jueves, 29 de septiembre de 2005

¿Cuándo?

En “Encuentros” tenemos una política definida de no invitar a los “afectados” del tema que ponemos a discusión. Si el tema es seguridad pública, no están en la mesa ni mareros ni víctimas, sino abogados, políticos, jueces, académicos. Cuando discutimos la reforma de salud, habrá médicos, pero no habrá ningún paciente del Rosales.

Tomamos esta decisión, luego de largas discusiones, porque “Encuentros” no es la versión cibernética de “Frente a la Comunidad”. Hay espacios para confrontar afectados con los responsables, y son necesarios. Pero “Encuentros” es un esfuerzo hacia la clase política: obligarla a más seriedad, menos discurso, más tolerancia, menos demagogia, más diálogo, menos confrontación, más transparencia, menos secretividad. Los afectados con sus denuncias y sus frustraciones no caben en este diseño de debate.
Pero hoy voy a hacer una excepción, por lo menos hipotética: Me imagino a un poblador de Las Mercedes, en Ciudad Delgado, como partícipe en el debate sobre el agua que documentamos en esta edición de “Encuentros”. Su credencial: vivir en una colonia que no recibe el servicio de agua potable. Me imagino cómo este señor hubiera reaccionado a las coincidentes afirmaciones de los panelistas de que En El Salvador no hay escasez de agua sino de voluntad política, consenso interpartidario, administración eficiente, legislación adecuada. Me imagino al señor de Las Mercedes, Ciudad Delgado, escuchando a la política, al funcionario y a los dos directores de ONG hablar, con elocuencia, conocimiento, inteligencia y dedicación sobre modelos de descentralización, sobre las tres leyes que regularían el recurso agua y que tienen años de no salir de los pasillos de los ministerios involucrados; del peligro que empresas multinacionales usufructúen nuestras aguas salvadoreñas.
Me imagino qué significa para nuestro señor y su familia vivir meses sin abastecimiento de agua.
Si yo viviera en Las Mercedes, Ciudad Delgado, o si yo fuera uno de los 1.5 millones de salvadoreños no abastecidos con agua potable, yo hubiera hecha una sola pregunta: ¿Cuándo? Repetidas veces. ¿Cuándo?
Me hablan de legislaciones y reformas territoriales como requisitos para resolver mi problema, y yo hubiera dicho: Perfecto, pero ¿cuándo?
Me predican que el sistema de agua no puede funcionar mientras no todos tengamos conciencia que hay que ahorrar agua, hubiera dicho: Fíjese que tengo años de estar mostrando la máxima austeridad en el consumo de agua. ¿Cuándo me dan chance de pecar y desperdiciar agua?
Al presidente de ANDA se le preguntó cuántos no reciben agua y cuándo habrá para todos. Contestó lo primero, aunque reconociendo que ANDA no dispone de datos confiables. La segunda pregunta -¿cuándo?- no la contestó. Me imagino que no sabe. Nadie sabe. Pero tampoco nadie pone una meta. Ni el presidente de ANDA ni la diputada que quiere ser alcaldesa. Deduzco que no hay metas.
¿Qué hubiera dicho el señor de Las Mercedes, Ciudad Delgado? Por lo menos no me dieron paja.

(Publicado en encuentroselfaro.net)

lunes, 26 de septiembre de 2005

Por soberbio cayó, no por corrupto

En algún momento, cuando todo el mundo hablaba de la caída de Luis Cardenal, estuve a punto de dedicar una columna al caso. Iba a decir que me parecía exagerado el alboroto que se armaba sobre una licitación de 23 mil dólares, de la cual la empresa de Cardenal pudo haber devengado una ganancia de... ¿cuánto? ¿Dos o tres mil dólares? Iba a decir que me parecía correcto que el ministro Cardenal haya renunciado, ya que la ley es inequívoca prohibiendo a los miembros del gabinete participar en licitaciones donde se paga con fondos del estado. Pero también iba a decir que para mí lo de Cardenal no es un caso de corrupción, sino más bien de soberbia. Para mi quedaba limpia la reputación y honestidad del empresario Luis Cardenal, y con su renuncia quedaba resuelto el caso de un político demasiado soberbio para entender que él, aunque se considera demasiado aristocrático para caer en las tentaciones del enriquecimiento ilícito, también tiene que acatar la ley. Sobre todo él. Iba a escribir incluso que dejen en paz a un hombre que, aunque nunca me ha caído bien, merece respeto por su renuncia. Iba a decir que si realmente queremos investigar y combatir la corrupción y el enriquecimiento ilícito, no permitamos que armen un “escándalo Cardenal” para desviar la atención.

