lunes, 18 de diciembre de 2006

Una histórica oportunidad de viraje y unidad

El presidente es el gobernante y tiene el mandato constitucional de tomar decisiones y ejecutarlas. Punto. Nadie más. Ni la Asamblea, ni mesas de diálogo, ni comités del Plan Nacional, ni Comisiones de honorables pueden sustituir al gobernante en estas funciones.

Otra cosa es cómo el presidente llega a tomar decisiones, en quién se apoya; con quién consulta; con quién discute; en quién confía; qué amplia es la base de la cual se nutre. Si sólo son los amigos, partidarios, compadres, correligionarios – o si son las mentes más brillantes, los personajes más honestos y sinceros, independiente de su grado de coincidencia ideológica con el gobernante. De esto depende si un presidente realmente se convierte en estadista o si queda en la historia como un dirigente partidario más.

En este sentido, toda la discusión que tenemos ahora sobre el papel de la “Comisión de Seguridad Ciudadana y Paz Social”, es un poco absurda. Por supuesto que las decisiones sobre seguridad, sobre política criminal, sobre política de prevención las tiene que tomar el presidente, en conjunción con la Asamblea Legislativa, y no los comisionados. Si no, habría que pedirle que mejor renuncie. Simplemente no tiene el derecho de delegar la toma de decisiones.
Volvemos a lo mismo: El asunto no es quién toma las decisiones, esto ya está definido por la Constitución, sino cómo las toma el presidente.

Un presidente que convoca mesas de diálogo o comisiones de honorables, sólo para escucharlas –sólo para tomarse fotos con ellas y poder decir que las ha escuchado-, pero que no para realmente usarlas con el fin de poder tomar decisiones a nombre del país, más allá de las convicciones y los intereses de su partido, está engañando al país. Además está quemando un cartucho muy valioso –tal vez el último- para poder resolver el problema, en nuestro caso actual, el problema de la seguridad ciudadana. Convocar una Comisión, escucharla, y seguir tomando decisiones que no reflejan el consenso expresado en esta comisión, se puede hacer una vez. ¿Y la próxima vez que hay una crisis, a quién va a convocar? ¿Y la próxima vez que necesita hacer un viraje, quién le va a hacer caso asumiendo el papel de comisionado, más bien –en este caso- el papelón de idiota útil?

Porque precisamente de eso se trata: ¿Cómo producir un viraje, cuando una de tus políticas principales ha conducido a un callejón sin salida? ¿Cómo producir y proyectar este viraje, sin perder la cara? ¿Cómo incluso convertir el fracaso de una política de una debilidad en ganancia política, creando una base mucho más amplia y sólida para la política nueva?

Para esto sirven las comisiones de honorables (o mesas de diálogo, o concertaciones nacionales, o cual sea la modalidad que se adopte, dependiendo del problema a resolver y la situación entre las fuerzas políticas y entre clase política y sociedad). Sirven para producir un viraje cuando una política ha fracasado. Sirven para ampliar la base del consenso que sostiene la solución política al problema a resolver. Sirven para repartir la responsabilidad. Sirven para construir políticas de nación.

Obviamente hay dos condiciones para que esto funcione. Primero, hay que tener la voluntad política de hacer el viraje, o sea la voluntad seria de adoptar una política sustancialmente diferente a la propia. Segundo, hay que saber cómo hacerlo.

Si no existe la voluntad política, si se quiere usar el mecanismo de una comisión y del diálogo sólo para ganar tiempo y para continuar haciendo lo mismo; si se quiere instrumentalizar la buena voluntad de los comisionados para maquillar con seudo legitimidad a una política ya deslegitimada, el viraje no se va a dar o se va a reducir a cambios cosméticos sin cambio de rumbo.

Y si hay voluntad, pero no hay capacidad de gobernar con un esquema diferente de construcción de políticas, tampoco se logra el viraje. Para obtener la ganancia de que una comisión de honorables (o una mesa de diálogo…) ayude a un gobernante a redefinir una política de nación y le permita salir de una crisis sin perder la cara (sino al contrario perfilarse como estadista que trasciende el liderazgo sectorial de su partido y de su campo ideológico), hay que saber hacer concesiones. Hay que saber imponerse frente a sus propios colaboradores, su propio partido, su propia base electoral. Hay que saber apoyarse en otros sectores del espectro político para superar la oposición desde las propias filas. Hay que saber distinguir entre ganancias a corto plazo y para su propio partido, por una parte, y ganancia a largo plazo y para el país, por otra.
Por ejemplo, un presidente que realmente busca el viraje, se compromete con la comisión que convoca a abstenerse estrictamente del uso publicitario de la concertación y de sus frutos. Con esto, mostraría que está dispuesto a perder puntos a corto plazo y para su propia imagen, en función de hacer ganar al país.

Otro ejemplo: Un presidente que sinceramente busca el viraje, remueve a las personas muy identificadas con la política que hay que redefinir, como muestra de disposición de remover obstáculos. Los remueve, por muy cercanos han estado de él. El presidente no les debe a sus ministros ninguna lealtad encima de la lealtad al interés del país.

La sustitución de Donald Rumsfeld como ministro de defensa y principal arquitecto de la política fracasada hacia Iraq, y el nombramiento como jefe del Pentágono de un reconocido crítico de la manera cómo Bush y Rumsfeld han dirigido la guerra en Iraq, ha sido interpretada como una muestra que el presidente Goerge W. Bush –por lo menos después de la amarga derrota electoral en noviembre- quiere buscar un viraje en Iraq.

Aquí, el presidente Saca –en una situación comparable- manda un mensaje totalmente diferente: Frente al obvio fracaso de la política de mano dura de su correligionario Francisco Flores y de la política de súper mano dura de su propia administración, no sólo no remueve al ministro responsable de esta política, René Figueroa, sino le da blindaje político, encargándole el nuevo Ministerio de Seguridad Pública, es un mensaje totalmente diferente.

Tanto Bush como Saca enfrentan la situación que una de sus principales políticas fracasó. Bush está perdiendo la guerra en Iraq, y Saca está perdiendo la guerra contra la delincuencia. Los dos –con todas las enormes diferencias de los casos- enfrentan comisiones pluralistas, de mucho peso y de enorme credibilidad que de una manera no partidista analizan los respectivos fracasos y se encargan a proponer a sus presidentes estrategias nuevas basadas en consensos nacionales, y de esta manera abrir la posibilidad de resolver lo que los presidentes solos, sin apoyos amplios, pueden resolver.

En los dos casos –por muy diferentes que sean- hay una coincidencia interesante: Hay políticas que han fracasado y que requieren de un viraje y de consensos amplios. Hay comisiones de mucho peso que ofrecen a los respectivos presidentes la oportunidad de producir estos virajes conjuntamente. Tanto los integrantes de la “Comisión Baker” en Washington como los integrantes de la “Comisión de Seguridad Ciudadana y Paz Social” tienen una cosa en común: Han puesto el interés de la nación encima del interés sectorial o partidario de cada uno. Son realmente plurales y responsables (combinación que no es tan común). No buscan la derrota del gobierno, sino un viraje constructivo que goce del apoyo amplio de la nación – y por lo tanto, abre la posibilidad de resolver la crisis.

A esta altura hay pocos indicios que Bush tiene la capacidad y la voluntad de hacer uso de esta oportunidad histórica de corregir los errores y hacer que Estados Unidos pueda salir de Iraq sin humillación. La Comisión Baker recomienda claramente a pensar en el retiro de Iraq, por lo menos del papel que Estados Unidos ha asumido de sustituir al mismo tiempo policía, ejército y gobierno en este país. Bush, después de un corto lapso de forcejeo en su propio partido (y sobre todo con el más importante aspirante a la candidatura republicana, John McCain), hoy adopta una posición de rechazo a casi todas las recomendaciones de la comisión bipartidista. A esta altura parece que la sabiduría política de Bush sólo le alcanzó para usar la Comisión Baker para deshacerse de su Ministro de Defensa, no para producir el viraje que la gran mayoría de norteamericanos estaba esperando.

Y aquí, ¿hasta dónde llega la sabiduría de los gobernantes? El hecho que esta sabiduría no haya conducido a la salida olímpica de Figueroa (dividir el súper ministerio y dejar a Figueroa al cargo de Gobernación), ofreciendo a la Comisión de Seguridad una muestra de buena voluntad en forma de un nuevo ministro de seguridad no comprometido con las políticas fracasadas, todavía no lo quisiera tomar como prueba que no hay voluntad al viraje.

Me imagino que -igual que su colega Bush- Saca no puede moverse sin tomar en cuenta el problema de la sucesión en su propio partido. Esto, tanto en Washington como en San Salvador, ya es una grave hipoteca sobre la capacidad de generar una política nueva que trascienda intereses partidarios.

Sin embargo, aquí todavía está por verse hasta que punto el presidente Saca tenga la capacidad de usar la Comisión –y la alta credibilidad de la cual sus integrantes están gozando en la opinión pública- para producir un viraje; para superar las resistencias en su propio partido.

Tal vez tenga razón Saca de preferir que en esta batalla contra la inercia y los intereses creados en su propio partido, esté Figueroa a la par de él. Tal vez los dos juntos tienen la capacidad de superar las resistencias, juntar voluntades, y aprovechar la histórica oportunidad de construir –mano a mano con la comisión- una política de seguridad pública, expresión de una voluntad nacional de ganar esta batalla decisiva.

(Publicado en El Faro)

lunes, 4 de diciembre de 2006

Un fantasma recorre El Salvador

Acaba de terminar el Encuentro Nacional de la Empresa Privada de El Salvador. La parte política del documento que ANEP (la Asociación Nacional de la Empresa Privada) presentó a la nación en esta ocasión se lee como el manifiesto de lanzamiento de un Partido de la Reforma de El Salvador, surgido para liberar al país del secuestro y de la parálisis en que lo mantienen los partidos políticos. Desafortunadamente, este partido nuevo no existe. Nadie lo está lanzando.
Sin embargo, existe el manifiesto. El documento presentado por la cúpula empresarial coloca en la agenda nacional todas las reformas políticas, electorales, institucionales que los partidos dominantes del país, ARENA y FMLN, han logrado boicotear durante años para cimentar el status quo tan favorable para ellos.

Los empresarios exigen: representación proporcional en los concejos municipales; candidaturas independientes de los partidos a las alcaldías; una ley de partidos que facilite el escrutinio de los fondos de campaña; listas abiertas para elección de diputados; sustitución del Tribunal Suprema Electoral partidocrático por un Instituto Electoral sin influencia de los partidos; el voto en el exterior; la introducción del referéndum para reformas trascendentales; la decentralización de la administración pública; la sustitución de la Corte de Cuentas por una Controlaría…

Un partido -incluso uno nuevo- que se presente al país con este programa de reformas y que además cuente con el apoyo organizativo y financiero de la empresa privada, ganaría las próximas elecciones. Sin ninguna duda. Gente de derecha e izquierda votaría por una cruzada de reforma institucional de este tipo, siempre cuando esté encabezada por gente que disponga de credibilidad, decisión y disposición a romper tabúes. Esta rara especie de personas con visión y huevos.

Este programa de reforma política de los empresarios -combinado con su propuesta de corregir el sistema de libre mercado con mecanismos de planificación, solidaridad, inversión en educación, equidad y responsabilidad ecológica- no se distingue mucho de la plataforma de un partido socialdemócrata europeo. Podría ser, por lo menos, la base para una concertación exitosa y funcional entre un empresariado con esta visión y una izquierda moderna de corte socialdemócrata.

Es sumamente positivo que la cúpula empresarial de este país, luego de 20 años de apoyo incondicional a ARENA, haya llegado a formular de esta manera tan clara su visión del futuro del país. Hacía falta que la gremial empresarial recupere su independencia y su capacidad de acción política.

