martes, 24 de agosto de 2004

El Estado irresponsable

Tenían que morir 32 hombres para que el país se diera cuenta que la situación del sistema carcelario es insostenible. Hoy resulta que todos los entendidos -la procuradora de derechos humanos, la jueza de vigilancia penitenciaria, los mismos reos- advirtieron que algo como la matanza del 18 de agosto iba a pasar. ¿Cuáles son los problemas que todos señalan? Primero, la sobrepoblación en las cárceles. Dicen que Mariona está diseñado para 1,500 reos y había mucho más de 3,000. Segundo, la falta de capacidad de separar a los mareros del resto de la población reclusa. Tercero, el hecho que en la misma cárcel de Mariona están conviviendo, sin ninguna separación, los reos que cumplen condenas con los detenidos preventivos que están esperando su juicio. O sea, cualquiera que está detenido sin haber sido vencido en juicio, está obligado a convivir con asesinos comprobados y puede perder la vida en enfrentamientos como el del 18 de agosto.

Las diferentes instancias responsables del sistema penitenciario inmediatamente explican que no hay fondos para ampliar y mejorar los centros penales, y para efectuar las necesarias separaciones dentro de la población reclusa.

No voy a perderme en una discusión técnica, ni de carácter jurídico ni de temas presupuestarios. No es un problema técnico. Es un problema mucho más de fondo. El Estado tiene que ser responsable de sus acciones. Al ciudadano no le importan las ramificaciones del Estado. El ciudadano tiene el derecho de exigir que el Estado cumpla con sus funciones, y que no le vengan con los pleitos entre el gobierno que define políticas, la Asamblea Legislativa que aprueba o no presupuestos, los jueces que cumplen o no con su deber de entregar pronta justicia. Todo esto, en el fondo filosófico del asunto, no es más que paja o pretextos. El Estado tiene que cumplir su función.

Para aplicar este principio básico al caso en discusión: El Estado no tiene el derecho de poner preso a una persona si no tiene donde guardarla en condiciones mínimas de seguridad. O para decirlo de manera más clara: el estado no tiene derecho de tener preso a 15 mil reos si en sus cárceles sólo caben 8 mil. Para poner otro ejemplo: Si el Estado decreta que es obligatorio asistir a la escuela por 12 años, obligatoriamente tiene que construir y mantener en situación de seguridad y salubridad las aulas adicionales necesarias para tres años de escolaridad más. Digo el estado o la sociedad para dejar claro que es una obligación de todos, no solo del gobierno. Pero el gobierno existe (y solamente existe) para ejecutar las obligaciones del Estado.

Así de simple es la cosa, sin rodeos, sin pretextos, sin paja: el Estado salvadoreño, mientras no tenga las cárceles adecuadas para la cantidad de reos y detenidos preventivos, no tiene derecho de mantenerlos detenidos en condiciones inadecuadas. El Estado, al tener a una persona presa, asume la responsabilidad sobre su integridad. Para cumplirla, tiene la obligación de mantener cárceles con debida separación de los reos. Tiene que separar a los peligrosos de los no peligrosos, a los detenidos preventivos de los condenados.

El director de centros penales no puede simplemente lavarse las manos diciendo que Mariona es ingobernable y que en el caso del 18 de agosto no hubo posibilidad ni de prevenir la matanza ni de intervenir para pararla. Se estaban matando y nadie intervino. Horas después de la trifulca todavía hubo asesinatos y guardias y policías se limitaban a prevenir fugas. Yo le creo a los jefes policiales que en Mariona no hubo manera de intervenir sin poner en riesgo la vida de los policías. Pero de esto estamos hablando: el Estado no tiene derecho de mantener una cárcel ingobernable en la cual nadie puede intervenir una vez que la violencia estalla. Esto se llama negligencia y ojalá que algún familiar de algún reo muerto demande al Estado por haberle retenido en una cárcel ingobernable.

¿Cuántos de los muertos y heridos son víctimas circunstanciales que no pertenecían a ninguno de los bandos que protagonizaron el pleito? ¿Cuántos, incluso, son detenidos preventivos que de todas formas no tendrían que estar mezclados con reos condenados?

