martes, 25 de septiembre de 2007

Propuestas indecentes

Para el miércoles de este semana, una iniciativa llamada Concertación Democrática Nacional convoca a los partidos políticos y la sociedad civil a la firma de un Pacto de Nación. Entre los proponentes de este pacto se encuentran personajes de reconocida trayectoria profesional, política y ética como el doctor Abraham Rodríguez, fundador de la Democracia Cristiana, y el doctor Domingo Méndez, ex-presidente de la Corte Suprema de Justicia.

Yo conocí la iniciativa -en aquel momento se llamada REINA (Movimiento Rescate de la Institucionalidad Nacional)- en julio del 2006, cuando junto con Domingo Méndez, con líderes religiosos, con Evelyn Jacir y Benjamín Cuellar, con los rectores Mauricio Loucel, María Isabel Rodríguez ,Mario Muiz y Carlos Vigil, reaccionamos ante los eventos del 5 de Julio –el asesinato de dos agentes de la PNC a manos de activistas de la izquierda que llevaron a un fusil de guerra a una manifestación de estudiantes de secundaria- haciendo un llamado público conTra la violencia política. Nos constituimos como comité ad-hoc llamado Compromiso con la Paz – conformado por personalidades políticamente diversos, pero unidos en la idea de que había que movilizar la opinión pública contra las tendencias lamentables a la polarización violenta.

Domingo Méndez nos planteó que como lo nuestro era una iniciativa ad-hoc y no podía adquirir ni institucionalidad ni permanencia, acercarnos al movimiento que estaba propugnando con Abraham Rodríguez, Eduardo Badía y otros. Varios de los integrantes del Compromiso por la Paz suscribimos el documento que ellos habían elaborado bajo el título Manifiesto a la Nación. Era un documento de análisis, un diagnóstico de una sociedad y de una clase política en crisis. El fin declarado: presentarlo a los partidos políticos, principalmente a ARENA y el FMLN, para hacerlos razonar y cambiar de actitudes.

Cuando en octubre del 2006 participé en la reunión que bajo este concepto estaba convocada entre los suscriptores del documento y la dirección del FMLN, me llevé una gran sorpresa: Los voceros de este movimiento supuestamente independiente y representante de la sociedad civil se ofrecieron al FMLN como aliados, y como gestores de una gran alianza electoral. Quiere decir, en vez de ser la voz crítica ante los partidos, en este caso ante el FMLN, ofrecieron sus buenos oficios para que la izquierda se unificara en una alianza electoral bajo dirección del FMLN. Una situación tan incómoda para mi –y varios de los convocados- como presenciar la propuesta indecente de un viejo verde, quien hace una cita con una mujer para discutir un asunto laboral y le termina proponiendo matrimonio. Sólo que en este caso, la acosada estaba mas que contenta...

Esto fue hace un año. Ya no participé en ninguna reunión más con mis amigos de REINA, excepto una para expresar mi desacuerdo y pedir que borraran mi nombre de la lista de firmantes de su Manifiesto. Así que no sé qué tipo de transformaciones ha sufrido este movimiento. Hasta que me llegó, hace pocos días, nuevamente su invitación, esta vez para ser testigo de la firma de un Pacto de Nación que proponen a los partidos políticos.

En vez de asistir, reproduzco aquí la carta que les mandé hace un año a mi amigo, el doctor José Domingo Méndez:
...


