima de los poderes políticos. Segundo, Oscar Arnulfo Romero vivió, se enfrentó al poder y murió mucho antes de que en El Salvador se dejaba a perseguir a la gente por decir la verdad.

Mucha de la crítica aquí expresada aplica igualmente al otro bando. Voy a esperar que llegue el candidato de ARENA al Parque Central de Suchitoto y aplicarle los mismos criterios. A su himno sangriento lleno de intolerancia, a su forma de uniformarse, a su discurso populista...

Tengo claro que pasarán años hasta que en El Salvador vea a un candidato civil representando a un partido que ya no tenga rasgos paramilitares, hablando en términos reflexivos y despasionados a los ciudadanos, no a una multitud uniformada de militantes y activistas...

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jueves, 14 de febrero de 2008

Aló, candidato. O más bién: aló, habla el candidato...

Escuché hoy el programa “Bola al Centro” del Chiri Rivas en la 102.nueve. Cuatro periodistas y un candidato. Mauricio Funes versus su antiguo gremio. Ganó el candidato. Habló más que los cuatro periodistas juntos. Mauricio Funes es como aquellos jugadores de ping pon o tenis que juegan tan defensivos que sacan de quicio y dejan sin juego a los jugadores más elegantes, más ofensivos.

Ganó por puntos, porque los periodistas tienen miedo a enfrentarlo. No entiendo porqué. ¿Será que estén pensando que puede ganar y quieren quedar bien con el futuro presidente? ¿O es una cuestión del political correctness? ¿Será que no aguantan la idea que piensen que están tratando mal al candidato Funes, que son parciales, que son sumisos a los poderes fácticos?

José Luís Sanz, en otras circunstancias tan brillante, en este debate casi nunca llega a desarrollar su juego ofensivo. Mauricio Funes se las corta, poniéndole de antemano en la posición -para José Luís inaceptable- de tener prejuicios. Es demasiado buena gente. Igual el Chiri, igual Rafael Domínguez. Y el cuarto, Oscar Tenorio, ni se atreve a hablar...

Para enfrentar a alguien tan defensivo como Mauricio Funes (y tan agresivo en su defensa), se necesita malicia, decisión, agudeza. Y persistencia en las preguntas. Esto no es oficio para buena gente.

Por ejemplo, cuando Funes habla de sus conversaciones y coincidencias con ¨los empresarios” (agregando “bueno, ellos me pueden desmentir”), José Luís Sanz le hace la pregunta obligatoria: “¿Cuáles empresarios? Para que le pueden desmentir, necesitamos nombres.” Funes dijo un nombre, uno sólo: Roberto Kriete. Y nadie de los demás le ayudó a Sanz, haciendo las otras preguntas de rigor: ¿Y los demás empresarios, quiénes, cuándo, qué hablaron, en qué quedaron?

Cuando Funes se quejó que “los medios están invisibilizando a los candidatos del FMLN”, los periodistas le contradijeron, pero nadie le dijo que lo peor para un candidato es este tono llorón, asumiendo la posición de víctima…

Mauricio ganó por puntos, claramente. Sin embargo, me parece que este tipo de triunfos es pírrico. Simpatía no genera. Más bien anticuerpos. ¿Alguien cree que los salvadoreños, después de la experiencia con Paco Flores, quieren otro presidente que habla sin escuchar y sin parar? No creo.

Regreso de Venezuela donde encontré a un presidente televisivo que produce cadenas nacionales de seis horas interminables y fastidiosas. Que hace homilía todos los domingos en televisión. En un programa que se llama “Haló, presidente”, pero que debería llamarse “Haló, les habla su presidente”, porque nunca escucha, nunca pregunta, sólo habla, sermonea, predica, ordena.

Los periodistas no deberían permitirle al candidato -a ningún candidato de ningún partido- que se apodere de sus programas para sermonear. Los espacios periodísticos son para cuestionar, para obligar al entrevistado a la precisión, a la transparencia, no para prestarle tribuna para sermonear. Tampoco son para emboscar. Son para interrogar, son para cuestionar, son para aclarar dudas, son para crear transparencia. Por favor, ¡hagan su trabajo, colegas! No se dejen intimidar por las denuncias preventivas, no traten de ser políticamente correctos, nada más profesionales.