Si el plan mano dura fuera parte de una política integral y planificada de seguridad pública, obviamente se hubiera creado las condiciones físicas adecuadas antes de ejecutar un plan que tiene por consecuencia necesaria detener a varios miles de mareros. Es obvio que el plan mano dura no es parte de una estrategia integral de seguridad pública, sino de una estrategia electoral, obedeciendo al calendario electoral, se echó a andar sin crear las mínimas condiciones físicas y organizativas en el sistema penitenciario. Claro, elecciones no se pueden ganar gastando en la construcción de cárceles.

A veces las cosas sólo se aclaran llevándolas a lo absurdo. La matanza de Mariona llevó al absurdo la política de seguridad pública del Estado salvadoreño. Un gobierno que manda a echar presos a miles de mareros sin tener dónde guardarlos. Un sistema judicial que tiene a miles de detenidos esperando por años sus juicios, llenando aún más las cárceles. La lógica consecuencia de este absurdo sería que ya nadie puede ser enviado a la cárcel mientras no haya condiciones adecuadas para guardarlo. En estos momentos significaría: el Estado tiene que reducir su población reclusa a unos 8 mil. Cómo lo hace, no sé. Piénsenlo. Como digo, a veces lo absurdo aclara las cosas. (Publicado en El Faro)

martes, 17 de agosto de 2004

La tormenta en el charco (o los amigotes contraatacan)

La beca que el escritor Horacio Castellanos Moya se ha conseguido en Alemania ha desatado una tormenta en el charco de los escribanos salvadoreños. Me doy cuenta desayunando con los matutinos alemanes en la casa de una amiga en la bella ciudad universitaria de Marburg. De repente una foto de mi amigo(te) Horacio. Por la gran puta, ¿cómo se las arregló este jodido a meterse en las páginas sagradas del suplemento cultural de un rotativo de Frankfurt am Main, sede de la Ferie del Libro más importante y Meca de la industria editorial del mundo? Leyendo el artículo, me entero (con mucha pena) que el colega David Hernández (colega novelista de Horacio, colega columnista del Faro mío), ha armado un berrinche grotesco denunciando que Horacio no merece la beca porque ni es perseguido político ni buen escritor. Berrinche tan escandaloso que hasta el presidente Saca se vio obligado a intervenir en asuntos literarios, o más bien en el asunto de un literato envidioso. Porque de eso se trata, me doy cuenta leyendo las declaraciones de David Hernández. ¿Pero cual es la envidia?, pienso, que este David se las ha arreglado toda la vida con becas, primero en la Unión Soviética mientras otros quedaban para combatir, después en Alemania.

De repente me topo, siempre en el mencionado artículo del Frankfurter Rundschau, con el nombre Peter Ripken. Este señor, de gran influencia en la Ferie de Libro de Frankfurt, prácticamente el referente para los escritores del tercer mundo que quieren entrar a la Feria de Libro, es el que atiende a Horacio en Frankfurt y está públicamente defendiendo la invitación que a Horacio Castellanos han hecho. Ahora entiendo la envidia: este jodido de Horacio no se consiguió cualquier beca en cualquier lugar con cualquier mentor. No, a Horacio le dieron una beca en Frankfurt am Main, en el centro mundial de la industria editorial. Y no cualquier beca en Frankfurt, sino una patrocinada por las instancias y los hombres que organizan este evento internacional de literatura. Es obvio, si a un escritor lo acogen en esta ciudad, en este entorno, los organizadores de la Feria del Libro, no será cualquier escritor. Tiene que ser un escritor que vale la pena promocionar. De ahí la envidia de David Hernández que tiene años de vivir en Alemania y como escritor no existe.

Ya bastante intrigado, le cuento esta novela de intrigas a mi amiga, catedrática de ciencias políticas, y resulta que conoce a Peter Ripken. Al rato estamos hablando no sólo con Peter Ripken sino también con Horacio.