Movimiento “Rescate de la Institucionalidad Nacional”
Dr. Domingo Méndez
Estimado amigo Mingo:
Agradezco de corazón la invitación que me ha hecho a participar, junto con muchas personalidades que admiro mucho, en su Movimiento.
He suscrito el “Manifiesto a la Nación”, porque comparto el diagnóstico que ahí se hace de la crisis en la cual se encuentran el país, su clase política, sus instituciones.
Sin embargo, no comparto la cura, la terapia que ustedes proponen: llevar al gobierno al FMLN, participando en un “Frente Amplio” bajo el lema: “Todos contra ARENA”. Esto es básicamente la propuesta que ustedes han hecho al FMLN en la reunión pasada con la Comisión Política de este partido. No era ni siquiera una negociación o un sondeo para ver la posibilidad o no posibilidad de una alianza. Era, desde un principio, una oferta unilateral de apoyo.
Anteriormente se había planteado que se iba a presentar el Manifiesto a los dos partidos grandes, para confrontarlos con una posición independiente de un grupo de ciudadanos que ya no aceptan el esquema de polarización, con el cual ARENA y el FMLN tienen secuestrado al país y con el cual estos dos partidos están bloqueando la formulación de políticas de nación y las reformas institucionales que necesita el país.
Este propósito y esta postura de independencia ustedes los han abandonado en favor de abrazar al FMLN como única fuerza que puede rescatar al país.
Talvez a diferencia de todos Ustedes, yo he vivido el proceso histórico del FMLN desde adentro, durante y después de la guerra. He vivido la imposibilidad de convertir al Frente en una partido democrático, abierto, plural y responsable. He vivido el proceso de reducción del Frente de la pluralidad de posiciones de izquierda a un partido supeditado al centralismo democrático. He vivido el proceso de limpieza que ha obligado a los mejores militantes del Frente histórico a abandonarlo.
El Frente de hoy ya no es el Frente que cambió el país, haciendo la guerra y construyendo la paz. El Frente de hoy no es una fuerza con la cual se puede entrar en alianzas como las hizo y desarrolló constructivamente el FDR de Manuel Unjo con el FMLN histórico. El Frente de hoy es reducido a una espantosa ortodoxia, falta de tolerancia, falta de creatividad, falta de comprensión de los cambios históricos del mundo. El Frente de hoy rechaza el pluralismo, odia al reformismo y a la socialdemocracia, reacciona represivamente a la disidencia. El Frente de hoy tiene una profunda desconfianza hacia todos que sostenemos posiciones de izquierda no sometidas a la dirección de ellos. Siguen viéndose como vanguardia y siguen viendo a todos los demás -a todos nosotros- como “compañeros de viaje” dentro de un Frente Amplio dominados por ellos.
No estoy de acuerdo que juguemos este papel.
No puedo sostener mi firma de apoyo al Manifiesto, porque no estoy de acuerdo con la tesis central del Movimiento de que un gobierno del FMLN sea preferible a un gobierno más de ARENA. No estoy dispuesto a abrazar ni al Frente ni a ARENA, sino sigo convencido que hay que trabajar para crear una alternativa a estos dos polos que siguen manteniendo al país en la lógica de la guerra y posguerra y que no permiten nuestra tránsito a la plena democracia.
Creo que a varios de Ustedes la “angustia” -como el mismo doctor Abraham Rodríguez definió su sentimiento elemental frente a la realidad nacional- les está restando capacidad analítica. La angustia frente al mal gobierno de la derecha no debería llevarnos a buscar una cura que termine hundiendo el país. La angustia siempre es mal consejero.
Estoy con toda la disposición de continuar trabajando junto con todos ustedes y todos los demás que estén interesados en un análisis crítico de la realidad del país y en construir un fuerte movimiento ciudadano realmente independiente que haga contrapeso y tenga capacidad de presión sobre los dos partidos grandes. Pero no los puedo acompañar en este paso erróneo de querer salvar al país ayudando a llevar al gobierno al FMLN. Temo que esta medicina es peor que la enfermedad.
Con mucho respeto para todos ustedes y su trayectoria democrática y crítica,
Paolo Luers, San Salvador, 10 de octubre 2006

...

Un año después, ante el hecho previsible de que tres partidos de izquierda acepten el llamado del mismo movimiento a suscribir un Pacto de Nación, no tengo nada que agregar, ni de quitar.

(Publicado en Siguiente Página)

miércoles, 19 de septiembre de 2007

¿Miedo a qué?

Empiezan nuevamente las campañas del miedo. Nuevamente tratan de convertir las elecciones en referéndum. La derecha en un referéndum entre dictadura y libertad, caos y orden, socialismo y economía de mercado. El Frente en referéndum entre injusticia y justicia, represión y derechos humanos, imperialismo e independencia.

El presidente Saca dice que, sea quien sea su candidato, la izquierda llevaría al país a la dictadura comunista. La otra cara de esta moneda falsa es: Sea quien sea el candidato de la derecha, será el defensor de la democracia y del mercado libre. El FMLN dice que, sea cual sea su candidato, ARENA siempre llevará al país a perder su independencia y su viabilidad financiera.

Son igualmente falsas todas estas afirmaciones. Sólo distraen de las reales disyuntivas que enfrentan tanto derecha como izquierda. Ambos pueden escoger candidatos --y políticas-- que significan retrocesos o avances para la democracia, la libertad y el desarrollo del país. Un mal presidente arenero puede ser igualmente lesivo para nuestro sistema político y económico que un mal presidente comunista. Y la otra cara de esta medalla: Ningún candidato de ningún partido, aunque gane, puede cambiar el sistema, abolir nuestras libertades, erigir un sistema dictatorial. Puede poner al sistema en crisis, pero el sistema como tal no está en juego, ni la democracia, ni la economía de mercado. Quien nos quiere asustar con fantasmas, nos miente. Aquí, aunque gane incluso un candidato comunista, no habrá cómo establecer un régimen cubano. Y aunque gane el candidato más reaccionario de ARENA, no podrá retroceder el reloj y establecer una dictadura derechista o militar. Quien quiere asustar con estos fantasmas, ofende la inteligencia de los electores -- y subestima la solidez de nuestras instituciones.

