viernes, 8 de septiembre de 2006

Lenguaje paternalista vrs. lenguaje de impotencia

Con el perdón de los que piensan diferente –como suele decir mi respetado amigo Héctor Dada Hirezi antes de repartir golpes certeros- voy a hacer algunos comentarios sobre el lenguaje de los participantes del Encuentro sobre la ratificación de los convenios de la Organización Internacional de Trabajo y la armonización de las leyes nacionales con los derechos garantizados en dichos convenios.
El lenguaje a veces dice más que las declaraciones explícitas. Veamos. Más bien, escuchemos. Leamos.

El representante del gobierno, el secretario jurídico de la presidencia, Luis Mario Rodríguez, en varias ocasiones anteriores me ha sorprendido –y conquistado mi respeto- con su lenguaje estructurado; con su independencia de criterio; con su capacidad crítica frente a la derecha, de la cual orgullosamente se declara militante; con su esfuerzo de construir un lenguaje común que exprese la posibilidad de llegar a visiones comunes….

En este debate, sobre los derechos sindicales, su lenguaje es diferente. Habla de los derechos sindicales como algo que el gobierno, el presidente, la derecha ha dado, concedido, casi regalado. Nunca habla de estos derechos como algo que pertenece al trabajador, al empleado, al servidor público y que –medio siglo tarde- el gobierno reconoce y se compromete, no sólo a respetar, sino a cuidar, desarrollar, convertir en motor de la concertación… Hace incluso una metáfora que explica mucho, comparando a los sindicalistas con el niño que no se pone feliz con el chocolate que le regala su mamá. El gobierno es la mamá que regala chocolate. Los sindicalistas los niños que, en vez de decir gracias, arman berrinche… En este contexto, no es extraño que Luis Mario, uno de los más cuerdos, más conciliadores, más pacientes representantes de este gobierno, en este debate se enojó. El enojo del papá con el niño malagradecido…

Claro, la otra parte en la mesa, el sindicalista William Huezo de AGEPYM, y el diputado Calixto Mejía del FMLN, emplean el lenguaje opuesto: hablan de derechos conquistados. ¿Conquistados? ¿Por quién? ¿El movimiento sindical? ¿El partido vanguardia de la clase trabajadora? ¿O por el señor Ramón Calvo?

Nadie habla de los derechos sindicales como resultado de una construcción conjunta, de una visión compartida, de una llegada a un punto común, de concertación. Como digo, el lenguaje es traidor. Los diferentes términos que las partes emplean expresan una verdad: No hay visión común. No hubo proceso de construcción conjunta. Ni siquiera en el raro caso de haber votado conjuntamente… Hubo una rara coincidencia de conveniencias. Y un par de llamadas de los señores Calvo y Zapatero.

No me extraña, pero sí me llama la atención, que el tema sindical es un tema que despierta pasiones, malentendidos, desconfianzas. La derecha –la gobernante como la empresarial- no logran visualizar a los sindicatos como factor de estabilidad. Ni tampoco el FMLN. Los dos lo ven como instrumento de desestabilización. Y los sindicalistas, los pocos que hay, se ven como perdedores, como víctimas. El sindicato como instancia de denuncia.

Nuevamente, así es el lenguaje: llorón, contestatario, encapsulado en la denuncia, la experiencia de violaciones, batallas perdidas, engaños e instrumentalizaciones….

Si algo puso al descubierto este debate –si uno escucha bien los lenguajes- es que la democracia laboral, en este país, sigue inexistente. Ni siquiera un sueño –porque nadie está soñando de estas cosas. Inexistente. Punto.

Como dije: con el perdón de los que no están de acuerdo conmigo.

(Publicado en encuentroselfaro.net)