lunes, 23 de mayo de 2005

"No basta la buena voluntad"

Dicen que todo era unidad y que sólo hay una voz disidente. No puede ser. Me sumo a la disidencia, no sólo por reflejo y costumbre, sino por razones serias.

Si El Salvador fuera un país con muy baja frecuencia de desastres naturales, tal vez sería suficiente la buena voluntad, así como todos la mostraron ante la amenaza de Adrián. Es cierto, en un país acostumbrado a la polarización y la incapacidad de enfrentar a los problemas del país mediante acuerdos, el hecho que en el momento de la amenaza de Adrián salgan en una sola foto el ejecutivo, los partidos de oposición incluyendo el Frente, los presidentes de los órganos del Estado y los alcaldes, constituye un antecedente prometedor de unidad y de buena voluntad. Igual el hecho que todos los partidos respaldaran en la Asamblea Legislativa el decreto el "estado de emergencia nacional y calamidad pública". Hay, por lo menos, buena voluntad.

Pero El Salvador es un país que sufre de calamidades, desastres y emergencias varias veces al año. Si no es terremoto son inundaciones. Si no son inundaciones son sequías. Si no son sequías son derrumbes. Si no son las colas de huracanes que vienen del Caribe, de repente son huracanes del Pacífico…

En El Salvador, una lluvia fuerte pone en emergencia a las poblaciones vulnerables. En El Salvador, la vulnerabilidad no es coyuntural o accidental sino permanente y estructural.
En El Salvador no es suficiente la buena voluntad.

Un país tan expuesto a desastres, con una población tan vulnerable (sea por su nivel de pobreza, por la insuficiencia de sus viviendas o por los lugares tan expuestos donde habitan) necesita mucho más que buena voluntad: necesita instituciones fuertes y dotadas con capacidades y fondos para hacer frente a los desastres, tanto en lo preventivo como en lo reactivo.

Disculpen que en estos momentos de unidad nacional y mutuas felicitaciones por no haber obstruido los esfuerzos conjuntos, en esta columna diga una cosa tan disonante: mostrar buena voluntad es mucho más barato que construir una institucionalidad que sea capaz de hacer frente a las emergencias. La buena voluntad se muestra con unas cuantas fotos y con un solo decreto. Cuidado, yo no digo que la voluntad mostrada por todos en la coyuntura de Adrián sea de mentira. Pero para mostrar que la unidad y la sinceridad van más allá de la buena voluntad, se requiere pasos concretos y esfuerzos sostenidos e institucionales.

La institucionalidad no sólo tiene un costo financiero y material, también tiene un costo político. Si tuviéramos instituciones consolidadas para prevenir y enfrentar desastres naturales, ya no sería el presidente de la república quien saldría en la tele coordinando la respuesta al desastre sino un grupo de profesionales sin interés político ni partidario; no serían los alcaldes que coordinarían las evacuaciones, ni las esposas de presidentes o alcaldes quienes repartirían víveres o colchas, sino profesionales siguiendo el patrón de planes de emergencia acordados y respaldados por todos. El espíritu unitario residiría en la concertación previa de los planes de emergencia y sus instrumentos orgánicos y financieros, no en salir todos juntos a hacerse una foto en una barranca.

Ya todo el mundo señaló que el país no tiene una legislación adecuada. Cuando no hay una ley adecuada se deja espacio para buena voluntad, improvisación y personalismo. También para la corrupción, el abuso, la partidización.

No se si la propuesta de "Ley de Prevención y Mitigación de Desastres y Protección Civil", presentada por la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES) en el 2000 y que ahora el gobierno promete sacar del archivo y despolvar, es la legislación adecuada. Habría que abrir el debate sobre el tema, en vez de correr y aprobar en seis días una ley que ha pasado años relegada al archivo.

Lo que sí es obvio es que el decreto que sirvió a la Asamblea y los partidos para mostrar unidad y buena voluntad, es absolutamente inadecuado. Tan inadecuado que de hecho provoca la sospecha que detrás de la unidad nacional y la buena voluntad no hay más que un cálculo oportunista.