Lo que no puede hacer el poder fáctico es presentar un programa tan audaz y progresista - y después quedarse de observadores y permitir que cada una de estas reformas se estanque en el sistema partidario. ARENA mata una, el FMLN deja morir la otra. La empresa privada tiene el poder para insistir que estas reformas se hagan, de manera responsable y sin echar agua al vino. Si realmente están convencidos que estas reformas son necesarias para hacer avanzar al país, tienen el poder de hacerlas. O de hacer que las hagan.

Como usa su poder y su visión el empresariado salvadoreño, habrá que observar. Pueden usar su enorme influencia histórica sobre ARENA para construir una fórmula presidencial arenera comprometida con estas reformas. Aunque sea en contra del aparato partidario, pueden exigir al partido abrir el proceso de selección de candidatos y de definición de la plataforma. Pueden simplemente no aceptar que las únicas dos opciones areneras sean las que ahora se están disputando el poder para el período 2009-2015: el grupo de Toni Saca y René Figueroa y el grupo de los “históricos”. Pueden presentar un candidato comprometido con el programa de reformas de ENADE 2006 y exigir que lo tomen en cuenta.

O pueden dejar de apoyar y financiar a ARENA. Pueden construir, junto con otras corrientes comprometidas con la rigurosa reforma institucional, una nueva fuerza reformista capaz de vencer tanto al FMLN como a ARENA. Una fuerza que cuente con el apoyo financiero de la empresa privada, con la fuerza intelectual combinada de los sectores razonables de derecha e izquierda, con el apoyo de la comunidad internacional y con la mayoría de votantes que dieron su voto a ARENA o al FMLN porque dentro del sistema de la polarización bipartidista no vieron otra opción.

Un fantasma recorre El Salvador: el fantasma reformista de un empresariado que no acepta más las limitaciones que la clase política impone al desarrollo democrático y productivo del país. El poder fáctico ha hablado. A ver quien agarra la bandera y corre con ella.
(Publicado en El Faro)

lunes, 27 de noviembre de 2006

Compremos el diario antes de que lo arruinen

De repente, el destino del periódico más prestigioso de la ciudad está en la boca de todos. Descontenta con la manera en que los dueños lo manejan, la ciudad, la comunidad, sus líderes empresariales e intelectuales toman la palabra y dicen: Este periódico es una institución, no simplemente una inversión; tiene que reflejar los intereses de la comunidad, de la sociedad civil de esta ciudad, no los intereses de los dueños de aumentar su rentabilidad; su función principal es informativa, no monetaria.

Y comienzan estas voces desde la comunidad metropolitana a imputar las decisiones que los dueños del periódico han tomado. No aceptan que las decisiones estratégicas sean tomadas en función de maximizar la ganancia, exigen que sean tomadas en función del rol informativo, cultural, institucional que el periódico tiene para la ciudad y sus habitantes.

Prominentes líderes empresariales de la ciudad, quienes durante años han usado su inmensa riqueza para financiar proyectos de salud, educativos y culturales en la ciudad, se oponen a la sustitución del gerente general y, poco después, del editor jefe del periódico. Ambos habían retado a los dueños negándose a implementar sus planes de corte de personal y de gastos de redacción. Su sustitución por ejecutivos fieles a los intereses de los dueños había encontrado primero resistencia, luego frustración y fatalismo en las filas de los periodistas, editores y columnistas del periódico. Pero lo realmente nuevo: también en las filas de los lectores e incluso de los anunciantes.

Cuando los dueños no cedieron ante las críticas ni de los periodistas, ni de los lectores y tampoco de los prominentes empresarios locales, algunos de ellos tomaron acción en el asunto: presentaron a los dueños ofertas de comprar el periódico. En el momento hay por lo menos tres ofertas multimillonarias serias sobre la mesa. Compiten entre ellas, pero tienen un elemento básico en común: el propósito de convertir al periódico en una institución sólida que prioriza su función informativa y en beneficio de la comunidad metropolitana encima de la maximización de la ganancia.

Las personas detrás de estas ofertas no son intelectuales izquierdosos, ni sindicalistas, ni soñadores románticos (normalmente no tienen la liquidez necesaria para comprar periódicos grandes), sino empresarios que tienen esta liquidez precisamente porque han probado, en el duro mundo de los negocios y las finanzas, que saben administrar, saben competir, saben de costos y su relación con los ingresos. Uno hizo su dinero en construcción e inmuebles y se unió con otro que se hizo millonario con sus supermercados; la segunda oferta proviene de uno de los personeros más ricos y prominentes del país, cuya riqueza proviene de su liderazgo en el mundo del entretenimiento; y la tercera oferta –hasta ahora la menos consolidada pero la más interesante- fue hecha por un miembro disidente de la familia fundadora del periódico y de la junta supervisora de la empresa que ahora es dueña del periódico. Este hombre con su apellido tan aristocrático, cuyos predecesores determinaron la historia de la ciudad, quiere movilizar a los lectores y anunciantes del periódico a crear un fondo común para recuperar el periódico, modernizarlo y usarlo para fomentar el desarrollo de la comunidad metropolitana. Sobre todo: para hacerlo, de una vez por todas, independiente del gran capital financiero y sus intereses.
El actual estado de las cosas: Los dueños del periódico dejaron saber que no están interesados en vender el periódico a nadie. Por lo contrario, anuncian seguir adelante con sus planes de reducir costos y personal y sustituir a todos los ejecutivos opuestos a esta política.

Entonces, los empresarios interesados en comprar el periódico aumentaron su apuesta: quieren comprar todo el consorcio dueño del periódico, desmembrarlo y quedarse con el periódico que consideran institución insignia de su ciudad digna de recuperar, sanear y fortalecer en independencia editorial y en su misión informativa, cultural y fiscalizadora.

Me imagino que a esta altura el último de mis lectores se ha dado cuenta que no estoy hablando de La Prensa Gráfica ni de El Diario de Hoy. No que no sean dignas de una acción decidida de recuperación. No que en estos periódicos no sea necesaria la intervención de empresarios visionarios…

Lastimosamente, en El Salvador no han aparecido ni editores ni mucho menos gerentes generales de periódicos dispuestos a arriesgar su carrera oponiéndose a los intereses de los dueños. Lastimosamente tampoco han aparecido empresarios dispuestos a invertir e intervenir en el rescate de nuestros periódicos. No tenemos empresarios tan visionarios que estén decididos a financiar medios para que sean fuertes, profesionales e independientes – incluso de ellos mismos. No han tomado acción aquí empresarios que apuestan a un medio que, en vez de depender de ellos y servir sus intereses, dependan del conjunto: la ciudad, el país y de la comunidad.

Sin embargo, la historia aquí contada no es invento. Es la historia reciente de Los Angeles Times, uno de los tres periódicos líderes de Estados Unidos. Lanzado por la familia Chandler en 1886, fue vendido en 2000 a la Tribune Company con sede en Chicago, la cual, a su vez, es controlada por inversionistas de Wall Street.

En seis años, los nuevos dueños han cambiado tres veces a los máximos ejecutivos de dirección del Los Angeles Times para reducir personal y costos editoriales. En Octubre del 2006, obligaron a renunciar al publisher (gerente general) Jeff Johnson, porque junto al editor (jefe de redacción) Dean Baquet, se negó a ejecutar los planes de reducción de personal y gastos, con el argumento que “periódicos no pueden abrir su camino hacia el futuro con recortes”. Un mes más tarde, también el editor jefe Dean Baquet es forzado a renunciar. Su pecado: En vez de despedir a sus colaboradores, convocó una conferencia de editores de todos los medios que propiedad de la Tribune Company, organizando la resistencia contra la casa matriz. Sí, existen editores con columna vertebral intacta…

Tampoco los empresarios visionarios son invento mío. Existen. Por lo menos en Los Ángeles: por ejemplo Eli Broad, quien se hizo multi-billionario en el mercado de construcción y famoso por sus donaciones –igualmente billionarias- a las instituciones culturales de su ciudad; por ejemplo Ron Burkle, quien hizo su fortuna con supermercados; por ejemplo David Geffen, magnate de la industria musical y cinematográfica, amigo personal de Bill Clinton, ex novio de Cher.
También es personaje real el heredero rebelde: Harry B. Chandler, bisnieto del fundador del periódico e hijo del último Chandler al mando del periódico. Tampoco es un hippie o romántico. Representa los intereses de la familia Chandler en la junta del Tribune Company. Este heredero de una familia que durante décadas controlaba buena parte de los destinos de Los Ángeles, dice lo siguiente: “Todos deberíamos estar preocupados ante la posibilidad de una venta del LA Times a unos dueños que le quieren exprimir incluso más ganancias; o a un empresario egocéntrico con una agenda personal. Por Dios, mi bisabuelo fue este tipo de personaje, y a mi papá le costó el trabajo de medio siglo para deshacer este legado de un periódico como instrumento de una persona y convertirlo en el gran periódico que es ahora.”

Por esto, Harry B. Chandler, en vez de apoyar a los diferentes billonarios que quieren comprar el LA Times, propone un modelo “más allá de las corporaciones y de los especulantes de la bolas de valores”: amplia distribución de las acciones entre los lectores y la comunidad de Los Ángeles.
Leyendo las distintas declaraciones de los tres grupos que quieren comprar y rescatar al LA Times, parece que todos quieren, aunque con métodos y enfoques diferentes, lo mismo: un periódico al servicio de Los ángeles; un periódico libre de intereses foráneos, incluyendo los de Wall Street. Un periódico profesional, donde los criterios periodísticos prevalecen sobre los intereses financieros. Un periódico que sea financieramente sano, pero en función de su misión editorial.

Que bueno que hay periodistas, editores, gerentes y potenciales inversionistas capaces de compartir este sueño. Aunque lastimosamente, no en San Salvador… Pero como dicen: Cuando el chucho ladra en Estados Unidos, nosotros movemos la cola. Ojalá.

PD. Este es una columna de opinión, no una investigación. Toda la información se basa en dos artículos en Los Angeles Times: de James Rainey/Thomas S. Mulligan del 9 de noviembre de 2006; y de James Rainey del 6 de noviembre de 2006; y uno de Eva Schweitzer en Die Zeit (Alemania) del 28 de noviembre de 2006.
(Publicado en El Faro)

lunes, 20 de noviembre de 2006

Enfermedades no se curan con promesas, ni con buenas intenciones

Al fin el señor Boris Eserski, el don de la televisión nacional (y de mucho más), hizo lo que nadie se hubiera imaginado: una autocrítica pública –aunque no explícita-, confesando que sus noticieros, durante años, han irrespetado la dignidad de las víctimas de la delincuencia; que tampoco han respetado la presunción de inocencia que la Constitución garantiza a cualquier detenido o acusado del crimen que sea; que han sido sensacionalistas; que han magnificado los crímenes; que han transmitido operativos policiales como si fueran espectáculos o escenas de Miami Vice; que han marginado o callado los temas de prevención y reinserción….

Más sorprendente aun: Los dueños y directores de la Prensa Gráfica, de El Mundo, de CoLatino, de los canales 33, 12 y 21 han suscrito la misma autocrítica. Tan contagiante ha sido el arrepentimiento colectivo de los más poderosos de los medios salvadoreños que hasta los que casi no han pecado se unieron al coro. Sólo El Diario de Hoy no quiso suscribir el manifiesto de mea culpa, pero expresó su manifiesto de no cometer los pecados que no reconoce haber cometido.

