lunes, 19 de septiembre de 2005

Sólo preguntando II - ¿Qué está pasando en el Diario?

Los medios de prensa, instrumentos del escrutinio público de los poderes del Estado, también deben ser sujeto de escrutinio. Sobre todo cuando adquieren un cierto grado de poder, cosa que indudablemente es el caso en El Salvador con los dos periódicos principales.

¿Quién critica a los críticos? ¿Quién se hace cargo del escrutinio del cuarto poder? Hay varias respuestas: el lector; el mercado; el cliente publicitario; el gremio periodístico; la competencia… Sólo que cada uno jala en su dirección.

De este dilema nació esta columna: reflexión sobre periodismo, medios, periodistas, crítica transversal. Con el deber de atreverse y el derecho de equivocarse.

Habiendo dicho esto, formulo la pregunta del título de mi columna de esta semana: ¿Qué está pasando en El Diario de Hoy?

No sé. Aquí los medios no tienen la costumbre de ser transparentes. Exigen al Estado, al gobierno, a los partidos transparencia, pero nunca abren las ventanas para que la gente vea lo que está pasando a su interior. Así que no sé. No puedo informar, pero puedo preguntar.
Por ejemplo: ¿Qué relación tiene el reciente despido de las dos personas responsables de los “contenidos light” (disculpen, no es término mío, así llaman en el Diario de Hoy el conjunto de secciones que tienen que ver con entretenimiento, cultura, etc.) con la publicación de una encuesta que daba a Mauricio Funes el primer lugar en preferencia entre los diferentes presentadores de televisión? Me resulta difícil no ver relacionados estos hechos. Primero sale, en la sección Vida (donde meten desde la sección permanente de los amores de Brad Pitt, Tom Cruise y Cia. hasta la cultura nacional y la farándula de la televisión salvadoreña) aquella muy extraña encuesta. Extraña porque no queda muy claro si era invento o realmente una encuesta representativa. Pero más extraño aún, porque (tratándose del Diario de Hoy) saliera como el más apreciado, el más profesional, el más popular hombre de la televisión salvadoreña… ¡Mauricio Funes!

Cuando yo vi esta publicación en el Diario, pensé: “¡Qué raro! Yo hubiera pensado que –fuera cual fuera el método utilizado- en el Diario siempre tendría que haber salido ganador Jorge Hernández.

Obviamente no fui el único en pensar esto. Porque dos días después salieron en el Diario de Hoy varias páginas dedicadas a… ¡Jorge Hernández, el hombre más popular de la televisión noticiosa de El Salvador! Y cuando hablé a una persona que trabaja en el Diario para preguntar qué pasaba, me dijo: “Ya te marco”, y colgó. Luego me habló, desde su celular, y me dijo dos cosas. Primero: “No me hablés al teléfono de mi oficina. Aquí nos escuchan todas las conversaciones.” Segundo: “Esta cosa con Mauricio Funes fue un pecado intolerable. A partir de hoy todo, absolutamente todo, hay que consultar y pedir autorización o con Don Enrique o con Rolando Monterrosa.”

Pocos días después fueron despedidas las dos personas responsables de las secciones “light”. Quiere decir: El control férreo que ya existía sobre las secciones duras, serias y políticas, hoy se extiende a las secciones “light”. Que no vaya ser que en la farándula se le escape algo políticamente no correcto.

Bueno, me pregunto, ¿Si en un periódico los editores caen sobre notas de farándula, y si los redactores tienen miedo de que la gerencia les intervenga sus conversaciones, cuál es el trasfondo?

Obviamente, en El Diario de Hoy existe una lucha de poder que, a pesar de la total secretividad, nadie la puede ocultar. No ha habido ninguna explicación de la salida de Lafitte Fernández, hombre de confianza y amigo de Don Enrique Altamirano. Donde faltan explicaciones, florecen los chambres. Los chambres dicen que Lafitte fue removido por Fabricio Altamirano, el hijo de Don Enrique, para debilitar el poder de su padre. Los mismos chambres dicen que el hijo logró instalar, en vez de Lafitte, a un periodista mexicano de dudosa reputación profesional. Una especie de golpe de estado del hijo al padre.