Eso fue hace algunos meses. Nunca escribí la columna, porque siempre había otros temas más urgentes. Y porque ya mucha –demasiada- tinta se había derrochado para un caso de poca relevancia.

Pero hoy sí hay que decir un par de cosas. Luis Cardenal ha ido a la contraofensiva. Uno pensaría que alguien que ha violado una ley (repito: no para enriquecerse sino simplemente por soberbia); quien a raíz de esto ha tenido que renunciar de su cargo de ministro de turismo; y quien por este gesto de dignidad ha recibido mucha simpatía y respaldo moral, habría aprendido un poco de humildad. Todo lo contrario. Luis Cardenal interpretó mal los gestos de solidaridad de mucha gente. Sólo lo hicieron más soberbio. Hoy se pone a la par del empresario religioso “Toby”, los dos exigiendo al presidente de la república explicaciones y disculpas por no haberlos apoyado incondicionalmente, cuando en los dos casos, por muy diferentes que hayan sido, eran obvias las violaciones a la ley y la actitud arrogante de sentirse encima de la ley. Y los dos atacando a los medios de comunicación que se habían atrevido exponer sus actos ilegales.
Pocas veces he visto más claramente manifiesta la arrogancia de clase (es decir, de ciertas familias que se sienten aristocracia criolla) que en las entrevistas que dio Luis Cardenal para su contraofensiva. Normalmente esa actitud se esconde detrás de un discurso políticamente correcto. Pero este hombre es tan prepotente que no siente necesidad ninguna de esconder su menosprecio a un régimen republicano que exige a los gobernantes acatar las leyes como cualquier otro ciudadano. Es obvio que Luis Cardenal se siente parte de una clase a la cual no se puede exigir que cumpla con reglas hechas para la plebe que de otra manera diera rienda suelta a su natural tendencia a robar.

Por eso dije desde el principio: El pecado de Cardenal no es el enriquecimiento ilícito vendiendo una cantidad ridícula de madera a un proyecto donde no debería haber licitado. Su pecado es la prepotencia y el menosprecio al régimen republicano donde la ley es para todos. Es por eso que los capitalinos no lo querían de alcalde. Es por eso, me imagino, que Elías Antonio Saca –un hombre del pueblo a la par de un miembro de la familia Cardenal-, no dudó un segundo en aceptar su renuncia.

Falta comentar el otro aspecto: el espectáculo impresionante de dos periódicos grandes que en los últimos días han dedicado varias de sus páginas al caso Cardenal. Para los que leen el Diario de Hoy (y le creen), la total inocencia de Luis Cardenal está comprobada y certificada por un informe de la Corte de Cuentas. Para los que piensan que se enteran de la verdad leyendo la Prensa Gráfica, el tal informe de los auditores es el primer paso para un juicio contra Luis Cardenal ante la Corte de Cuentas.

No sé si esta situación absurda es, como me dijo un colega periodista y columnista, parte “del berrinche entre los dos periódicos”, o si hay algo más importante y más preocupante escondido detrás. Algún ajuste de cuentas entre grupos de poder que inicialmente convergieron apoyando a Tony Saca. Mientras no sea visible y tangible, no vale la pena especular. Mejor nos quedemos con lo tangible: el empeño de uno de los periódicos, El Diario de Hoy, de comprobar la inocencia de Luis Cardenal – y el empeño igualmente forzado de la competencia, La Prensa Gráfica, de agrandar el caso, desde el principio.