El manifiesto “Medios por una cultura de paz” -resultado de una iniciativa de TCS y suscrito por casi todos los medios informativos salvadoreños- se lee como el catálogo de pecados de TCS. Bueno, no sólo de TCS, sino igualmente del periódico Más y su papá, El Diario de Hoy, y –en menor escala- de los demás medios. Pecados que durante años han sido señalados por analistas y periodistas – sin ninguna reacción de parte de los medios y sus ejecutivos. Con una excepción: La Prensa Gráfica, que el año pasado salió con la célebre edición en blanco y negro y con el compromiso de desarrollar un tratamiento periodístico más responsable de la violencia.

Una vez que don Boris, sus ejecutivos y sus homólogos tenían estos raros momentos de reflexión, autocrítica y sinceridad, aprovecharon a hacer un reconocimiento especial a El Faro, su competidor digital. El hecho que a nadie se le ocurrió a invitar a El Faro al confesionario colectivo y a suscribir el manifiesto en el cual se comprometen a ser responsables en vez de seguir actuando de manera irresponsable, constituye el reconocimiento tácito que El Faro respeta la dignidad, no convierte crímenes y operativos policiales en espectáculos, respeta la presunción de inocencia, critica al gobierno por la falta de información confiable sobre la delincuencia - y sobre todo, que tiene ratos de “crear conciencia en las autoridades y en la población de que la seguridad pública es un tema de nación”. Gracias.

Mucha gente ha dicho: ¿Acaso no es positivo que los medios se comprometan públicamente con principios tan indiscutibles como la dignidad de las víctimas, la presunción de inocencia de los acusados y la negativa al morbo? Bueno, es tan positivo que es un manifiesto donde todos nosotros reafirmemos que no vamos a violar las leyes.

Varios de los 11 puntos suscritos por los dueños y los directores de nuestros principales medios son precisamente normas universalmente reconocidas de nuestra profesión. Pero los que ahora los convierten en manifiesto, siempre se han negado a suscribir el código de ética profesional propuesto por la Asociación de Periodistas de El Salvador, que contiene estos principios y otros más, aun no reconocidos por nuestros medios.

Veamos los principales puntos de la declaración “Medios por una cultura de paz”, una por una: (1) “No mostrar cadáveres ni escenas de sangre”. Esto es caer de un extremo al otro: Durante años nos asaltan con un exceso de imágenes sangrientas – y ahora los quieren eliminar del todo. Hay un criterio de responsabilidad y otro de derecho de información. Los periodistas tenemos que saber evaluar, definir prioridades, caso por caso, dependiendo de las circunstancias, del contexto. Puede ser irresponsable mostrar ciertas imágenes - y puede ser irresponsable no mostrarlas, en otras situaciones. La clave es responsabilidad. Lo mismo aplica a la norma (5): “No mostrar imágenes que correspondan a la simbología de las pandillas.” Tampoco suscribiría esta norma. Es cierto que no hay que hacerle eco al exhibicionismo de los mareros, a su afán de marcar territorio pero puede haber muchos contextos donde es conveniente, legítimo, necesario reproducir imágenes que contienen los grafitis, tatuajes, etc. Nuevamente, la responsabilidad y la priorización de valores conflictivos no se pueden sustituir con reglas fijas.

Otra cosa son la norma (2) que dice: “Tratar con respeto la dignidad de las víctimas y sus familias” y la norma (8): “Respetar la presunción de inocencia”. Estas son normas que no permiten excepción ninguna. Y son las normas que más sistemáticamente han sido violadas por muchas de las empresas mediáticas que hoy suscriben el manifiesto. Y que sea claro: No han sido violadas por falta de mecanismo de control a los periodistas, sino que violarlas ha sido política definida de las empresas, impuesta de arriba para abajo.

Dicho sea de paso, me estaba preguntando si las buenas intenciones y el compromiso público con una nueva ética mediática incluiría una práctica de nuestros medios que siempre me ha chocado de sobremanera: acudir a las citas de la PNC o la fiscalía y tomar –y después difundir- las imágenes de los detenidos en exhibición forzada. He visto como ante las cámaras de televisión y prensa los agentes jalan a los detenidos del pelo hasta que muestren sus caras. Este tipo de fotos ningún medio debería tomarlas, mucho menos publicarlas. Obviamente, la nueva ética mediática no llega hasta ésto, porque se siguen publicando estas fotos de exhibición forzosa de detenidos (en La Prensa Gráfica del sábado 18 de noviembre hay una), sólo que ahora se cuidan que no salgan los tatuajes y las señas de dedos, para no violar el mandamiento quinto que no permite imágenes que corresponden a la simbología de los pandilleros, pero sí permite imágenes de exhibición forzosa. ¿Y el octavo mandamiento de los dones? ¿Y la presunción de inocencia?
La norma (3) es una de las más interesantes: “La cobertura periodística no magnificará los crímenes violentos y evitará el morbo, el sensacionalismo y la espectacularización del accionar policial.” Nada de Rambos botando puertas ante las cámaras de televisión – que están casualmente en el sitio y lugar de un cateo. Nunca más tomas del director de la PNC vestido de comando. Esto para matar esto de la “espectacularización” - ¡qué palabrota! Espero que la haya aportado uno de los administradores de medios, no un periodista.

¿Y el morbo? Según la Real Academia Española esta palabra tiene tres aceptaciones: “enfermedad”, “interés malsano por personas o cosas”, y “atracción hacia acontecimientos desagradables”. El denominador común es que es enfermizo. Pero las enfermedades no se curan con promesas, ni siquiera con buenas intenciones. El antídoto al morbo es análisis, contexto, investigación, reflexión. Lo que más brilla por su ausencia en nuestros medios.

Nos queda lo de la magnificación del crimen. Disculpen, señores Eserski, Dutriz, Altamirano: no es un problema de magnificación. De la misma manera que ustedes tienden a magnificar los crímenes que emanan de los sectores marginados, minimizan los crímenes que emanan de las clases altas: corrupción, narcotráfico, lavado de dinero mal habido y fraude bancario. Ustedes tienen políticas bien definidas de magnificación y de minimización, según la conveniencia. Hasta el extremo que el hecho de que en la vecina Honduras existe una investigación y órdenes de captura contra los directores del Banco Cuscatlán, simplemente no encontró mención en la mayor parte de los medios que suscriben la nueva ética periodística. Mientras el problema de la isla del Conejo, absolutamente insignificante, lo hacen parecer crisis internacional.

No se trata de magnificación ni minimización, sino de la justa dimensión. Otra vez: Esto sólo es posible mediante el enfoque crítico, el análisis, la investigación y la puesta de las noticias en su contexto. No hay regla. No hay válvula que se puede abrir y cerrar. No hay dosificación.

El más sorprendente de los mandamientos es el número (4): “No hacer apología del delito.” Que yo sepa, aquí los únicos delitos que reciben apología en los medios son los de cuello blanco y corrupción gubernamental. Entonces, si los dueños de los medios incluyen, en sus mandamientos, un punto explícito para erradicar la apología del delito, sólo a estos delitos se pueden referir. Esto sí es positivo. Esto sí es avance. Felicitaciones.

Porque nunca he visto –por lo menos no en los medios grandes- apología a los delitos que cometen mareros. ¿O será que con “apología” se refieren a los pocos intentos serios de analizar los orígenes de esta forma de violencia? ¿Querrán decir que ya nadie se moleste –o atreva- de profundizar estos análisis?

El mandamiento (7) no lo entiendo. Parece que ellos mismos tampoco. En la versión completa del manifiesto, reproducida por La Prensa Gráfica, dice así: “Espacios de expresión para el público. Los lectores, radioescuchas, y televidentes podrán participar desde los medios con sus inquietudes y sugerencias.” En el comunicado que publicado con los logotipos de todos los medios participantes hay otra versión: “Abrir espacio de opinión o investigación para promover y cuidar la salud mental de la familia frente a la delincuencia.” Son dos cosas diferentes. ¿O quieren decir que los espacios de participación del público tienen una función terapeutica?

Además hay algunos mandamientos que nada tienen que ver con normas de tratamiento periodístico de la violencia, sino con una propuesta de agenda temática. Por ejemplo (6) “Promover contenidos positivos e historias de éxito en la prevención y la rehabilitación.” De acuerdo, siempre lo positivo es más agradable. Siempre cuando la promoción de los contenidos positivos –combinado con la no magnificación de la violencia- no sirve para salvarle la cara a un gobierno que ha fallado en priorizar las políticas que producen noticias positivas y a combatir las realidades que producen noticias de violencia. Conociendo la trayectoria de algunos de los medios firmantes –los más grandes-, no parece descabellada esta sospecha. Todos sabemos: las malas noticias son malas para la inversión y el turismo – y para futuras elecciones.

Como ciudadano, quiero ser informado de todo lo que afecta la seguridad ciudadana, o sea la mía, de mi familia, de mi comunidad. Sin filtros. Sin dosificación. Sin editores que reciben líneas editoriales de magnificación de unas y minimización de otras noticias. En este sentido, tengo que contradecir, por primera vez, a mi amiga y colega Sandra de Barraza quien enfáticamente apoya a la iniciativa de los medios. Sandra escribe en su columna del 17 de noviembre: “Exigimos que no se oculte la verdad, pero es necesario dosificar y balancear…” No, Sandra, lo que necesitamos no es dosificación. El balance tiene que salir de la verdad y toda la verdad, puesta en su contexto, presentada con responsabilidad y valor. ¿Y de qué balance estamos hablando? Los periodistas no podemos establecer, por voluntad nuestra o de nuestros dones, equilibrios entre lo negativo y lo positivo donde el balance real es negativo.

Todos anhelamos una sociedad donde haya balance, armonía, paz. Pero esto hay que construir en la realidad, no en la percepción.

En conclusión: las buenas intenciones nunca hacen daño. A menos que sirven para esconder malas intenciones. Este periodista, para curarse en salud, toma el manifiesto de los dones de la comunicación como autocrítica a sus pecados, como rectificación de sus políticas equivocadas. El resto hay que observarlo. Críticamente.
(Publicado en El Faro)

lunes, 13 de noviembre de 2006

Combatientes contra la violencia

Todo indicaba que era una idea demasiado atrevida y que no iba a funcionar: reunir en Morazán a un millar de excombatientes guerrilleros bajo el lema “No a la violencia”. Llovió en chorros. Tuvieron de un día al otro que conseguir otro local para la fiesta, ya que el FMLN local se había encargado de sabotear el evento; lo mismo pasó a última hora con el equipo de sonido, con los buses contratados para movilizar a la gente de los diferentes puntos de Morazán. Hubo chantajes, rumores sobre la inminencia de violencia, amenazas. Todo bajo el lema: “Joaquín Villalbos viene a Morazán a fundar un partido – y no lo vamos a permitir.”

Sin embargo, el pasado sábado -17 aniversario del inicio de la ofensiva guerrillera de 1989- al mediodía empezaron a llegar a Perquín caravanas de buses, camiones, carros, todos repletos de excombatientes del ERP y sus familias. El turicentro “Cueva del ratón” se empezó a llenar de hombres y mujeres -la mayoría entre 35 y 60 años de edad. El típico rango de edad de ex-combatientes de la guerra civil salvadoreña. Se llenó también de niños, sobre todo de 15 para abajo. Los niños de la paz. A las 5 de la tarde, por arte de magia para quienes no se acuerdan de la creatividad, capacidad de improvisación y del genio logístico de los guerrilleros de Morazán, estaban ahí unas dos mil quinientas personas - mil de ellos ex-guerrilleros y ex-guerrilleras, el resto sus hijos, sus esposas, sus esposos. La mayoría de los veteranos vistiendo una camiseta gris que en el pecho luce el emblema de la BRAZ – la temible Brigada Rafael Arce Zablah del ERP, nacida y entrenada en estas tierras de Morazán. 11 de noviembre, aniversario de la ofensiva “Al tope y punto” del 1989 – ¿un evento más de nostalgia guerrillera, de consignas inflamatorias, de romanticismo revolucionario, de quejas interminables? No, todo lo contrario. La camiseta gris lleva en la espalda las letras: “Veteranos del ERP - ¡No a la violencia 2006!”