Pero Lafitte nunca se fue. Como nadie informó de su salida, tampoco de su permanencia o su regreso. Ahí está Lafitte, así que a lo mejor el golpe de Estado no cuajó del todo. Especulaciones por todas partes, en todas las direcciones. Unos dicen que al fin, bajo el mando de Fabricio Altamirano, el periódico será menos ideologizado y más profesional. Pero por otra parte, el periodista profesional Lafitte está siendo desplazado por un hombre que no es periodista; y el padre Enrique –conocido como apasionado de letras- está siendo desplazado por el hijo Fabricio, un apasionado de números y quien nunca ha escrito nada. Uno se preguntaba: La reforma operada por el hijo, ¿será una reforma con criterios profesionales de periodismo o una reforma con criterios profesionales de mercadeo? ¿Tendremos al final, si el hijo realmente logra desplazar al padre, un Diario más moderado, pero menos periodístico? ¿Un Diario menos reaccionario y más vendible? ¿Un Diario más abierto y tolerante, pero más aburrido?

Confieso que a mí me fascinan estas contradicciones entre ética y pasión. Quisiera que lo ético fuera compatible con lo apasionado. Mientras esto no suceda, tengo que escoger entre lo correcto pero aburrido, y lo incorrecto pero fascinante. Lo siento mucho, pero prefiero lo apasionado, aunque sea incorrecto, por sobre lo aburrido, aunque sea correcto. El pecado más grande del periodismo es el aburrimiento. ¿Quieren un ejemplo? Lean durante una semana los editoriales de El Diario de Hoy y de la Prensa Gráfica … Unos dan rabia, los otros sueño.

Mientras yo, durante varios meses, estaba reflexionando sobre este tipo de temas, en el Diario se tiene que haber gestado la contrarreforma. Sea cual sea el móvil y el contenido de la reforma que Fabricio Altamirano quería operar contra su padre, se impuso la contrarreforma que volvió a instalar a Don Enrique como la única autoridad en el Diario.

Obviamente, así como nunca se informó sobre la salida de Lafitte (ni sobre el envío de regreso a su país del mexicano, ni sobre la suerte de Álvaro Cruz, que desapareció primero de Más, después también del Diario, ni sobre los despidos de la semana pasada), mucho menos informarán sobre la renuncia de Fabricio Altamirano a su cargo de dirección en el Diario, si es que este chambre sea cierto. Si no informan sobre las salidas y (tal vez) regresos de sus jefes empleados, ¿cómo pensar que van a informar sobre los balances de poder dentro de la familia dueña del Diario? Impensable. Tal vez los gringos pueden leer sobre los herederos de las fortunas de los Ford o Rockefeller o Gates, pero nunca los salvadoreños sobre las familias Altamirano o Dutriz o Eserski. Aunque sean las tres familias que controlan (o por lo menos influyen fuertemente) qué leemos, qué vemos, qué sabemos y qué no sabemos. Aunque las tres familias están -de manera muy diferente- en transiciones generacionales, de las cuales dependerá el futuro de los medios de comunicaciones en El Salvador.

Si son ciertas las especulaciones que -a falta de información y transparencia- se hacen sobre las recientes decisiones dentro del Diario de Hoy, tendremos para rato el tipo de periodismo de campaña que Don Enrique está lanzando no sólo contra una ley que no le gusta, no sólo contra la persona que elaboró esta ley, sino contra la dignidad personal de Evelyn Yacir de Lovo. Sólo para dar un ejemplo.

También tendremos para rato el espectáculo vergonzante de periodistas jóvenes y talentosos que tienen miedo de usar su talento para descubrir y describir la verdad, miedo incluso a hablar por teléfono.

Lo realmente horrible de esta situación es que nos ponen a escoger entre este periodismo detestable pero apasionado - y otro que no mata por asqueroso sino por aburrido. Por eso, siempre cuando vea una de estas aberraciones que hace Don Enrique en su Diario, me encachimbo con La Prensa Gráfica , con El Faro, con Primera Plana, con El Latino, con todos nosotros que no hemos logrado desarrollar la alternativa.

Sigamos soñando de un periódico que no tenga este tipo de aberraciones que observamos en El Diario de Hoy, pero que tampoco sea dirigido por gerentes. Un periódico, para que sea bueno, tiene que ser dirigido por personas apasionadas de letras, no de números contables. Pero de apasionados de letras que no confundan pasión periodística con obsesiones de carácter ideológico o incluso personal.
(Publicado en El Faro)