lunes, 30 de abril de 2007

Encuentros. Un epílogo

Tuvo la extraordinaria oportunidad de compartir cada dos semanas, durante dos años, la mesa con analistas brillantes, ministros, dirigentes partidarios, diputados, alcaldes y –a veces- distinguidos colegas periodistas para cenar, chambrear, y para discutir la cosa pública, los asuntos del país. No para hablar a las cámaras de televisión, porque no las hubo. No para provocar aplausos, porque no hubo público. Normalmente –no siempre- los comensales se tomaron el tiempo y la paciencia para escuchar, el riesgo para contestar sinceramente, la molestia para razonar, el riesgo para repensar sus posiciones. En algunas ocasiones, en nuestra mesa personalidades poderosas llegaron al colmo de confesar dudas, errores, incluso sueños.

Conversando y cenando con la élite política e intelectual del país, cada segundo martes. Y yo –un ex sindicalista, ex guerrillero y siempre izquierdoso- de anfitrión, escuchando, tratando de imponer algún tipo de orden en el caos de las ideas. Haciendo el esfuerzo de convertir la confrontación de ideologías en taller de ideas. Buscando entender y aprender definir las contradicciones. Haciendo el arte de destilar coincidencias.

Estoy hablando de dos años -40 debates- de Encuentros-la cena política de El Faro. Algunos eran brillantes, cuando logramos la mezcla correcta de personajes, cuando como moderador tuve el valor de hacer las preguntas pertinentes, cuando había alguien en la mesa a que por su sinceridad o por su rigurosidad retaba a los demás a salirse de sus discursos ensayados. Otros debates eran predecibles, todos decían lo que sus partidos esperaban de ellos. Pocos frustrantes, cajas de resonancia de mentiras. No todos los políticos saben escuchar. No todos los académicos saben reconocer argumentos válidos fuera de su verdad. Y los que sí saben, no siempre encuentran convenientes –o el valor- de hacerlo.

Retrospectivamente, mido la calidad de nuestros debates no por lo brillante de sus participantes, sino por lo sincero. Por la capacidad de los invitados de apartarse de su guión y realmente entrar en discusión.

Mi objetivo, como moderador -domador, provocador, facilitador- no era el máximo nivel intelectual y analítico, sino la máximo transparencia para nuestros lectores. Como esfuerzo de hacer transparentes los problemas del país y las diferentes visiones de cómo resolverlos, Encuentros fue un éxito.

Como moderador de Encuentros, el columnista adicto a la polémica y la provocación, se volvió mucho más paciente, mucho más tolerante, mucho más flexible. Sin embargo, este rol no me exigía ni doble personalidad ni hipocresía, sino me obligó a buscar balances. Aunque traté de nunca expresarlo, siempre simpaticé con alguien en la mesa, en el debate, en la confrontación de visiones. A veces con el opositor, a veces con el gubernista. A veces con el político, a veces con el analista. A veces con el rebelde, a veces con el pragmático.

Muchas veces salí de la cena política con la urgente necesidad de repensar posiciones que antes había sentido inamovibles, maduradas en años o incluso décadas de mi socialización política, de mi experiencia como observador y analista, de mis andanzas como rebelde, guerrillero, insurgente. A veces en la mesa de Encuentros –la del debate o la de la cena- me convencieron argumentos de personajes que jamás hubiera pensado que les iba a aceptar ni siquiera la hora del día sin chequear mi reloj, mucho menos una posición política o ética. El otro objetivo de Encuentros, entonces, para mí personalmente tal vez el más importante: romper seguridades. Este objetivo no fue escrito en el proyecto inicial. Se fue imponiendo, poquito por poquito, en el camino. Ojala que a los lectores de El Faro y de Encuentros, logramos transmitir nuestro propio aprendizaje. Entonces, sería un éxito.


...