“No a la violencia” - consigna llevada con visible orgullo por hombres y mujeres curtidos en cientos de combates. Por los guerreros más temibles de la guerrilla salvadoreña. De adultos que en su juventud fueron entrenados como fuerzas especiales.

“Veteranos guerrilleros”: gente que ha dicho sí a la violencia cuando se trataba de erradicar del país al terrorismo de Estado, la tortura, la represión. Hoy dicen “No a la violencia 2006”, porque están dispuestos a defender la paz conquistada por ellos: contra el autoritarismo del Estado de 2006; contra el aventurismo de la izquierda que produjo un 5 de julio y sigue produciendo tomas violentas de la Universidad y de hospitales; y también -me consta de todas las pláticas con mis ex-compañeros de armas en el turicentro “Cueva de ratón”- en contra de la violencia delincuencial y la violencia estructural que la produce.

Los veteranos del ERP y sus miles de bases sociales históricas -campesinos ambos en su gran mayoría- se encuentran dispersos, no organizados, no representados. Pocos de ellos siguen militando en el FMLN. Algunos se han incorporado en otros partidos, del CD y FDR hasta el PDC e incluso ARENA. La gran mayoría -como la mayoría de la población- no tiene partido.

La gran sorpresa del 11 de noviembre en Perquín: Por muy dispersos que estén, siguen siendo organizadores, militantes de causas progresistas, activistas, soñadores. De guerrilleros se han convertido en ciudadanos. Lo que el FMLN no ha podido hacer – de partido de cuadros, de “vanguardia revolucionaria” convertirse en expresión de la sociedad civil, los veteranos del ERP lo han hecho, cada uno o en pequeños grupos, obligados por las exigencias de la sobrevivencia, combinados con las exigencias de su conciencia y por el abandono en que la dirección del ERP dejó a sus bases después de los Acuerdos de Paz. El gran potencial de esta militancia histórica del ERP (cientos de ex-combatientes, ex-jefes, ex-comandantes, ex-colaboradores, ex-organizadores, ex-conspiradores, ex-contrabandistas de armas, ex-agentes de inteligencia que en este histórico reencuentro en Perquín se proclamaron “combatientes de la paz” y “guerrilleros contra la violencia”) reside precisamente en esto: Son ciudadanos, no funcionan con lógica de partido sino con lógica de sociedad, con la lógica de país.

El FMLN puede dormir tranquilo: Ahí no se está gestionando un nuevo partido. Nadie está pensando en refundar el ERP. No hace falta sabotear, chantajear, amenazar. Y Joaquín Villalosbos, aunque hubiese querido –lo que dudo-, no hubiera podido fundar un partido.

O tal vez los responsables locales del FMLN en Morazán -quienes obviamente conocen lo que era el ERP y saben que ahí están enfrentándose no con una organización sino con un estilo de trabajo, con una manera de asumir compromisos, con una capacidad de movilizar y potenciar recursos populares- temen precisamente esto: que los miles de veteranos del ERP, una vez que salgan de su dispersión, incomunicación y automarginación de la política se conviertan en catalizadores de la sociedad civil. Talvez por esto trataron tan arduamente de sabotear el reencuentro del ERP.

Claro, en este encuentro -una vez que “Los Torogoces” instalaron su equipo de sonido y cantaron las viejas canciones guerrilleras, una vez que hicieron aparición y hablaron los hombres que simbolizan la historia del “Morazán heroico”: el padre Rogelio, la “voz guerrillera” Santiago, el comandante Jonás- se gritaron las viejas consignas, se expresaron las emociones. Tal vez por ratos se calentaron los corazones, pero no las cabezas. En el fondo, por más que le causen emociones estas caras casi mitológicas y el sonido de las viejas consignas, en el fondo nadie de estos viejos guerreros cree ni en mitos ni en consignas. En el fondo, no fue un encuentro político, mucho menos partidario, sino un encuentro social, mejor: un reencuentro humano. No fue un mitin combativo, sino reflexivo.

En el fondo, todos los que estábamos en esa extraña fiesta de lodo, tamales, música, memorias y abrazos sabemos que nuestra fuerza no reside en la unidad sino en la diversidad. En esta fiesta estaban veteranos guerrilleros convertidos en militantes de todos los partidos existentes en el país; gente que trabaja en medios generando opinión pública; gente que trabaja creativamente en sistemas de fomento a microempresas, cooperativismo, movimientos sociales y gremiales... Y parece que todos siguen compartiendo el mismo ideario que los unió en la guerra: justicia, libertad, creatividad, pluralidad. Y sobre todo el compromiso de ser eficientes, no quedarse en teorías, no darse pajas, sino trabajar, hacer, mover, transformar.

Hay otra cosa que para mí -y creo que para muchos- era un sueño hecho realidad este fin de semana en Morazán: ver a mis hijos jugar, bailar, coquetear, bañarse en ríos... con los hijos de mis ex-compañeros de armas. ¿Y no es esto lo que hemos soñado cuando anduvimos aquí comiendo mierda, subiendo cuestas, tirando balas: Primero, tener hijos; segundo, verlos crecer juntos, el mío urbano con el otro campesino, hermanos en una sociedad en paz, tercero, tener ríos y montes donde podemos ir a pasear tranquilos y seguros?

¿No era esta nuestra utopía? Entonces, ¿cómo no vamos a defender esta paz contra lo que sea y desarrollarla para que sea integral?

Veteranos de 1981-1992 contra la violencia de 2006. Genial. Tres o cinco ex-combatientes que viven en Morazán tuvieron el sueño de reunir a todos los veteranos del ERP bajo este lema. Y lo lograron, sin fondos, en contra de sabotajes y chantajes. Y miles llegaron, a pesar de todo: a pesar del tiempo que ha pasado, a pesar de la lluvia, a pesar de su dispersión, a pesar de lo que les ha costado su reinserción, a pesar del sabotaje por parte del partido que dice que los representa.

Regreso de este viaje con una reflexión que no me deja en paz: ¿Será que lo extremadamente duro que ha sido para la mayoría de las bases del ERP su reinserción -porque no han tenido un partido que los tome de la mano; porque el ERP se fue y se disolvió; porque en el FMLN no se sintieron a gusto- ahora resulta que ha sido una gran ventaja? Porque ha obligado a los ex-combatientes y bases a insertarse de verdad en la sociedad civil, convertirse en ciudadanos – sin perder su capacidad organizativa, su capacidad de asumir compromisos. No estoy seguro. Pero lo que he encontrado en Perquín, Morazán, no es una masa que espera partido que la organice y dirija. He encontrado -en este reencuentro- un montón de personas muy probadas, muy capacitadas, muy maduras y muy comprometidas que están buscando cómo ponerse en función de una sociedad civil que quiere defender y profundizar la paz.

(Publicado en El Faro)

lunes, 6 de noviembre de 2006

Mejorar la calidad de vida es combatir la delincuencia

Todo el mundo está discutiendo sobre seguridad pública, sobre la ley contra el crimen organizado, sobre los tribunales especiales anti-pandillas. En medio de este debate que ocupa todos los canales de expresión, La Prensa Gráfica publica dos entrevistas largas en un fin de semana, una el sábado 28 y la otra el domingo 29 de octubre. Una con el director de la PNC, Rodrigo Ávila. Interesante, pero no trascendente. La otra con un señor que vino al país para hablar del transporte público. Y es esta segunda que enfoca de manera sorprendente, trascendente y profunda el problema de la inseguridad pública. Claro, el entrevistado –Enrique Peñalosa- ha sido alcalde de Bogotá en un período cuando se logró bajar la delincuencia, la violencia, la tasa de homicidios de un nivel comparable con el que sufrimos aquí a un nivel comparable con países civilizados.

Lo más sorprendente: No es que este señor, invitado a presentar y explicar el éxito del sistema de transporte público de Bogotá, llamado Transmilenio, de repente haya cambiado el tema para hablar de seguridad pública; sobre cómo han reducido en Bogotá le delincuencia y la violencia. No, disertando sobre la trascendencia del transporte masivo, sobre el derecho de los peatones, sobre el ancho que deben tener las aceras, sobre la vital importancia de espacio públicos para una ciudad y para el tejido social... este señor hizo el aporte más importante a nuestro actual debate sobre seguridad pública que he visto en meses. (De paso, hay que felicitar a los colegas de La Prensa Gráfica por esta entrevista de fondo – arte que últimamente están desarrollando con admirable profesionalidad).

La tesis de Peñalosa es tan simple como inusual: Para la reducción de la delincuencia, más estratégico que la presencia policial, es “el mejoramiento de los espacios públicos”. Una policía efectiva –y sobre todo un policía que goce de legitimidad, credibilidad y confianza en la población- es importante. Pero mucho más importante aún –porque afecta las raíces del problema, no los síntomas- es que las ciudades, las comunidades, los vecindarios donde vivimos mejoren la calidad de vida. Peñalosa no usa este término, pero toda su argumentación sobre cómo hay que concebir el desarrollo de las ciudades –priorizando el derecho del ciudadano de a pie sobre las necesidades del tráfico de vehículos individuales; recreando los espacios públicos como lugares de encuentro, comunicación y diversión; limitando la inmanejable expansión de las ciudades que requiere cada vez más infraestructura vial- se puede resumir de esta manera tan sorprendente como positiva: para tener más seguridad, hay que elevar la calidad de la vida.

Así de simple. Construir una sociedad menos insegura no es tanto un asunto de tener más policías, más cárceles, tribunales más eficientes. Todo esto, obviamente, se necesita urgentemente - pero no toca la raíz del problema. Por otra parte, construir una sociedad menos insegura tampoco es un problema de altruismo. No es una tarea misionaria como erradicar la pobreza, ayudar a los marginados o superar la ignorancia - todas ellas causas nobles y necesarias - pero en el fondo altruistas. Porque normalmente no son los analfabetas los que emprenden la obra de erradicar la ignorancia, sino los ilustrados y bien intencionados; no son los pobres que diseñan estrategias de superación de la pobreza, sino políticos y expertos bien intencionados y bien comidos.

Construir seguridad –si seguimos la línea de enfoque trazada por Peñalosa - es una cosa que nada tiene que ver con altruismo y mucho con el sentido interés de cada uno de los ciudadanos: aumentar la calidad de vida, mejorar nuestras ciudades y barrios, recuperar nuestros espacios públicos secuestrados por vías express mal concebidas y ejecutadas (ejemplo: 49 Avenida Sur; el desmadre de carreteras que hicieron en El Espino), por centros comerciales exclusivos, o simplemente secuestrados por el desorden, el irrespeto y el abandono: aceras ocupadas de carros parqueados o por vendedores o por comedores; parques sucios y no iluminados, etcétera, etcétera, todos conocemos la larga y triste lista.

¿Qué tiene que ver el espacio público con la delincuencia? Todo. Dice Peñalosa: “Lo mínimo a pedir es que haya espacios peatonales que muestren respeto por el ser humano. En un parque es donde todos somos iguales. En Central Park, en Nueva York, se encuentra gente que no sabe donde va a dormir el día siguiente con otros que ganan $20 mil mensuales. Además, en el espacio público ordenado, limpio e iluminado, el delincuente se siente menos seguro.”

O para decirlo al revés: Mientras en nuestras ciudades nadie respeta el derecho y la vida de los peatones, mientras el desorden impere en los centros, mientras los ricos se diviertan en sus clubes exclusivos, la case media en los centros comerciales y los pobres en ninguna parte, no habrá solución al problema de la violencia.