Para comprobar la inocencia de Cardenal, el Diario está dispuesto a pagar un precio que a lo mejor no lo consideran alto: un artículo sobre el informe de la Corte de Cuentas escrito como si fuera una muestra para un manual de los principales pecados del periodismo, más una entrevista de cortesía al ex ministro Cardenal, más permitir a la esposa del ex ministro usar su columna para defender a su esposo. El artículo malinterpreta el informe, no cita fuentes diferentes, deja en la total confusión conceptos jurídicos, etc. En la entrevista no se hacen las preguntas obvias, casi obligatorias, reducen el arte de la entrevista periodística a dar a alguien oportunidad de decir lo que quiere decir.

Reitero, no sé si es un problema periodístico o un problema político expresándose en los dos periódicos que representan diferentes grupos de poder fáctico y diferentes corrientes ideológicas del poder político. Sea como sea, siempre plantea un serio problema de ética periodística.
Entonces, el “caso Cardenal” se volvió tal vez un “caso Corte de Cuentas” y seguramente un “caso Diario de Hoy y Prensa Gráfica”.

(Publicado en El Faro)

lunes, 19 de septiembre de 2005

Sólo preguntando II - ¿Qué está pasando en el Diario?

Los medios de prensa, instrumentos del escrutinio público de los poderes del Estado, también deben ser sujeto de escrutinio. Sobre todo cuando adquieren un cierto grado de poder, cosa que indudablemente es el caso en El Salvador con los dos periódicos principales.

¿Quién critica a los críticos? ¿Quién se hace cargo del escrutinio del cuarto poder? Hay varias respuestas: el lector; el mercado; el cliente publicitario; el gremio periodístico; la competencia… Sólo que cada uno jala en su dirección.

De este dilema nació esta columna: reflexión sobre periodismo, medios, periodistas, crítica transversal. Con el deber de atreverse y el derecho de equivocarse.

Habiendo dicho esto, formulo la pregunta del título de mi columna de esta semana: ¿Qué está pasando en El Diario de Hoy?

No sé. Aquí los medios no tienen la costumbre de ser transparentes. Exigen al Estado, al gobierno, a los partidos transparencia, pero nunca abren las ventanas para que la gente vea lo que está pasando a su interior. Así que no sé. No puedo informar, pero puedo preguntar.
Por ejemplo: ¿Qué relación tiene el reciente despido de las dos personas responsables de los “contenidos light” (disculpen, no es término mío, así llaman en el Diario de Hoy el conjunto de secciones que tienen que ver con entretenimiento, cultura, etc.) con la publicación de una encuesta que daba a Mauricio Funes el primer lugar en preferencia entre los diferentes presentadores de televisión? Me resulta difícil no ver relacionados estos hechos. Primero sale, en la sección Vida (donde meten desde la sección permanente de los amores de Brad Pitt, Tom Cruise y Cia. hasta la cultura nacional y la farándula de la televisión salvadoreña) aquella muy extraña encuesta. Extraña porque no queda muy claro si era invento o realmente una encuesta representativa. Pero más extraño aún, porque (tratándose del Diario de Hoy) saliera como el más apreciado, el más profesional, el más popular hombre de la televisión salvadoreña… ¡Mauricio Funes!

Cuando yo vi esta publicación en el Diario, pensé: “¡Qué raro! Yo hubiera pensado que –fuera cual fuera el método utilizado- en el Diario siempre tendría que haber salido ganador Jorge Hernández.

Obviamente no fui el único en pensar esto. Porque dos días después salieron en el Diario de Hoy varias páginas dedicadas a… ¡Jorge Hernández, el hombre más popular de la televisión noticiosa de El Salvador! Y cuando hablé a una persona que trabaja en el Diario para preguntar qué pasaba, me dijo: “Ya te marco”, y colgó. Luego me habló, desde su celular, y me dijo dos cosas. Primero: “No me hablés al teléfono de mi oficina. Aquí nos escuchan todas las conversaciones.” Segundo: “Esta cosa con Mauricio Funes fue un pecado intolerable. A partir de hoy todo, absolutamente todo, hay que consultar y pedir autorización o con Don Enrique o con Rolando Monterrosa.”

