miércoles, 6 de febrero de 2008

Esta vaina está peor

(Desde Caracas, Venezuela). "Para mí, como hombre de izquierda, no hay crímenes que más me duelen y que más me siento obligado a condenar e intentar de evitar que los crímenes cometidos a nombre de la izquierda. La manera cómo las FARC toman, mantienen, maltratan y explotan comercial y políticamente a cientos de rehenes, cabe en esta categoría de crímenes".
Estas líneas las escribí el 20 de enero de este año en el blog Siguiente Página. Un día después, partí para Venezuela en misión periodística, pero también porque necesito entender lo que está pasando en esta extraña "revolución bolivariana", que tiene preocupadas no sólo a las derechas, sino cada vez más a las izquierdas de América Latina.

Un amigo que hice en Caracas, muy vinculado a la oposición contra Hugo Chávez, había leído mi artículo sobre las FARC y me dijo: Te invito a participar en la marcha del 4 de febrero, contra las FARC, contra el secuestro, contra la tenencia de rehenes…

No fui. No sólo por mi estatus de periodista observador, sino por desacuerdo. Entiendo por qué los colombianos marchan contra las FARC, aunque me gustaría que fuera contra la violencia política de todos los bandos involucrados. Pero los que no vivimos en Colombia no veo porque tengamos que marchar con un ojo vendado. El secuestro y la tenencia de rehenes no es privilegio de las FARC. Si mañana alguien convoca a una manifestación para exigir el fin de la política de secuestro de las FARC y del gobierno de Estados Unidos, voy a marchar. Hay que exigir a las FARC que liberen a sus rehenes. No dos o tres cada mes, sino todos. Igualmente hay que exigir a Estados Unidos que cierre Camp Delta en Guantánamo, donde la CIA y otras agencias de inteligencia tienen secuestrados, sometidos a tortura y privados de los derechos básicos a cientos de prisioneros islámicos hechos en Afganistán, Iraq, Bosnia, etc.

Normalmente no acepto aquella contabilidad de derechos humanos, que siempre lleva registrados en columnas paralelas los crímenes de derecha y de izquierda. Esta contabilidad tiende a resultar en un cínico saldo cero: Nadie le debe nada a nadie. Y no es cierto: Todos los que secuestran personas, están en deber con la humanidad, independiente de los rehenes de otros.
Pero en este caso hay que hablar de simetría, porque si no, la denuncia se vuelve maniobra propagandística. Si la izquierda siempre condena Guantánamo, pero nunca las FARC, de hecho no está condenando el secuestro como práctica política. Igual al revés: Si los opositores al chavismo convocan a una marcha contra las FARC, pero nunca mencionan Guantánamo ni a los paramilitares colombianos, pierden fuerza moral.

Otro amigo recién hecho en Caracas, un hombre de larga trayectoria en la izquierda venezolana y ahora en una relación de amor y odio, pero sobre todo en una extraña simbiosis con el chavismo, no me acepta ningún tipo de crítica pública a las FARC, ni siquiera cuando la pongo en simetría con Guantánamo. No porque defiende las prácticas de las FARC --las detesta-- sino simplemente para él criticar a las FARC es apoyar "al bloque que el imperialismo, las oligarquías de Colombia y Venezuela, y sus medios de comunicación, han forjado para destruir a la revolución bolivariana.

Me encantaría poner en una mesa, en una plática --aunque sea polémica, confrontativa, dura-- a estos dos amigos que encontré en Caracas. No como tarea política, no tengo ninguna tarea política en este país. No, en un plano personal, porque los dos son amigos y me gustaría que nos tomáramos un trago los tres. Imposible. No hay diálogo. No hay lenguaje común. No hay interés en encontrar un punto de encuentro. Cada uno habla a su gente. Siempre pensaba que El Salvador era el país de los diálogos sordos. Coño, esta vaina está peor en Venezuela.

(Publicado en El Diario de Hoy)