lunes, 19 de junio de 2006

Un deporte extraño

¡Que fiesta la del mundial de fútbol! ¡Que bonito ver a los checos humillar al equipo de Estados Unidos y después a los de Ghana derrotar a los checos! ¡Aún más bonito ver a los italianos no poder derrotar a los estadounidenses! ¡Que deleite ver los de Trinidad Tobago resistir a los suecos y a los argentinos desmantelar a los ucranianos! Y ver a los australianos –verdaderos nobodies en el fútbol internacional- poner en aprietos a las superestrellas con sobrepeso de Brasil - ¡qué satisfacción!

Alemania 2006 una fiesta mundial donde, por unas cuatro semanas, quedan suspendidas las correlaciones de fuerza normales, igual que las divisiones tradicionales entre malos y buenos dictados por el political correctness. Puedo aplaudir hoy a los checos que dan lecciones en fútbol ofensivo y elegante a la superpotencia política-militar, y mañana a los futbolistas de Estados Unidos faltándole el respeto a la superpotencia futbolística de Italia.

Lástima que tanta gente se pierde lo rico de esta fiesta supeditando sus emociones a lealtades políticas (“hay que apoyar a cualquiera contra Estados Unidos”; o “siempre voy con los negros de África”) o racistas (“siempre voy con los latinos”; o “son superiores los europeos”; o “no puede ser que los negros –los asiáticos- también quieren dominar el fútbol”).

Me doy cuenta que mucha gente no puede disfrutar plenamente unos partidos emocionantes, porque no saben verlos sin el filtro de sus preferencias, sus prejuicios, sus adversidades, sus afinidades raciales o sus ídolos sustitutos.

Nunca he entendido cómo un país como El Salvador puede estar dividido en aficionados del Real y aficionados del Barca. Todo el mundo tiene su equipo favorito aun antes de haberlo visto jugar. Y casi nadie sabe distinguir entre las preguntas ¿quién va a ganar? y ¿con quién vas?
El que va con Brasil, no puede ver lo lindo del fútbol del equipo adversario. Y viceversa, por supuesto.

A pesar de todo esto: Alemania 2006 es una fiesta. La manera en que los alemanes han organizado y proyectado el mundial aporta mucho al entendimiento, a la tolerancia, a la amistad entre los pueblos. El país anfitrión, el continente europeo, el mundo –tan contaminados por el racismo, el chauvinismo, los nacionalismos- necesita urgentemente un antídoto como es la fiesta futbolista.

A pesar de la pésima labor de muchos árbitros (quienes obviamente tienen resentimientos contra los futbolistas quienes se hicieron millonarios con su arte y se lo desquitan comportándose como pequeños dictadores distribuyendo tarjetas amarillas); a pesar de que estamos condenados a tragarnos a los comentadores del Canal 4 que se dedican a repetir y repetir y repetir los lugares comunes más trillados sobre los países participantes, sobre las razas y sus características, sobre los equipos y los jugadores protagonistas; a pesar de todo esto, Alemania 2006 es una linda fiesta que contagia a todo el mundo con su espíritu deportivo, su enfoque multicultural, y con la recuperación del fútbol ofensivo.

Lástima que este lindo deporte no se practica en El Salvador. Perdón, no es cierto: todos los días se practica en las canchas polvosas de los cantones, barrios y escuelas. Sólo que de ahí no pasa. Porque lo que se practica en los clubes profesionales, en la federación, en la liga, en la “selecta” - es otro deporte que no tiene nada que ver con este arte alegre que se practica en el resto del mundo.
(Publicado en El Faro)