Para tener seguridad, mejorar la calidad de vida. Tan simple. Y tan realista. Hoy los parques son territorio de inseguridad. Para hacerlos seguros, no hay que poner un policía debajo de cada árbol, basta tenerlos limpios, bellos, iluminados, atractivos. Entonces, se van a llenar con gente paseando, jugando, comiendo helado, divirtiéndose. Donde hay vida, luz y alegría, no hay espacio para maleantes. Y así las calles, los barrios, los pueblos, los centros de las ciudades...

Para hacer las ciudades amigables, hay que romper la dictadura del carro. Es una cuestión de prioridades. En vez de seguir construyendo carreteras más grandes, desniveles, autopistas urbanas –todo para resolver el caos vehicular- invertir en mejorar, hacer atractivo y efectivo el transporte público. Dice Peñalosa, el ex-alcalde de Bogotá, donde se hizo exactamente esto: “La consecuencia de todo esto es que se liberaron recursos para parques, mejoramiento de barrios marginales, hicimos una vía peatonal de 23 kilómetros y un gran parque en el centro. Ahí estaba más invadido que el centro de San Salvador.”

Es todo un proceso a desarrollar y aplicar una visión nueva de la ciudad y de las prioridades. Al final del proceso se tiene: un sistema eficiente de transporte masivo; menos carros, menos embotellamientos; más y mejores espacios públicos y parques. Y sobre todo: más seguridad, menos delincuencia. Aparte se ha dicho: sin haber aumentado la policía. Más bien, invirtiendo en la calidad, la eficiencia y la credibilidad de la policía.

Es obvio que El Salvador, en esta encrucijada que se encuentra ahora en cuanto a la seguridad como requisito para su desarrollo, puede aprender mucho de experiencias como la de Bogotá – y también Medellín, otra ciudad anteriormente famosa por sus niveles de violencia.

De repente nos damos cuenta que el viejo debate sobre cómo recuperar los centros de nuestras ciudades (al que ya casi nadie aquí le pone ganas) y el debate sobre cómo prevenir la delincuencia y la violencia no son dos temas separados, sino dos caras de la misma moneda. Y ojo, no se trata solamente de San Salvador; no sólo de las otras ciudades grandes – se trata de casi todas las ciudades, grandes o pequeñas. Si no, vayan a dar una vuelta a pie por el centro de San Martín, Aguilares o Usulután...

Y tampoco es un problema solamente de los centros. Igualmente –o aun más- es un problema de los cordones suburbanos. Si no, los invito a hacer un paseo por el Distrito Italia en Tonacatepeque o por lugares comparables en Ilopango, Soyapango o Auyutuxtepeque. O a visitar los suburbios de París o Marsella, Berlín o Los Ángeles. Es evidente la relación directa entre la falta de calidad de vida –y la ausencia de espacios públicos para una vida social digna- en estas aberraciones urbanísticas y los índices de violencia. En El Salvador, en Francia y en Estados Unidos. (En este caso, en la China no, pero sospecho que es por el funcionamiento inquebrantado del autoritarismo dictatorial.)

Escribo todo esto por una razón: Siento que el debate que -¡al fin!- se desató en el país sobre cómo parar la delincuencia corre el peligro de quedarse nuevamente corto. Todo lo que ahora se está discutiendo es importante: el presupuesto de la PNC, las deficiencias de la fiscalía, la necesidad imperante de construir cárceles que realmente saquen del juego a los delincuentes, la revisión de las leyes penales. Todo esto hay que resolverlo – y que bueno que ahora, gracias al malestar de la ciudadanía, de ANEP y del señor embajador Douglas Barclay, está en la agenda de la sociedad, de la opinión pública y de la política.

Sin embargo –como decía mi amigo Francisco Díaz en un debate el otro día- esto es como pedir que un carro tenga cuatro llantas para caminar. No dice nada sobre el rumbo del viaje. Hay que poner las 4 llantas: cárceles que no sean escuela superior y estado mayor de la delincuencia; presupuestos adecuados para PNC y fiscalía; capacidad de investigación del delito; y una depuración del órgano judicial, de pie a cabeza. Entonces, tendríamos un carro completo.

¿Y el rumbo? Para definir el rumbo necesitamos debates como el que nos provoca Peñalosa. Solicito que la nueva Comisión que nombró el presidente invite y escuche no sólo a expertos en derecho penal, sino a los alcaldes y ex-alcaldes de ciudades como Bogotá y Medellín, como Nueva York y Los Ángeles. No sólo a criminólogos, sino a urbanistas y sociólogos que han investigado la relación entre calidad de vida y violencia.

A mi me fascina la pista que nos ha dejado Peñalosa: que para construir seguridad hay que empezar -cada uno en su ámbito y desde su función- a mejorar la calidad de vida; hay que empezar a reconstruir el tejido social a nivel de vecindario, colonia, ciudad; a recuperar los espacios públicos y darles vida, belleza y alegría. No es –parafraseando la absurda campaña del Ministerio de Turismo- “la tarea de todos”: es el interés propio, la oportunidad de cada comunidad, cada familia, cada persona de mejorar la calidad de su propia vida; de arrancarle al caos imperante un pedazo de orden, de paz, de respeto y de amabilidad. La suma de todos estos esfuerzos será un país más seguro. Así de simple, porque significa que no hay que esperar que el presidente, el director de la policía o una nueva comisión tome la iniciativa. Empieza en lo chiquito, tiene resultados pequeños inmediatos – y crea una situación que obliga a la política, al gobierno y al Estado a hacer lo suyo.
(Publicado en El Faro)

lunes, 23 de octubre de 2006

Esta historia no cuadra, señores

Imagínese la siguiente historia: Detectan que en El Salvador reside el “tercero en el mando” de uno de los poderosos carteles colombianos de droga; un hombre que “era prácticamente el tesorero” nada menos del capo de los capos de la droga, Pablo Escobar Gaviria.

Imagínese además que esto lo dicen no solamente La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy –medios que en este caso no se destacaron por investigación rigurosa, sino por la reproducción irresponsable de fuentes oficiales irresponsables-, sino lo dice (¡literalmente!) el presidente de la República, Elías Antonio Saca. Asistido por su ministro de gobernación, René Figueroa, quien habla de “el señor de las tinieblas”. Y por el Fiscal General de la República, Félix Garrid Safie, quien habla de “uno de los más buscados acusado de tráfico de drogas”.

Imagínese que además detectan que este señor planeaba asesinar al presidente Elías Antonio Saca.
¿Y qué pasa? Lo arrestan y lo deportan. A Honduras, pero en un vuelo a Washington, donde es arrestado por las autoridades de Estados Unidos.

¿Algo de esta historia le parece coherente? – Ni a mi. Es la historia de George Nayor. Si sólo la mitad de esta historia fuera verdad, habría que exigir la renuncia de todos los funcionarios encargados de investigar este tipo de situaciones - y de mantener informado al presidente.
Obviamente no es cierto. No puede ser. Porque –contrario a lo que los funcionarios y sus cajas de resonancia, los periódicos salvadoreños, informaron durante semanas- el mencionado “señor de las tinieblas” vivió, trabajó, mantuvo negocios muy visibles durante muchos años en El Salvador; inauguró plazas públicas y fue fuente importante de El Diario de Hoy.

Hoy sabemos que contra Nayor –así lo vamos a llamar mientras no sepamos quien es realmente- existe una orden de captura de una corte de Miami desde el año 1994. Sin embargo, durante todos este tiempo se pasó de lo más publico en El Salvador. ¿Y ni la embajada norteamericana ni la DEA, ni la Fiscalía, y ni la INTERPOL se dieron cuenta? Muy poco creíble. Pero el pequeño resto de probabilidad que Nayor, según Figueroa “unos de los más buscados por tráfico de drogas”, haya pasado desapercibido en El Salvador durante todos estos años, se esfuma cuando nos enteramos que el mismo Nayor (y bajo este mismo nombre, no bajo uno de sus múltiples identidades falsas que ahora reportan nuestras autoridades) figuró como representante de Triple Canopy en El Salvador, compañía de seguridad norteamericana que reclutaba y mandaba guardias de seguridad a Irak para custodiar instalaciones norteamericanas.
¿Realmente nos quieren hacer creer este cuento? Un cuento que los norteamericanos no investigaron muy de fondo a un señor que les recluta y ofrece mercenarios para que cuiden sus instalaciones en Irak. Con el cual contratan personal de seguridad que antes de ir a Irak tiene que ser entrenado (e investigado) por los mismos norteamericanos, en instalaciones militares en Estados Unidos y Kuwait.

A esta altura, con tantas cortinas de humo difundidas por las autoridades y reproducidas –sin investigación propia, sin ni siquiera cuestionamientos- por El Diario de Hoy y La Prensa Gráfica, es imposible saber qué realmente pasó. Es imposible saber quién es Nayor y para quien trabajaba.

Lo único que podemos hacer –y lo mínimo que debemos hacer si somos periodistas- en este momento es hacer un inventario de todas las incongruencias y contradicciones que rodean este caso.

Empezando con el señor presidente que en entrevista con La Prensa Gráfica habla del autor del plan contra su propia vida “prácticamente tesorero del fallecido Pablo Escobar Gaviria”, pero al mismo tiempo lo nombra como “tercero al mando del cartel de Cali”. Eso es como acusar a alguien de ser el lugarteniente del Viejo Lin y dirigente de la 18.

Siguiendo con el pequeño detalle de la deportación de Nayor. Dice el presidente, literalmente, según El Diario de Hoy del 13 de octubre: “Como gobierno combatimos al narcotráfico, deportamos a gente que comete delito grave”. De veras, ¿es política de El Salvador deportar a los acusados de narcotráfico, en vez de enjuiciarlos? ¿Será política del gobierno Saca deportar a alguien acusado de ser capo de la droga, incluso antes de poder investigarlo bien? ¿Y será política oficial deportar a un sujeto acusado por el señor presidente de haber conspirado a matarlo antes de poder completar la investigación?

La única respuesta lógica es: No. Ningún gobierno hace esto. La única explicación lógica: No hubo tal plan de atentado. Fuentes muy cercanas a Casa Presidencial –que por razones obvias no pueden ser identificadas- indican que, contrario a las declaraciones del mismo presidente, la Oficina de Inteligencia del Estado no tenía ningún reporte sobre el tal atentado con cohetes y el rol de Nayor en esta historia. Parece que fue Gobernación que informó mal al presidente, induciéndole a dar declaraciones no sustentadas sobre el plan de atentado.

Regresemos a la deportación de Nayor. El Diario de Hoy escribe el 13 de octubre: “Garrid Safie (el Fiscal General de la República) explicó que la salida de Nayor se debió estrictamente a motivos migratorios y no a su vinculación a carteles de droga". Pero el mismo Safie, en la misma edición del mismo diario, dos páginas más adelante, explica la deportación de Nayor de otra manera: “El Fiscal sostuvo que actuaron en pleno derecho constitucional ya que se trataba de una persona reclamada por las autoridades de Estados Unidos.”

Claro, esto lo explica de otra manera inexplicable: que para deportar a Nayor a Honduras, lo metieron en un vuelo a Washington DC, donde fue apresado.

Dicho sea de paso: el Diario de Hoy no repara en el hecho que el mismo funcionario, el mismo día, le da dos explicaciones diferentes sobre el mismo hecho.

Como tampoco a los medios les extrañó que el mismo presidente de la República declarara sobre Nayor: “El capturado fue deportado a Estados Unidos por tráfico de drogas y terrorismo”, – cuando la versión oficial es que fue deportado a Honduras, sólo que en el camino –que casualmente pasaba por Washington; pues si, casi todos los caminos llevan a Tegucigalpa-- fue arrestado por los norteamericanos.

