miércoles, 30 de enero de 2008

Sobre periodismo

Lástima que no estuve cuando la ronda de periodistas que los jueves debatimos con Nacho en el canal 33 trató el tema de los medios de comunicación y la libertad de expresión. No estuve, porque me encuentro en Caracas, Venezuela, en misión de reportero.
Me hubiera encantado pelear con Nacho, Lafitte, Carlos Dada y Chico Valencia sobre el papel que jugamos los periodistas, sobre las limitaciones y los retos que nos plantean, en el ejercicio de nuestro oficio, tanto las empresas mediáticas como las burocracias partidarias y estatales.
Tengo experiencias muy variadas y desde diferentes perspectivas sobre el tema. Participé cuatro veces en procesos de construcción de medios que se proponían romper las limitaciones que al periodismo y la libertad de expresión suelen imponer los intereses económicos de los medios comerciales y los intereses políticos de los dueños.
El primer intento, la fundación del periódico Die Tageszeitung en Berlin, fue exitoso. Igual que en los casos de Liberation, en Paris, El País, en Madrid, y La Jornada, en México, logramos establecer una empresa periodística en manos de miles de accionistas quienes invirtieron no para ganar dinero sino para asegurarle el máximo grado de independencia al proyecto periodístico. 30 años después, el Tageszeitung sigue existiendo, sigue siendo progresista e irreverente frente a los poderes políticos y económicos…y sigue siendo pobre. Pero sigue siendo independiente.
El segundo intento en que tuvo la suerte de poder participar -la construcción de una radio insurgente en plena guerra, Radio Venceremos- fue un inmenso éxito... durante la guerra. Pero la Venceremos fracasó en la transición a la paz, igual que su hermana gemela Radio Farabundo Martí. E igual que cualquier otro intento posterior del partido FMLN de levantar un medio de comunicación. Vea CoLatino, vea Radio Maya, vea los intentos de crear revistas. Todos fracasaron, porque no lograron profesionalidad. Y no pudieron lograr profesionalidad porque la profesionalidad periodística, por definición, es imposible sin independencia, o sea bajo tutelaje de un partido.
Con esta lección bien aprendida, varios periodistas que durante la guerra habíamos participado en medios insurgentes, salimos de nuestras respectivas militancias y fundamos Primera Plana. Mi tercer experimento con la construcción de un medio independiente. Fracasó, porque no logramos reproducir el esquema exitoso de una empresa periodística en manos de sus periodistas y sostenida por una gran cantidad de pequeños inversionistas. Fracasó como empresa, pero hizo escuela y rompió moldes como experimento periodístico. Primera Plana cerró, pero dejó plantado el reto de la modernización, la profesionalidad y la ética de la profesión.
En el cuarto intento ya no participé en la fundación, pero sí, aunque de manera más periférica, en la construcción de un medio independiente: El Faro. Este periódico digital, así como el Tageszeitung alemán, mantiene su independencia de intereses económicos y políticos-partidarios, pero a un gran costo: la permanente pobreza, la imposibilidad de crecer. El Faro, como varios medios alternativos, no puede realmente competir con los medios comerciales. Pero puede complementarlos, corregirlos, obligarlos a trabajar mejor. Cosa que el CoLatino no puede, por su amarre fatal a un partido y la poco calidad periodística resultante.
Los medios que no dependen de poderes económicos o políticos establecidos, casi por definición están condenados a quedar chiquitos. Chiquitos pero poderosos por el grado de independencia y calidad. Pero económicamente débiles, con poca capacidad de inversión, con circulación limitada, con salarios bajos que limitan la contratación o la retención del talento editorial. La única excepción es El País. Y en este caso habría que estudiar si este periódico sumamente exitoso y poderoso económica y políticamente no ha perdido la independencia del aparato editorial del aparato comercial. No sé. Quisiera seguir creyendo que existe un periódico que sea independiente y rico.
Pero los que no trabajan y publican en medios como los aquí descritos, sino en medios donde la labor periodística suele encontrar limitaciones o incluso perversiones cuando chocan con los intereses empresariales, comerciales y políticos de sus familias dueñas o consorcios accionistas, tampoco están condenados a hacer mal periodismo. Tienen más limitaciones, más obstáculos, hay cosas que no pueden hacer. Pero si trabajan profesionalmente y si saben aprovechar bien la necesidad de cualquier medio de mantener espacios plurales y abiertas al enfoque profesional y crítico, pueden hacer grandes y valiosos aportes al periodismo. Cantidad de periodistas en todos los medios comerciales lo están haciéndo.
Pero igualmente es cierto que periodistas con menos nivel de profesionalidad y ética, periodistas más oportunistas, tienen en los medios comerciales –y en los que dependen de partidos o del Estado- grandes espacios de hacer mal periodismo. A menos que las empresas comerciales lleguen a tener direcciones editoriales con mucho poder frente a las gerencias financieras; direcciones que no toleran mediocridad, sumisión y oportunismo. Cosa que realmente existe en algunos países con gran desarrollo periodístico (vea publicaciones como el New York Times, Le Monde, Der Spiegel...), pero que tampoco es imposible en países como El Salvador. Cecilia Gallardo, cuando dirigió la Prensa, dio a sus redactores bastante espacio e independencia editorial, a cambio de exigirles calidad. Y quien quita que un experimento de este tipo puede tomar fuerza en cualquiera de nuestros medios. Hay una verdad: los medios que garantizan a su aparato editorial mayor independencia, suelen ser más exitosos. Económicamente, periodísticamente, y por ende, políticamente. Es cuestión de credibilidad. Y vale más que la fidelidad ideológica.
Decir que cualquier medio, sólo porque sus propietarios sean parte de la élite económica del país, es incapaz de mantener pluralidad y profesionalidad en la cobertura, sobre todo de procesos electorales, es una falacia. A los medios hay que criticarlos por sus hechos y omisiones, no por sus accionistas. A los periodistas hay que criticarlos cuando no aprovechan y defienden los espacios existentes, no por la posición social y política de sus jefes.
El hecho que los medios tengan líneas editoriales, es legítimo. Que sus líneas editoriales obliguen a los periodistas a manipular y filtrar la información, esto sí es criticable.
Que en un periódico de derecha escriban gente de derecha opiniones y análisis de derecha, es legítimo. El problema comienza, cuando no existen otras opiniones. Y cuando periodistas que no son de derecha se sienten obligados a opinar de derecha. Y el problema se vuelve serio, cuando los periodistas se ven obligados o tentados a mentir, a manipular o a omitir hechos, para quedar bien con la posición política de sus jefes o de los dueños del medio o de los amigos y clientes de los dueños.
Hablo de derecha porque aquí no hay medios de izquierda. Pero obviamente no es un problema de derecha o izquierda, sino un problema de oportunismo o profesionalidad.
Si en el debate con Nacho me hubieran preguntado si los medios están maltratando al candidato del FMLN, hubiera dicho: Hasta ahora no lo veo, en general ha tenido un trato bastante generoso y gentil. Llegó tarde a la entrevista con Nacho – y en vez de quitarle 10 minutos (lo que hubiera sido justo), le dio una hora más. En la Prensa Gráfica le dieron un espacio hasta sospechosamente grande para presentar su candidatura. En los debates de los jueves Nacho incorporó a Chico Valencia para asegurar que siempre haya quien defienda a Funes...
Pero si yo fuera Mauricio Funes -y conociendo el medio como él-, me prepararía no sólo para pegar fuerte, sino también para aguantar golpes fuertes. De todos modos, en política electoral no hay mala cobertura. Toda cobertura es positiva. Y a veces, la cobertura mal intencionada sirve más al candidato que la cobertura sumisa sirve al contendiente.