Primero, resulta absurdo que la Asamblea Legislativa tenga la potestad de declarar el estado de emergencia. En el caso de Adrián tuvieron suerte que se anunció dos días antes, cortesía que normalmente no muestran los desastres naturales. Reaccionar ante una emergencia, declarar el estado de emergencia, es tarea del gobierno, no es sujeto a discusión legislativa. La Asamblea puede ratificar después, pedir explicaciones, investigar abusos, pero no sujetar la respuesta a una emergencia a acuerdos partidarios. Ahora que todos estaban de acuerdo, esta aberración no causó daño práctico. Pero, ¿qué pasa si la próxima vez el gobierno quiere activar un plan de emergencia y el parlamento no se pone de acuerdo?

Es un malísimo antecedente. Teóricamente, el presidente hubiera que vetar este decreto. No por no estar de acuerdo con las medidas, sino por razones constitucionales y para evitar que la Asamblea se sienta con el derecho de decidir en casos de emergencia.Imagínese todo los que la Asamblea decreta: que los niños no vayan a la escuela por dos días, asueto para empleados públicos, que el ministro de gobernación coordine el plan de emergencia y que todas las entidades estatales estén obligados a colaborar. Esto es, disculpen la palabra, estúpidamente absurdo. No puede ser que el ejecutivo no tenga facultad propia, sin decreto legislativo, a suspender clases y labores. No puede ser que se necesite un decreta legislativo para decidir quien va a asumir la responsabilidad. ¿Y si la próxima vez el órgano legislativo decreta poner a la cabeza del plan de emergencia al ministro de turismo?

La única cosa importante que había que discutir y aprobar en la Asamblea, el cambio presupuestario para financiar las medidas de emergencia, ni siquiera se mencionan en el decreto legislativo publicado en los periódicos. Si hay una ley obsoleta que obliga al Ejecutivo a buscar aprobación de la Asamblea para declarar el estado de emergencia, tampoco se menciona en el decreto. Lo único que se publica en el excesivo despliegue es la lista de medidas que obviamente no requieren de aprobación legislativa.Toda esa confusión e improvisación es muestra de la falta de institucionalidad. Vimos mucha voluntad, muchas fotos de ministros y alcaldes disfrazados de bomberos, pero hasta ahora poca voluntad política de crear instituciones fuertes para prevenir y enfrentar desastres. Vimos poco voluntad para crear instituciones profesionales que eliminan el peligro que las emergencias se usen para que los políticos de todos los partidos y los gobernantes de todos los niveles estatales salgan en las fotos mostrando buenas voluntades e improvisando respuestas concretas a las calamidades. (Publicado en El Faro)

lunes, 9 de mayo de 2005

Hoy hace 60 años en el parque de un castillo de Austria

Escribo esas líneas un 8 de mayo. Día de la rendición alemana hace 60 años. Día de la liberación, para unos. Hora de vergüenza, por la derrota, para otros. Hora de la vergüenza, por haber sido incapaces de liberarse ellos mismos del régimen dictatorial y genocida, para otros. Hora cero. Para unos, porque se había acabado su mundo: cero futuro, cero esperanza. Para otros, la hora cero del inicio, del arranque hacia un futuro digno. Unos bailando, otros de luto, todos muertos de hambre, sentados sobre los escombros.

Yo cumplí exactamente seis meses de vida aquel día histórico que terminó la Segunda Guerra Mundial, por lo menos para Europa. Mi familia se había refugiado de Poznan, donde vivíamos, evadiendo las tropas soviéticas; después de Berlin, evadiendo la lluvia de bombas, hacía la tranquila provincia austríaca de Kärnten. Ahí la guerra ya había terminado unas semanas antes, con la llegada de las tropas británicas. Del castillo encima del pueblo donde se habían establecido las familias refugiadas de altos funcionarios alemanes, los ingleses nos desplazaron a los establos, poniendo en el castillo su puesto de mando y cuartel.