PS: Si esta columna da la impresión que Encuentros fue un esfuerzo personal mío, es falsa. Fue un esfuerzo colectivo, en el cual me acompañaron Edith Portillo, Ruth Grégori, Rosarlin Hernández, Daniel Valencia y Carlos Martínez. Este equipo de trabajo tuvo a la par un Consejo Asesor de lujo: Joaquín Samayoa, Carlos Umaña, José Miguel Cruz, Elizabeth Hayek, Ernesto Richter (q.e.p.d.), Kate Andrade, Amparo Marroquín, Domingo Méndez y Roberto Turcios. Con ellos tuvimos el privilegio de discutir mensualmente para elegir temas, definir enfoques temáticos, entender las verdaderas dimensiones de los problemas a debatir.

Además, en el camino encontramos, sin nunca haberlo planificado, padrinos en los diferentes partidos, que adoptaron Encuentros, nos ayudaron, nos criticaron, nos abrieron puertas: Héctor Dada, César Funes, Hugo Martínez y Luis Mario Rodríguez. A estos políticos que sin mucha explicación entendieron y asumieron la idea de Encuentros, se debe el éxito del proyecto. Si hubiera un premio nacional de tolerancia y concertación, ellos serían mis candidatos.

lunes, 23 de abril de 2007

La última batalla de la Chabelita

La “U” está abierta. Otra batalla ganada por la rectora María Isabel Rodríguez. No sólo contra el sindicato de los trabajadores de la UES, sino contra el BPJ del FMLN y la Tendencia Revolucionaria, que conjuntamente instigaron al pobre sindicato a una lucha que no podía ganar. Hace menos de una semana, la rectora se reunió con el dirigente del sindicato para convencerle de suspender la huelga y entregar el campus. No sólo por que la huelga y la toma eran ilegales y podían, en última instancia, destruir el sindicato, sino porque el sindicato podía ganar si tomaba la ruta legal a la corte. Porque en el fondo tenía la razón. El dinero que el Concejo Universitario, contra el voto de la rectora, decidió repartir entre los docentes, pertenece legalmente a los trabajadores. Provenía de un decreto de la Asamblea Legislativa para aplicar, a solicitud de la rectora, un decreto de nivelación salarial para los trabajadores de la Universidad de El Salvador.

Sin embargo, el sindicato, dirigido por fuerzas externas que necesitan para sus fines políticos mantener a la alma mater en caos e ingobernabilidad, decidió tomarse la Universidad, cerrarla, paralizarla. “No vamos a ceder”, dijo el jefe del sindicato a la rectora, “aunque nos muramos en esta lucha.” Alfredo Martínez se tomó tan en serio esta consigna del BPJ, que un día antes del colapso de la huelga, lo tuvieron que llevar de emergencia al hospital. Colapso de nervios. En cambio, su contrincante octogenaria, la doctora Rodríguez, cuando entregó el sábado la Universidad nuevamente a los estudiantes y docentes, dijo a la prensa: “Estoy un poquito cansada. Pero feliz.”

El sindicato, por más apoyo que haya recibido de fuerzas externas de la UES, no pudo contra una rectora dispuesta a defender la institucionalidad. No pudo contra la presión de los estudiantes que ya no toleran tomas y cierres ilegales de su universidad. Al final queda el jefe de sindicato fuera del juego, enfermo, enloquecido, suspendido. La junta directiva desacreditada. El sindicato dividido, debilitado, derrotado.

La rectora sale fortalecida para el siguiente round que comienza el día siguiente, sin descanso, sin tregua: la batalla que tiene pendiente para poder entregar -al final del año, cuando termine su gestión- a su sucesor una universidad gobernable, comprometida con la recuperación de la excelencia académica y con el servicio al país. Esta ronda va a ser más difícil. Esta ronda va a ser la decisiva. El enemigo a derrotar, el obstáculo a remover para que la UES salga de la situación de parálisis, no es el sindicato. Que nadie se engañe por el pleito que acaba de pasar: El adversario a derrotar no son los trabajadores. Ellos no tienen ni voz ni voto en los gremios que gobiernan la Universidad: la Asamblea General Universitaria y el Concejo Superior Universitario.