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jueves, 24 de enero de 2008

¿Líder o títere?


No sé si Mauricio Funes realmente está tratando de producir una apertura en el FMLN. Si lo está tratando --y ¿por qué no darle el beneficio de la duda?--, es sin éxito. Por lo contrario, el partido lo está poniendo en su lugar. En este caso, en el lugar de alguien que han contratado para prestarle una cara electoral nueva al partido, pero sin capacidad de decisión.

Se supone que el candidato por lo menos quiere ganar. Suficiente razón para insistir en una estrategia diferente para San Salvador. El candidato presidencial necesita que el FMLN gane San Salvador en la primera fecha electoral de 2009, para no perder en la segunda la presidencia. La primera elección --la de alcaldes y diputados-- marca la tendencia. Además necesita que la oferta de la izquierda para San Salvador sea muestra clara de apertura, de concertación, de vocación pluralista, de capacidad de construir alianzas. Un concejo capitalino no partidario, sino compuesto por personalidades reconocidas y en el cual el FMLN no es dominante, sería esencial para mostrar que un gobierno de Mauricio Funes no necesariamente sería un gabinete partidario y de ortodoxos. Cosa que hasta ahora a todo el mundo, incluso a gente de izquierda, cuesta imaginarse.

Sin embargo, en medio de estas discusiones el FMLN decide la candidatura de Violeta Menjívar. Opta por el continuismo. No viene el cambio, sino más de lo mismo. Además se premia a una gestión fracasada. Gran bofetada, no sólo para los potenciales aliados --sobre todo para el CD y muy en particular para Héctor Dada--, sino directamente para el candidato presidencial. Además, un mensaje claro que en el Frente mandan los mismos de antes, y que sigue siendo una fuerza conservadora, miedosa, acomplejada...