Institucionalidad. Esta es la palabra clave. En quince años de posguerra hemos logrado construir una institucionalidad suficiente fuerte para ya no permitir retrocesos a sistemas antidemocráticos. Pero no suficiente fuerte para no permitir abusos a la institucionalidad: la corrupción en casi todos los estratos del Estado, y la instrumentalización permanente y pactada para intereses sectoriales --partidarios o económicos-- de instituciones como la Corte de Cuentas, el Tribunal Supremo Electoral, la Fiscalía General de la República – para sólo hablar de las instituciones más críticas porque son las llamadas a combatir abusos.

Y ahí se explica el verdadero pánico que invade algunos sectores de la derecha. No es, como gritan y lloran, el miedo al comunismo. Es el miedo a que el FMLN, al llegar al gobierno, haga exactamente lo mismo con las instituciones que ellos han hecho durante años. Lo mismo, pero en beneficio de otros sectores, y en detrimento de los que hasta ahora se han beneficiado.

A varios sectores de la derecha política y económica les da pánico imaginarse que en las sillas directivas de la fiscalía, policía, Corte de Cuentas tomen asiento personas que dependen del lineamiento, ya no del COENA, sino de la Comisión Política del FMLN. ¿Qué tipo de investigaciones harían, contra quiénes, con qué intereses y manoseos? Y además en la silla del presidente del Tribunal Electoral, para hacer lo que ellos mismos hicieron para perpetuarse en el poder... Y en las jefaturas de los ministerios e instituciones donde ellos saben perfectamente cuánto dinero se puede robar...

ARENA sabe que si pierde las elecciones, no es contra la Liga contra la Corrupción, sino contra el FMLN, que en sus alcaldías ya ha mostrado su capacidad de hacer uso partidario y privado del poder.

Para los que compartimos esta preocupación, la única conclusión es: presionar, cada uno donde tenga influencia, a que en los partidos mayoritarios se impongan los sectores y candidatos más comprometidos con la institucionalidad, con las reformas necesarias para hacerlas fuertes e inmunes contra abusos. Para que, al final de cuentas, llegue quien llegue a gobernar, las reglas sean claras y sacrosantas.

De esto se trata, no de asustar con fantasmas.

(Publicado en El Diario de Hoy, el 19 de sept. 07)

lunes, 17 de septiembre de 2007

Where is the outrage?

Pregunta famosa de Bill Bennett, icono des conservadurismo norteamericano, secretario de educación de Ronald Reagan. Bennett preguntó a la nación “Where is the outrage?”, cuando se dio cuenta que al presidente Bill Clinton no le hizo ningún daño en la opinión pública su affaire en la Casa Blanca. Una forma de traducir esta pregunta es: ¿Dónde está la indignación? Pero “outrage” es mucho más que indignación. Es rabia, es impotencia, es grito.

Pregunto a los conservadores de El Salvador, a los activistas pro vida, a los que siempre están en campaña defendiendo el derecho de los niños a la vida: ¿Where is the outrage, dónde está el grito de indignación, dónde está la erupción de rabia en el asunto de Baterías Record? No entiendo lo que está pasando: Hay 4 mil personas en riesgo de intoxicación por el plomo, con el cual Baterías Record contamina su hábitat. Hay niños intoxicados. Escucho hablar del problema, pero no escucho el grito, no siento la rabia. ¿Qué pasa?

La izquierda expresa indignación y rabia ante la presencia del Batallón Cuscatlán en Irak, mucho más que sobre el plomo en Opico. En Irak han muerto 5 soldados salvadoreños, más o menos uno al año. Hombres que están allí voluntariamente. Pero en Opico están en peligro las vidas de cientos de niños. Involuntariamente, sólo porque viven en este lugar.

Las iglesias expresan indignación y rabia sobre el aborto y la pérdida de valores, en voz mucho más alta que sobre el plomo que mata niños. ¿Cuál es, entonces, el verdadero valor de la vida de un niño en comparación con los intereses de la empresa Record?

Los empresarios expresan indignación y rabia siempre cuando se trata de pagar más impuestos, pero mantienen un sospechoso silencio sobre los pecados fatales de una empresa como Record. La derecha expresa indignación y rabia siempre cuando alguien en América Latina que no sea de derecha atenta contra la libertad de expresión de los medios, pero no se expresa cuando el golpe contra la libertad de expresión proviene de una empresa mediática. Y tampoco cuando una empresa amiga atenta contra el derecha a vida y salud de miles de vecinos.

¿Y el gobierno? Los ministerios de Salud de Medio Ambiente dicen que hay que hacer pruebas de sangre. Pero el país no está en condiciones de hacer las 4 mil pruebas de sangre, las autoridades dicen que se van a tardar varios meses. En caso de duda y traba administrativa, deciden en favor de la empresa, no en favor de los niños. Mientras no se terminen los exámenes, sigue la contaminación.