Tampoco nuestra prensa reparó en el hecho que la afirmación del presidente Saca –que Nayor está siendo acusado en Miami de terrorismo- ya no aparece en ningún reporte desde Estados Unidos. ¿Otro pequeño lapso de un jefe de Estado, como lo del plan de un atentado contra él, como lo de los informes de la inteligencia del Estado, o como la afirmación de dudable sostenibilidad jurídica de que “deportamos a gente que comete delitos graves”?

Regresemos por un momento a la compañía Triple Canopy. El Diario de Hoy publicó varios reportajes sobre el reclutamiento que esta compañía hace de personal de seguridad para Irak. Entrevistaron a Nayor en noviembre de 2004, como representante de Triple Canopy. En esta nota y otra publicada en Octubre de 2004 informan de la salida a Irak de los guardias privados contratados por Triple Canopy, hablan del entrenamiento: “Cada una de las personas que viaja a Iraq debe de recibir un entrenamiento en los Estados Unidos. La capacitación se realiza en las ciudades de Miami y Houston. (...) Luego viajan a Jordania y Kuwait, desde donde se trasladan a Iraq” (EDH, 29 de nov. 2004). Meses después, el Diario de Hoy reporta sobre el regreso de los mercenarios salvadoreños. Les cuentan de sus aventuras y penas sobre los conflictos laborales con Triple Canopy. (EDH 19 de abril 2005).

Pero ahora que Nayor sale a la luz como capo de la droga y terrorista con planes de matar al presidente, El Diario de Hoy tiene amnesia. El 6 de octubre escribe: “Estuvo entrevistando a militares, policías, enfermeras y médicos, supuestamente para contratarlos y enviarlos a trabajar en Irak. Sin embargo nunca fue comprobado que enviara a algún grupo.” Entonces, los sendos reportajes del Diario de Hoy sobre los mercenarios en Irak, ¿puro invento? O más bien, ahora que Nayor es terrorista y “más buscado” desde 1984 ya no conviene acordar que tuvo tanta visibilidad en El Salvador.

El 5 de octubre de 2006, El Diario de Hoy reporta que “fuentes policiales confirmaron que el sujeto (Nayor) era de tendencia comunista.” Vaya, aun más misteriosos se vuelve el caso. Un comunista reconocido como tal por la policía salvadoreña facilita seguridad privada a las instalaciones de Estados Unios en Irak – y nadie lo investiga. Porque, al investigarlo, se hubieran dado cuenta que era narcotraficante con orden de arresto de una corte en Miami.

Y ni cuando El Diario de Hoy hizo la serie de reportajes sobre las actividades extrañas en El Salvador de Triple Canopy –reportajes que siempre tenían como una de las fuentes principales al comunista, capo del cartel de Cali... perdón Medellín, dueño de un famoso gimnasio frecuentado por la farándula salvadoreña, Nayor- nadie realmente investigó a esta extraña empresa Triple Canopy que se dedica, a nivel mundial, al reclutamiento y alquiler de mercenarios. ¿Quiénes son los socios de Triple Canopy en El Salvador? ¿Qué rol juegan altos militares salvadoreños en esta empresa?

Tampoco lo investigan ahora que Nayor, el representante de esta compañía en el 2004-2005, adquiere tanta fama.

¿O estoy equivocado? ¿Será que ya en 2004 investigaron a Triple Canopy y a Nayor? Sabiendo perfectamente quien era, ¿cuáles eran sus vínculos con el narcotráfico y –quien sabe- con qué agencias norteamericanas? Sólo que de esto nadie quiere hablar. No sería tan extraño. O digamos, no más extraño que todo lo demás en el caso Nayor, su deportación, su conspiración de matar al presidente. Tampoco más extraño que la forma en que las autoridades y los medios (des)informan sobre todo esto.

Cuando en la entrevista de La Prensa Gráfica preguntan al presidente de cuál fue su reacción al conocer del atentado en su contra, Saca contesta: “El pensamiento más grande que tuve es decir: “Este trabajo como presidente está dando resultados”. Si el crimen organizado y el narcotráfico quieren asesinarme, es porque los estamos golpeando.” O, como decía el Don de los Dones en El Padrino: Por más enemigos, más honor...

¿Realmente? Adonde están las cabezas del narcotráfico en El Salvador. En la cárcel no están. ¿Adonde están los criminales de cuello blanco? En las cárceles sólo vemos los hijos de familias pobres. ¿Hay tanta presión sobre el crimen organizado y blanco que se vuelva lógico atentar contra el presidente? ¿Qué es ficción y que es verdad detrás de tantas cortinas de humo?
(Publicado en El Faro)

lunes, 9 de octubre de 2006

Pensando positivo

He hecho un ensayo: traducir la crítica, el escepticismo, la frustración de los expertos medioambientalistas en medidas positivas. Mi manera de procesar el debate que tuvimos en Encuentros – y mi manera de evitar caer en depresión.

Entonces, si le hacemos caso a nuestra conciencia, El Salvador podría ser así en 10 años.

Un presidente que gana las elecciones con el compromiso de dar prioridad máxima el medioambiente.

Un gabinete en el cual el Ministro de Medioambiente, a la par del Ministro de Desarrollo Productivo son los hombres fuertes que presiden gabinetes especiales, cada uno en su rubro.

Un presupuesto de la nación que dedica más del 20% a la cartera de medio ambiente, incluyendo inversiones en el tratamiento de aguas negras, parques nacionales y en el Instituto Nacional de Investigaciones Ecológicas.

Un Ministerio de Planificación al cargo de la elaboración de los planes de ordenamiento territorial y descentralización administrativa y productiva.

Impuestos mensuales sobre la tenencia de vehículos, con tasas progresivas para vehículos de lujo, “todoterrenos” y los segundos y terceros vehículos de cada familia. Impuesto sobre la gasolina. De ambos impuestos se nutre el presupuesto del Ministerio del Medioambiente y las inversiones del Estado en las plantas de tratamiento a las aguas negras, la recuperación de los lagos y ríos, y en empresas de utilidad ecológica, como por ejemplo en el transporte público.

Alcaldías asociadas en regiones. Autoridades regionales, con participación del gobierno central y las municipalidades, de Planificación y Desarrollo que autorizan, regulan y supervisan todo tipo de construcciones, proyectos de infraestructuras.

Un sistema nacional de disposición final de la basura, manejado por una empresa de utilidad pública y de capital mixto: gobierno, alcaldías, empresa privada.

Una autoridad metropolitana de transporte público que maneja las rutas de buses y construye y operará los sistemas de tranvías urbanos y trenes suburbanos.

El 20% del territorio nacional convertido en áreas protegidas, reservas forestales, parques nacionales - la mayor parte bajo administración de iniciativas ciudadana, organizaciones no gubernamentales, fundaciones.

Considerables incentivos fiscales para personas o empresas que poseen o compran tierras y las ponen bajo régimen de área protegida bajo supervisión de las autoridades regionales y centrales.

Incentivos fiscales para inversiones en reforestación, turismo ecológico, producción ecológica certificada, tecnologías medioambientales.

Una Escuela Nacional del Medio Ambiente y un Instituto Nacional de Investigaciones Ecológicas adscritos a la Universidad de El Salvador, con presupuestos especiales provenientes del Ministerio de Medio Ambiente.

Un Consejo Nacional de Desarrollo Sostenible con amplia participación ciudadana, de las municipalidades, las universidades, las iglesias, los partidos y el gobierno, al cargo de elaborar políticas de desarrollo y de protección medioambiental.

Un fuerte movimiento verde, con capacidad de presión sobre los partidos, los gobiernos locales, el ejecutivo nacional y la empresa privada, con presencia local y territorial, sin amarres partidarios, pero radical, persistente, paciente...

Todo esto podría ser realidad o estar en gestión en nuestro país. No en un futuro lejano, sino en 10 años.

El único requisito: Dejarnos de paja, dejarnos de quejas, ponernos de acuerdo, presionar, y hacer ya lo que todo el mundo sabe que alguien lo tiene que hacer en el futuro. Nada del escenario aquí descrito es utópico, cada una de las medidas es razonable, viable, financiable. El único elemento utópico: la voluntad política.

(Publicado en El Faro)

lunes, 2 de octubre de 2006

Nacionalicemos a MIDES

Hay que nacionalizar a MIDES. Talvez tambien intervenir a las alcaldías metropolitanas. La recolección y disposición final de la basura son servicios públicos de vital interés para los ciudadanos. La salud pública depende de estos servicios.

No tengo ninguna fobia a las privatizaciones. Tampoco a un Estado fuerte. Si la empresa privada se puede encargar de un servicio público de manera más eficiente, bienvenido sea. Pero esto no quita la responsabilidad del Estado. El Estado tiene que crear instituciones, mecanismos, criterios, procedimientos para garantizar que los servicios públicos funcionen. Por esto existen superintendencias estatales que regulan y supervisan y pueden sancionar e intervenir las empresas privadas que operan servicios públicos, por ejemplo de telecomunicación, energía, pensiones e incluso del sector financiero. No se trata de analizar ahora si en El Salvador cumplen su función estas instancias estatales de supervisión y regulación de los servicios públicos. El enfoque es: ¿Por qué no existe instancia estatal que interviene cuando servicios públicos de interés vital para la población como la recolección y la disposición de la basura (o el transporte público de personas) no funcionan?

Por un pleito legal entre algunas alcaldías metropolitanas y la empresa casi monopolio de disposición final (MIDES), la basura de casi todo el Gran San Salvador no tiene un destino que cumple con las más mínimas leyes de protección ambiental y de higiene. Como las alcaldías –por el pleito con MIDES- no tienen donde depositar la basura, tampoco funciona la recolección. La capital está llena de basura, con todas las consecuencias de insalubridad que esto tiene.

En este contexto es absolutamente insignificante si MIDES le debe a las alcaldías o al revés. No importa quien tenga la razón en este pleito, lo que no se puede permitir es que un pleito sobre cobros paralice un servicio público hunda la ciudad en basura, tufo y pudrición. Tampoco tiene importancia quienes son los actuales dueños de MIDES. No importa que ayer fueran aliados de los alcaldes del FMLN. No importa que hoy sean amigos de los Areneros.

Lo que no puede ser es que nadie intervenga. No sé si existe facultad legal para que el gobierno intervenga. Si no existe, hay que crear la facultad para hacerlo - para hacerlo eficientemente. Si la alcaldía no está en capacidad de recoger la basura, el gobierno debe tener la autoridad –el deber- de intervenir. Puede ser que le eche la mano a la alcaldía, así como lo hizo hace unos meses cuando mandó camiones del MOP y de la Fuerza Armada a recoger la basura que la alcaldía no estaba en condiciones de recoger. O, si el problema es más estructural, incluso debe haber facultad para intervenir de manera más drástica, asumiendo el gobierno temporalmente el servicio que la alcaldía no cumple.

Y en el caso de la disposición final, queda comprobado que la empresa MIDES, con su decisión de bloquear la entrada de los camiones de basura de Gran San Salvador, está inhabilitando un servicio público de vital interés y, de esta manera, atentando contra la salud pública de la población.

Esto requiere de una inmediata intervención del Estado. Si no hay bases legales para esto –como me imagino que no las hay en un país gobernado por “estadofóbicos”-, urge crearlas para poder intervenir y, si fuera necesario, nacionalizar a MIDES. A lo mejor a todas la empresas de disposición final de la basura. Y para intervenir las alcaldías que no logran recolectar, de manera eficiente, la basura.