Hay algunas decisiones pendientes (o tal vez ya tomadas, pero pendientes de ratificar y asumir públicamente), que permitirán medir cuánto espacio el FMLN está cediendo a Mauricio Funes para ganar credibilidad como alguien que tiene autoridad, capacidad de decisión y de marcar el rumbo, arrastrando al partido a mayores aperturas, imponiéndose como futuro gobernante sobre las resistencias partidarias y clientelistas. Sólo hay que observar el proceso de toma de estas decisiones, para saber si Mauricio Funes tiene madera de candidato ganador.

Primero, la decisión sobre la alcaldía capitalina. O es más de lo mismo o es apertura y capacidad de rectificación.

Segundo, las decisiones sobre alianzas. En San Salvador se va mostrar si el Frente tiene disposición de construir una alianza o si espera adhesiones. Si no pueden negociar con el CD sin imposiciones y humillaciones, mucho menos lo lograrán en política nacional. De la manera cómo logren o no logren formar un concejo plural para San Salvador, se puede deducir cómo formarían gabinete de gobierno.

Parece que estas dos primeras batallas ya las perdió el candidato. Puede tratar de esconder la derrota diciendo que está de acuerdo con la nominación de Violeta Menjívar, pero esto hace aún más grave la derrota porque muestra, aparte de falta de autoridad, falta de carácter del candidato.

La tercera decisión clave es la composición del comando de campaña. Funes ya perdió todo --internamente y las elecciones-- si permite que la campaña sea dirigida por los cuadros principales de la ortodoxia como José Luis Merino, Sigfrido Reyes, Roberto Lorenzana, Sánchez Cerén y Medardo González. Se corta en seco la expectativa de cambio, apertura, creatividad, que muchos centran en la figura del candidato.

Por más que Funes, como lo hizo en el acto conmemorativo de los Acuerdos de Paz, explique que los hombres cercanos a él son precisamente los capos del partido, no significa que sean de su confianza y que sirvan para proyectar que el cambio viene. Estos hombres no se le despegan, pero por desconfianza, por miedo al cambio.

Por más que Funes trate de esconder este conflicto, él sabe que su discurso sólo puede tener credibilidad si logra poner otro tipo de gente a la cabeza de su campaña, otros voceros, otros interlocutores. El problema es que los interlocutores que sí tendrían credibilidad en la sociedad, no gozan de la confianza de la Comisión Política.

La cuarta decisión clave será la selección de los candidatos principales para la Asamblea. Si son los mismos, elegidos con los mismos criterios de lealtad al partido, pureza ideológica y sumisión a la Comisión Política, no habrá fuerza parlamentaria disponible para articular y sustentar una política nueva que busque acuerdos de nación. En caso que el FMLN gane, no habrá masa crítica en la Asamblea para la concertación. En caso que no gane, no habrá quién rompa con la polarización y obstrucción. Sería más de lo mismo, con o sin gobierno.

Y por último, el programa. Ya se vislumbra que el programa será más moderado que el discurso tradicional del FMLN. Pero para darle credibilidad a los virajes programáticos --abandonar la consigna de devolverle al país el colón; asumir el TLC; dar seguridad jurídica y política a la empresa privada-- no es suficiente modificar el lenguaje. Es indispensable una discusión pública --no en mesas con organizaciones simpatizantes-- sobre estos virajes. Hace falta un congreso del partido que debata y asuma los cambios programáticos. Si el billete del colón era símbolo de la campaña de Schafik, no es suficiente --ni mucho menos transparente--, simplemente ya no hablar del colón.

De estas decisiones que partido y candidato tienen que tomar depende si al fin Mauricio resulta ser un líder del cambio o sólo un señor que juega este papel.

(Publicado en El Diario de Hoy)

domingo, 20 de enero de 2008

SOBRE ETICA Y GUERRILLA

Tratando de entender cómo un movimiento insurgente pudo haberse pervertido como las FARC, me vienen a la mente las discusiones que se armaron en uno de los campamentos guerrilleros del ERP en Morazán, cuando yo exhibí un video que había traído de México, con un discurso del jefe de la guerrilla colombiana M-19, Jaime Bateman, en un campamento en algún lugar remoto de la selva de su país.

Había una concentración de más de mil guerrilleros, bien uniformados, bien armados, bien barbudos, bien machos. A nivel de imagen una muestra de fuerza, comparable con el acto de juramentación de la Brigada Rafael Arce Zablah del ERP que filmamos en el 1983 en Agua Blanca, Morazán.

La reacción de nuestros combatientes, cuando vieron el video del M-19 era asombro, admiración, orgullo, optimismo. Se identificaron con sus homólogos, porque los vieron fuertes.