Pero los primeros exámenes ya dieron resultados claros: la mitad de la gente ya examinada se encuentra intoxicada. Pero nadie cierra la fábrica de Record. Nadie está preso por este crimen, ni acusado, ni siendo investigado por la fiscalía. Los medios informan, la Procuraduría de Derechos Humanos alerta, los medioambientalistas andan señalando – pero, “where is the outrage?” Rage significa rabia. ¿Dónde está el grito de rabia sobre niños intoxicados?

Pregunto a Tony Saca, quien como presidente de la República tiene un mandato a proteger la población salvadoreña de ataques y daños masivos: Where is your outrage, Mr. President? ¿No siente el dolor de los padres?

Where is my outrage? Escribimos sobre los problemas del país, pero mientras tanto hay un empresa que en estos momentos -y por lo menos para varios meses más, hasta que se terminen de efectuar los 4 mil exámenes de sangre- está intoxicando a miles de personas, causando enfermedades. Hay un grado de indiferencia en nuestra sociedad y cultura que es intolerable. La denuncia no es suficiente. Outrage es otra cosa. Tiene que ver con rabia. Significa: No voy a tolerar que esto siga pasando. Punto.

No entiendo porque el presidente de la República no emite una orden a su ministro de Medio Ambiente a cerrar esta fábrica. No entiendo porque el fiscal general no instruye a sus fiscales a abrir investigaciones criminales. Tampoco entiendo porque todos nosotros no nos expresamos de la manera que obligue al gobierno a actuar.

Bill Bennett, para mi, es un tipo de conservador detestable. Nunca entendí porque su “outrage” se encendió con una trivialidad como la vida sexual de Bill Clinton, y no con asuntos mucho más intolerables, como el racismo, la corrupción, los pecados contra el medio ambiente, las intervenciones militares. Pero Bill Bennett inventó esta pregunta rigurosa “Where is the outrage?”, y ahora sus correligionarios conservadores en todo el mundo tienen que contestarla. También en El Salvador.

* dedicado a mi amigo Alex K., quien me incomodó con esta pregunta...

(Publicado en Siguiente Página)

¿Candidatos a Santa o candidatos a presidente?

Si un candidato, para saber cuáles son los problemas del país y para entender qué necesita la gente, tiene que hacer una gira por los 262 municipios del país, mejor que ni se postule. La decisión de querer ser presidente es demasiado seria para que la tome alguien que todavía no conoce el país y sus problemas. No sé si este procedimiento de la gira por los municipios, al cual ARENA somete a sus precandidatos a la presidencia, es porque son personas que en su vida no han llegado al norte de Cabañas, Morazán o Chalatenango ni a los barrios marginados de Ilopango, Tonacatepeque o Soyapango, o si la gira más bien es una prueba de resistencia parecida a la que hacen a los nuevos modelos de carros...



Igual el “Dialogo social abierto” que plantea el FMLN. En vez de presentar un programa que diga claramente qué es lo que quieren hacer, están convocando a todo el mundo a aportar y crear consensos. Me temo que es, igual que la gira de ARENA, una gran pérdida de tiempo – y un truco populista.


Partidos grandes e históricos como ARENA o el FMLN no deberían tener necesidad de hacer acrobacias como las giras o diálogos abiertos para aterrizar en un programa de gobierno. Un programa de gobierno serio no es resultado de encuestas, consultas y giras. Un programa de gobierno serio no necesariamente es el reflejo de los deseos de la gente o de las mayorías. Más bien, un programa de gobierno no sirve si no incluye medidas altamente impopulares. No sirve, si no se atreve a priorizar las necesidades de unos –no siempre de las mayorías- por sobre las necesidades de otros. Un gobierno no puede satisfacer las necesidades y aspiraciones de todos.


Las giras, consultas, diálogos y cabildeos no son otra cosa que campañas adelantadas. Son esfuerzos populistas de quedar bien con todos, en vez de decirles la verdad, aunque sea amarga y exija sacrificios. Un gobierno no es una oficina recibiendo y procesando cartas a Santa Claus.


Es tiempo que los partidos y sus candidatos nos digan, con cristalina claridad y cruel franqueza, lo que piensan necesario hacer. Y cómo, respondiendo a qué sistema de prioridades. Punto por punto, en seguridad, en economía, en política fiscal, en salud, en educación, en medio ambiente, para generar empleo e inversiones, para combatir corrupción...


Los ciudadanos decidirán, el día de las elecciones, qué paquete de medidas apoyan y a quién le creen capaz y suficiente honesto para definir prioridades. La consulta participativa es la misma votación, no todos estos mecanismos seudo-participativos, seudo-democráticos que no producen otra cosa que programas populistas, demagógicos y mentirosos.


