lunes, 4 de diciembre de 2006

Un fantasma recorre El Salvador

Acaba de terminar el Encuentro Nacional de la Empresa Privada de El Salvador. La parte política del documento que ANEP (la Asociación Nacional de la Empresa Privada) presentó a la nación en esta ocasión se lee como el manifiesto de lanzamiento de un Partido de la Reforma de El Salvador, surgido para liberar al país del secuestro y de la parálisis en que lo mantienen los partidos políticos. Desafortunadamente, este partido nuevo no existe. Nadie lo está lanzando.
Sin embargo, existe el manifiesto. El documento presentado por la cúpula empresarial coloca en la agenda nacional todas las reformas políticas, electorales, institucionales que los partidos dominantes del país, ARENA y FMLN, han logrado boicotear durante años para cimentar el status quo tan favorable para ellos.

Los empresarios exigen: representación proporcional en los concejos municipales; candidaturas independientes de los partidos a las alcaldías; una ley de partidos que facilite el escrutinio de los fondos de campaña; listas abiertas para elección de diputados; sustitución del Tribunal Suprema Electoral partidocrático por un Instituto Electoral sin influencia de los partidos; el voto en el exterior; la introducción del referéndum para reformas trascendentales; la decentralización de la administración pública; la sustitución de la Corte de Cuentas por una Controlaría…

Un partido -incluso uno nuevo- que se presente al país con este programa de reformas y que además cuente con el apoyo organizativo y financiero de la empresa privada, ganaría las próximas elecciones. Sin ninguna duda. Gente de derecha e izquierda votaría por una cruzada de reforma institucional de este tipo, siempre cuando esté encabezada por gente que disponga de credibilidad, decisión y disposición a romper tabúes. Esta rara especie de personas con visión y huevos.

Este programa de reforma política de los empresarios -combinado con su propuesta de corregir el sistema de libre mercado con mecanismos de planificación, solidaridad, inversión en educación, equidad y responsabilidad ecológica- no se distingue mucho de la plataforma de un partido socialdemócrata europeo. Podría ser, por lo menos, la base para una concertación exitosa y funcional entre un empresariado con esta visión y una izquierda moderna de corte socialdemócrata.

Es sumamente positivo que la cúpula empresarial de este país, luego de 20 años de apoyo incondicional a ARENA, haya llegado a formular de esta manera tan clara su visión del futuro del país. Hacía falta que la gremial empresarial recupere su independencia y su capacidad de acción política.

Lo que no puede hacer el poder fáctico es presentar un programa tan audaz y progresista - y después quedarse de observadores y permitir que cada una de estas reformas se estanque en el sistema partidario. ARENA mata una, el FMLN deja morir la otra. La empresa privada tiene el poder para insistir que estas reformas se hagan, de manera responsable y sin echar agua al vino. Si realmente están convencidos que estas reformas son necesarias para hacer avanzar al país, tienen el poder de hacerlas. O de hacer que las hagan.

Como usa su poder y su visión el empresariado salvadoreño, habrá que observar. Pueden usar su enorme influencia histórica sobre ARENA para construir una fórmula presidencial arenera comprometida con estas reformas. Aunque sea en contra del aparato partidario, pueden exigir al partido abrir el proceso de selección de candidatos y de definición de la plataforma. Pueden simplemente no aceptar que las únicas dos opciones areneras sean las que ahora se están disputando el poder para el período 2009-2015: el grupo de Toni Saca y René Figueroa y el grupo de los “históricos”. Pueden presentar un candidato comprometido con el programa de reformas de ENADE 2006 y exigir que lo tomen en cuenta.

O pueden dejar de apoyar y financiar a ARENA. Pueden construir, junto con otras corrientes comprometidas con la rigurosa reforma institucional, una nueva fuerza reformista capaz de vencer tanto al FMLN como a ARENA. Una fuerza que cuente con el apoyo financiero de la empresa privada, con la fuerza intelectual combinada de los sectores razonables de derecha e izquierda, con el apoyo de la comunidad internacional y con la mayoría de votantes que dieron su voto a ARENA o al FMLN porque dentro del sistema de la polarización bipartidista no vieron otra opción.

Un fantasma recorre El Salvador: el fantasma reformista de un empresariado que no acepta más las limitaciones que la clase política impone al desarrollo democrático y productivo del país. El poder fáctico ha hablado. A ver quien agarra la bandera y corre con ella.
(Publicado en El Faro)