En estos dos gremios se han atrincherado todos los opositores a la revolución académica que la doctora ha lanzado. Hay que cambiar la composición de estos gremios. Esta es la última batalla que le queda a la rectora. Y a todos los demás.

El Plan de Fortalecimiento Académico existe. Los planes para revitalizar la investigación científica existen. Existen incluso los planes de negociaciones de cómo financiar los planes. Pero nada de esto se ha podido implementar, porque la máxima autoridad de la UES, la Asamblea General Universitaria, está siendo secuestrada por una macabra alianza de movimientos pseudorevolucionarios, que quieren mantener a la UES como retaguardia para sus movilizaciones, con grupos de presión de docentes –y lamentablemente incluso algunos decanos- que defienden a capa y espada sus privilegios y se resisten a una política sistemática de elevación del nivel académico.

El primer paso para remover los obstáculos y poder implementar el Plan de Fortalecimiento Académico es, entonces, derrotar a estos grupos en las elecciones para la nueva Asamblea General Universitaria que ya están convocadas. Mucho depende de los estudiantes que han sido las principales víctimas de las políticas de obstrucción de los grupos que actualmente dominan y manipulan a la Asamblea y al Concejo Superior Universitario. Los estudiantes no se han olvidado que antes de la reciente toma del campus por parte del sindicato, los que paralizaron y se tomaron violentamente la universidad el año pasado -en el conflicto sobre los préstamos del BID para financiar el Plan de Fortalecimiento Académico de la rectora- eran los que controlan la mayoría en la Asamblea actual e incluso en el Concejo. Incluyendo muchos representantes estudiantiles.

El conflicto recién superado en el fondo fue un pleito por cómo y entre quiénes distribuir los 1.9 millones que la doctora había gestionado para los trabajadores. Los estudiantes pagaron los costos. Ellos ahora tienen que pensar muy bien a quiénes elegirán como representantes estudiantiles en la nueva Asamblea General Universitaria. Deben escoger exclusivamente representantes que apoyan el Plan de Fortalecimiento Académico. Deben tener mucho cuidado de no dejarse ni dividir ni engañar por movimientos estudiantiles que quieren seguir saboteando este Plan, porque no están dispuestos a concebir que la Universidad se tenga que regir con criterios académicos y no por intereses políticos y partidarios.

En las filas de los docentes se está perfilando una tendencia creciente de apartarse de las políticas que sobreponen el interés sectorial y los privilegios por sobre el desarrollo académico de la universidad. La mayoría del personal académico quiere remover los obstáculos. Y si estos obstáculos son sus propios representantes en la Asamblea y el Concejo Superior –o los mismos- decanos- hay que removerlos.

Un papel determinante en esta batalla por la Universidad pueden tener los profesionales no docentes que tienen que elegir representantes a la nueva Asamblea General Universitaria mediante sus asociaciones de profesionales. Los sectores profesionales del país tienen una enorme responsabilidad de hacer un uso racional y constructivo de su derecho de representación en la Asamblea General Universitaria. El requisito para sus representantes tiene que ser que luchen por recuperar la gobernabilidad de la universidad, para que el próximo rector pueda implementar el Plan de Fortalecimiento Académico, el legado de la doctora Rodríguez.