Una población que ha perdido la credibilidad en su clase política no necesita más consultas, sino más transparencia y honestidad a la hora de presentar candidatos y programas de gobierno.


Estoy claro que los partidos, en las campañas electorales modernas, no pueden prescindir de los instrumentarios de mercadeo, sondeos, encuestas, etc. No soy tan ingenuo para no saber esto. Y está bien que usen estos instrumentos para poder comunicar sus programas. Para poder explicarlas mejor. Para ganar apoyo para medidas necesarias. Pero antes tienen que saber qué quieren hacer con el país. Antes de diseñar el empaque, tienen que tener un producto que vale la pena y que no es fraude.


(Publicado en Siguiente Página)

martes, 11 de septiembre de 2007

¿Realmente quieren ganar? Una telenovela aburrida en cuatro entregas.

A veces hay que ver las cosas desde cierta distancia para poder distinguir las formas, identificar los patrones, descubrir las lógicas. Así también en historia. La misma situación, ya no vista como problema político actual, sino como tendencia histórica, puede cambiar de sentido.


En 1993, antes de las primeras elecciones después de los Acuerdos de Paz -las primeras a las cuales se presentó la ex-guerrilla salvadoreña-, en el seno de la izquierda se discutió dos opciones estratégicas, dos visiones diferentes de la transición, de las cuales se derivaron dos diferentes opciones de alianza e incluso de candidaturas.


Detrás de la propuesta de lanzar como candidato de la izquierda a Abraham Rodríguez, fundador de la Democracia Cristiana, estaba la idea de formar una alianza grande entre izquierda y sectores de la Democracia Cristiana, y la visión que se necesitaba una fase de transición democrática, con un gobierno de transición, para madurar y fortalecer el proceso democrático iniciado por los Acuerdos de Chapultepec. Detrás de la propuesta de formar una alianza de este tipo, con un presidente Abraham Rodríguez, estaba la tesis que en estas primeras elecciones no se trataba de medir fuerzas entre las dos partes que habían firmado el fin de la guerra; o sea, que no se trataba de ver las elecciones del 94 como la batalla política para definir lo que la guerra no definió, sino verlas como la posibilidad de formar una alianza que trascienda las divisiones entre las fuerzas beligerantes y administre la transición y la reconciliación.


La otra propuesta –y la que al final se adaptó- era usar las elecciones del 94 para medir fuerzas entre derecha e izquierda. Definir la correlación. Establecer al FMLN como partido, como fuerza política-electoral, ponerlo en el mapa, consolidarlo, darle identidad y cohesión. Para hacer esto, se necesitaba una alianza izquierda-izquierda, con un candidato como Rubén Zamora. Nada de contaminación democratacristiana o centrista. Una alianza con sectores de centro no iba a permitir la limpia medición de fuerzas. En esta concepción, más importante que ganar –y ganar obviamente era más factible con Abraham que con Rubén; más fácil con una alianza grande que con una chiquita- era consolidarse y cohesionarse como izquierda.


Los que dentro del FMLN propusieron la candidatura de Abraham Rodríguez, sobre todo Joaquín Villalobos, querían ganar. Querían ser partícipes de la fase de transición democrática. Lo de la cohesión partidaria, para ellos era secundario, o incluso sospechoso.


La izquierda perdió las elecciones de 1994, pero logró consolidar al FMLN como fuerza. Para unos, la pérdida de una oportunidad, para otros un triunfo político. En 1994, el FMLN se enrumbó en su camino de priorizar su coherencia ideológica por sobre su capacidad de hacer alianzas. En última instancia, por encima de su capacidad de ganar y gobernar. Los que estaban convencidos de la estrategia adoptada para el 1994, no sintieron ninguna derrota. Perdieron las elecciones, pero ganaron la batalla por la concepción de partido. De las batallas del capítulo 1993-1995, el cual terminó con a salida de Joaquín Villalobos y Fermín Cienfuegos del Frente, salió el FMLN como partido centralizado, vertical, no plural. Con sus contratiempos y resistencias, por supuesto, que fueron resueltos con la sucesiva salida de los sectores que cuestionaban este modelo del partido. Y que eran los mismos que, cada vez que se acercaba la siguiente elección, propusieron alianzas y candidaturas para ganar.