Empezó a hablar Bateman. Uno de los hombres más carismáticos que he escuchado hablar. El arquitecto de acciones guerrilleras audaces como el secuestro de la espada de Simón Bolivar y la toma del Palacio de Justicia.

Bateman habló del crecimiento del M-19, de sus armas, de sus victorias. Aplausos, entusiasmo, consignas – en las dos audiencias, en Colombia y en Morazán. En el punto del clímax del fervor revolucionario –en la selva colombiana y en Morazán- Jaime Bateman grita sus preguntas claves: “¿Están orgullosos de ser guerrilleros?” – “¡Sí!”, contestan miles de combatientes en los dos campamentos. “¿Quieren ser guerrilleros?” – “¡Sí!”

“¡Esto es nuestro problema!”, grita Bateman, “por esto no podemos ganar. Así vamos pudrirnos en esta selva de mierda. Los revolucionarios no quieren ser guerrilleros sino profesores, médicos, ingenieros. Los revolucionarios del M-19 quieren cambiar el país, no quieren controlar un pedazo de selva....”

Silencio en el campamento selvático. Silencio en el campamento en el Cerro Gigante en las afueras de la ciudad de Perquín. Poco por poco, aplausos. Poco por poco, los combatientes colombianos y salvadoreños se pararon, levantaron el puño y empezaron a corear: “¡A cambiar el país!”

En este momento crucial de la historia de la guerrilla colombiana –y también de la nuestra-, Jaime Bateman supo conducir a sus guerrilleros a salir de la selva, a negociar la paz, a convertirse en fuerza política, a cambiar el país. El comandante Tirofijo de las FARC hizo lo contrario. Él y sus FARC aun están en la selva. La vía de Bateman resultó ser la más difícil, la más audaz, la más sacrificada, pero también la más efectiva: Él y cientos de otros dirigentes de M-19 murieron en el camino de la selva a la ciudad, de la guerra a la política. Más que de las FARC que se atrincheró en las selvas, en el narcotráfico y en la industria de los secuestros. Pero hoy, los ex-guerrilleros del M-19 constituyen una fuerza política del cambio formidable.

Cuento esta historia, porque me parece que en esta disyuntiva de la guerrilla colombiana, que describió Bateman en su discurso en la selva, las FARC tomaron el camino equivocado.

En Morazán, aquel día del año 1985 cuando vimos el discurso de Bateman, hubo la primera discusión de fondo, entre combatientes y comandantes del ERP, sobre la dialéctica de guerra y negociación, sobre la responsabilidad del guerrillero de cambiar el país, sobre guerra popular prolongada e insurrección... Creo que Jaime Bateman, el gran guerrillero colombiano, aportó un poquito a la madurez de la guerrilla salvadoreña que supo hacer la guerra y también supo hacer la paz, siempre para cambiar el país.

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Publicamos la semana pasada un artículo de Joaquín Villalobos sobre las FARC de Colombia y sus rehenes. En vez de terminar una columna mía sobre el tema, preferí reproducir la posición muy controversial, pero también muy competente, de un ex-líder guerrillero.

Leyendo los cientos de opiniones que sobre el tema han salido en estos días en Colombia, Venezuela y otras partes, tomo conciencia que la política de secuestros de las FARC y la manera como Hugo Chávez está explotando el problema nos obligan a reflexiones muy de fondo sobre la ética de la izquierda. Sobre todo de la izquierda armada. Tal vez la ética no importe tanto mientras ser de izquierda es cuestión discurso, pero en el momento que es cuestión de vida o muerte, enfrentar los problemas éticos de la política es indispensable.

Hay muchos en la izquierda salvadoreña quienes critican de traidor a Joaquín Villalobos por su dura posición contra las FARC. El hecho que Villalobos intervino en la política colombiana, no como asesor de “los hermanos de las FARC” (como se expresan Daniel Ortega y Hugo Chávez), sino del gobierno colombiano, es interpretado como muestra que ha cambiado de bando. Como si hubiera un bando que comprende a toda la izquierda del continente, sobre todo la izquierda relacionada con luchas armadas – y otro bando opuesto que incluye a todos los gobiernos que no son de izquierda.

Joaquín Villalobos entrega la mala -y para muchos incómoda- noticia que no existe este mundo de dos bandos. Y por lo tanto, no existe ninguna lógica ni mucho menos obligación ética para todos que nos entendemos como gente de izquierda de tratar con complacencia o incluso solidaridad a las manifestaciones perversas, reaccionarias, autoritarias e inhumanas de movimientos o gobiernos que se declaran de izquierda (o antiimperialistas, como en el caso de Irán).

Por lo contrario: Para la izquierda hay una obligación moral y un compromiso político-ideológico de criticar, enfrentar, combatir los crímenes y abusos a los derechos humanos cometidos por guerrillas, movimientos o gobiernos de izquierda. Para mi, como hombre de izquierda, no hay crímenes que más me duelen y que más me siento obligado a condenar e intentar de evitar que los crímenes cometidos a nombre de la izquierda.