En esta batalla –la última, la decisiva, antes de poderse retirar de la política universitaria- la Chabelita no va a estar sola. Ni la podría ganar sola. Requiere de la concertación y la acción conjunta de todas las fuerzas comprometidas con la Universidad de El Salvador, su rol indispensable para el beneficio de las mayorías, su rol decisivo para el desarrollo del país. Los estudiantes, los docentes y los profesionales no docentes que la dejen sola esta vez, tendrán como fruto de su negligencia o su mezquindad una universidad pobre en capacidad académica e investigativa, pobre en recursos y pobre en su aporte al país. Sobre todo los estudiantes no se pueden conformar con esto. Tampoco el país.
(Publicado en El Faro)

lunes, 16 de abril de 2007

Yo no he dicho nada

A veces lo mejor es callar y dejar que hablen otros. Otros más cercanos al problema a tratar:

En El Salvador hasta se empieza a perder la frontera entre informador y político, o entre periodista y político. Alguien que ayer entrevistaba en un programa de opinión, mañana es tu adversario político en la Asamblea, o en el gabinete. Y se dice que es de lo más natural del mundo, que eso es la democracia.

Ciertamente cualquier ciudadano tiene derecho a incursionar en partidos políticos. Pero cuando se usa el medio de comunicación como trampolín político, y se aduce que se hace con toda objetividad, veracidad, imparcialidad, uno tiene derecho a preguntarse: ¿Quien me está invitando a una entrevista? ¿Es mi adversario político o es un periodista? ¿Es mi rival o es un profesional de los medios?

Sigfrido Reyes, vocero del FMLN, en Encuentros – la cena política de El Faro, 12 de julio 2005, sobre “El rol de los medios de comunicación en la construcción de la democracia de El Salvador”. Que nadie entienda mal a Sigfrido: Estaba discutiendo con y sobre Julio Rank, periodista convertido en político de ARENA, y Jorge Hernández, entrevistador de TCS. Cualquier aplicación de este criterio a otros periodistas y candidatos, no es responsabilidad del FMLN, sino del lector.

lunes, 9 de abril de 2007

Víctima del prejuicio

Qué bueno que escribo en El Faro, donde se admite que un columnista critique al editorial de su propio medio. El último, titulado “Las víctimas del subdesarrollo”, no puede quedar sin comentario crítico.

Algunas discusiones son como redondas, redundantes. Llegan a ciertos niveles de comprensión, de cuestionamiento de posiciones tradicionales. Pero de repente, toda la discusión es reseteada como una computadora, y todo comienza de cero...

Así la discusión sobre la migración. Supuestamente, después del informe que publicara el PNUD sobre el Desarrollo Humano 2005 - “Una Mirada al Nuevo Nosotros. El Impacto de las Migraciones”, ya no se podía regresar a los mismos esquemas de ver la migración.

En El Faro le dimos mucha importancia a este informe. En ‘Encuentros – la cena política de El Faro’ le dedicamos dos debates al tema. William Pleitez, coordinador del Informe del PNUD, dijo en Encuentros: “O fortalecemos esos vínculos para verdaderamente poder inclusive edificar ese país transterritorial que tenemos, o nos conformamos a que todos esos migrantes al final de cuentas van a ser una pérdida de ciudadanos para nosotros.”

Entonces, ¿en El Faro ya nos conformamos a que la migración a final de cuentas es una pérdida para el país? Yo no. Por esto no estoy de acuerdo poner a la migración a la par de la violencia – sólo porque los dos nos causan “bajas”.

El que emigra, no es baja. La migración no es un fenómeno negativo. Aquí hay un lenguaje que yo identifico como reaccionario, en el cual las palabras migración, transculturación, globalización, todos son negativos.

El que emigra, sea del campo a la ciudad o de su país subdesarrollado a uno de los países industrializados, no es desertor, ni baja. Es alguien que toma su destino en sus manos en vez de esperar que alguien le ayude.