Urge crear superintendencias fuertes y con capacidad de supervisión, regulación y –al ser necesario- intervención efectiva para garantizar el funcionamiento de los servicios públicos. Esta es la condición indispensable para que sean asumidos por la empresa privada. De la misma manera, una supervisión eficiente y autoridad de intervención son condiciones indispensables para seguir adelante con la descentralización del Estado que pone una gran parte de las responsabilidades del Estado (incluyendo servicios públicos como salud, transporte y educación) en manos de los gobiernos municipales .

Ni privatización ni descentralización de los servicios públicos sin fuertes instancias de regulación, supervisión y –en última instancia- intervención del Estado.

Efectivamente, en la lista de servicios públicos que el Estado tiene que garantizar –o proporcionándolos o supervisándolos- se encuentran la recolección y la disposición final de la basura. A MIDES –y tal vez paralelamente a algunas alcaldías- hay que intervenirlas ya. Hay que restablecer los servicios y después buscar la forma como asegurarlas sostenidamente. En el caso de MIDES, lo más lógico sería nacionalizarlo y después crear una empresa de utilidad pública que se haga cargo de la disposición final. Cosa parecida hay que hacer en el campo del transporte público. Quiere valor hacerlo, pero el costo de no hacerlo es mucho más alto.

El obstáculo principal para hacerlo: la irracional ideologización de este problema. La ortodoxia de los dos lados, unos defendiendo a capa y espada la privatización, aunque hunda la ciudad en basura. Los otros defendiendo a capa y espada la autonomía municipal, con el mismo efecto desastroso.

Pero ni la privatización ni la autonomía ni la intervención estatal son valores por sí. Son instrumentos para asegurar el bienestar público. Tienen que ser eficientes y responsables o ser sujetos a cambios.

Muchos tenemos miedo a un Estado demasiado fuerte. Con razón. Pero más aun hay que tener miedo a un Estado débil. Débil frente a grupos económicos. Un Estado débil que no asume su responsabilidad con el bienestar de sus ciudadanos.

No queremos a un Estado que se mete en nuestras vidas personales. Pero tampoco un Estado que permite que empresas monopolistas (o alcaldías inoperantes) nos jodan la vida.
(Publicado en El Faro)

lunes, 25 de septiembre de 2006

Estimado doctor Argumedo

Estimado doctor Argumedo:

Hace poco fui invitado a la celebración de décimo aniversario de la radio 102.9.En la cabina montada en Multiplaza un permanente ir y venir de políticos, periodistas, artistas y amigos que querían compartir la fiesta con esta pareja excepcional de radiolocutores. Conmigo en la pequeña cabina estaban Daniela Heredia, la Tenchis y Federico Colorado. Sale Federico y entra Arturo Argumedo, diputado del PDC por Santa Ana…

Saludos, presentaciones, apretones de manos. ¿Ya se conocen?, pregunta alguien. El diputado: Claro que conozco a Paolo. Fue guerrillero, anduvo por las montañas de Morazán. Bueno, gracias a la amnistía, ahora los guerrilleros andan por todas partes. Hasta en la Asamblea. Se pusieron sacos y descubrieron el desodorante…

Más o menos así. Por el respeto y cariño al Chiri, a Aída y a Pencho, le dejé hablar veneno al honorable diputado, al reputado ex fiscal general de la república. Entregamos nuestros regalos y saludos a la 102.9 y nos fuimos.

Pero sí hay un par de palabras que hay que decirle a este padre de la patria: Hay tufos, señor diputado, que ningún desodorante quita. Usted -que nunca se quitó el saco, nunca dejó de usar desodorante- huele mal.

Es cierto: Nosotros bajamos de la montaña con el tufo a monte, sudor, sangre – y el tufo que deja la muerte cuando pasa cerca. La muerte dada como la muerte recibida. Algunos nos bajamos con la plena conciencia de que parte de este mal olor que deja la guerra podremos quitárnoslo con un buen baño – pero otra parte no. El olor al sudor del sacrificio, sí. El olor a carne humana quemada en El Mozote; el olor al sudor del miedo, no. Estos olores uno no se los quita con ropa limpia ni con desodorante. Tal vez con un arduo trabajo para cuidar la paz, para desarrollar la democracia…

Me imagino, diputado Argumedo, que detrás de su cinismo esconde algo muy humano. ¿Duerme bien cuando piensa en el rol que jugó como fiscal general de una república secuestrada por matones y corruptos?

Cuando otros se subieron a la montaña, usted se hizo fiscal general de la república. Su misión: enterrar las investigaciones en los casos de Óscar Arnulfo Romero, de los dirigentes del FDR, de las masacres de Sumpul y El Mozote, de los asesores de la reforma agraria asesinados en el Sheraton…

Usted se burla de la amnistía que hizo bajar de la montaña y salir de la clandestinidad a los guerrilleros, que hizo que nos mezcláramos con los portadores de sacos, perfumes y poderes. Pero no fue esta amnistía que hizo daño a la sociedad, señor diputado, por lo contrario: La amnistía (a los dos bandos beligerantes) hizo posible la paz. E hizo posible la democracia integrando la izquierda al sistema político. Lo que sí hizo daño y sigue haciendo daño a la sociedad es el sistema de impunidad que funciona gracias a fiscales generales como usted.
Entiendo perfectamente, diputado, que le molesta, que por todas partes, toparse con ex guerrilleros que se mueven en este país como si fuera suyo. Están en la Asamblea, en la policía, en los tribunales - por ello, su exabrupto contra la magistrada Mirna Perla, la cual no fue guerrillera, sino algo peor: activista de derechos humanos precisamente cuando usted era fiscal general de la república, o sea su peor pesadilla investida del más alto cargo judicial de la nación). Hasta en la dirección de su partido se tiene que topar con ex guerrilleros.

Le recomiendo, diputado, que cada vez que esté reunido con la dirección del PDC le regale a Ana Guadalupe Martínez un frasco de perfume. O se tape la nariz.

No se sienta tan mal, señor diputado: No está solo. Así como hay gente como usted que resienten la amnistía porque los obliga a convivir con ex guerrilleros, hay trasnochados de izquierda que quieren abolir la amnistía porque les obliga a convivir con los protagonistas de la represión y los crímenes de guerra cometidos a nombre del estado y del status quo. Por suerte, los resentidos de los dos lados son la minoría - y la mayoría ha aprendido a convivir con los adversarios.

Con todo respeto a su cargo,

Paolo Luers

lunes, 11 de septiembre de 2006

Querido candidato escondido...

No te has lanzado, pero te conozco. Te puedo, incluso, describir: Has dirigido instituciones estatales o empresas importantes. Provienes de la izquierda, pero te confían mucha gente en la derecha y en la empresa privada; o al revés: provienes de la derecha, pero te confiamos muchos en la izquierda y en la otra empresa privada (la que no está ligada a ARENA). No importa cual de las dos historias es tuya. Es una diferencia importante, pero para efecto de la alternativa que necesitamos en 2009 da igual.

De todos modos puedes ganar los votos del medio millón de gente que votaron por ARENA (más bien por Tony Saca), por la única razón de estar contra el FMLN; y del otro medio millón de votantes que votaron por el FMLN, pero por la única razón de estar contra ARENA; más en el otro medio millón de gente que no han votado porque están en contra de los dos, ARENA y FMLN, y la manera como entre los dos tienen secuestrado al Estado.

Todos los sabios dicen que nuestro sistema partidario está hecho en piedra y que no hay vida política más allá de los dos partidos grandes. Pero existe un millón de votantes y millón y medio de aptos a votar que no están de acuerdo ni con la derecha gobernante ni con el Frente. Qué falta de imaginación, qué falta de creatividad, qué falta de coraje político de parte de todos los que no estamos de acuerdo con la manera como los dos partidos, en un extraño contubernio de adversarios, tienen secuestrado al país.

Entonces, basta ya con los juegos al escondite: Hay cinco o seis personas –mujeres y hombres- que tienen la llave en la mano. Son ustedes, los candidatos no declarados. O son candidato o son creadores de candidato. Como dije, algunos provienen de la derecha, otros de la izquierda, otros de la empresa privada. Cada uno de ustedes puede ser el candidato de todos ustedes y de todos nosotros. Teóricamente sólo se tienen que reunir y ponerse de acuerdo, cada uno asumiendo su papel. El que presenten ustedes, será. Juntos pueden ganar y transformar al país.

Ustedes ya saben que la alternancia no es de ARENA al Frente. El país no aguanta otro gobierno de ARENA bloqueado por el Frente, ni un gobierno del Frente bloqueado por ARENA y la empresa privada. La alternancia se facilita construyendo nuevas opciones; o sea un sector de la derecha asumiendo el poder abriendo las puertas a la izquierda responsable. O sea un presidente de izquierda que gobierne con los sectores democráticos, responsables y progresistas de la derecha y del empresariado. Sólo así se pueden empezar a diseñar políticas de Estado para seguridad pública, empleo y producción.

Ustedes ya saben todo esto. Ya lo están discutiendo. Saben incluso que esto no significa, para nadie, negar su identidad ideológica. No estoy hablando de revivir la idea de un partido del centro. Ya sabemos que esto no sirve. Estamos hablando de una alianza estratégica entre socialdemócratas, socialcristianos, demócrata-cristianos y liberales. Estoy hablando de un gobierno de transición. De un movimiento de rescate. De la construcción de liderazgo responsable.

Así que, antes de que me sienta obligado a presentar aquí, con todo y fotos, las fórmulas y las listas de gabinete posibles y deseables, salgan del closet. Asuman su responsabilidad. Si no, conformémonos, de una sola vez, que la única alternativa es un alcalde de Oriente.
Mis más cariñosos pero impacientes saludos,

Paolo “el Wagner” Luers.
(Publicado en El Faro)

viernes, 8 de septiembre de 2006

Lenguaje paternalista vrs. lenguaje de impotencia

Con el perdón de los que piensan diferente –como suele decir mi respetado amigo Héctor Dada Hirezi antes de repartir golpes certeros- voy a hacer algunos comentarios sobre el lenguaje de los participantes del Encuentro sobre la ratificación de los convenios de la Organización Internacional de Trabajo y la armonización de las leyes nacionales con los derechos garantizados en dichos convenios.
El lenguaje a veces dice más que las declaraciones explícitas. Veamos. Más bien, escuchemos. Leamos.

El representante del gobierno, el secretario jurídico de la presidencia, Luis Mario Rodríguez, en varias ocasiones anteriores me ha sorprendido –y conquistado mi respeto- con su lenguaje estructurado; con su independencia de criterio; con su capacidad crítica frente a la derecha, de la cual orgullosamente se declara militante; con su esfuerzo de construir un lenguaje común que exprese la posibilidad de llegar a visiones comunes….

En este debate, sobre los derechos sindicales, su lenguaje es diferente. Habla de los derechos sindicales como algo que el gobierno, el presidente, la derecha ha dado, concedido, casi regalado. Nunca habla de estos derechos como algo que pertenece al trabajador, al empleado, al servidor público y que –medio siglo tarde- el gobierno reconoce y se compromete, no sólo a respetar, sino a cuidar, desarrollar, convertir en motor de la concertación… Hace incluso una metáfora que explica mucho, comparando a los sindicalistas con el niño que no se pone feliz con el chocolate que le regala su mamá. El gobierno es la mamá que regala chocolate. Los sindicalistas los niños que, en vez de decir gracias, arman berrinche… En este contexto, no es extraño que Luis Mario, uno de los más cuerdos, más conciliadores, más pacientes representantes de este gobierno, en este debate se enojó. El enojo del papá con el niño malagradecido…

Claro, la otra parte en la mesa, el sindicalista William Huezo de AGEPYM, y el diputado Calixto Mejía del FMLN, emplean el lenguaje opuesto: hablan de derechos conquistados. ¿Conquistados? ¿Por quién? ¿El movimiento sindical? ¿El partido vanguardia de la clase trabajadora? ¿O por el señor Ramón Calvo?