La manera cómo las FARC toman, mantienen, maltratan y explotan comercial y políticamente a cientos de rehenes cabe en esta categoría de crímenes. Frente a esto, la posición consecuente de izquierda es la de Villalobos, no la de Hugo Chávez. Al haber logrado la libertad de dos rehenes, el paso siguiente obligatorio, desde cualquier perspectiva ética, no era premiar a las FARC y quitarles la etiqueta de terrorista e criminal, sino denunciar que siguen con la misma práctica inhumana y exigir la inmediata liberación de todos los demás rehenes. Incluyendo a los militares y policías. Incluso si fueran considerados prisioneros de guerra, no pueden ser tratados así. Si las FARC quieren ser reconocidas como fuerza beligerante, lo primero que tendrían que hacer es someterse a las reglas establecidas en la Convenciones de Ginebra.

Las prácticas de las FARC atentan contra la credibilidad de la izquierda. Hay que pararlas. Esta es la posición de la izquierda democrática en Colombia y Venezuela. Complacencia y falsa solidaridad son traición, no la crítica.

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lunes, 14 de enero de 2008

MI 10 DE ENERO

Escribo estas líneas el 10 de enero. Por más que trato a concentrarme en el presente -el primer debate entre periodistas en el Canal 33, que arranca hoy-, esta fecha me jala al pasado. Cumplo hoy 27 años de haber llegado a El Salvador. Llegué un 10 de enero de 1981, en un vuelo proveniente de Managua, junto a Hernán Veira, quien poco después adquiriera fama como “Maravilla”, locutor, editor, camarógrafo, editorialista de Radio Venceremos.

En la madrugada alguien, no me recuerdo quien, de la comandancia del ERP me había despertado con las palabras: “Despertase, Paolo, hoy es el día...” – “¿Día de qué?” – “Día de la ofensiva. Hoy comienza el desmadre. Te vas para San Salvador hoy, Hernán de va a recoger en media hora. ¡Apúrate! Te vas a perder la guerra...”

En el avión, Hernán trató de convencerme que no era broma. No le creí. En el camino de Comalapa a la ciudad, como no vi nada que indicaba el inicio de una guerra, le dije: “Ya ves, aquí todo es normal.” – “Y vos qué creés, que alguien va a anunciar la ofensiva en vallas sobre la autopista?”

Llegamos a una casa en la Laico, a dos cuadras del cuartel San Carlos. El que nos recibió, el seco Gustavo, nos dijo: “Bueno, faltan dos horas. A las 5 en punto comienza el deschongue. Las órdenes son: Aunque afuera haya fiesta, no salimos de esta casa hasta recibir instrucciones. Y no se asusten cuando escuchen bombazos, es con el San Carlos, no con nosotros.”

“Vaya pues,” dijo Hernán, “yo me voy a dormir para quitarme la goma de la despedida anoche. Puta, ¡qué fiestas saben hacer los nicas!”
“Yo también me voy a acostar, “ dijo Gustavo, “a saber si vamos a dormir en las próximas noches.”
“Paja me quieren dar,” me dije yo, “¿cómo van a estar tranquilamente dormidos si saben que hoy empiezan os combates?” Y me fui a dormir...

A las 5 de la tarde con 5 minutos pegué un brinco de la cama. Bombazos, tiroteos por todas partes. Ráfagas. Silencio. Nuevas ráfagas...

En la televisión películas de John Wayne. Nada de noticias. Sólo un comunicado que decretaba el toque de queda de 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana. Alguien habló por teléfono con la novedad que el periodista venezolano Nelson A. había sido capturado junto a los dos comandantes del ERP al cargo de las operaciones ofensivas en San Salvador. Me di cuenta que estaba sentado en la casa comúnmente conocida como la casa de los periodistas venezolanos, uno de los cuales ahora estaba preso y siendo interrogado. El segundo estaba sentado a la par mía y dijo: “A las 6 en punto salimos para Morazán. El único lugar seguro es ahora el frente de guerra.”

Pero estábamos en la casa de alguien que en estos momentos estaban siendo torturando para sacarle información sobre sus cómplices. Y los cómplices éramos nosotros. “¿Por qué no nos vamos a la mierda ya? Vamos al Camino Real donde está la prensa internacional?” – “Porque hay toque de queda. No llegamos ni a la esquina sin que nos disparan o detienen. Mejor nos quedemos aquí, estos malditos ahora están demasiado ocupados con sobrevivir, no van a venir a buscarnos...”