Segundo capítulo: Antes de las elecciones de presidenciales del 1999 se repitió el mismo conflicto, con otros actores y otras modalidades, pero básicamente la misma disyuntiva. Nuevamente había un candidato que teóricamente podía ganar: Héctor Silva. Pero la candidatura de Silva, para ser exitosa, hubiera significado transformar al FMLN de fuerza antisistema en una fuerza reformista, en última instancia socialdemócrata. La misma disyuntiva que en el 1994: priorizar la oportunidad de ganar, gobernar, reformar – o la pureza ideológica del partido, mantener su capacidad de hacer la revolución. Los conservadores en el FMLN vetaron la candidatura de Silva y boicotearon la de Facundo Guardado. Nuevamente, perdieron las elecciones, pero ganaron la batalla por la concepción del partido: Retomaron el control, ahora absoluto, y tanto Silva como Guardado se fueron. Quedó un partido sin tendencias, monolítico, unificado, bajo el mando de Shafick Handal. Y un tercer presidente de ARENA, un tal Francisco Flores Pérez, quien perfectamente hubiera podido ser derrotado por Héctor Silva a la cabeza de una izquierda plural, deliberante, abierta...


Tercer capítulo: 2004. Esta vez la disyuntiva entre abrirse para ganar o cerrar filas para consolidar no existe: Ningún candidato del FMLN –ni Shafick Handal, ni Oscar Ortiz, ni Mauricio Funes- tenía oportunidad real de ganar en 2004. Sin embargo, la historia sigue el padrón de los capítulos anteriores: Con Oscar Ortiz, el Frente hubiera por lo menos abierta la puerta para futuras oportunidades. Sin embargo, el partido -sobre todo su aparato dirigencial- optó por Shafick, por la pureza ideológica del partido. Ya parece estribillo: Perdieron las elecciones, pero ganaron la batalla final por el control, la coherencia ideológica, la pureza del partido. Llega Tony Saca a Casa Presidencial, con un caudal de votos sin precedentes, pero el FMLN logra depurar de sus filas los últimos disidentes.


Ahora, en septiembre del 2007, estamos al inicio del cuarto capítulo – y la historia se repite, sin mucha fantasía por parte de los guionistas. La oferta de Arturo Zablah de formar una gran alianza por el cambio se parece en mucho a la idea de quienes en el 1994 propusieron la candidatura de Abraham Rodríguez. Nuevamente alguien pone en el horizonte del FMLN la idea de ganar, pero no para tomar el poder, sino para facilitar una transición – y ser partícipe de ella.


No estoy diciendo que Arturo Zablah, encabezando una alianza como él la propone -incluyendo al FMLN, pero no dirigida por el FMLN-, podría ganar las elecciones del 2009. Pero por lo menos, sería pensable. En cambio, la otra opción del FMLN –la de siempre, la de cerrar filas y defender la cohesión ideológica del partido- no tiene la más mínima posibilidad de ganar. Para esta opción, el candidato ideal para el Frente es Mauricio Funes. Nadie espera de él ganar la presidencia, sino su papel será devolverle cohesión, entusiasmo, liderazgo, ilusión a las bases del FMLN. La decisión ya está tomada. Como siempre, el FMLN prefiere cerrar filas, en vez de formar parte de una alianza plural, abierta al debate. Saben que sólo así podrían aspirar a ganar, pero temen que el pluralismo, aunque lo adopten solamente como táctica en una alianza electoral, sea contagioso. Saben que sólo así podrían ganar las elecciones, pero temen que así corren peligro de perder todo lo que ganaron en las batallas de 19994 en adelante: el control del partido y la pureza ideológica.


¿Cómo dicen siempre? Quien no entiende su historia, está condenado a repetirla…

(Publicado en Siguiente Página)

jueves, 6 de septiembre de 2007

Ya no está sola la Chabelita

Hace unos meses escribí una columna --en otras páginas-- titulada: "La última batalla de la Chabelita", hablando de la rectora de la Universidad de El Salvador, doctora María Isabel Rodríguez. Ahora, en medio de la campaña para elegir su sucesor, parece que esta mujer, contra todos los pronósticos y escepticismos, está ganando su última batalla. Porque al fin hay quienes agarran su bandera. Alrededor de Carlos Canjura, el matemático que dirige el programa "Jóvenes Talentos", se han organizado estudiantes y docentes para salvar la Universidad.
Durante años la dejaron pelear sola, una mujer octogenaria contra los fantasmas que todavía siguen asustando en la U. La dejaron sola los decanos y la mayoría de los docentes, por dos razones: su exigencia de excelencia académica, y su insistencia de conseguir fondos para el desarrollo académico, y no sólo para aumentar los salarios, prestaciones y privilegios de una casta acostumbrada a vivir de la Universidad.