Pocos días después fueron despedidas las dos personas responsables de las secciones “light”. Quiere decir: El control férreo que ya existía sobre las secciones duras, serias y políticas, hoy se extiende a las secciones “light”. Que no vaya ser que en la farándula se le escape algo políticamente no correcto.

Bueno, me pregunto, ¿Si en un periódico los editores caen sobre notas de farándula, y si los redactores tienen miedo de que la gerencia les intervenga sus conversaciones, cuál es el trasfondo?

Obviamente, en El Diario de Hoy existe una lucha de poder que, a pesar de la total secretividad, nadie la puede ocultar. No ha habido ninguna explicación de la salida de Lafitte Fernández, hombre de confianza y amigo de Don Enrique Altamirano. Donde faltan explicaciones, florecen los chambres. Los chambres dicen que Lafitte fue removido por Fabricio Altamirano, el hijo de Don Enrique, para debilitar el poder de su padre. Los mismos chambres dicen que el hijo logró instalar, en vez de Lafitte, a un periodista mexicano de dudosa reputación profesional. Una especie de golpe de estado del hijo al padre.

Pero Lafitte nunca se fue. Como nadie informó de su salida, tampoco de su permanencia o su regreso. Ahí está Lafitte, así que a lo mejor el golpe de Estado no cuajó del todo. Especulaciones por todas partes, en todas las direcciones. Unos dicen que al fin, bajo el mando de Fabricio Altamirano, el periódico será menos ideologizado y más profesional. Pero por otra parte, el periodista profesional Lafitte está siendo desplazado por un hombre que no es periodista; y el padre Enrique –conocido como apasionado de letras- está siendo desplazado por el hijo Fabricio, un apasionado de números y quien nunca ha escrito nada. Uno se preguntaba: La reforma operada por el hijo, ¿será una reforma con criterios profesionales de periodismo o una reforma con criterios profesionales de mercadeo? ¿Tendremos al final, si el hijo realmente logra desplazar al padre, un Diario más moderado, pero menos periodístico? ¿Un Diario menos reaccionario y más vendible? ¿Un Diario más abierto y tolerante, pero más aburrido?

Confieso que a mí me fascinan estas contradicciones entre ética y pasión. Quisiera que lo ético fuera compatible con lo apasionado. Mientras esto no suceda, tengo que escoger entre lo correcto pero aburrido, y lo incorrecto pero fascinante. Lo siento mucho, pero prefiero lo apasionado, aunque sea incorrecto, por sobre lo aburrido, aunque sea correcto. El pecado más grande del periodismo es el aburrimiento. ¿Quieren un ejemplo? Lean durante una semana los editoriales de El Diario de Hoy y de la Prensa Gráfica … Unos dan rabia, los otros sueño.

Mientras yo, durante varios meses, estaba reflexionando sobre este tipo de temas, en el Diario se tiene que haber gestado la contrarreforma. Sea cual sea el móvil y el contenido de la reforma que Fabricio Altamirano quería operar contra su padre, se impuso la contrarreforma que volvió a instalar a Don Enrique como la única autoridad en el Diario.

Obviamente, así como nunca se informó sobre la salida de Lafitte (ni sobre el envío de regreso a su país del mexicano, ni sobre la suerte de Álvaro Cruz, que desapareció primero de Más, después también del Diario, ni sobre los despidos de la semana pasada), mucho menos informarán sobre la renuncia de Fabricio Altamirano a su cargo de dirección en el Diario, si es que este chambre sea cierto. Si no informan sobre las salidas y (tal vez) regresos de sus jefes empleados, ¿cómo pensar que van a informar sobre los balances de poder dentro de la familia dueña del Diario? Impensable. Tal vez los gringos pueden leer sobre los herederos de las fortunas de los Ford o Rockefeller o Gates, pero nunca los salvadoreños sobre las familias Altamirano o Dutriz o Eserski. Aunque sean las tres familias que controlan (o por lo menos influyen fuertemente) qué leemos, qué vemos, qué sabemos y qué no sabemos. Aunque las tres familias están -de manera muy diferente- en transiciones generacionales, de las cuales dependerá el futuro de los medios de comunicaciones en El Salvador.