“La inseguridad y la emigración han erosionado el tejido social del país”, reza el editorial. Falso. No es la migración, es la probreza. Y sigue hablando de “la emigración, con sus terribles consecuencias de desintegración familiar...” ¿Qué es esta ligereza o este modismo de responsabilizar la migración de la descomposición familiar? ¿Quién es el irresponsable, el destructor de familia – el padre que se queda, aunque sin trabajo, dejando que su familia sufra hambre, o el que se va al Norte para poder sostener su familia? ¿Quien es más proclive a los peligros de drogadicción, alcoholismo, pandillas – el hijo que se queda, aunque sea desempleado, o el hijo que se va al Norte para ver cómo supera su situación? Yo conozco docenas de casos de jóvenes que aquí en su pueblo eran violentos y bolos y que, al sólo llegar al destino de su migración, se convirtieron en el sostén de su familia. Ellos son la regla. Los que mandaron de regreso deportados, convertidos en mareros, son la excepción de la regla. El peligro de convertirse en pandilleros es mucho más grande en Soyapango o Lourdes que en Washington o en Los Angeles.

La descomposición no es resultado de la migración, sino de la resignación. La migración es lo contrario a la resignación.

¿Cómo atreverse comparar y poner en el mismo nivel de problema nacional la emigración y la violencia?, sólo porque los dos fenómenos restan población residente al país. Es absurdo.

Lo que hay que reducir, no es la migración, sino las circunstancias, los obstáculos, las persecuciones que enfrentan los migrantes – en el camino y en el país de destino. Para esto hay que tener políticas, alianzas, estrategias. Para un país como El Salvador, con un porcentaje tan alto de emigrantes, muchos de ellos ilegales, es la política pública tal vez más importante a desarrollar. ¿Cómo conseguir convenios con los países de tránsito y destino?

Revertir la migración del tercer mundo al primer mundo es, de todas formas, imposible. Es como tratar de revertir la fuga del campo a la ciudad. Son fenómenos muy comparables. La migración del campo a la ciudad y la migración de países pobres a países ricos son dos capítulos de la misma historia.

La única manera de evitar migración es hacerla innecesaria. O sea, sacar al país de la pobreza. Como lo hizo Irlanda. Irlanda, durante décadas, sólo pudo sobrevivir como país si la mitad de sus jóvenes salía a Inglaterra o Estados Unidos. La alternativa era hambruna. El salto que Irlanda hizo recientemente al primer mundo, no hubiera sido posible sin la migración masiva. Hoy ya no es necesaria. Hoy Irlanda es parte de otro proceso de migración: la migración libre de mano de obra calificada dentro de la Europa integrada.

Donde hay diferencia de niveles de vida entre países, regiones, habrá migración. Siempre. Y esto no es malo, es positivo. Es factor de cambio. Sólo puede verse como mal desde una perspectiva conservadora de querer mantener el estatus quo – mantener a a la gente en su aldea, que no vaya a la ciudad con todos los pecados; mantener a la gente en el país, que no vaya a Estados Unidos sólo para perder la moral, la identidad nacional, los costumbres. Mantener a la gente en la pobreza...

Claro que hay que combatir la pobreza. Pero no para reducir la migración. Hay que reducir la pobreza para mejorar la vida de la gente que se queda. Claro que hay que crear oportunidades, pero no para evitar que la gente se vaya, sino para que se puedan superar los que se quedan.

Tal vez de esta manera, a mediano plazo ya no se van tantos. Tal vez ya no se van los que no tienen otra cosa que vender que mano de obra barata, sino más bien los más calificados. Los que pueden desencadenar procesos de transferencia de tecnología.

¿Y cómo es el cuento de la “fuga de cerebros”? Momentito. La fuga de cerebros es un fenómeno muy distinto, en situaciones y etapas muy distintas. Ojalá que ya estuviéramos en una situación de fuga de cerebros, porque significaría que ya estamos produciendo ingenieros, doctores, investigadores, científicos de sobra. Fuga de cerebros hay en los países que producen más talentos académicos que su sociedad puede absorber. Estamos lejos de esto. ¿O se refiere a los compatriotas que, precisamente porque se han ido, están sobresaliendo como científicos, artistas o empresarios? Bueno, estos cerebros, si no se hubieran fugado, no hubieran llegado a nada...