La dejó sola la izquierda dentro y fuera de la Universidad. Es más, grupos de izquierda se volcaron contra la rectora. Ella se negaba a tolerar los feudos que estos grupos, con banderas de izquierda, habían construido en la Universidad. Se negaba a tolerar que los discursos ideológicos sigan sustituyendo la labor investigativa, docente y crítica. Se negó a aceptar que oportunistas sigan ocupando cargos para los cuales no estaban calificados académicamente, sino por supuestos "méritos" políticos, partidarios, "revolucionarios"…



Entonces, los grupos "revolucionarios" incrustados en la Universidad combatieron a la Chabelita, le montaron huelgas y tomas del campus, le lanzaron insultos y amenazas.



Mientras pocos --como Carlos Canjura-- apoyaron activamente a la rectora, cuando esto en la UES no estaba de moda, sus detractores se unieron para controlar las instancias de decisión de la Universidad. Se juntaron los ultraizquierdosos tipo BRES con los oportunistas en los decanatos y el cuerpo de docentes. Controlando la Asamblea General y el Consejo Superior, obstruyeron el Plan de Fortalecimiento Académico, bloqueando su financiamiento gestionado por la rectora con el gobierno y el BID.



Entonces, la Chabelita dijo: "Perdí una batalla, pero voy a ganar la guerra." Comenzó a activar a los pasivos. Estaba en juego el futuro de la Universidad si los obstructores lograran ganar la rectoría. Todo el esfuerzo de ocho años de reconstruir la Universidad, de devolverle su capacidad de intervención crítica y propositiva en la sociedad, podía perderse.



Chabelita encontró eco. Sus más cercanos colaboradores se organizaron y juntos con otras agrupaciones progresistas lanzaron a Carlos Canjura como candidato a rector. Recuperaron importantes espacios en las elecciones para la Asamblea General Universitaria, que hoy ya no es dominada por los detractores de la rectora. Su triunfo contra la rectora en la lucha contra los préstamos del BID resultó siendo una victoria pírrrica. Muchos estudiantes y docentes se despertaron y están formando una alianza para defender su Universidad. En cambio, el frente común de los seudo-revolucionarios con los docentes y decanos vivianes se rompió. En las actuales elecciones se presentan divididos. Los seguidores de la BRES y otros encapuchados que tomaron violentamente la Universidad postulan como rector a su líder Rufino Quezada. El resto del movimiento que coordinó la oposición contra los préstamos del BID y las tomas del campus lanzó a Rafael Monterrosa y Joaquín Vanegas, representantes de la mafia de docentes mediocres, que temen el desmantelamiento de sus feudos con la reforma académica promovida por la doctora y Carlos Canjura. La Tendencia Revolucionaria y el BPJ postulan su propio candidato, Ernesto Selva Sutter.



Existe un movimiento, encabezado por el actual vicerector académico, Joaquín Orlando Machuca, la actual decana de Humanidades y el actual vicerector administrativo. Este trío representa a los burócratas, decanos y vice-decanos que dejaron sola a la rectora en todas sus batallas. Quieren hacerse pasar como los herederos de la rectora, cuando la han abandonado cobardemente cada vez que se trataba de dar la cara por el Plan de Fortalecimiento Académico y su financiamiento.



La batalla por la UES ya no es de la Chabelita. La están librando los mejores de sus colaboradores, juntos con docentes que abrazan la visión de la excelencia académica con responsabilidad social, y juntos con un estudiantado harto de tanta politiquería en su Universidad.



(Publicado en El Diario de Hoy)

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Izquierda y unidad

Hay un imperativo categórico en la izquierda que se llama “unidad”. Parece un valor a priori. Nadie lo discute. No se pregunta: ¿Unidad, para qué? No se habla del alto costo que causa la unidad -- o más bien la de cualquier manera infructuosa búsqueda de la unidad.




La izquierda, en su historia, ha pagado costos elevadísimos en el altar de la santa unidad. Costo de pluralismo. Costo de creatividad. Costo de tolerancia. Costo de libertad. Hasta costo de vidas.



En nombre de la unidad de la izquierda se ha regañado, marginado, reprimido, excomulgado, encerrado en cárceles o manicomios, y hasta fusilado a compañeros que han profesado ideas que otros --las mayorías, los más fuertes, los más decididos, los menos propensos a dudas, los más poderosos y los menos escrupulosos dentro de a izquierda-- consideraban y decretaron lesivos para la unidad. Si no, pregunten a los combatientes internacionalistas en la guerra civil española que no eran comunistas. O pregunten a los comunistas que estaban en minoría en unidades dominadas por los anarquistas. O pregunten a los comunistas dentro de los sindicatos alemanes gobernados por socialdemócratas. O que les cuenten los socialdemócratas en Alemania Oriental opuestas a la forzada fusión de su partido con los comunistas para formar el temible Partido Socialista de Unidad (!!), el temible SED, arquitecto del muro de Berlin…



En nuestra reciente historia, me consta que el FMLN de la guerra ha sido más fuerte, más creativo, más eficiente cuando había menos unidad y más pluralismo, incluso más competencia, entre sus organizaciones y tendencias integrantes. Por más unitario que se hizo el FMLN (un una época durante la guerra y, sobre todo, en la actualidad), menos se sintieron cómodos en su interior las mentes creativas y críticas, y menos hubo debate, tolerancia, elaboración teórica.