Si son ciertas las especulaciones que -a falta de información y transparencia- se hacen sobre las recientes decisiones dentro del Diario de Hoy, tendremos para rato el tipo de periodismo de campaña que Don Enrique está lanzando no sólo contra una ley que no le gusta, no sólo contra la persona que elaboró esta ley, sino contra la dignidad personal de Evelyn Yacir de Lovo. Sólo para dar un ejemplo.

También tendremos para rato el espectáculo vergonzante de periodistas jóvenes y talentosos que tienen miedo de usar su talento para descubrir y describir la verdad, miedo incluso a hablar por teléfono.

Lo realmente horrible de esta situación es que nos ponen a escoger entre este periodismo detestable pero apasionado - y otro que no mata por asqueroso sino por aburrido. Por eso, siempre cuando vea una de estas aberraciones que hace Don Enrique en su Diario, me encachimbo con La Prensa Gráfica , con El Faro, con Primera Plana, con El Latino, con todos nosotros que no hemos logrado desarrollar la alternativa.

Sigamos soñando de un periódico que no tenga este tipo de aberraciones que observamos en El Diario de Hoy, pero que tampoco sea dirigido por gerentes. Un periódico, para que sea bueno, tiene que ser dirigido por personas apasionadas de letras, no de números contables. Pero de apasionados de letras que no confundan pasión periodística con obsesiones de carácter ideológico o incluso personal.
(Publicado en El Faro)