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miércoles, 6 de febrero de 2008

Esta vaina está peor

(Desde Caracas, Venezuela). "Para mí, como hombre de izquierda, no hay crímenes que más me duelen y que más me siento obligado a condenar e intentar de evitar que los crímenes cometidos a nombre de la izquierda. La manera cómo las FARC toman, mantienen, maltratan y explotan comercial y políticamente a cientos de rehenes, cabe en esta categoría de crímenes".
Estas líneas las escribí el 20 de enero de este año en el blog Siguiente Página. Un día después, partí para Venezuela en misión periodística, pero también porque necesito entender lo que está pasando en esta extraña "revolución bolivariana", que tiene preocupadas no sólo a las derechas, sino cada vez más a las izquierdas de América Latina.

Un amigo que hice en Caracas, muy vinculado a la oposición contra Hugo Chávez, había leído mi artículo sobre las FARC y me dijo: Te invito a participar en la marcha del 4 de febrero, contra las FARC, contra el secuestro, contra la tenencia de rehenes…

No fui. No sólo por mi estatus de periodista observador, sino por desacuerdo. Entiendo por qué los colombianos marchan contra las FARC, aunque me gustaría que fuera contra la violencia política de todos los bandos involucrados. Pero los que no vivimos en Colombia no veo porque tengamos que marchar con un ojo vendado. El secuestro y la tenencia de rehenes no es privilegio de las FARC. Si mañana alguien convoca a una manifestación para exigir el fin de la política de secuestro de las FARC y del gobierno de Estados Unidos, voy a marchar. Hay que exigir a las FARC que liberen a sus rehenes. No dos o tres cada mes, sino todos. Igualmente hay que exigir a Estados Unidos que cierre Camp Delta en Guantánamo, donde la CIA y otras agencias de inteligencia tienen secuestrados, sometidos a tortura y privados de los derechos básicos a cientos de prisioneros islámicos hechos en Afganistán, Iraq, Bosnia, etc.

Normalmente no acepto aquella contabilidad de derechos humanos, que siempre lleva registrados en columnas paralelas los crímenes de derecha y de izquierda. Esta contabilidad tiende a resultar en un cínico saldo cero: Nadie le debe nada a nadie. Y no es cierto: Todos los que secuestran personas, están en deber con la humanidad, independiente de los rehenes de otros.
Pero en este caso hay que hablar de simetría, porque si no, la denuncia se vuelve maniobra propagandística. Si la izquierda siempre condena Guantánamo, pero nunca las FARC, de hecho no está condenando el secuestro como práctica política. Igual al revés: Si los opositores al chavismo convocan a una marcha contra las FARC, pero nunca mencionan Guantánamo ni a los paramilitares colombianos, pierden fuerza moral.

Otro amigo recién hecho en Caracas, un hombre de larga trayectoria en la izquierda venezolana y ahora en una relación de amor y odio, pero sobre todo en una extraña simbiosis con el chavismo, no me acepta ningún tipo de crítica pública a las FARC, ni siquiera cuando la pongo en simetría con Guantánamo. No porque defiende las prácticas de las FARC --las detesta-- sino simplemente para él criticar a las FARC es apoyar "al bloque que el imperialismo, las oligarquías de Colombia y Venezuela, y sus medios de comunicación, han forjado para destruir a la revolución bolivariana.

Me encantaría poner en una mesa, en una plática --aunque sea polémica, confrontativa, dura-- a estos dos amigos que encontré en Caracas. No como tarea política, no tengo ninguna tarea política en este país. No, en un plano personal, porque los dos son amigos y me gustaría que nos tomáramos un trago los tres. Imposible. No hay diálogo. No hay lenguaje común. No hay interés en encontrar un punto de encuentro. Cada uno habla a su gente. Siempre pensaba que El Salvador era el país de los diálogos sordos. Coño, esta vaina está peor en Venezuela.

(Publicado en El Diario de Hoy)