A lo mejor es al revés que la cosa adquiere sentido: No es la unidad que hace fuerte a las izquierdas, sino la pluralidad. No es la unidad que libera energía y creatividad, sino la pluralidad y la competencia.



Y hago un paso más allá en territorio desconocido: ¿Quién dice que las diferentes tendencias de la izquierda son partes de un conjunto con fines e intereses compartidos, de un todo destinado de estar unido? ¿Destinado por quién? ¿No será posible que, al contrario, las contradicciones entre las izquierdas no son sobre métodos y medios, sino sobre visiones, objetivos, fines, utopías? ¿No será que tenemos diferentes sueños, que queremos construir diferentes mundos?



¿Qué tenían en común un guerrillero comunista graduado en Moscú, que soñaba con un paraíso soviético, con un guerrillero campesino cristiano, que soñaba con un mundo solidario y sin represión, o con un guerrillero estudiante, que soñaba con Woodstock o con una revolución cultural al estilo del mayo de Paris, Berkley, Praga y Berlin? Tenían en común un enemigo que estaba empeñado en matarlos a los tres. Tenían en común las armas. Al deponerlas y al desistir el enemigo en su empeño de asesinarlos, lo más lógico para ellos no era construir una unidad partidaria con ideología única, sino más bien que cada uno tratara a perseguir su sueño. No como individuo, pero tampoco como militante número 12345 en un partido que en la paz se mantiene igualmente vertical que en la guerra. Perseguir su sueño libremente asociado con los que lo comparten...


Estuve convencido en el 1992 --y lo estoy aun más hoy-- que lo mejor que hubiera podido hacer el FMLN en este momento crucial de la transición de guerra a paz era disolverse y dejar espacio para que cada una de las tendencias en su interior busque en el resto de la sociedad similares, homólogos, aliados para formar movimientos o partidos civiles. No civil igual a desarmado, sino civil igual a cívico, horizontal, compuesto por ciudadanos, internamente democrático. Concientemente disolverse hubiera sido mejor que el tortuoso proceso de disputas por el poder y por la verdad, de depuración, de expulsiones, de mutuas acusaciones de traición que le tocó a las izquierdas salvadoreñas al nunca cuestionar el imperativo de la unidad. Y todavía le sigue tocando...



A lo mejor hubieran surgido varios partidos fuertes, vitales, novedosos: uno socialdemócrata, uno comunista, uno socialcristiano, uno tal vez incluso liberal-democrático, con sus contradicciones, con sus coincidencias, cada uno con su personalidad, cada uno con su manera de hacer alianzas.



A lo mejor nos hubiéramos evitado el estéril bipartidismo con su polarización y su tendencia a la ingobernabilidad. A lo mejor hubiéramos construido una sociedad realmente pluralista, con cuatro o cinco o seis partidos fuertes que cubren todo el espectro ideológico sin vacíos, y con múltiples opciones de concertar coaliciones o alianzas. Asia funciona en otros países realmente plurales: Dependiendo de la coyuntura, dependiendo de los problemas de fondo que tiene que resolver la sociedad en un momento histórico dado, se forman diferentes coaliciones. Coaliciones de todas las izquierdas para hacer reformas sociales. Coaliciones de todas las derechas para recuperar la productividad. Coaliciones entre socialdemócratas y liberales para reforzar o reanudar la institucionalidad. Coaliciones entre todos para salvar el sistema de pensiones o para facilitar una reforma profunda de salud...



A lo mejor, incluso, una buena parte de los mejores cuadros y mentes y luchadores sociales de la guerrilla y del movimiento popular, en la transición hacia la paz, no se hubiera dedicado a construir partidos, sino en construir ciudadanía. A construir una sociedad civil menos dependiente de direcciones partidarias y clasificaciones ideológicas. A reconstruir un auténtico movimiento sindical que no sirve de fachada para partidos. A regresar a la universidad para volver a darle la función de conciencia crítica, laboratorio científico y caldo de creatividad del país.



Para proyectar estas reflexiones al momento actual: Es mucho más importante que las izquierdas --cada una-- desarrollen su propia personalidad que la búsqueda de la maldita unidad donde la mayoría (o la burocracia que dice representar las mayorías) reprime a las minorías. Es mucho más importante que las izquierdas aprendan a competir entre ellas y a hacer alianzas con fuerzas fuera de la izquierda. La unidad, por lo menos en un sentido ideológico, romantizado y canonizado, es más bien un obstáculo.



(Publicado en Siguiente Página)