lunes, 5 de septiembre de 2005

Nos quisieron tomar del pelo

El Faro se atrevió a hablar con nombres y apellidos. Todo el mundo ha escrito sobre el cisma entre los magistrados de la Corte Suprema de Justicia; sobre la Sección Probidad de dicha Corte que está investigando el patrimonio de 13 personas relacionadas con la administración de Francisco Flores; sobre la solicitud, hecha por dicha sección, a los bancos a entregar toda la información sobre las cuentas de estas 13 personas; sobre la solicitud de los bancos a la Corte Suprema de quitarle al jefe de la Sección Probidad el derecho (el deber) de solicitar información bancaria sobre los ex-funcionarios cuyos patrimonios merecen investigación; sobre la decisión mayoritaria de los magistrados a hacerles caso a los bancos y reservarle a la Corte misma el derecho de decidir sobre quienes de los ex-funcionarios pedir información bancaria; sobre la solicitud que hizo el magistrado Fortín Magaña a la Fiscalía General que anule esta decisión de la Corte Suprema por ilegal y para proteger los intereses del Estado.
Pero faltaba un pequeño detalle: los nombres de los ex-miembros del gobierno de Francisco Flores implicados en esta batalla jurídica. Y los números, los montos en cuestión. No creo que fue por falta de conocimiento. No me puedo imaginar que los dos grandes periódicos de este país tengan menos recursos de investigación que El Faro.
Menos garras, probablemente. Menos independencia, talvez. Menos coraje, seguramente. Pero no menos recursos. No menos acceso a información en las esferas del poder. Imposible.
El Faro se atrevió y publicó los nombres: una lista impresionante, encabezada nada menos por el ex-presidente Francisco Flores. Nombres y montos. A la par de cada nombre, El Faro citó -literalmente; sin quitar ni agregar- las observaciones de la Sección Probidad. Con montos exactos en cada transacción observada.
Los funcionarios públicos no están acostumbrados a este tipo de escrutinio. Ni por parte de la Sección Probidad, que sin ninguna duda tiene el mandato legal a hacerlo; ni mucho menos por parte de los medios de comunicación, que tienen el mandato ético de hacerlo, pero que lamentablemente no cumplen con este deber.
Varios de los ex-funcionarios incluidos en la lista publicada por El Faro llamaron a los editores y directores del periódico digital para quejarse de la publicación. Funcionarios que antes no estaban dispuestos a hablar sobre sus asuntos financieros, de repente se esforzaron a contactar a El Faro y mostrar documentos emitidos por la misma Corte Suprema que -según ellos- demuestran que sus asuntos patrimoniales estaban finiquitados satisfactoriamente. De esta manera, El Faro tuvo el raro privilegio de leer un documento de la Corte que certifica al ex-presidente Francisco Flores "total cumplimiento" en lo que a sus declaraciones de patrimonio se refiere. Aparecieron, de repente, varios de estos certificados de "total cumplimiento" - y apareció inmediatamente la sugerencia que El Faro se retracte para dejar limpios los nombres publicados. Tenía su lógica-¿verdad?: Han cumplido totalmente, la misma Corte lo certifica, por lo tanto está comprobado que no existen irregularidades. Así que rectifiquen...
Nadie lo dijo en tantas palabras, confiaron más bien en el poder de persuasión de un pedazo de papel con sellos importantes.
Nos quisieron tomar del pelo. Al Faro y a todo el público. Pensaron que podían sorprender a un periodista que no había estado personalmente involucrado en la investigación del caso Sección Probidad-bancos-ex funcionarios.
Al analizar bien la aparente contradicción entre el informe de la Sección Probidad -que afirma que hay elementos que merecen investigación para determinar si hubo irregularidades- y los tales documentos en los cuales la Corte Suprema certifica a los mismos implicados "total cumplimiento", resulta que no hay ninguna contradicción: Los funcionarios mostraron a El Faro documentos que no son otra cosa que recibos. No certifican otra cosa que el hecho que el implicado ha cumplido con su deber de entregar en cierto plazo cierta clase y cantidad de documentos y declaraciones juradas. Nada más.
Obviamente estos recibos no certifican que los documentos y declaraciones juradas reflejan la verdad. No certifican que los montos declarados son reales y completos. El tal documento con el cual querían engañar al público no marca el resultado sino el inicio del proceso de verificación.
El señor Carlos Perla debe tener guardado en alguna de sus cajas seguras de depósito en algún banco en algún país exactamente el mismo documento, extendido por la Corte Suprema, Sección Probidad, certificando su "total cumplimiento" con el deber de entregar la información debida sobre su patrimonio al salir de su cargo. Obviamente, este recibo del señor Perla no es un finiquito. No significa que no ha aumentado, de manera ilegal y sustancial, su patrimonio durante su mandato al frente de ANDA. Sólo que esto se comenzó a saber a partir de la información detallada que precisamente la Sección Probidad, solicitara -y en esta caso recibiera- de los bancos salvadoreños. Y es exactamente este paso de la investigación que la Corte Suprema, en el caso de Francisco Flores y de sus colaboradores, ha bloqueado.
Así de fácil, con juegos de apariencia, los implicados en el caso Flores y Cia. no pueden limpiar sus nombres. Pero sí hay una manera muy fácil de hacerlo: autorizando a sus bancos a entregarle a la Sección Probidad de la Corte Suprema toda la información bancaria que solicite. Si ahora hay un pleito legal -entre los mismos magistrados de la Corte Suprema- sobre si en este caso aplica o no el secreto bancario, ¿qué le cuesta a un ex-funcionario con la conciencia limpia a decir: No necesito ningún secreto bancario para protegerme. Por lo contrario: para proteger mi nombre, necesito que mis bancos rompan el secreto bancario...
PS: Y este recibo el cual no es ni finiquito ni nada que se parezca, ¿no será el mismo documento que presentó Francisco Flores para mostrar que con su candidatura a la Secretaría General de la OEA el país no correría ningún riesgo de repetir la vergonzante experiencia de Costa Rica y su candidato Miguel Ángel Rodríguez? ¿Nos habrán tomado del pelo dos veces, con el mismo papelito que no vale nada?
(Publicado en El Faro)