No llegaron. Ya nadie de nosotros durmió. Estábamos pendientes de cualquier ruido que podía indicar que iban a catear la casa. A las 6 en punto salimos hacía Oriente, en un microbús Volkswagen, Gustavo, Hernán y yo. Retenes de la Fuerza Armada, retenes de la guerrilla. Cerca de Zacatecoluca había un retén de las FPL, con cientos de camiones y buses atravesados para bloquear el paso.

“No hay paso,” dijeron los guerrilleros, “regrésense para San Salvador.” Hernán pidió hablar con el jefe de la unidad, le dijo quienes éramos y para donde íbamos. El tipo nos escribió un salvoconducto en una hoja arrancada de un cuaderno escolar: “Compañeros, estos periodistas son compañeros en misión importante para la revolución. Brindarles todo el apoyo. Firma Comandante XY, Frente Paracentral.”

Con este papelito pasamos todos los retenes guerrilleros. Los del ejército los pasamos con las credenciales que llevaban Gustavo y Hernán del Comité de Prensa de la Fuerza Armada COPREFA. Los soldados que revisaban estos papeles pensaban que éramos miembros del COPREFA. Casi se cuadraban.

Saliendo de San Miguel en la Ruta Militar hacía Santa Rosa de Lima, a dos minutos de haber asado por el retén en frente de la Tercera Brigada, escuchamos en un noticiero que en el contexto de la captura de los dos comandantes del ERP y del periodista venezolano estaban buscando a otro periodista venezolano llamado Hernán Veira. Los dos manejaban una célula clandestina de periodistas salvadoreños e internacionales en apoyo logístico y de inteligencia al ERP.

Gustavo dijo: “Ya van a salir todos los nombres. Nelson conoce el mío y el tuyo, Paolo. Vamos a tener que entrar al frente los tres.”

El contacto con el frente nororiental era en las minas de San Sebastián, cerca de Santa Rosa de Lima. Llegamos a Santa Rosa de Lima. Un último retén militar. “¿Adónde se dirigen?” – “Al Amatillo, a la frontera.” – “Ahh, tienen miedo, periodistas culeros, váyanse a la mierda...”

Cuando agarramos la calle de polvo para San Sebastián, Hernán dijo: “Vaya, si ya no nos topamos con otra patrulla, estamos bien.” Era fácil de traducir: “Si en este trayecto, que no lleva a ninguna parte sino a tierras bajo control de la guerrilla, nos encontramos con una patrulla, estamos muertos.”

A menos de un kilómetro de Santa Rosa de Lima nos encontramos con una patrulla. Vestían uniforme del ejército, pero fusiles FAL. Eran guerrilleros y nos escoltaron a las minas.

Allí había un grupo grande de combatientes, preparando el ataque a Santa Rosa de Lima. Pidieron instrucciones por radio. Respuesta: “Que manden a Hernán al puesto de mando en el norte de Morazán, con todos los equipos de video. Los otros dos, que regresen a San Salvador.”

Los dos tuvimos grandes ganas de hacer lo contrario, pero los guerrilleros tenían sus órdenes. Y punto.

El punto crítico del viaje de regreso era cómo hacer que nadie nos viera salir de la calle de las minas a la Ruta Militar. ¿Cómo íbamos a explicar de dónde salimos? Nadie nos vio. Pasamos el mismo retén en la entrada de Santa Rosa de Lima. “¿Y el otro culero?”, pregunta el soldado. “Se fue para Honduras. Nosotros le vamos a hacer huevo aquí,” dice Gustavo. “Suerte, culeros.”

En San Miguel, en la casa de unos familiares de Gustavo, vemos noticiero. “En el caso de los periodistas venezolanos vinculados al ERP, las autoridades están buscando a un microbús Volkswagen color naranja, placas.... Además están buscando a un tercer periodista involucrado, de nombre Paolo y nacionalidad alemana...”

Decidimos seguir en la mañana con el mismo carro. “Las unidades militares no van a estar buscando carros, tienen problemas más vitales en qué pensar,” dijo Gustavo. Yo, el novato, el recién introducido al mundo de la clandestinidad y subversión, dije: “Vaya, ustedes sabrán...” Aunque ya no estaba tan seguro...

Así terminó el día 10 de enero de 1981, mi primer día en El Salvador, el primer día de la guerra. El día siguiente llegaríamos salvos sanos a San Salvador, nos desharíamos del carro y yo me refugiaría en el Camino Real, fingiendo demencia. En los noticieros del 12 de enero dirían que el tal Paolo no era alemán, sino un fotógrafo italiano llamado Paolo Bosio. Entonces, este mismo día iría a COPREFA, me acreditaría de corresponsal y iría a cubrir el resto de la ofensiva. Aunque el credencial revolucionario de Zacatecoluca lo quemé antes de salir de las minas, le hice honor hasta el final de la guerra en 1992.