En vez de llorar que la gente se va, trabajemos para que los que se van lleguen sanos, encuentren trabajo, puedan legalizarse, puedan superarse – y encuentren en el país incentivos para visitar, para pasar vacaciones, para someterse a tratamientos médicos, para invertir, para construir, para participar, para retirarse.

Los mismos prejuicios que encuentro en el editorial de mi periódico, los encuentro en las discusiones en la calle y de cafetín. ¿Cuándo se va a dejar de tildar de haraganes –casi traidores a la patria y su ética moral- a los que viven de remesas? Están viviendo del salario de un familiar, igual que la esposa y los hijos de un gerente de banco. A lo mejor incluso están viviendo del fruto mensual de una inversión que como familia decidieron hacer en el viaje al Norte de dos familiares, en vez de invertir en un taxi o en una pupusería. ¿No tienen derecho de vivir de esta inversión como la esposa del taxista o los hijos de la pupusera?

¿Cuándo van a comenzar a hostigar a los hijos de los trabajadores de ADOC que ellos son los responsables de que tienen que llegar nicas para cortar caña o café?

“No podemos seguir dándonos el lujo de perder a nuestros ciudadanos en manos de la delincuencia o la emigración”, concluye el editorial de El Faro. No podemos seguir tratando con esta ligereza al fenómeno de la migración. “Perder ciudadanos a manos de la delincuencia o de la migración” – como si fuera lo mismo que alguien muera, o se haga asesino (que son las dos formas que el país puede perder ciudadanos a la delincuencia) o que alguien se va para el Norte a trabajar para mantener a su familia. El migrante, lejos de ser un ciudadano perdido, es un ciudadano que asume su responsabilidad. Como cualquier otro que trabaja en vez de llorar.
(Publicado en El Faro)

lunes, 2 de abril de 2007

Urgen medidas, pero inusuales

En Alemania, en los años 70, nació una iniciativa muy famosa y exitosa –yo diría genial- llamada “Bureau für ungewöhnliche Massnahmen” (Buró para medidas inusuales). Intelectuales, escritores, artistas y activistas de movimientos sociales se juntaron para iniciar acciones públicas, happenings, campañas, hechos políticos, manifestaciones. Siempre eran eventos de gran creatividad y capacidad de provocación. Los objetivos: sacudir la opinión pública; retar a la clase política; poner un tema en la agenda nacional; provocar reflexiones o incluso acciones políticas y legislativas.

Este Buró –no sé si todavía existe- no necesariamente se dedicaba a realizar los eventos, sino de imaginárselos, proponerlos, provocar que los lleven a la práctica los que tenían que hacerlo...
Algo parecido necesitamos en El Salvador. Ciertas situaciones -de estancamiento, de bloqueo, de inercia, de falta de iniciativa- requieren de medidas inusuales. Y para no recurrir a la violencia, mejor a la creatividad. La creatividad siendo la mejor vacuna preventiva a la violencia.
Imagínense que la próxima vez que los encapuchados que se hacen pasar de revolucionarios se tomen la Universidad de El Salvador -cerrándola, dejando afuera a 30 mil estudiantes-, un contingente de excombatientes guerrilleros tome control del campus universitario. Pacíficamente, porque andan armados de la razón histórica y de la autoridad moral que les da su trayectoria. Imagínense que los guerrilleros retomen la universidad, pero no para cerrarla, sino para abrirla, para protegerla, para brindarle seguridad para que funcione libremente; para entregarla a los estudiantes, a los docentes y a rectora que tanto ha luchado por ella, a veces incluso sola... Imagínense un comunicado de los ex-guerrilleros diciendo que “hemos luchado toda una guerra para conquistar para nuestros hijos el derecho a la educación y para que el Estado respete y financie una universidad al servicio del país - y no vamos a permitir que unos impostores con discurso revolucionario siembren terror y violencia en la universidad para seguirla explotando, manipulando, manoseando, negándole al país el derecho de tener una universidad con excelencia académica, misión social y visión para el país.” ¿No sería una medida inusual pero efectiva para resolver una situación inaceptable?