Aquel día de la capitulación alemana, el 8 de mayo de 1945, yo me convertí en el sostén principal de mi numerosa familia. Así me solía contar mi madre, y así me lo confirman mis hermanos.
Este día llegó, aparte del final de la guerra, el final de las lluvias que acostumbran caer durante todo el mes de abril. Salió el sol. Mi hermana me acostó en un destartalado cochecito y me puso a solear en el parque del castillo. Ahí me dejó solo, saliendo en su bicicleta a visitar las granjas afuera del pueblo para ver si canjeaba los últimos restos de la valija de la familia por víveres. En vano. A las horas regresó, sin nada de comida. Me encontró felizmente dormido, en medio de una gran fiesta campestre con la cual los soldados británicos estaban celebrando la victoria. Mi coche estaba repleto de provisiones: latas de atún, leche en polvo, aceite, fruta enlatada, chocolate, cigarros, hasta una botella de ron de 80 grados de la Royal Navy (la cual ese mismo día mi hermana llevó a una de las granjas para regresar con una enorme jamón ahumado, mientras los cigarros las convirtió en papas y repollos).

Lo que había pasado es lo siguiente: cuando los británicos recibieron la noticia de la capitulación alemana y salieron al parque para celebrar, me encontraron abandonado, sudado y llorando. Entonces, me mudaron a la sombra y como no dejé de llorar, me comenzaron a llenar el cochecito con regalos...

Mis hermanos me confesaron años después que a partir de este día me llevaron al parque todos los días, procurando que tuviera razones de sobra para llorar, o sea por hambre o por frío o por calor o por sed, recogiendo de esta manera todos los días provisiones que, de paso sea dicho, los soldados aliados tenían tajantemente prohibido regalarlas a la población alemana o austríaca. Confraternización se llamaba el delito.

¿Por qué cuento ésto? Es mi manera de decir que para mí, el 8 de mayo siempre ha sido un día para festejar. Festejar el regreso de la paz. Paz concebida como la oportunidad que los hombres, incluso los guerreros, vuelvan a actuar como humanos. Festejar el colapso del régimen totalitario más criminal de la historia.

Este día, en el parque de un castillo de Austria, no sólo terminó la guerra. El 8 de mayo de 1945, en este parque hermoso en Kärnten, nació Europa. La Europa que hoy está unida como nunca, borrando fronteras geográficas, políticas, lingüísticas, culturales y mentales. Para que este proceso de unificación se diera, primera había que derrotar al principal obstáculo: el nacionalismo criminal llamado fascismo que se había apoderado no sólo de Alemania, Austria e Italia, sino también de España y de amplios sectores de países como Francia, Croacia, Hungría, e incluso Inglaterra y Estados Unidos.

Este monstruo todavía no está del todo muerto. Vive todavía en minorías en casi toda Europa, levantó la cabeza en los conflictos en la ex Yugoslavia. Pero aquel día 8 de mayo de 1945, cuando los soldados británicos desobedecieron órdenes y dieron de comer a una familia alemana, este monstruo fue vencido, abriendo un proceso que ha llevado a una Europa en la cual hoy una generación de europeos se olvida de las fronteras. Siguen existiendo las fronteras pero ya no detienen a nadie. Los jóvenes europeos hoy buscan noviazgo, empleo, universidad, diversión a donde les da la gana en Europa. O donde hay chance.

Tengo un amigo que tiene pasaporte alemán, casa en Holanda, trabajo en Bélgica, esposa italiana y además un chucho de origen húngaro. Maneja un carro producido en Inglaterra por una compañía alemana. Si no me equivoco, fuma cigarros españoles y toma Whiskey irlandés. Ama la cocina alemana, pero detesta el sistema escolar alemán, razón por la cual se mudó para Holanda, donde además puede comprar marihuana en tiendas. Su hijo habla alemán, holandés, inglés, italiano. Su hija estudia en Polonia y está por casarse con un portugués que trabaja en la República Checa para una compañía española. Sus nietos, cuando nazcan, serán simplemente europeos. Tendrán un pasaporte emitido por algún país particular, pero esto importará no más que el sello de la alcaldía que habrá emitido su DUI.

