lunes, 23 de abril de 2007

La última batalla de la Chabelita

La “U” está abierta. Otra batalla ganada por la rectora María Isabel Rodríguez. No sólo contra el sindicato de los trabajadores de la UES, sino contra el BPJ del FMLN y la Tendencia Revolucionaria, que conjuntamente instigaron al pobre sindicato a una lucha que no podía ganar. Hace menos de una semana, la rectora se reunió con el dirigente del sindicato para convencerle de suspender la huelga y entregar el campus. No sólo por que la huelga y la toma eran ilegales y podían, en última instancia, destruir el sindicato, sino porque el sindicato podía ganar si tomaba la ruta legal a la corte. Porque en el fondo tenía la razón. El dinero que el Concejo Universitario, contra el voto de la rectora, decidió repartir entre los docentes, pertenece legalmente a los trabajadores. Provenía de un decreto de la Asamblea Legislativa para aplicar, a solicitud de la rectora, un decreto de nivelación salarial para los trabajadores de la Universidad de El Salvador.

Sin embargo, el sindicato, dirigido por fuerzas externas que necesitan para sus fines políticos mantener a la alma mater en caos e ingobernabilidad, decidió tomarse la Universidad, cerrarla, paralizarla. “No vamos a ceder”, dijo el jefe del sindicato a la rectora, “aunque nos muramos en esta lucha.” Alfredo Martínez se tomó tan en serio esta consigna del BPJ, que un día antes del colapso de la huelga, lo tuvieron que llevar de emergencia al hospital. Colapso de nervios. En cambio, su contrincante octogenaria, la doctora Rodríguez, cuando entregó el sábado la Universidad nuevamente a los estudiantes y docentes, dijo a la prensa: “Estoy un poquito cansada. Pero feliz.”

El sindicato, por más apoyo que haya recibido de fuerzas externas de la UES, no pudo contra una rectora dispuesta a defender la institucionalidad. No pudo contra la presión de los estudiantes que ya no toleran tomas y cierres ilegales de su universidad. Al final queda el jefe de sindicato fuera del juego, enfermo, enloquecido, suspendido. La junta directiva desacreditada. El sindicato dividido, debilitado, derrotado.

La rectora sale fortalecida para el siguiente round que comienza el día siguiente, sin descanso, sin tregua: la batalla que tiene pendiente para poder entregar -al final del año, cuando termine su gestión- a su sucesor una universidad gobernable, comprometida con la recuperación de la excelencia académica y con el servicio al país. Esta ronda va a ser más difícil. Esta ronda va a ser la decisiva. El enemigo a derrotar, el obstáculo a remover para que la UES salga de la situación de parálisis, no es el sindicato. Que nadie se engañe por el pleito que acaba de pasar: El adversario a derrotar no son los trabajadores. Ellos no tienen ni voz ni voto en los gremios que gobiernan la Universidad: la Asamblea General Universitaria y el Concejo Superior Universitario.

En estos dos gremios se han atrincherado todos los opositores a la revolución académica que la doctora ha lanzado. Hay que cambiar la composición de estos gremios. Esta es la última batalla que le queda a la rectora. Y a todos los demás.

El Plan de Fortalecimiento Académico existe. Los planes para revitalizar la investigación científica existen. Existen incluso los planes de negociaciones de cómo financiar los planes. Pero nada de esto se ha podido implementar, porque la máxima autoridad de la UES, la Asamblea General Universitaria, está siendo secuestrada por una macabra alianza de movimientos pseudorevolucionarios, que quieren mantener a la UES como retaguardia para sus movilizaciones, con grupos de presión de docentes –y lamentablemente incluso algunos decanos- que defienden a capa y espada sus privilegios y se resisten a una política sistemática de elevación del nivel académico.

El primer paso para remover los obstáculos y poder implementar el Plan de Fortalecimiento Académico es, entonces, derrotar a estos grupos en las elecciones para la nueva Asamblea General Universitaria que ya están convocadas. Mucho depende de los estudiantes que han sido las principales víctimas de las políticas de obstrucción de los grupos que actualmente dominan y manipulan a la Asamblea y al Concejo Superior Universitario. Los estudiantes no se han olvidado que antes de la reciente toma del campus por parte del sindicato, los que paralizaron y se tomaron violentamente la universidad el año pasado -en el conflicto sobre los préstamos del BID para financiar el Plan de Fortalecimiento Académico de la rectora- eran los que controlan la mayoría en la Asamblea actual e incluso en el Concejo. Incluyendo muchos representantes estudiantiles.

El conflicto recién superado en el fondo fue un pleito por cómo y entre quiénes distribuir los 1.9 millones que la doctora había gestionado para los trabajadores. Los estudiantes pagaron los costos. Ellos ahora tienen que pensar muy bien a quiénes elegirán como representantes estudiantiles en la nueva Asamblea General Universitaria. Deben escoger exclusivamente representantes que apoyan el Plan de Fortalecimiento Académico. Deben tener mucho cuidado de no dejarse ni dividir ni engañar por movimientos estudiantiles que quieren seguir saboteando este Plan, porque no están dispuestos a concebir que la Universidad se tenga que regir con criterios académicos y no por intereses políticos y partidarios.

En las filas de los docentes se está perfilando una tendencia creciente de apartarse de las políticas que sobreponen el interés sectorial y los privilegios por sobre el desarrollo académico de la universidad. La mayoría del personal académico quiere remover los obstáculos. Y si estos obstáculos son sus propios representantes en la Asamblea y el Concejo Superior –o los mismos- decanos- hay que removerlos.

Un papel determinante en esta batalla por la Universidad pueden tener los profesionales no docentes que tienen que elegir representantes a la nueva Asamblea General Universitaria mediante sus asociaciones de profesionales. Los sectores profesionales del país tienen una enorme responsabilidad de hacer un uso racional y constructivo de su derecho de representación en la Asamblea General Universitaria. El requisito para sus representantes tiene que ser que luchen por recuperar la gobernabilidad de la universidad, para que el próximo rector pueda implementar el Plan de Fortalecimiento Académico, el legado de la doctora Rodríguez.

En esta batalla –la última, la decisiva, antes de poderse retirar de la política universitaria- la Chabelita no va a estar sola. Ni la podría ganar sola. Requiere de la concertación y la acción conjunta de todas las fuerzas comprometidas con la Universidad de El Salvador, su rol indispensable para el beneficio de las mayorías, su rol decisivo para el desarrollo del país. Los estudiantes, los docentes y los profesionales no docentes que la dejen sola esta vez, tendrán como fruto de su negligencia o su mezquindad una universidad pobre en capacidad académica e investigativa, pobre en recursos y pobre en su aporte al país. Sobre todo los estudiantes no se pueden conformar con esto. Tampoco el país.
(Publicado en El Faro)