Nadie habla de los derechos sindicales como resultado de una construcción conjunta, de una visión compartida, de una llegada a un punto común, de concertación. Como digo, el lenguaje es traidor. Los diferentes términos que las partes emplean expresan una verdad: No hay visión común. No hubo proceso de construcción conjunta. Ni siquiera en el raro caso de haber votado conjuntamente… Hubo una rara coincidencia de conveniencias. Y un par de llamadas de los señores Calvo y Zapatero.

No me extraña, pero sí me llama la atención, que el tema sindical es un tema que despierta pasiones, malentendidos, desconfianzas. La derecha –la gobernante como la empresarial- no logran visualizar a los sindicatos como factor de estabilidad. Ni tampoco el FMLN. Los dos lo ven como instrumento de desestabilización. Y los sindicalistas, los pocos que hay, se ven como perdedores, como víctimas. El sindicato como instancia de denuncia.

Nuevamente, así es el lenguaje: llorón, contestatario, encapsulado en la denuncia, la experiencia de violaciones, batallas perdidas, engaños e instrumentalizaciones….

Si algo puso al descubierto este debate –si uno escucha bien los lenguajes- es que la democracia laboral, en este país, sigue inexistente. Ni siquiera un sueño –porque nadie está soñando de estas cosas. Inexistente. Punto.

Como dije: con el perdón de los que no están de acuerdo conmigo.

(Publicado en encuentroselfaro.net)

lunes, 28 de agosto de 2006

También escribiendo se manchan las manos

Si en 1970, en los días agitados del movimiento estudiantil, de la oposición extraparlamentaria, de las protestas contra la guerra norteamericana contra Vietnam, me hubiera enterado que Günter Grass, el famoso novelista, fue miembro de la Waffen SS, o sea del brazo militar del temible cuerpo represivo SS de Hitler, seguramente lo habría condenado. Sin misericordia. No sólo porque un motor de este movimiento fue la rebelión contra el silencio que nuestros hermanos mayores y nuestros padres mantenían sobre su rol durante el régimen de terror de los nazis, sino sobre todo porque el tipo me cayó mal. Todos habíamos sido impactados por su novela El tambor de hojalata que salió en 1959 y ayudó a abrir el debate sobre el pasado; todos admiramos el rol valiente que Grass jugó en el debate intelectual y político del país exigiendo enfrentarse a los fantasmas del nazismo sobrevivientes e incluso protagonistas en la joven república federal alemana. Pero Grass se cayó de la moto de la izquierda rebelde alemana cuando en 1968, cuando nos volcamos a las calles a protestar contra Vietnam, contra la visita del Shah de Persia, contra la complicidad del gobierno alemán con los regimenes en Saigón y Teherán, lo buscamos para apoyarnos, casi para liderarnos - y nos dijo: Estoy en contra de la guerra contra Vietnam, estoy en contra de la dictadura en Persia, pero también de los fascistas de izquierda… Los fascistas de izquierda éramos nosotros. Ahí se murió uno más de nuestros grandes héroes: después de Theodor Adorno, el heredero de la Escuela de Frankfurt quien nos había criticado con los mismos términos, Günter Grass. Cosa que, por cierto, nos ayudó a vivir sin héroes y a caminar independiente del apoyo de los héroes.

Muchos años después, Grass se disculpó con nosotros. En privado, como nos había hecho su crítica. Dijo que se había equivocado, que entendiéramos su trauma con una juventud radicalizada que grita consignas y se siente dueña de la libertad, que él había sido parte de la juventud hitleriana, convencido, radical, dispuesto a morir por la causa, dispuesto a matar por la causa. Dijo que lo disculpáramos y que contáramos con él en la lucha contra la continuidad del nacionalismo, del racismo, del autoritarismo en Alemania.

Hoy -30 años después de esta última discusión con Grass- leo sobre su confesión pública: que era mentira que en 1944, con 17 años, fue reclutado al ejército para servir de ayudante de artillería, como toda su generación que le tocó servir de carne de cañón para el nazismo que ya estaba siendo derrotado por los aliados. La verdad, confiesa Grass ahora, es que se enlistó voluntariamente en la Waffen SS.

Mi primera reacción: indignación. ¿Cómo es posible que este señor, que durante décadas ha jugado el papel de conciencia crítica de la nación, haya ocultado esto hasta ahora? Me acordé de la rabia que sentí cuando me di cuenta que mi padre había sido militante del partido nazi. Me acordé de lo herido que yo me había sentido cuando Grass me dijo fascista de izquierda. Me senté a escribir mi columna condenando a Günter Grass.

Fue hace dos semanas. Todavía guardo el borrador y era peor que las barbaridades que escribió Geovanni Galeas en su columna en La Prensa Gráfica, tildando de “canalla” y de “escritor farsante” a Grass, hablando de ……

Para mi suerte, también me acordé de las pláticas con mi padre, poco antes de que muriera, cuando me explicaba por qué aceptó la militancia en el partido de la dictadura. Ser funcionario público y negarse a entrar al partido era considerado falta de lealtad. Como padre de 7 hijos no tenía el valor de negarme. Y cuando ya no pude cerrar los ojos ante los crímenes nazis, tuve dos salidas: uno, unirme a la resistencia y poner en peligro mi familia; o dos, pedir mi traslado del ejército. Lo que significaba que, si tenía que mancharme de sangre, no sería con civiles. Mi padre murió diciéndome que esperaba que yo nunca tuviera que tomar este tipo de decisiones; y que, cuando tuviera que tomarlas, tuviera más valor que él.

Mientras estaba revisando mi columna contra Grass, también me acordé de mi hermano mayor. Es de la misma generación de Grass. Miembro de la juventud hitleriana dispuesto a todo. Voluntario de la marina.

Como Grass, mi hermano no mató a nadie en sus pocos meses de guerra. Como Grass, dice que el no haberse manchado de sangre no fue por su virtud, sino simplemente porque tuvo la suerte de llegar tarde. No tuvo que matar y no murió. El 70% de los muchachos, que entraron a la guerra en 1944 como Grass y mi hermano, murieron. Mi otro hermano, reclutado con todo su grado en el colegio en 1944 y despachado a defender los territorios checos ocupados por los alemanes contra la ofensiva soviética, es el único sobreviviente de su grado. Todos murieron en tierras checas. Mi hermano sobrevivió porque desertó.

A mi hermano mayor –el que se había alistado en la marina de guerra- se tardó más de cinco años para superar el lavado de coco que lo había convertido, a la edad de 15 años, en ardiente militante nazi, y con 17 años, en soldado voluntario para ganar la guerra ya perdida. Cuestionado insistentemente por mí, me contó cómo era de inevitable que los jóvenes se convirtieran en nazis, en una sociedad donde no había discusión, no había voz disidente, donde hasta los padres temían cuestionar los valores fascistas transmitidos en la escuela y la juventud hitleriana. Mi hermano, cuando al fin superó el lavado de cerebro, se convirtió en el hombre más altruista, más dedicado a la solidaridad humana que yo conozco. Nunca lo abandonó su sentimiento de culpa. O más que culpa, de profunda pena.

Acordándome de todo esto, tuve que guardar la columna escrita contra Grass y dedicarle más tiempo, más reflexión, más sinceridad al tema. Incluso, decidí no escribir sobre el tema hasta que leí la columna de Geovanni Galeas.

Me metí en internet y busqué todo lo que pude encontrar sobre el debate que había desencadenado la tardía confesión de Grass. Leí unas declaraciones de él, contestando la pregunta obligatoria que todo el mundo -amigos y adversarios- le hacían: ¿Por qué no lo dijiste antes? Si nadie te hubiera condenado por haberte equivocado con 17 años, un niño del nazismo, sobre todo como no tuviste que participar en las acciones represivas que hicieron famosa la Waffen SS. Y Grass dijo: No pude. Tuve pena. No encontré la forma cómo decirlo, hasta ahora que tengo 77 años…

Conozco esta pena. La puedo entender. La puedo aceptar. Es genuina. Aunque venga alguien como Galeas que no tiene idea (o no quiere ver) que detrás de la historia de Grass se encuentra un verdadero dilema humano, el dilema de toda una generación –la generación de mis hermanos mayores y de Grass-; una generación engañada; la generación que ha puesto más muertos que cualquier otra, la generación que ha enfrentado la desconfianza; la crítica inmisericorde de sus hermanos menores y sus hijos...

Qué bueno que el pobre Grass ya se había caído del pedestal antes de que se nos convirtiera en monumento. Qué bueno que –en parte gracias a la metida de pata de Grass en el 1970- aprendimos a vivir sin portadores de la verdad, sin santos, sin autoridades infalibles.

Sí, Günter Grass, el gran novelista de la posguerra alemana, el escritor homenajeado con el premio Nobel de literatura, resultó falible, débil, tal vez cobarde. Cometió un error, que era perfectamente perdonable por su juventud, por las circunstancias históricas, pero que no logró perdonárselo él mismo. Tuvo pena. No supo cómo hablar de esta cosa que lo apenó tanto.
Pero esta pena, este dilema hizo que Grass escribiera lo que escribió y cómo lo escribió: rompiendo el silencio alemán sobre guerra, dictadura, racismo, división. Lo hizo levantar la voz cuando era necesario: atacando el ciego anticomunismo de la derecha alemana; atacando el ciego comunismo de la Alemania Oriental que se hizo cómplice de la represión de las primaveras democráticas en Polonia y Checoslovaquia; apoyando la revolución pacífica en Alemania Oriental; pero objetando una unificación alemana en forma de anexión a Alemania Occidental. Apoyando a Willy Brandt cuando intentó construir puentes con el bloque comunista y su gesto de arrodillarse en Polonia en un monumento a las víctimas de los nazis alemanes fueron atacados como traiciones a la patria...

Difundir la tesis, como lo hace Galeas, de que la confesión de Grass es un truco publicitario para vender sus memorias (en las cuales describe su juventud nazi y su ingreso a la Waffen SS), es una ligereza. Por lo menos hubiera esperado a que las memorias de Grass fueran traducidas al español, para poder juzgar, en vez de difundir prejuicios. No digo que no se puede criticar a un escritor porque sea portador del premio Nóbel. Por supuesto, se puede. Cuando es necesario, se debe. Pero, por favor, investigando bien, leyendo bien, analizando bien. Y cuando hay, detrás de la historia, un dilema humano, con compasión. Siempre al final la crítica puede ser dura, pero con compasión y conocimiento.

¿Salió Günter Grass con las manos limpias de la segunda guerra mundial y de la dictadura nazi? No. Sólo que Grass nunca ha dicho que salió con las manos limpias. Leyendo su obra, es obvio que Grass sostiene –como yo, de paso sea dicho- que nadie sale limpio, independientemente de que en un sentido literal y físico se llenó las manos de sangre. Hombres y mujeres como Grass nos han enseñado incluso a los que tuvimos menos de un año al terminar la guerra, que teníamos que asumir la responsabilidad, enfrentarla, pagar los costos, construir la paz y la democracia.
¿Puede alguien salir de una guerra con las manos limpias? No. Aunque no haya soltado balazos. El hecho de no haber tenido que tomar la decisión de matar o no matar no libera de responsabilidad a quien forma parte de una fuerza militar, de un movimiento revolucionario armado, de un partido político que conduce una guerra, de una insurrección. Decir lo contrario es cobardía. Decir lo obvio, Geovanni, puede ser engañoso.

PD: Dado que los temas aquí tratados son demasiado complejos –y demasiado importantes- para considerarlos agotados por dos columnas, aceptaría con mucho gusto una invitación de Geovanni Galeas a discutirla con él en su programa televisivo. Lo de Günter Grass y lo otro, lo ambiguo...
(Publicado en El Faro)