Los señores Adolf Hitler, Benito Mussolini, Francisco Franco, Henri Philippe Petain y sus camaradas estarían dando patadas si podrían ver a esta generación de ciudadanos europeos. Pero igualmente se morirían nuevamente, pero esta vez de rabia y desilusión, los señores Joseph Stalin y Walter Ulbricht y sus compeñeros, porque este citado amigo europeo nació en la Alemania socialista de ellos, estuvo preso en aquel paraíso de los obreros por tratar a cruzar la frontera-muro y, peor aún, por difundir ideas de izquierda pero muy radicalmente democráticas.
Por todo esto y mucho más que no cabe en esta columna, hoy domingo 8 de mayo me echaré unos tragos para celebrar lo que pasó hace 60 años en el hermoso parque de un castillo en Kärnten. (Publicado en El Faro)

lunes, 2 de mayo de 2005

Se provee política exterior incluyendo transporte

No tener política exterior es como no tener soberanía. Si de todos modos empeñamos la política exterior, supeditándonos al State Department, mejor de un sólo pidamos que nos den el estatus de Puerto Rico de estado asociado a los Estados Unidos. Si de todas formas ya no hay soberanía ni en política monetaria, ni en seguridad nacional ni tampoco en relaciones exteriores, como estado asociado, aunque seríamos casi colonia, por lo menos gozaríamos de los beneficios de la sumisión. Mejor educación, acceso ilimitado al mercado de trabajo de Estados Unidos...
¿Le parece muy cínico este razonamiento? Sí lo es. Pero viene a la mente observando la manera como el gobierno salvadoreño trata de vender la total sumisión a Washington como política exterior salvadoreña. Lamentablemente, en este campo Tony Saca no ha roto con las malas políticas heredadas de Francisco Flores.

Primero, la candidatura de Flores a la Secretaría General de la OEA. Era obvio desde el principio que Flores no era el candidato idóneo para este cargo. Era obvio también que lanzarlo y promoverlo, con todo el aparato de la diplomacia salvadoreña, no correspondía al interés nacional salvadoreño. Por nada hubiera convenido a la imagen de El Salvador tener en la Secretaria de la OEA a un hombre como Flores, tan incapaz de construir consenso y tan visiblemente dependiendo de Washington.

La candidatura de Flores y todo el discurso de la unidad centroamericana que el gobierno Saca empleó para promoverla, tenía un sólo propósito: evitar que a la secretaría general de la OEA llegara alguien con una visión de política regional independiente de Washington. Para esto lanzaron a Flores, y para esto lo retiraron. Para crear una correlación favorable al candidato de Washington que obviamente no era Flores sino el canciller mexicano. Y para evitar que el continente respaldara al candidato chileno que representa las aspiraciones de los gobiernos suramericanos de tendencia socialdemócrata de crear un organismo continental que respete la pluralidad y la soberanía de los países americanos.

El fracaso de la política exterior salvadoreño no reside en el hecho de no haber logrado llevar a Flores a la Secretaría General de la OEA. El fracaso de la política exterior de Tony Saca y Francisco Laínez reside en no haber logrado llevar a este cargo al canciller mexicano. La maniobra cuadriculada entre Washington, México y San Salvador fracasa. Después del empate en las primeras rondas la balanza se inclina hacía el candidato socialdemócrata que representa al bloque Chile, Argentina, Brasil, Uruguay. Para suavizar la derrota, Washington deja caer a Derbez y abraza a Insulza quien de todas formas hubiera ganado. Condoleezza Rice recibe el primer revés en su nuevo cargo de secretaria de Estado. Lo asume con cierta elegancia, poniendo buena cara al golpe, estrechándole la mano a Insulza, segura que con esto no se acaban los recursos de Washington para mantener en inercia a la OEA. Mostrando la generosidad de los poderosos, permite incluso que el canciller salvadoreño, Francisco Laínez, salga en la foto de Santiago de Chile. No sólo sale el niño en la foto con los grandes, incluso le suben al Air Force Three para viajar como los grandes. Gobierno y prensa en El Salvador interpretan el hecho que la princesa del país de las maravillas le haya dado aventón al canciller salvadoreño como un honor y como "reconocimiento al país." ¡Vaya dignidad!