El día siguiente estamos sentados en un jardín cervecero en Frankfurt. Los amigotes celebrando, diría David Hernández. ¡Qué no le quepa ninguna duda! Que se vuelva verde de envidia David, pero yo me alegro que a Horacio le hayan dado la oportunidad de pasar un año escribiendo, en una especie de refugio libre de limitaciones y presiones de todo tipo. Yo conozco a Horacio, he visto de cerca la disciplina con que escribe, incluso en situaciones adversas, de inestabilidad económica, inseguridad, amenazas, o incluso la terrible tensión que causa su segundo oficio, el de periodismo.Entonces, aparte de las frustraciones y envidias de David Hernández (y Geovani Galeas quien después se incorporó en la campaña contra Horacio), ¿cuál es el problema?
Si a mí me preguntan si Horacio es perseguido político, digo que no. No creo que alguien lo vaya a matar, no veo que alguien lo vaya a echar preso. Pero esto no significa que las reacciones adversas que sus escritos han causado en El Salvador no afecten negativamente sus posibilidades de seguir escribiendo en El Salvador. Claro que las afectan. Yo mismo le recomendé salir del país después de nuestra aventura con Primera Plana. ¿Quién, en un medio salvadoreño, le iba a dar trabajo al director de un semanario que se metió con todos al mismo tiempo? Otros escritores y periodistas críticos caen en desgracia con unos, pero ganan defensores en otros. Te metes con la derecha y te vuelves héroe de la izquierda. O al revés. Pero Horacio siempre logra que lo odien los izquierdosos al mismo tiempo que los derechistas. Los empresarios al mismo tiempo que los literatos y los directores de los medios. Esta su virtud lo impregnó a Primera Plana, lo que hizo este periódico tan bueno y al mismo tiempo tan inviable económicamente. Y por supuesto, Horacio se volvió persona non grata en los medios salvadoreños. Por esto tuvo que salir para probar suerte en México y Guatemala.

¿Lo han perseguido en Guatemala? Que yo sepa, no. Pero a su jefe y amigo Zamora lo amenazaron de muerte permanentemente, le mandaron comandos armados a su residencia. Claro que a Horacio, el metiche salvadoreño-hondureño en estos bonches chapines, quien además antes había redactado el informe de derechos humanos por el cual fue asesinado el obispo de Guatemala, le entraron dudas si Guatemala era el lugar más seguro para escribir novelas.

Horacio hubiera hecho el ridículo si a raíz de todo esto hubiera solicitado asilo político en Alemania. Pero no lo hizo. Aceptó una beca para un año, de una institución que por suerte tiene una concepción más integral de las presiones y limitaciones que pueden obstaculizar el trabajo de los escritores. Y una concepción más integral del albergue que quieren otorgar a escritores. Este albergue sirve para que un escritor que ya ha mostrado su potencial literario, lo pueda potenciar libre y protegido de presiones. Que bueno que existen estas becas con esta concepción de albergue. Que bueno que no las limitan a personas que están perseguidas por matones y torturadores. Que bueno que para la beca en cuestión hayan escogido a Horacio Castellanos.
Posdata: Por más repugnantes que sean los pleitos (y este que armó David Hernández es bastante repugnante), a veces producen cosas inesperadas y buenas. En este caso, son varias. Horacio se consiguió una simple y modesta beca. David Hernández le consiguió a Horacio la publicidad en los medios alemanes que para si mismo nunca logró David Hernández. Resultado de esto, espero ver a Horacio como una de las estrellas de la próxima Feria del Libro en Frankfurt. Segundo: al fin vuelvo a coincidir (aunque sea en un punto) con Marvin Galeas, quien en su columna en el Diario de Hoy escribe: “Espero que su polémica estadía en Alemania, con gastos pagados, le sirva para continuar creciendo como escritor de novelas.” Y tercero: me encanta el hecho insólito que El Diario de Hoy dedica una página entera al análisis de dos columnas publicadas en El Faro, una de David Hernández en contra y una de Roberto Turcios en defensa de Horacio. (Publicado en El Faro)