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jueves, 10 de enero de 2008

CON LAS MANOS LIBRES

N
o es suficiente tener definido un buen perfil de candidato. Tampoco que un candidato llene el perfil. Ni es suficiente tener un buen programa. El problema es la credibilidad.

Cualquier buen politólogo puede diseñar el programa para los próximos años de gobierno. Es bastante claro lo que el país necesita. Y cualquier político inteligente puede abrazar este programa. El problema es la credibilidad.

Las elecciones de 2009 las va a ganar el candidato que logre convencer a la mayoría del millón de votos blandos (votos no duros ni de ARENA ni del FMLN), que tiene la capacidad, la autoridad, el carisma y el poder real de cambiar el país.

En la izquierda, entre todos los presidenciables, el único que transmitía esta credibilidad, esta autoridad, era Arturo Zablah. No es candidato. El que sí es candidato, indudablemente tiene capacidades retóricas, pero ¿cómo va a convencernos que tiene el poder para producir, en su partido y su ideología, los cambios necesarios para forjar el futuro del país?

En la derecha, entre todos los presidenciables, el que más credibilidad despertaba en su capacidad, su autonomía y su poder de convertir el programa en viraje real, era Boby Murray Meza. Tampoco es candidato.

Murray dijo que no lo necesitan, ya que otros en la lista de presidenciables de ARENA llenan el perfil definido (alta capacidad de comunicación y concertación; sensibilidad social; honestidad...).

Cierto. El perfil lo llenan varios, como Francisco Laínez, Luis Mario Rodríguez, Federico Colorado, Jorge Nieto, Mario Salavarría, Ana Vilma de Escobar. Los primeros dos tengo el gusto de conocer y me convencen por su mente abierta, su tolerancia, su disposición al diálogo. ¿Pero quién de toda esta lista puede transmitir al electorado que posee la autoridad, el carisma, el poder real, en una palabra, el liderazgo, para traducir palabras escritas en papel en políticas públicas, en consensos nacionales, en apuestas para el desarrollo? Los retos que enfrenta el país requieren de un liderazgo extraordinario, que sea capaz de crear consensos, dispuesto a exigir e imponer sacrificios a sectores empresariales y populares, a romper clientelismos.

Parece increíble que teniendo candidatos idóneos, tanto la izquierda como la derecha, no hayan tenido la audacia ni la visión para lanzarlos. Básicamente, en una especie de espejismo ideológico, por las mismas razones: No están dispuestos a ofrecerles las condiciones que ellos --Zablah como Murray Meza-- pusieron para lanzarse. Condiciones muy simples: Sobreponer los intereses de la nación y su desarrollo por encima de intereses partidarios; desmontar en serio la polarización ideológica; formar un gobierno de transición para fortalecer las instituciones democráticas.

Las condiciones que puso Boby Murray Meza al COENA no eran caprichos personales o juegos de poder. Eran las condiciones mínimas para poder ganar, para poder gobernar, para cambiar al país y para poder producir desarrollo. Sin estas condiciones no tenía sentido lanzarse, porque iba a luchar --y después gobernar-- con las manos amarradas.

Si un hombre con la fuerza de un Murray Meza no logra que su partido le dé las armas para ganar y la autoridad para gobernar, ¿quién de los otros presidenciables lo logrará? A menos que Murray Meza las haya negociado para el ungido antes de retirarse.

Si no, o sea, si quieren mandar a la arena electoral a un candidato con una mano amarrada, es un juego muy arriesgado. Es cierto, el candidato contrincante la tiene amarrada también. Pero, entre dos mancos, es bien posible que gane el retador.

Aún hay tiempo. Ya no para tratar de convencer a Murray Meza o a Eduardo Zablah. Ya dijeron que no. Y no hay peor candidato que alguien que en el fondo no quiere asumir el reto de gobernar. Recuérdense de Héctor Silva. Ya tampoco tiene sentido seguir buscando al candidato ideal. De todos modos, entiendo que el candidato ya está definido. Los peces gordos --Murray Meza, René Figueroa-- no se retiran sin haber negociado quién queda y cómo es el acuerdo. Nadie guarda las armas antes del cese de fuego. Casi todos saben quién es, pero nadie lo dice, porque sería reconocer que las primarias en ARENA son poco más que un show. Hasta yo atino quién es y ya le mandé felicitaciones.

Ahora es tiempo de crear todas las condiciones para que el candidato ungido pueda entrar como el hombre del viraje histórico que se necesita, con las manos libres, con autoridad plena para asumir compromisos serios en el campo económico y social. El ungido tal vez no sea el candidato ideal, con liderazgo natural o ya ganado. Pero si la derecha política y económica entiende la responsabilidad y la oportunidad histórica de aprovechar la probablemente última presidencia de ARENA para producir los cambios, los acuerdos y las reformas que necesita el país para transitar a la institucionalidad asegurada y al desarrollo económico y social, pueden crear las condiciones para lograr esto.