Tony Saca y su canciller presentan cada uno de los fracasos de su política exterior como triunfos. Se retira Flores de la carrera a la OEA, y en vez de callarse y humildemente asumir el costo que indudablemente tiene cuando un gobierno latinoamericano queda en evidencia como peón sacrificado en el ajedrez geopolítico de Washington, declaran en voz alta que la campaña de la diplomacia salvadoreña en favor de la candidatura de Flores era exitosa, permitiendo adquirir experiencias y llegar a conocer todos los países del continente y del Caribe. Como si la cancillería es una especie de agencia de viajes.

Y cuando al final Washington también deja caer al otro candidato en beneficio de cual se armó todo esta charada de mover a Flores por el tablero y luego sacrificarlo, de nuevo regresa nuestro canciller al país con una gran sonrisa. No sólo lo dejaron viajar en el avión de la princesa, sino que, más allá de este triunfo de la política exterior salvadoreña, aquí regresa un canciller que ha participado en la solución de la crisis de la OEA. Que todos los tiros de esta batalla les fueron por la culata y al final asumirá la dirección de la OEA el hombre que a toda costa querían evitar, ya no importa. Salimos en la foto de Santiago de Chile, viajamos primera clase, y trajimos a tierras salvadoreñas a la princesa Condoleezza, aunque sólo por una especia de escala técnica de tres horas. Por lo menos, como declaró Tony Saca, "la condición de amigos entre ambas naciones queda ratificada." Vaya sorpresa.

En este caso, por suerte el interés nacional se impuso a pesar de los esfuerzos del gobierno salvadoreño. A El Salvador le conviene que en la OEA no gobierne un político salvadoreño que amigo de George Bush. Conviene a todos los países del continente, incluyendo El Salvador, tener al frente de la OEA a un hombre como José Miguel Insulza, un diplomático que ha probado que no recibe órdenes de Washington pero tampoco cae en las tentaciones anti-norteamericanos de las izquierdas ortodoxas y populistas. Conviene a todo el continente que gane fuerza e influencia la tendencia socialdemócrata, concertadora e integracionista que representan el presidente chileno Lagos y su ministro Insulza.

Sin embargo, la falta de una política exterior propia de El Salvador, a pesar de que en el caso de la OEA no logró producir el daño deseado, sí arrojó resultados negativos para el país. Jugar como se hizo en el caso de la campaña de Flores con la unidad y los intereses de Centroamérica es un pésimo antecedente. Jugar como se hizo con los sentimientos patrióticos de un sector de la población que quiere ver a un salvadoreño en un cargo internacional importante, es peligroso. Lanzar a un candidato supuestamente representante de Centroamérica y andarlo promoviendo de capital en capital, sólo para sacrificarlo en beneficio de otro candidato más idóneo para representar los intereses de Estados Unidos, no construye confianza sino desconfianza y desunidad.

PS: Como El Faro espera que siempre cumplo con mi deber de crítico de medios, aquí una mención de honor a La Prensa Gráfica. En todo el contexto de la visita de Condoleezza Rice a El Salvador, la Prensa se llevó el premio: "Grupos de izquierda no prevén protestas para hoy" es el título, y el artículo comienza así: "El FMLN guarda silencio. Este partido no ha programado ninguna actividad ni ha organizado ningún pronunciamiento por la visita de la secretaria de estado de EUA, Condoleezza Rice."

Hasta ahora, todos sufrimos esta horrible limitación del periodismo noticioso de sólo poder cubrir lo que pasa. Hoy la Prensa rompe barreras y comienza a cubrir lo que no pasa. Pronto leeremos titulares como: "El Papa no piensa casarse" o "No hubo asesinato ninguno en Sonsonate" o talvez "En el 2006 no habrá alianza Arena-FMLN"... (Publicado en El Faro)