O imagínense una iniciativa conjunta de ex-militares y ex-guerrilleros de erigir, en las plazas de varios de los pueblos más golpeados por la guerra, monumentos dedicados a las víctimas civiles - indistintamente de la afiliación ideológica de víctimas y victimarios. Imagínense que en los actos de inauguración hablen jefes militares y comandantes guerrilleros, reconociendo sus violaciones a los derechos humanos y pidiendo perdón a las víctimas y sus familias.

O imagínense un evento público donde empresarios hartos de las políticas de exclusión de ARENA, juntos con intelectuales de izquierda cansados de las políticas seudo-radicales del FMLN presenten a la nación propuestas de solución en los distintos campos: educación, salud, medio ambiente, fomento de la productividad, transporte público, planificación urbana, reforma fiscal etc. Imagínense que de esta manera de repente quede manifiesto que derecha e izquierda sí pueden llegar a propuestas conjuntas y factibles, siempre y cuando se liberen de las direcciones partidarias cuya apuesta principal es la polarización.

O imagínense el impacto que tendría en la opinión pública el hecho que una serie de políticos reciclados –de todos los colores y sabores- publiquen una declaración conjunta titulada “Hicimos lo que pudimos – hoy les toca a la generación post guerra”, comprometiéndose de sacar sus manos de la política, no solo de las candidaturas, sino también del conspire detrás de bambalinas. Imagínese que esta declaración fuera firmada por Rubén Zamora, Armando Calderón Sol, Facundo Guardado, Mario Acosta, Héctor Dada, Francisco Jovel, Abraham Rodríguez, Francisco Flores, Alfredo Cristiani, Salvador Samayoa, Hugo Barrera y Héctor Silva, quienes al mismo tiempo hacen un llamado urgente de adherirse a este compromiso a Ciro Cruz Zepeda, Leonel González, Mauricio Sandoval, René Figueroa, Salvador Arias, Humberto Centeno, Will Salgado y Alberto Arene… (El hecho que hay políticos, cuyos nombres que no aparecen en esta lista, no necesariamente significa una invitación de seguir en la arena política-electoral.)

Otras medidas que podría provocar el Buró Salvadoreño de Medidas Inusuales:

La adquisición de un buldózer viejo que circule por el centro de San Salvador, ofreciendo servicio gratis a cualquiera que necesite limpiar la salida de su casa o negocio de basura, champas, comedores, tiendas de campaña, etcétera. Ofreciendo servicio gratis también a cualquiera que quiere botar su edificio dañado desde el terremoto del 1996 y convertir su terreno en un parque, una cancha o un jardín…

La formación de brigadas juveniles en las comunidades que con apoyo logístico de la Fuerza Armada y apoyo económico y organizativo del gobierno, de las alcaldías, de las iglesias y de las universidades implementan programas de limpieza, salud, educación, reconstrucción y organización en sus propias comunidades. Adiós al asistencialismo. Que cada uno meta mano a su problema - y para esto, reciba apoyo.

Abrir las canchas y los patios de las escuelas para el uso de la comunidad en las noches, fines de semana y vacaciones, siempre y cuando exista organización comunal que se haga responsable.
Miles de familias o negocios adoptan los dos o tres postes de luz o telefonía que tienen en frente de su casa, tienda u oficina. Los limpian, los pintan bonito y les ponen rotulitos diciendo: “Poste libre de contaminación política, por favor no hacer pintas ni pegas. Gracias, los vecinos”. Y siempre cuando un partido los mancha, en la mañana los vecinos vuelven a limpiarlos. Si es necesario, todos los días.

Y los artistas del país, convirtiendo los postes limpios en obras de arte…

Etcétera, etcétera, etcétera…

¿Le parecen muy inusuales estas medidas? Claro, de esto se trata. Porque, ¿hasta dónde hemos llegado con las medidas usuales?