Si no apuestan al cambio, si mandan a su candidato a luchar con las manos amarradas (con un COENA y una bancada legislativa no comprometidos con las reformas que el candidato quiere producir; con un gabinete que en vez de plural y amplio sigue siendo partidario), van a echar a perder todo, independientemente si ganan o pierden las elecciones.

(Publicado en El Diario de Hoy)

jueves, 3 de enero de 2008

¿ CUAL ES EL PROBLEMA QUE DANIEL ORTEGA TIENE CON LA PRENSA?

Cuando hace poco leí que algunos diputados nicaragüenses pensaban presentar un recurso de declarar a Daniel Ortega incompetente por loco, pensaba que era broma. Hoy que leo el mensaje de fin de año de Daniel Ortega denunciando que los medios de comunicación tratan de promover el asesinato de su esposa Rosario Murillo, me doy cuenta que tenían razón. Más bien será mala broma dejarlo gobernar.

“Estoy seguro que ellos (los medios) quieren ver muerta a Rosario”, dijo Ortega, acusando a “estas inmundicias que se llaman periódicos aquí en Nicaragua” de hacer “campañas de destrucción, de difamación, de calumnias.” No estoy citando a una plática de bolo o una discusión acalorada de Daniel Ortega, estoy citando de un discurso oficial de informe de año.

¿Cuál es el problema que gobernantes como Daniel Ortega y Hugo Chávez tienen con la prensa? ¿Por qué no aguantan que los medios los critiquen, que sostengan ideas contrarias a al gobierno y a la revolución? Tiene que ser un miedo inmenso a la palabra, a la disidencia, a la crítica. Tiene que ser que temen que los medios independientes tienen poder sobra las mentes de la gente. Tiene que ser que presienten que los medios masivos son competencia directa de los “lideres revolucionarios” que piensan que representan a los “reales intereses” del pueblo.

Cualquier régimen autoritario –de derecha o de ‘izquierda’-teme y por tanto evade el debate público. Quieren tener el monopolio sobre la opinión pública. Si tienen suficiente poder, prohíben, controlan, censuran a los medios. Y los gobiernos y partidos con tendencia autoritaria, pero que todavía no han abolido del todo las constituciones democráticas, odian a los medios porque no los pueden ni prohibir, ni controlar, ni censurar, ni poner en línea. Por lo menos no todos.

¿Cuál es el problema que gobernantes como Daniel Ortega y Hugo Chávez tienen con el hecho que los medios se convierten en oposición, que tengan actitudes anti-gobierno, que sean anti-sistema? Ser anti-sistema, anti-gobierno, oposición es lo que los partidos de ‘izquierda” adscritos al socialismo del siglo 21 propagan – mientras no estén gobernando. El FMLN, por ejemplo, critica a los medios nacionales de ser pro-sistema, pro-gobierno. Pero el FSLN, en el poder, critica a los medios por ser anti-gobierno. La prensa tiene que ser anti-gobierno, a menos que gobierne la izquierda.

“Es derecho indispensable del querido y estimado pueblo nicaragüense, estar al tanto y estar informado de todas las actividades y esfuerzos que se están llevando a cabo por el digno Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional nicaragüense.” Esta novedosa definición del derecho a la información no es de Daniel Ortega, pero sí está siendo difundida por la página web de la presidencia nicaragüense, citando al “hermano Ezzatolla Zarghami, Presidente de la Organización de Radio y Televisión de la República Islámica de Irán y Representante del Líder Supremo de la Revolución Islámica, el Ayatola Jameine” (Rosario Murillo). Claro, este señor (“ en el nombre de Dios, El Clemente, El Misericordioso, hoy es para mí un orgullo y motivo de satisfacción estar aquí y encontrarme con el queridísimo hermano y compañero Presidente Comandante Ortega y su señora, con el fin de desarrollar colaboraciones en el sentido de medios de comunicación”) obviamente sabe de las delicadas relaciones entre un gobierno que se declara revolucionario y los periodistas. De este tipo de gente, Rosario y Daniel pueden aprender mucho. Que pregunten a Amnesty International o cualquier organismo que se dedica a registrar a periodistas encarcelados.

La izquierda sin comillas, en cambio, tiene otra definición del rol de la prensa: Por más fuerte un gobierno, no importando su signo ideológico, más críticos los medios. Por más poder que concentre un gobierno –llámese revolucionario o no-, más cuestionamiento por parte de los medios. Por más que un gobierno quiere dominar la opinión pública, más resistencia por parte de los medios. Por más débil que sean los partidos de oposición, más medios llenen el vacía haciendo oposición.

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